Darbelio Agatón Lorenzo
La migración no es un fenómeno reciente, ha sido practicada en todo el planeta. Misma que tuvo su origen en un primer momento, de un continente fuerte y poderoso económicamente hablando, a otro menos poderoso y más débil, esta migración tiene sus raíces principalmente en el continente Europeo, desplazándose estos, hacia otros continentes como África, Asia y América Latina.
En el transcurso del tiempo han surgido diferentes estudios sobre la evolución de la migración en el mundo, uno de estos estudios más recientes y compactos de la información, es el que realizan Jorge Durand y Douglas Massey, los cuales mencionan que “la historia moderna de la migración internacional, puede dividirse a grandes rasgos en cuatro periodos”. (Durand y Massey, 2003: 11).
El primer periodo denominado, mercantil, que va de los siglos XVI al siglo XIX, cuyas causas de la migración fueron motivadas por los procesos de colonización y crecimiento económico de la vieja Europa. El destino de los migrantes fueron todos los continentes, Asía, África, Oceanía. Predominando el dominio de los europeos, sobre cualquier otro continente, apropiándose de grandes extensiones de tierras en el mundo.
El objetivo principal de los migrantes del viejo continente, era de descubrimiento de nuevos pueblos, que concluían con su conquista, para posteriormente establecerse y tener una actividad productiva en esos lugares de destino.
El segundo período, llamado industrial, tuvo sus inicios durante el siglo XIX hasta un poco más de la mitad del siglo XX, cuyo origen fueron las consecuencias de un desarrollo económico, basado en los procesos de la revolución industrial, dada por el descubrimiento de la máquina de vapor y la innovación tecnológica en las fábricas y las industrias, principalmente en Inglaterra.
Por lo que, esta revolución tecnológica, motivó a muchos europeos, a que emigraran primordialmente a EUA y al resto del continente de América Latina. Entre los países preferidos se encontró, Canadá y Argentina, “los emigrantes salieron principalmente de Gran Bretaña, Italia, Noruega, Portugal, España y Suecia” (Durand y Massey, 2003: 12).
México siempre ha sido considerado un país rico en recursos naturales, renovables y no renovables. Durante este período era visto como el territorio de la abundancia, sólo se requería de colonos en cualquiera de las condiciones que decidiera venir, con o sin capital, pero con la idea de que le permitieran tener una vida mejor a la de su país expulsor.
Sin embargo, este proceso de migración a gran escala, se interrumpió como consecuencia del estallido de la primera y segunda guerra mundial, debido a los efectos de posguerra que deja e imposibilita prácticamente la movilidad de los individuos de un lugar a otro, por lo que, es considerada como una etapa de recesión migratoria.
A finales de este segundo período de movilidad poblacional, que va de los años 30’s y los 40’s del siglo XX, el desplazamiento lo realizaban únicamente los expulsados y refugiados de dichas guerras. Esto es un fenómeno migratorio obligatorio, sin que sea motivado por el desarrollo o crecimiento económico del lugar de origen o de destino, sino más bien, para encontrar la paz y tranquilidad que no tenían en los lugares bélicos donde nacieron, siendo este período una emigración forzada y no motivada por intereses personales de superación.
Aunque el caso mexicano, nos señala Durand y Massey (2003), parece operar a contracorriente, la segunda guerra mundial dio inicio al programa bracero, que fue el detonante fundamental del proceso migratorio contemporáneo. A lo largo de los veintidós años de aplicación del programa, se movilizaron mas de 10 millones de trabajadores”.
Para los países que tuvieron una asistencia activa en estos eventos bélicos, caso concreto de los EUA, se vieron de momento, en la necesidad de implementar programas de inmigrantes, que resolvieran la escasez de mano de obra en el mercado laboral, ello pareció solventarles el problema de sustitución de obreros para las fábricas y para la agricultura que requería de mano de obra joven que reemplazara a los caídos o desplazados por el evento bélico.
De ello pueden dar cuenta las personas agrupadas en una organización nacional llamada “Bracero proa ”, quienes reclaman actualmente derechos laborales que adquirieron con los contratos y los acuerdos binacionales respectivos entre estos países México - EUA, que a decir del representante de estos exmigrantes Taurino Castrejón (2007), tiene un periodo de vigencia de los años 1942 a 1964, extendiéndose dicho acuerdo hasta el año de 1967.
