César Jiménez Sanz
Otro de los aspectos que guardan una importante relación con el aumento de las operaciones de blanqueo de capitales y las salidas de capitales públicos y privados hacia paraísos fiscales y plazas off-shore han sido las crisis financieras y económicas que sufrieron países como México en 1994, los países asiáticos en 1997, Rusia en 1998, además de Brasil, Argentina y Turquía.
En el análisis de las crisis financieras se han propuesto por los economistas varios modelos: el modelo de crisis de balanza de pagos propuesto por Krugman en dos versiones, modelos de primera y segunda generación y un segundo modelo llamado de contagio y propuesto por Calvo para el análisis del default ruso, crisis de 1998. El modelo de Krugman de primera generación presupone el comportamiento racional de los agentes económicos: el ataque contra una moneda termina generando una devaluación o abandono del mecanismo de tipo de cambio fijo, la adquisición de reservas del Banco Central por parte de los agentes económicos se controla la crisis mucho antes de que las reservas se acaben, dando la impresión de que este ataque especulativo es injustificado, pero la causa de la crisis es una política monetaria incompatible con el mantenimiento de un tipo de cambio fijo.
En los modelos de segunda generación las autoridades monetarias pueden intervenir incrementando las tasas de interés para contener la moneda doméstica o pueden pedir prestado dinero al exterior para mantener las reservas; a medida que los agentes económicos esperan una mayor tasa de devaluación la tasa de interés doméstica se incrementa y por lo tanto se deteriora la posición fiscal haciendo más beneficiosa una potencial devaluación.
El modelo de contagio propuesto por Calvo intenta explicar el impacto del default ruso de agosto de 1998. Según el modelo la existencia de economías de escala en la elaboración y procesamiento de información acerca de distintas economías genera la existencia de dos tipos de inversores: los informados y los desinformados que toman decisiones en base a señales que obtienen del comportamiento de aquéllos. De acuerdo con este modelo la insolvencia rusa en 1998 provocó una salida de capitales de los países emergentes por información imperfecta impactando negativamente sobre la productividad del capital en estos países, con posterioridad cuando los inversores informados vuelven a tener liquidez suficiente para reinvertir las nuevas condiciones ya no hacen rentable la inversión.
Por lo general, el origen de las crisis financieras ha estado, fundamentalmente, en la base de las políticas de liberalización y desregulación que han llevado a cabo algunos países americanos y asiáticos que les llevaron a situaciones de inestabilidad económica y política muy acentuada. De acuerdo con Chesnais, la arquitectura de la globalización financiera responde a las necesidades de inversión de los fondos de pensiones y a la necesaria diversificación de los riesgos financieros, dicha liberalización y desregulación se hizo en estos países siguiendo los dictados y supervisión del FMI, el Banco Mundial y el Tesoro norteamericano.
Esta desregulación permitió que los capitales privados entraran y salieran rápidamente provocando los siguientes mecanismos: el primer desequilibro se produce cuando hay una caída de la producción y de los intercambios comerciales, provocando una gran competencia entre los países exportadores con la consiguiente contracción de las importaciones, afectando principalmente a los países productores de materias primas, con fuertes caídas de los precios y la demanda; el siguiente eslabón en la crisis llega a través de los bancos internacionales y la merma en la capacidad de creación de crédito, la crisis produce un incremento de los deudores internacionales, la incapacidad de cobro de estos créditos y las situaciones de insolvencia acaban en quiebras bancarias y financieras; paralelamente y en último lugar, esta primera en sus comienzos crisis económica se torna en financiera al trasladarse a los mercados bursátiles el peso del derrumbe; los mercados de valores habían acumulado unas plusvalías y dividendos artificiales gracias a los movimientos de los grandes inversores y fondos internacionales los cuales llegados a un punto y fruto de la irracionalidad de los mercados y contagiados del entorno trasladan a otros mercados sus temores y afrontan la sobrevaloración de los títulos que de pronto se hace evidente.
Los efectos de la globalización financiera generan riesgos a escala internacional, el llamado riesgo sistémico. Este proceso se desarrolla en dos etapas: en primer lugar, se desencadena la turbulencia a causa de la especulación, cuya potencia se amplifica bajo el efecto de los nuevos instrumentos financieros, los llamados derivados, opciones y futuros de compra y venta sobre los activos subyacentes, ya sean materias primas, petróleo, acciones, obligaciones e incluso activos ficticios como los bonos nocionales; a continuación, la onda se propaga al conjunto del sistema financiero mundial, esta propagación se produce por medio de los llamados “efectos del contagio”, debido a la interconexión de los mercados financieros actuales.
