Eduardo Rafael Ávila Rumayor
1.1 El proceso de formación laboral como problemática de la filosofía de la educación.
El análisis que se realiza en este epígrafe no pretende en modo alguno atomizarse en la amplia variedad de enfoques y corrientes de pensamiento existentes. Se pretende partir de posiciones que permitan una integración de saberes en torno al fenómeno objeto de estudio y clarificar las posiciones de mayor coherencia para la estructuración del proce-so de formación laboral.
En este análisis se parte del reconocimiento de que la condición de hombre concita la necesidad de educación. Tal premisa establece una relación directa entre el acto educa-tivo y la condición de hombre. En la misma se instauran y manifiestan algunas de las ta-reas esenciales de la Filosofía de la Educación.
Teniendo en cuenta estas tareas y el interés de este estudio se centrará la atención en el “para qué” se educa al hombre, destacando el papel que se ha otorgado al proceso de preparación para su inserción en el mundo del trabajo.
La teleología del proceso educativo se concreta en torno al modelo de hombre que persigue una sociedad determinada, su esencia radica en que la construcción de tal mode-lo debe responder necesariamente a las exigencias que dicha sociedad le plantea al sec-tor educativo.
Una de estas exigencias está referida a la forma en que el individuo se relaciona con el conjunto de valores, las habilidades y los conocimientos que son necesarios adquirir para incorporarse a la estructura sociolaboral.
Establecer una clasificación que resulte consecuente con la amplia variedad de perspectivas de abordaje del proceso docente educativo con la forma en que la escuela ha enfocado la formación laboral de los escolares resulta una tarea compleja. Se empleará la clasificación dada por Snyders en su obra Pedagogía Progresista (Snyders, 1974), donde declara tres corrientes fundamentales que representan los elementos centrales para ga-rantizar la comprensión e interpretación de las diferentes lecturas del proceso educativo: La Educación Tradicional, La Escuela Nueva y la Educación Progresista.
Este deslinde metodológico se ha tenido en cuenta para evitar maniqueísmos sim-plistas que niegan el valor de las propuestas hechas por las escuelas que se abordarán. Siguiendo esta línea se considera también que la praxis educativa manifiesta la coexisten-cia de opciones teóricas declaradas oficialmente y prácticas pedagógicas ejecutadas en el aula; las propias contradicciones, racionalizaciones, ambigüedades y la falta de criticidad al implementar las acciones educativas por parte del personal docente, muchas de las cuales se desarrollan sin conciencia de su presencia.
La propuesta que desarrolla la pedagogía tradicional tiene como antecedente el ideario peda-gógico de las grandes civilizaciones de la antigüedad y los regímenes esclavistas de Grecia y Roma y, como apunta Álvarez de Zayas, “aparece en el siglo XVII en Europa con el surgi-miento de la burguesía y como expresión de modernidad. Encuentra su concreción en los si-glos XVIII y XIX con el surgimiento de la Escuela Pública en Europa y América Latina, con el éxito de las revoluciones republicanas de doctrina político-social del liberalismo.”
Desde esta perspectiva el fin educativo se enmarca en la formación del hombre ideal, conocedor de las grandes realizaciones de la humanidad, consideradas como mode-los básicos a alcanzar.
Partiendo de estos razonamientos podemos valorar que el escolar debe entrar en contacto con las grandes obras de la literatura y del arte y lograr conocimientos obtenidos por los métodos más seguros, lo que posibilitará la realización plena como persona, a partir del saber. Se exige la adquisición de una elevada cultura, entendida sólo como la acumulación de las experiencias válidas para la humanidad, destacándose el carácter academicista del proceso docente educativo.
En el campo de la formación laboral se persigue la preparación del hombre en fun-ción de lograr puestos de dirección o para puestos de trabajo que incluyen cada vez más alejarse de la actividad manual, lo que tiende a una creciente separación de trabajo inte-lectual y manual. Sin embargo en las tesis de la pedagogía tradicional aparece como ele-mento relevante la necesidad de la unidad entre la actividad práctica y la intelectual.
