Darbelio Agatón Lorenzo
La emigración puede ser estudiada y analizada desde diferentes perspectivas. El caso de la migración de mexicanos hacia EUA, ha motivado el desarrollo de planteamientos teóricos que obligan a profundizar aún más en su estudio, así como, redescubrir y redefinir nuevas rutas en la investigación teórica.
En efecto, la migración internacional es un fenómeno complejo, determinado y configurado por múltiples factores estructurales y diversos aspectos sociales, económicos, demográficos, políticos, organizacionales, culturales, entre otros.
La migración como fenómeno demográfico o poblacional, es considerada un problema, no nada más para los países de origen y destino, sino también ahora para los países de tránsito. Para los primeros, representa una crisis poblacional, debido a la movilidad demográfica que tienen los países expulsores de mano de obra, sobre todo la fuga de jóvenes en edad de producir quienes representan el bono demográfico, el potencial, el capital social invertido, el activo y la esperanza misma, de los países que los vio nacer y crecer.
Para los países de tránsito, representa también un problema de carácter social, político y de salud misma, ya que a su paso por aquél territorio demandan servicios y provocan a la vez trastornos de carácter social. (un ejemplo de ello, es la inseguridad, el asalto, el robo y la violación hacia otros migrantes y a los mismos mexicanos, que provocan las bandas de Centroamérica llamadas “maras salvatruchas” lo cual se agrava cuando éstos centroamericanos transitan por el territorio mexicano, ante la imposibilidad de llegar a la frontera norte de México, forzosamente se tienen que quedar a radicar en territorio nacional, desembocando en un grave problema de seguridad pública, para los gobiernos de todos los niveles de esa región sur-sureste del país).
Y para los países de destino, representa un problema económico, demográfico y social, por el arribo de personas de diferentes nacionalidades, a los que hay que proporcionar servicios de asistencia en vivienda, salud y educación, convirtiéndose a decir de los propios gobernantes estadounidenses, en un problema de estado o le han dado en llamar en un “problema de seguridad nacional”.
Aún así, el Estado se ve rebasado por los contingentes de transmigrantes, que se organizan a través de redes sociales migratorias, rebasando gracias a ello las fronteras de los estados-nación, aún cuando levanten el muro más alto del mundo en todo lo ancho y largo de la frontera norte, para la población migrante no va ser obstáculo, como ha estado ocurriendo en épocas recientes.
Como lo asienta Raúl Delgado Wise y Mañán García 2005, retomando como fuente a la CEPAL; 20 millones de latinoamericanos viven fuera de su lugar de nacimiento. La mitad de ellos emigró en la década de los noventa, principalmente a EEUU y otra mínima parte a Europa. Y el grupo de contingente de emigrantes mexicanos es el núcleo mayoritario en los EUA con el 28.7%, que equivale a 26.6 millones de personas entre migrantes documentados o no.
Aún cuando se implementaron políticas públicas mediante la firma de acuerdo de libre comercio entre estos estados-nación, por medio de los cuales realizaron reformas en sus políticas económicas que alentaron los movimientos y el libre vuelo de capitales, estos “flujos de inversión en todas sus formas: productivas, financieras, comerciales y especulativas, se opusieron tajantemente a la libre circulación de mano de obra, queriéndola controlar, sin embargo no la han logrado”. (Delgado Wise y Mañan, 2005: 11).
Así mismo, el fenómeno migratorio, también por obligatoriedad, y por encontrarnos en un mundo en donde día con día las barreras internacionales tanto geográficas como económicas van desapareciendo, producto de la integración global entre países, debe ser estudiado bajo este contexto mundializador, y eso no nada más se refiere a la libertad en la movilidad de capitales y tecnologías, sino trasciende también al flujo del otro capital, el humano.
Vista así, la migración internacional es uno de los grandes fenómenos globales hoy en día. En el mundo es cada vez mayor la movilidad de personas que cruzan los límites internacionales y se desplazan a países incluso a grandes distancias terrestres de sus lugares de expulsión, trastocando estructuras tanto en los lugares de origen como de destino.