La primera de estas crisis financieras en importancia tuvo lugar a finales de 1994 en Méjico. Este país, que con anterioridad, en 1982, había protagonizado un cese de pagos, modelo de liberalización económica a mediados de los 90, que había reducido sus aranceles y privatizado los bancos, se encontró con el temor fundado o no de los mercados de no poder hacer frente a los préstamos concedidos, consecuencia de ello el tipo de los bonos cayó y se vio en la imposibilidad de hacer frente a la deuda pública, consecuencia de ello los inversores entraron en pánico; la situación fue salvada in extremis por la intervención de Estados Unidos con la aportación de 50.000 millones de dólares aproximadamente.
Le siguió en importancia la crisis de los países emergentes de Asia, ésta que comenzó en Tailandia en 1997, cuando el gobierno tailandés decidió desligar y devaluar la moneda nacional, el baht, respecto del dólar americano. Centrada al principio en especulaciones inmobiliarias locales, pronto se transformó en una crisis cambiaria y por una causa u otra, Malasia, Indonesia, Singapur, Filipinas, Corea del Sur y en menor grado Vietnam, estaban listos para el contagio.
Consecuencia de esta crisis asiática se produjo la depreciación y caída en cadena de todas las bolsas de la región, crisis que hubiera podido parecerse a otros episodios análogos, de carácter local, de no haber sido por el contexto de globalización en que se producía. Esta crisis tuvo repercusiones que se extendieron al conjunto de los países emergentes y en transición que habían iniciado el camino de la liberalización financiera, estando su origen en el exceso de endeudamiento de los agentes privados; para Estefanía las causas de la crisis asiática fueron la rápida desregulación y sin garantías del sector financiero, que facilito la entrada de enormes cantidades de dinero especulativo, provocando un exceso de endeudamiento e inversión, alza de la especulación y riesgos extraordinarios por la fuga de capitales que al final tuvo lugar.
Efecto del contagio de la crisis anterior, en agosto de 1998, Rusia dejó en flotación el rublo hasta perder un 50% con respecto al dólar y además suspendió el pago de la deuda externa por un periodo de tres meses. En este caso el antecedente puntual fue la devaluación de la corona checa en agosto de 1997; desde este momento y hasta septiembre de 1998, el dólar subió en Moscú de 3 a 20 rublos mientras la inflación llegaba a un nivel insostenible del 38%, aunque los verdaderos motivos de la crisis tienen además otras causas.
En 1995 Rusia acometió un proceso de estabilización económica anclando el tipo de cambio dentro de una banda de flotación, esta situación se tornó insostenible debido a los cambios políticos, el déficit fiscal y el deterioro de la confianza. Desde 1996 Rusia tuvo un déficit fiscal de alrededor del 8% del PIB pero a mediados de 1998 se incrementó al 18% debido a la caída de los precios de exportación de sus productos, principalmente petróleo, a la vez de un aumento de las tasas de interés doméstico en respuesta al deterioro de la balanza de pagos; por otro lado estaba enfrentada a un problema grave de cash flow ya que los inversores seguían sacando dinero del crédito estatal, por último en septiembre de 1998 el rublo fue liberado de la banda de flotación culminando el desarrollo de la crisis. El FMI trató de apoyar al gobierno con un paquete de créditos de 22.000 millones de dólares con la condición de mejorar la recaudación de impuestos y disminuir el déficit fiscal.
Otra versión muy crítica de la crisis rusa la ofrece Stiglitz al señalar el papel instigador desempeñado por las políticas del FMI y el Departamento del Tesoro norteamericano a raíz del surgimiento de dos escuelas de pensamiento económico para el tratamiento de la crisis.