Dentro de los pedagogos que primero se refirieron a esta necesidad se encuentra Platón que en uno de sus diálogos con Glaucón plantea “¿Y no hablamos de llevar a los niños a la guerra, para que la contemplasen de cerca montados en sus caballos, pero en condiciones de seguridad? Así podrían gustarle la sangre, como ocurre a los cachorros. [...] Pertenecerá por tanto [...] al grupo de los elegidos aquel que demuestre siempre una mayor agilidad en todos estos casos, esto es en los trabajos, los estudios y los peligros”
Tal contradicción encuentra respuesta en el hecho de que solo sea entendida como actividad práctica a las acciones que ejecuta el escolar en el contexto educativo, como respuesta a las orientaciones reducidas de los docentes. De forma general el escolar se limita a realizar acciones para reproducir un contenido que es trasmitido por el docente como contenido acabado, a partir de la realización de ejercicios de lectura y copia, con énfasis en la retención, atención y memorización del contenido con lo cual se limita el ver-dadero potencial formativo de la actividad.
En la concepción tradicional se concibe al hombre como un ser en constante forma-ción, pero con la limitante de ver al niño como un ser incompleto al cual hay que actualizar y completar para que en un futuro sea capaz de desarrollar sus potencialidades profesio-nales e intelectuales.
Desde la perspectiva de la pedagogía tradicional es evaluable positivamente el hecho de reconocer en la formación de los escolares la presentación de modelos referen-ciales que sirvan de guía en el acto educativo. Tal hecho favorece el proceso de formación laboral en la medida en que los docentes sean capaces de dirigir la atención de los escola-res hacia el sistema de valores asociados al trabajo, el reconocimiento a las personalida-des que se destacan en las esferas laborales y productivas, así como del conjunto de ca-racterísticas que conforman el contenido de las profesiones y oficios que pueden ser de interés para los educandos. La limitante en este sentido se refiere al hecho de que la es-cuela no hace un real ajuste de las posibilidades de esos escolares para el alcance de los modelos de referencia.
De forma general el sistema de valores que promueve la educación está guiado por los valores universales resultantes de la tradición cultural ya establecida, que se presenta en sus formas abstractas, genéricas y universales promoviendo un tipo de educación que no dirige su atención fundamental a las particularidades e individualidades de los escola-res.
Finalmente, esta perspectiva, aplicada al campo de la formación laboral promueve un tipo de hombre inadaptable a las condiciones cambiantes de las actividades laborales, donde los continuos descubrimientos tecnológicos y científicos necesitan un sujeto presto a la innovación y adaptación a los cambios.
El movimiento denominado Escuela Nueva tiene sus orígenes más remotos en el re-nacimiento, específicamente en las obras de los humanistas Luis de Vives, Erasmo de Rótterdam; en las obras de los pedagogos realistas Rabelais, Montaigne, Comenius. Sus bases más consistentes están en el naturalismo de Rousseau, en el cientificismo de Spencer, en el psicologismo de Pestalozzi; en el individualismo de Tolstoi; en el funciona-lismo de Durkheim y en el pragmatismo de Pierce, Dewey, James y en las propuestas di-dáctico pedagógicas de Decroly, Kerschensteiner y Piaget.
Dewey es uno de los principales teóricos de la Escuela Nueva, logra resolver la an-tinomia “entre un sujeto a ser instruido y un objeto a ser trasmitido”. La respuesta a tal problemática no solo se presenta en la superación de la incongruente relación entre sujeto y objeto de la educación, sino en la posibilidad que brinda al favorecer un tipo de aprendi-zaje más interactivo con el medio social que rodea al individuo, tomando como base el interés que se despierte en los escolares.