La mayoría de los movimientos poblacionales en todas las regiones geográficas del mundo, obedecen a motivaciones vinculadas con la búsqueda de mejores condiciones de vida, en lo cual subyace la operación de diversos y complejos factores estructurales, como son las desigualdades económicas, la creciente interdependencia y las intensas desigualdades y asimétricas relaciones e intercambios entre los países, expulsores y receptores, como lo afirman autores como Durand y Massey (2003), Castells y Millar (2004).
Además del funcionamiento de amplias y complejas redes sociales y familiares entre los países de origen y destino, que ha contribuido a su vez, a propiciar que los migrantes respondan con cierta rapidez a informaciones y oportunidades que se originan en países vecinos, conformando mercados laborales que representan oportunidades para los migrantes. (Como los EUA, respecto a México).
Esto es una clara realidad, de la intensidad de la migración internacional del continente de América Latina y de México en particular, hacia los Estados Unidos de América.
La globalización económica en la que prácticamente están involucrados todos los países del planeta, además de centrarse principalmente en los lazos comerciales y políticos, que existen entre los estados, ha tocado y trastocado alcanzado también a los aspectos sociales de los actores sociales involucrados.
La mundialización como también se le conoce a esta conexión fronteriza, como la llama Álvaro Jarillo (2003), no nada más impulsa el intercambio de tecnología y de mercancías, o de bienes y servicios o la movilidad libre del capital (Delgado Wise y Mañan, 2005), también ha recrudecido los desplazamientos humanos en el planeta.
De allí una definición acorde a los nuevos tiempos del siglo XXI o a la nueva “era de las migraciones” como la llama Arango (2003), esta globalización es entendida como “un proceso dentro del cual las sociedades están incrementando mutuamente las relaciones de toda clase, con el resultado de un mundo interconectado en las fronteras de los Estados-Nación”. (Jarillo, 2003).
Esta nueva era de la globalidad y estas modernas relaciones totales de las que habla Jarillo, se aprecian no sólo en los cada vez más libres mercados de bienes, servicios y de capitales, sino también, en el aumento persistente del flujo de migrantes internacionales, el cual tiene una dirección principal de los países pobres a los ricos, es decir, de sur a norte.
En este contexto Jonathan Foxn (2005), basado en las estimaciones realizadas por la Organización de las Naciones Unidas, establece que los migrantes internacionales en el mundo alcanzaron en el año 2000, la cifra de 175 millones de personas. Este monto es 2.3 veces el calculado para 1960 (76 millones) y se proyecta que alcanzará alrededor de 230 millones de personas a mediados del siglo XXI.
Con estas cifras se establece, que los flujos migratorios han alcanzado grandes escalas de movilidad. Prácticamente ningún país, como tampoco ninguna región del mundo, escapa a la dinámica de las migraciones o puede mantenerse ajeno a esta movilidad demográfica.
Así, Louise Lassonde (1997), sostiene que América Latina, Norte, Centro y Sur América, como región subdesarrollada, son los principales expulsores de migrantes internacionales, quienes buscan nuevas oportunidades de subsistencia y de sobrevivencia por todo el mundo.
El caso mexicano, no ha sido ajeno de esta migración internacional bajo este contexto mundializado, Iñiguez (2006), analiza cifras respecto a este flujo migratorio desde México hacia los EUA, y las refiere como una tendencia creciente, que pasó de unos 30 000 emigrantes permanentes como promedio anual entre 1961 - 1970 a un promedio de 400 000 por año, en el quinquenio 2000 - 2005.
Sostiene Delgado Wise y Mañán (2005), en relación a la migración de mexicanos hacia los EUA, si bien la intensidad de la migración varía territorialmente, el 96.2% de los municipios del país registra algún tipo de vínculo con la migración internacional con los Estados Unidos. Esto quiere decir que prácticamente todo los estados de la República Mexicana su emigración hacia el extranjero la realizan prácticamente hacia los EUA. .
