EL RIESGO DE DESASTRES: UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA
Carmen Delia Almaguer Riverón
El Capítulo que se presenta analiza la problemática del riesgo para situaciones de desastres y la importancia de su gestión en los marcos del desarrollo local sostenible al considerarse el riesgo como una construcción social, dinámica y cambiante, diferenciado en términos territoriales y sociales que requiere de la gestión del conocimiento y la comunicación como herramientas para el desarrollo de una cultura de prevención.
A partir del análisis de las funciones previstas para los Centro de Gestión de Reducción del Riesgo, se proponen acciones concretas de gestión del conocimiento que incorporan a la Sede Universitaria como “Universidad en el Territorio”.
Se define un modelo conceptual para la reducción del riesgo de desastres como una contribución al desarrollo local sostenible atendiendo a la necesidad de mejorar la forma en que se puede incidir y explicitar entre los distintos actores sociales las múltiples dimensiones del riesgo, generando un lenguaje común que permita el desarrollo de una cultura de prevención adecuada al contexto teniendo en cuenta que las soluciones macro, no son suficientes para lograr la reducción del riesgo a nivel local.
3.1 Desarrollo local y gestión social del riesgo de desastres.
El nivel adecuado para el estudio de los peligros, vulnerabilidades y riesgos, es el nivel regional - local porque es en los escenarios locales, con los diferentes actores del desarrollo, donde se configura el riesgo y en donde ocurre de manera recurrente un conjunto de desastres de diversas magnitudes que afectan de manera importante el desarrollo y las condiciones de vida de las poblaciones. Es también en el escenario local donde se deben establecer las prioridades de intervención con el fin de modificar las causas y los factores que hacen que las poblaciones vivan en riesgo, en los escenarios locales además, los procesos de toma de decisiones tienen una ubicación privilegiada, pues existe una mayor cercanía entre Estado y Sociedad como espacio propicio para la acción concertada. (Díaz, Chuquisengo y Ferradas, 2005).
El riesgo, producto de la interrelación de amenazas y vulnerabilidades es, al final de cuentas según Lavell (s.f.:5), ”…una construcción social, dinámica y cambiante, diferenciado en términos territoriales y sociales por lo que aún cuando los factores que explican su existencia pueden encontrar su origen en distintos procesos sociales y en distintos territorios, su expresión más nítida es en el nivel micro social y territorial o local porque es en estos niveles que el riesgo se concreta, se mide, se enfrenta y se sufre, al transformarse de una condición latente en una condición de pérdida, crisis o desastre” explicando más adelante que “….el riesgo global, total o de desastre se manifiesta en territorios definidos y circunscritos, y es sufrido por individuos, familias, colectividades humanas, sistemas productivos o infraestructuras ubicados en sitios determinados. Los desastres tienen una expresión territorial definido que varía entre lo muy local hasta cubrir vastas extensiones de un país o varios países”. (Lavell, s.f.:6)
Lo anteriormente analizado, no significa que el nivel local tenga autonomía absoluta en términos de la concreción de los contextos de riesgo existentes o en términos de la intervención, dado que lo local forma parte de una dinámica determinada por niveles más globales.
Sin embargo se considera conceptual y metodológicamente importante la Gestión Local del Riesgo como derivado específico del término “Gestión del Riesgo”, término además sugerido y difundido por LA RED desde 1995.
En la investigación se asumen las consideraciones hechas por Lavell (2003) sobre la gestión local del riesgo de desastre como un proceso social cuyo fin es la reducción, la previsión y el control permanente de dicho riesgo en la sociedad, en consonancia con el logro de pautas de desarrollo humano, económico, ambiental y territorial sostenibles.
La gestión del riesgo es para Lavell (s.f.:8-9) “… no solo la reducción del riesgo, sino la comprensión que en términos sociales se requiere de la participación de los diversos estratos, sectores de interés y grupos representativos de conductas y modos de vida (incluso de ideologías y de perspectivas del mundo, la vida, la religión) para comprender como se construye un riesgo social, colectivo, con la concurrencia de los diversos sectores de una región, sociedad, comunidad o localidad concreta…”. Resulta interesante la idea expresada por el autor en cuanto al hecho de que la gestión del riesgo no consiste simplemente en disminuir la vulnerabilidad, sino en la búsqueda de acuerdos sociales para soportar o utilizar productivamente los impactos, sin eliminar la obtención inmediata de beneficios, consideración que a nuestro juicio, articula con los principios esenciales para el desarrollo sostenible.