El tercer período, llamado migración pos-industrial, que transita por las décadas de los 60’s a 90’s, en este periodo del siglo XX, la migración se convierte en un fenómeno generalizado, que se da de una forma global tanto de países de origen como de países destino. Cuyo predominio no es únicamente la emigración de los europeos en busca de mejores oportunidades hacía los países de otros continentes, principalmente de América Latina, sino ahora también, son estos últimos los que emigran a esos países europeos o industrializados, buscando nuevas oportunidades de bienestar económico en un mundo sin fronteras -aunque éste sea sólo para las mercancías-, lo cual dio origen a una migración internacional con otras características socio-demográficas y nuevas perspectivas económicas.
En los decenios (1970 - 2000) se ubica a un período migratorio por el que atraviesan la gran mayoría de los países latinoamericanos. Tal período ha sido marcado por las crisis económicas recurrentes, como fenómeno estructural de una política económica globalizadora, que es característica económica del modelo neoliberal.
Los vaivenes económicos por los que transitó todo el mundo en su nueva integración económica -ejemplo de ello, es la unificación de los bloques económicos que forman parte la gran mayoría de los países sobre todo industrializados y algunos de américa latina-, por el gran poderío económico y el grado de industrialización, que alcanzan con esta asociación entre países, ya que concentran el capital industrial en una o dos regiones del mundo, logrando con ello el crecimiento y desarrollo económico que les permite crecer en todos los aspectos, sobre todo en la generación de empleos a su población, lo que los países menos desarrollados no pueden realizar y les cuesta mayores esfuerzos poder lograrlo.
Lo que se convierten en una de las causas principales que obligan a los habitantes de una región, a emigrar en busca de mejores oportunidades de empleos, que les permita tener un ingreso económico para el sostenimiento de sus familiares, ya que estos no son creados en sus países de origen, y los encuentran en las naciones con una economía distinta, con mayor solidez y competencia económica.
El cuarto y último período en los que dividen la migración Jorge Durand y Douglas Massey, se da en una época llamada migración internacional, que va de los años 90’s, a nuestros días.
Esta última etapa de la migración “se ha convertido en un verdadero fenómeno global” (Durand y Massey, 2003: 13), porque ahora es un ir y venir de personas, de países desarrollados a otros subdesarrollados y viceversa. Siendo más fuerte el flujo de migrantes hoy en día en esa dirección, países que en un primer momento expulsaron, ya no lo hacen, sino que ahora, están recibiendo hombres y mujeres de otros continentes.
Este proceso migratorio, que abarca la última década del siglo XX y el inicio del presente, tiene un sinnúmero de causas tanto de tipo estructural del sistema político y económico, como de tipo individual y familiar.
Éste período ha alcanzado su máxima expresión y se ha convertido en un problema mundial y de seguridad nacional, en los países de arribo. (El concepto de seguridad nacional se ha convertido en un arma discursiva más acentuada producto de los acontecimientos ocurrido en los Estados Unidos de América el 11 de septiembre del año 2001).
Por ello, debería ser prioridad de los gobiernos tanto receptores como expulsores de migrantes, una mesa de trabajo donde surjan verdaderas iniciativas de leyes migratorias que resuelva la problemática de los migrantes, reconociendo la necesidad mutua entre ambos países, uno de la mano de obra barata y el otro de la necesidad de ésta para sus industrias y el campo estadounidense. Y no solamente una propuesta miope de la construcción de un muro en toda la frontera sur, que en lugar de resolver el problema lo está empeorando aún más.
Esta construcción del muro, aunque lo realice EUA, concierne también directamente a México, en virtud de que este país posee “la frontera más larga del mundo y ha sido y tiene la historia más antigua de la migración en América Latina hacia los Estados Unidos” (Delgado Wise y Márquez, 2006: 42).
Aún cuando ha existido el acercamiento político y han declarado sus buenas voluntades ambos gobiernos vecinos, el problema como lo están planteando se aprecia de una manera con visión muy superficial.
Así pues, el fenómeno de movilidad demográfica, se ha perpetuado a medida que las condiciones económicas y sociales son desfavorables en los países pobres, acentuándose más en las familias de las regiones geográficas menos favorecidas por el capital financiero y económico.
Por ello Castles y Millar aseveran (2004) que los movimientos internacionales de población constituyen una dinámica clave dentro de la globalización, proceso complejo que se intensificó a partir de mediados de la década de 1970.