Jeffrey Passell (2005), analizando estimaciones realizadas por Pew Hispanic Center (organización de investigación independiente de migrantes latinoamericanos en los EUA), sobre la migración mexicana a Estados Unidos, sostiene que ahora alcanza hasta 500 mil personas al año, lo cual implica que la migración anual se ha duplicado en diez años de operación del TLCAN.
El INEGI (2000) -coincidiendo con Íñiguez- establece que esta emigración de mexicanos hacia el vecino país del norte es menor a los 400 mil personas al año, aunque Roberto González Amador (2005), le argumenta a la misma dependencia federal, que la tendencia de esta emigración va en un sentido de aumento y que en un tiempo considerable esta emigración no disminuirá.
Por otra parte, Jonathan Foxn (2005), asevera que uno de cada ocho adultos mexicanos radica en EUA, traducidos a porcentajes representa el 12.5%, que en términos de su población (INEGI 2005) equivale a 12 907 924 mexicanos residentes en los Estados Unidos de América.
Esta inserción al libre comercio que se da sustancialmente a partir de los años 80’s, continuando con la firma del TLC, queriendo encontrar una ventana de libre transito y movilidad demográfica al menos entre estos países suscriptores, Magali Martín (2006) dice que la globalización no distribuye riquezas, sino que globaliza el libre acceso a los mercados, elimina barreras comerciales, pero impide la circulación de personas.
Con la eliminación de las barreras comerciales, se pensó en un primer momento que se lograría la integración de bloques económicos regionales, que facilitara no nada más el libre tránsito de mercancías, sino también, el de personas.
Como ejemplo claro de lo enunciado por la investigadora Magali, podemos enumerar sólo dos casos opuestos dados también en “dos mundos opuestos”: el primero que se da con esta integración comercial, económica, política, social y estructural, en lo que hoy se conoce la comunidad económica europea; región que se convirtió en una zona con pactos claramente definidos en cuanto a la migración y a todas las actividades que se desarrollan en estos países firmantes, lo cual denota intenciones de acuerdos en materia de migración en Europa, mientras que el TLC muestra lo contrario.
Así, los países que conforman la Comunidad Económica Europea, no requieren ningún documento oficial para que sus ciudadanos puedan transitar libremente por sus fronteras, el ir y venir, entre ellos, representa una clara forma de conjunción de intereses comunes, que les permite mantener una hegemonía económica y política en un mismo sentido. El bloque europeo es la unificación en su más alta expresión en términos de la globalización. Donde la variable migración forma parte esencial.
La parte opuesta de lo que ocurre en la Unión Económica Europea, es el caso del tratado trilateral de América del Norte, firmada por esta región conformada por México, los EUA y Canadá, al pactar y firmar dicho acuerdo comercial entre estos tres países, se estipularon las reglamentaciones para el capital financiero, el libre transito de mercancías, el intercambio tecnológico y otros temas más, parafraseando a Magali Martín, este tratado prácticamente impidió el libre tránsito y movilidad de los ciudadanos de estos países firmantes.
Apenas México con Canadá se mantienen ciertos flujos en los movimientos poblacionales pactados por temporadas cuando la economía canadiense lo requiere. En cambio los EUA, ha respondido con leyes más severas y construyendo muros en los límites fronterizos para evitar este movimiento poblacional, elevando los costos sociales y económicos de la migración de mexicanos y latinoamericanos hacia ese país.
Muchos mexicanos pensaron, tal y como lo plantea Sandoval (2001) que una vez firmada el tratado y al iniciarse el libre comercio, este sería la solución a largo plazo de la migración mexicana, por el flujo de inversiones que generarían empleo, el establecimiento de industrias maquiladoras en todo el país, y los apoyos financieros internacionales para proyectos de desarrollo en las zonas expulsoras de migrantes. Nada más alejado a la realidad. La evolución histórica demuestra la inevitable necesidad de un pacto de migración entre ambos países.