En tal sentido, resulta importante considerar que la gestión del riesgo, no puede ser reducida a intervenciones tecnológicas, sino que ella debe estar referida al proceso a través del cual la sociedad en sus diferentes niveles de estructuración toma conciencia del riesgo, lo analiza y lo entiende, considera las opciones y prioridades en términos de su reducción, considera los recursos disponibles para asumirlo, diseña las estrategias e instrumentos necesarios para ello, negocia su aplicación y toma la decisión de hacerlo para finalmente implementar la solución más apropiada en términos del contexto concreto en que se produce o se puede producir el riesgo.
Según Lavell (2005a), la gestión del riesgo de desastres, es un proceso específico de cada contexto o entorno en que el riesgo existe o puede existir. Además, es en opinión de este autor, un proceso que debe ser asumido por todos los sectores de la sociedad y no como suele interpretarse, únicamente por el gobierno o el Estado como garante de la seguridad de la población.
Lo anterior da la medida de por qué el riesgo no puede considerarse solamente de forma objetiva cuando se consideran las opciones para su reducción, el riesgo es sujeto de múltiples interpretaciones desde la perspectiva de actores sociales distintos. Estas subjetividades tienen que ser tomadas en cuenta en la medida en que se desee encontrar soluciones factibles y eficaces para los problemas reales o aparentes que se enfrentan en el nivel local, por lo que resulta de inestimable valor el conocimiento sobre las percepciones del riesgo en los diferentes actores sociales así como la participación de las poblaciones afectadas o en riesgo si se asume la consideración de que es el riesgo el concepto fundamental por su carácter dinámico y social y no el desastre propiamente en tanto este constituye un producto peculiar.
La gestión del riesgo es definida por Keipi, Bastidas y Mora (2005:8) “… como el proceso que permite identificar, analizar y cuantificar las probabilidades de pérdidas y efectos secundarios que se desprenden de los desastres, así como de las acciones preventivas, correctivas y reductivas correspondientes que deben emprenderse…”, los autores señalan la importancia de desarrollar la capacidad preventiva y de respuesta de los países, la que en oportunidades diversas se ha visto inhibida por el conocimiento técnico insuficiente, el pobre desarrollo institucional y la aplicación incompleta de instrumentos preventivos, lo que ha condicionado una orientación mayormente dirigida hacia los planes de emergencia con inspiración reactiva, los cuales se aplican a los efectos y no a las causas.
Es preciso considerar además la creación, como refieren Díaz, Chuquisengo y Ferradas (2005:57-58) de “redes de gestión de riesgo” a partir del conocimiento. Deberá tenerse en cuenta lo planteado por Gutiérrez (s.f) cuando reconoce que el acceso al conocimiento, su difusión y aplicación consecuente en contextos, no sólo resulta necesario para alcanzar el desarrollo, sino también para alcanzar el control sobre los procesos tecnológicos y la regulación del riesgo. Ante la “invisibilidad” de los riesgos, es el saber lo que permite “reconocerlos” y “darles existencia”. Sin embargo, el saber también puede negarlos, o transformarlos ya sea minimizándolos o dramatizándolos, como afirma en su artículo América Latina ante la Sociedad del Riesgo Gutiérrez (s.f). Ideas similares aporta Sequeira (2004) en sus reflexiones sobre el papel de la información y el conocimiento adecuado para la gestión de centros de información en desastres
La participación comunitaria es otro asunto vital para la gestión local del riesgo refieren Keipi, Bastidas y Mora (2005), lo que tiene según los autores, sus razones y fundamentos en el hecho evidenciado de que, en caso de cualquier tipo de desastre, quienes reaccionan en primer lugar y conocen mejor sus amenazas son los pobladores y autoridades locales, porque son además, los más interesados en promover su propio desarrollo y bienestar.