Las principales críticas al pensamiento de Dewey se dirigen a que solo se reconoce, en el intercambio del individuo con el medio social, como verdad, aquello que es prácti-camente útil y ventajoso, obviándose que la verdad es el reflejo de la realidad objetiva en la conciencia. Sobre este tópico Pierce plantea “la verdad es lo que funciona mejor para nosotros”
El sistema pedagógico defendido por Dewey define el carácter competitivo del acce-so a los puestos de trabajo en la estructura sociolaboral, destacándose los dirigidos a re-saltar las cualidades de los hombres de negocios.
La Escuela Nueva supera la idea del alumno como ser inmaduro y desposeído de un conocimiento inicial por lo que el centro de la atención educacional se dirige al propio niño. Este en su quehacer educativo es activo, no por las acciones que ejecuta en la escuela como muchos teóricos plantean, reduciendo el alcance de la propuesta, sino a partir del nivel de participación que alcanza en la elaboración de su propio aprendizaje.
Por otra parte rechaza el reconocimiento y abordaje de modelos axiológicos rígidos que sirvan de base a la educación, partiendo del presupuesto de la libertad de los sujetos con respecto del medio y de las condiciones sociohistóricas en que se desenvuelven los individuos.
Esta propuesta dirige su atención a las posibilidades de libertad y cooperación entre el alumno y el profesor; la concepción de que la escuela es vida y no preparación para la vida y que la solución de problemas es más efectiva que la simple trasmisión de conoci-mientos.
La práctica pedagógica de los escuelanovistas toma posiciones que se distancian hacia un polo opuesto con respecto a los de la escuela tradicional, planteando puntos de vista espontaneístas y de un activismo radical que “traerá como consecuencias el aisla-miento del mundo infantil, la desvalorización del mundo adulto y de la herencia cultural”.
El carácter memorístico del proceso de aprendizaje de los escolares es sustituido por las experiencias, las observaciones y todos aquellos elementos que pueda ser de utili-dad en su formación. Para ello se recalca el valor del respeto de los intereses, la iniciativa y la actividad que desarrollan en el contexto escolar y extraescolar.
Esta nueva forma de concebir el proceso de formación recalca la necesidad de que el alumno logre comunicarse con sus compañeros, que establezca un trabajo cooperado con el grupo como vía para el establecimiento de relaciones en comunidad. Busca como idea central que el alumno desarrolle actitudes personales a partir de la experimentación, de estudios dirigidos, de debates, de excursiones a industrias, comercios y empresas.
De esta forma el escolar se prepara resolviendo problemas prácticos de su entorno, lo que garantiza un futuro trabajador imbuido en el espíritu que mejor representa los inter-eses de eficiencia y eficacia necesarios en el ámbito productivo. Este escolar independien-te, creativo y que necesita del grupo para ejecutar sus funciones o roles es aprovechado por las esferas industriales de la sociedad en la proyección de su desarrollo.
Estas características permiten el reciclaje constante de la mano de obra y la incorpo-ración de los trabajadores a las cadenas productivas de las grandes empresas, donde los productos que se elaboran tienen cada vez más un carácter interdependiente entre los participantes del proceso productivo.
De esta propuesta es válido para el proceso de formación laboral el carácter activo del proceso y la confirmación de la necesidad del trabajo en grupos, elemento que se ajus-ta a la perspectiva pragmática del individuo insertado en el mundo empresarial, donde la hiperbolizada eficiencia del proceso productivo marcará en buena medida la dirección de las acciones educativas que se ejecutan en la escuela.
La Escuela Nueva capacita a los escolares para la competencia en la esfera labo-ral , a partir de la iniciativa personal, la actividad libre y la autonomía dentro de la socie-dad, lo que posibilitará acceder a puestos de trabajo y de dirección que se deben corres-ponder con esos esfuerzos. Es necesario aclarar que tales esfuerzos serán mayores o menores en dependencia de la escala social a la cual se pertenezca.