La primera hacía hincapié en la importancia de la infraestructura institucional de una economía de mercado, desde las estructuras legales que hacen valer los contratos hasta las estructuras reguladoras que hacen que funcione un sistema financiero, este planteamiento apostaba por promover la competencia en lugar de la privatización salvaje de las empresas estatales, en definitiva una transición gradual hacia una economía de mercado; por el contrario, la escuela triunfante integrada por macroeconomistas con una fe ciega en las leyes del mercado capitalista impidió cualquier debate sobre la cuestión y se decidió una rápida privatización llevada a cabo por Anatoly Chubais y convirtiéndose, en palabras de Stiglitz, en un verdadero show y provocando la fuga de capitales en cerca de 4.000 millones de dólares en las semanas previas a la declaración de la moratoria por parte de Rusia. Jeffrey Sachs, ex asesor del Kremlin, responsabilizó al gobierno ruso de robar los créditos concedidos por gobiernos extranjeros y organismos financieros internacionales, depositando el dinero en cuentas bancarias en el exterior o invirtiendo en bienes raíces, según él, de 50 a 100.000 millones de dólares salieron de Rusia durante los años de reforma.
El contagio de la crisis se extendió a Brasil en enero de 1999, que ya había sufrido presiones especulativas desde 1997, que llevaron a la pérdida de 35.000 millones de dólares en nueve semanas por parte del gobierno que trataba de mantener las expectativas y que produjo al final un derrumbe bursátil. En este caso, el motivo fue un ataque deliberado y especulativo contra su moneda, el real, crisis que a su vez se extendió a Argentina y otros países latinoamericanos, acrecentada por el descenso del precio de las materias primas. En el caso brasileño trascendió la intervención del FMI y el G-7 que aprobaron un rescate de emergencia por 50.000 millones de dólares.Todas estas crisis tuvieron en común el endeudamiento internacional en divisas extranjeras, que crecía cada vez más rápido cuando los capitales se veían atraídos por rendimientos más elevados que los ofrecidos en el país de origen de los prestadores, fenómeno que se combinó con regímenes de cambio rígidos que los inversores extranjeros consideraban sólidos. Los bancos locales resultaron ser el eslabón débil de la cadena cuando acumularon riesgos al contraer deudas a corto plazo en divisas y financiando en moneda local operaciones especulativas o inversiones de dudosa rentabilidad. Si a ello unimos la falta de control público sobre el sistema financiero, que permitió que no fueran evaluados correctamente los riesgos y permitiendo un endeudamiento excesivo en bancos con escasa experiencia en el manejo de los riesgos, y todo ello en competencia abierta en los mercados financieros internacionales, trajo consigo la serie de crisis financieras anteriores, propiciadas por un contexto económico de globalización financiera, de mercados y capitales, fuertes privatizaciones y debilidad en la supervisión de los riesgos financieros que asumían una serie de países en desarrollo y emergentes, ya de por sí sumidos en ancestrales problemas políticos y económicos.
La globalización ha mostrado en las crisis financieras un aspecto antes desconocido y es el contagio, que se produce a consecuencia de la interconexión y mutua dependencia de las economías mundiales. Cuando falta la liquidez en un mercado, implica la caída de la cotización del valor, que debe venderse con pérdida, debiendo los operadores acudir a otro mercado que a continuación sufrirá los mismos efectos.
Además de los problemas domésticos de los países afectados por las crisis han existido otras causas que han llevado al hundimiento de las economías más débiles y a la expansión y posterior caída de las burbujas financieras, y entre ellas la bursátil. Una de las más importantes por su excesivo tamaño, la americana, que fue acompañada por la incesante creación de dinero bancario ficticio acompañada de la falta de disciplina monetaria mundial por la inexistencia de organismos internacionales que pudieran asumir tal control.
Las ayudas a los países en apuros han venido de la mano de organizaciones como el FMI y el Banco Mundial, que según Stiglitz han demostrado la inoperancia de las llamadas por él políticas de talla única, recetas económicas impuestas a todo país en apuros, sin importar sus condiciones macroeconómicas particulares.
El Fondo Monetario Internacional atribuye a la mala suerte, la falta de políticas apropiadas o una combinación de ambas el surgimiento de las crisis económicas e inmediatamente sugiere la adopción del país en cuestión de los préstamos que se otorgaran siempre que se implanten políticas de ajuste y las reformas necesarias, bajo el vaticinio de todo tipo de males económicos para el país remiso a aceptar tales medidas. Otro tipo de medidas propuestas para gestionar la globalización y las crisis financieras pueden ser un nuevo enfoque sobre la liberalización financiera en economías emergentes, el establecimiento de controles de capital y la ya anunciada construcción de una nueva arquitectura financiera global.