De igual forma, las estrategias para la gestión local del riesgo propuesta por Díaz, Chuquisengo y Ferradas (2005:55), consideran la necesidad de la participación comunitaria sugiriendo las siguientes cuestiones:
a) Reconciliar o concertar los imaginarios de la gente propiciando un acercamiento entre la ciencia y la técnica con los conocimientos tradicionales y saberes locales. Esto permitirá definir propuestas adaptadas a la realidad y fácilmente comprensibles por la gente.
b) Afirmar la cultura de la participación: facilitando a la población las herramientas, conceptos, técnicas e información requerida para una adecuada gestión colectiva de riesgo y propiciar mecanismos de coordinación y consulta que permitan a todos la toma de decisiones.
c) Articular la comunicación y el diálogo: formalizando los mecanismos y canales de diálogo entre las diversas instituciones.
d) Negociación de conflictos y la acción concertada: aceptar y reconocer la existencia de intereses y propuestas diferenciadas como paso clave para el proceso de diálogo y negociación, sobre la base de consensos.
El proceso de gestión del riesgo para la reducción de desastres tiene dos puntos de referencia temporal, con implicaciones sociales, económicas y políticas distintas: “…un primer referente es, efectivamente, el presente y la vulnerabilidad, amenazas y riesgo ya construidos, los cuales ayudan a revelar o descubrir eventos. El segundo referente temporal se refiere al futuro, al riesgo nuevo que la sociedad construirá al promover nuevas inversiones en infraestructura, producción, asentamientos humanos etc.” (Lavell, 2003:32). Se trata de los niveles de riesgo que existirán con el proceso de crecimiento de la población y de la infraestructura lo que sugiere la necesidad de proyectar la gestión prospectiva del riesgo.
La gestión prospectiva del riesgo resulta esencial para ejercer un control sobre el riesgo futuro, y puede desarrollarse a partir de la instrumentación en sistema de una serie de mecanismos, según propone Lavell, (2003:34)
1. La introducción de normatividad y metodologías que garanticen que todo proyecto de inversión analice sus implicaciones en términos de riesgo nuevo y diseñe los métodos pertinentes para mantener el riesgo en un nivel socialmente aceptable. En este sentido se requiere que el riesgo reciba el mismo peso que aspectos como el respeto del ambiente y el enfoque de género en la formulación de nuevos proyectos.
2. Crear normativa sobre el uso del suelo urbano y rural que garantizara la seguridad de las inversiones y de las personas. Además que sea factible y realista en términos de su implementación. Para esto son claves los planes de ordenamiento territorial.
3. La búsqueda de usos productivos alternativos para terrenos peligrosos, como puede ser el uso recreativo y para agricultura urbana dentro de las ciudades.
4. Impulsar normativa sobre el uso de materiales y métodos de construcción que sean acompañados por incentivos y opciones para que la población empobrecida acuda a sistemas constructivos accesibles y seguros, utilizando materias locales y tecnologías baratas y apropiadas.
5. El fortalecimiento de los niveles de gobiernos locales y comunitarios, dotándolos de la capacidad para analizar las condiciones de riesgo y de diseñar, negociar e implementar soluciones con bases sólidas y a la vez flexibles y viables.
6. Procesos continuos de capacitación de amplios sectores de la sociedad que inciden en la creación de riesgo y en la sensibilización y conciencia sobre el mismo.
7. Fortalecer las opciones para que los que sufren el riesgo demanden legalmente a los que lo provoquen. Esto sería la continuación lógica de las penalidades en contra de aquellos que contaminen el ambiente o que provoquen riesgo en el tránsito de personas y bienes.
8. Instrumentar esquemas de uso de los ecosistemas y recursos naturales en general, que garanticen la productividad y la generación de ingresos en condiciones de sostenibilidad ambiental. Conservación y regeneración de cuencas hidrográficas.
9. Reformar los currículos escolares de tal manera que consideren de forma holística la problemática de riesgo en la sociedad, sus causas y posibles mecanismos de control, y no solamente como prepararse y responder en casos de desastre.
10. El fomento de una cultura global de seguridad o una cultura de gestión continua de riesgo.
11. Promoviendo “ascensores” entre las iniciativas y necesidades sentidas en el nivel local y los formuladores de políticas en el nivel regional y nacional, de tal forma que se alimenta continuamente el proceso de transformación legislativa en beneficio de la reducción del riesgo.
12. Introduciendo o fortaleciendo incentivos económicos para la reducción del riesgo, como son, por ejemplo, primas de seguros más favorables a las actividades y construcciones de más bajo riesgo.