En un análisis que realiza Louise Lassonde (1997) respecto a la presencia permanente del fenómeno de la migración en la humanidad, que la cataloga como una especie migratoria, aún ante la persistencia del miedo a la emigración, concluye diciendo que “la migración llegó para quedarse en el continente de América Latina”. (Lassonde, 1997: 160), y este razonamiento se extiende, a todo el mundo, pero principalmente a México, que prácticamente, ya no se concibe sin este fenómeno.
Retomando a Lassonde, México presenta condiciones económicas similares al resto de la región de América Latina, de tal manera que los países del continente, muestran problemas internos orgánicos en su economía: crisis económicas recurrentes, inflación, falta de inversiones, la no tecnificación de sus plantas productivas, la falta de generación de fuentes de empleos y un sinnúmero de problemas de carácter intrínseco, propios de una economía subdesarrollada.
Todas estas realidades de estos países, obligan a sus hombres y mujeres a buscar nuevas formas de sobrevivencia, que si no las encuentran en sus países, tendrán que explorarlas en otras partes del orbe del planeta, de allí que Lassonde caracterice a la humanidad, como una “especie migratoria”.
Como lo aprecian Delgado Wise y Márquez (2006), las estrategias de internacionalización de la producción manejada por las grandes corporaciones de los EUA, en combinación con la movilidad hacia la transnacionalización, manejada por la estructura del mercado neoliberal, ajustado bajo políticas patrocinada por el North American Free Trade Agreement (NAFTA) (Tratado de libre comercio de América del Norte por sus siglas en inglés), proyectaron nuevas relaciones productivas.
Podría creerse entonces, que el hombre es migrante por nacimiento, pero no, más bien, esa característica migratoria es social. La va adquiriendo en la medida en que tiene la necesidad de sobrevivir.
Y esa misma necesidad, le obliga a que asuma una actitud ante las adversidades de haber nacido en un país desfavorable económicamente y de mantener una idea permanente en la búsqueda constante de la subsistencia familiar.
En estas nuevas relaciones productivas, está incluida la mano de obra como parte de un insumo en la producción, que obliga a los empresarios en los EUA demandar esta mano de obra latina de los diferentes países que componen a dicho continente.
En primer momento el NAFTA, que fue firmado entre Estados Unidos de América y Canadá, generaron nuevas formas de cambos comerciales, posteriormente incluyen a México, para formar el TLCAN, (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) entre estos países EUA-CANADA y México, en virtud de que éste último juega un “rol especializado de proveedor de recursos naturales sobre todo mano de obra barata”. (Delgado Wise y Márquez, 2006: 39)
Por ello, mientras persistan estas desigualdades regionales entre países y localidades de origen de los migrantes, así como una marcada desigualdad social en el mundo, esta migración será permanente en el continente latinoamericano, “llegó para quedarse”, parafraseando a Louise Lassonde (1997).
Finalmente lo primero que deben de reconocer mutuamente estos gobernantes de México y de los EUA principalmente, es que ambas naciones, tienen espacios de complementariedad y requerimientos de los insumos de la producción (sobre todo de la mano de obra), para el funcionamiento interno y externo de sus economías, si esto se reconoce, se estará en un primer paso de lograr un gran acuerdo binacional integral, de lo contrario, se estará condenado a seguir sufriendo las consecuencias mismas.
Para terminar este apartado, se hace referencia a una declaración conjunta de los estudiosos de la migración en su próximo pasado segundo coloquio internacional sobre migración y desarrollo.
“A pesar de que la historia demuestra de manera fehaciente que los muros nunca han tenido éxito en la separación de las sociedades, estas iniciativas representan un nuevo y contradictorio sím¬bolo de la globalización que enfatiza la segregación y separación, antes que la integración de los países. Estas barreras sirven para satisfacer los intereses de ciertos sectores sociales y políticos del norte, mediante la exacerbación de sentimientos nacionalistas, chauvinistas y xenófobos. Lejos de frenar la migración, la construcción de muros en las fronteras de países receptores, como Estados Unidos y España -para el caso de la Unión Europea-, genera costos exorbitantes, tanto materiales como sociales, para las poblaciones y comunidades de ambos lados; además de que orilla a los migrantes a desplazarse por nuevas y peligrosas rutas donde un número mayor de personas encuentra la muerte”. (Declaración de Cocoyoc, Morelos, 2006)