Los elementos anteriormente planteados y expresados en su forma edulcorada bus-can encubrir un modelo de escuela que solo responde a los intereses de la empresa en lo referido a la formación laboral. Esta formación se realiza en una dirección que suprime las libertades del individuo en otras esferas de actuación. Se educa para el trabajo y solo para el trabajo, destacándose el sistema de valores asociado a la obtención de ganancias, la rentabilidad y la competencia como formas de satisfacción personal. Se suprime también el conjunto de valores relacionados con la actividad laboral como expresión de la espiritua-lidad y el disfrute por lo que se construye y se crea como parte de la sociedad.
La tercera propuesta de enfoque para el análisis, parte de buscar los aspectos críti-cos y las problemáticas de la Educación Tradicional y de la Escuela Nueva, presentando una alternativa que se constituye en síntesis de los aspectos positivos de las anteriores.
La educación progresista parte de reconocer al hombre como un ser de la praxis, un ser concreto, comprometido con la transformación de la realidad, insertado en un contexto social, económico y político. Esta perspectiva concibe al hombre no solo como ser adapta-ble, capaz de vivir con eficiencia y competencia en su esfera sociolaboral, como defiende la Escuela Nueva, sino que incluye sus sentimientos, pasiones, intuiciones y aspectos re-lacionados con su espiritualidad.
La formación de los alumnos bajo esta perspectiva de análisis afirma el compromiso y la finalidad sociopolítica de la educación, toda vez que debe dirigir su atención al conjun-to de las relaciones sociales. Al referirse a la actividad laboral de los hombres es entendi-da como fuente de realización personal y colectiva, a partir de la contribución que hace cada uno en el desarrollo del proyecto social que se construye.
Desde la perspectiva de la Educación Progresista, el fin de la educación, no puede dirigirse a un hombre aislado o desnaturalizado, sino enfocarse hacia un hombre que está localizado en un contexto socio–histórico con determinadas condiciones que lo distinguen, a partir de la riqueza simbólica y del conjunto de valores asociados a su contexto.
Para la concepción de la formación laboral es preciso resaltar el valor que tiene el ajuste a esas condiciones al sistema de valores, lo que posibilita que las necesidades e intereses de los escolares encuentren una adecuada respuesta dentro del modelo social y político que se construye colectivamente.
Resulta positivo destacar que esta nueva forma de plantear la dirección del proceso educativo sustituye métodos de disciplina que solo reconocen la obediencia como forma de expresión del interés por los nuevos contenidos. Se instaura como forma de expresión de esa disciplina el deseo de cumplir con las normas de comportamiento y por las relacio-nes que se establecen dentro del proceso con el resto de los compañeros de grupo.
Durante el desarrollo de actividades que orienten la formación laboral de los alumnos se establece una comunicación que posibilita su conocimiento e inserción en el entramado sociocultural de su comunidad. Esta comunicación se orienta a partir de patrones que permiten al escolar el intercambio con sus maestros, con sus compañeros de brigada y con el resto de las personas que interviene en el proceso, el acto comunicativo permite un intercambio recíproco de información, teniendo en cuenta que el conocimiento y la expe-riencia que poseen los escolares son tenidos en cuenta como saber válido en el acto co-municativo.
En esta relación comunicativa se valoriza el conocimiento del escolar por su signifi-cación social, superándose el saber artificial y hermético de la propuesta tradicional y el saber espontáneo de la Escuela Nueva. El alumno confrontará siempre su experiencia, aprendida en la práctica y a través de las relaciones con otros, con los contenidos que debe aprender en la escuela. El alumno comprenderá el valor práctico del contenido a partir de la correspondencia que establece con su experiencia y con la posibilidad de re-solver situaciones o problemas que se le presentan.
En su relación con el contexto y a través de la comunicación que establece el esco-lar, este se esclarece, se orienta, conoce las distintas perspectivas para su futura inserción laboral. En esta relación se favorece el proceso de asunción del sistema de valores aso-ciados a las profesiones lo que facilita y garantiza el conocimiento y compromiso con su realidad.