Ana Mercedes Díaz de Iparraguirre
Albornoz (1994), afirma que “la única subordinación de la Universidad es hacia el saber, no hacia el mercado y ello es una cuestión de orden axiomático”, más adelante agrega “naturalmente, una Universidad no puede eludir sus responsabilidades sociales y entre ellos satisfacer el mercado, pero la Universidad tiene que ser una institución crítica de sus propias funciones” (pág.65).
Según lo anterior, se puede afirmar que la Universidad debe responder a las exigencias del desarrollo de la sociedad, sobre todo en lo concerniente a los países en desarrollo, en los cuales la formación del capital humano a nivel superior, la actividad de investigación básica que responde a las peculiaridades de la realidad de estos países, así como, la acción profesional hacia la comunidad, en especial, hacia los sectores más afectados por las crisis económicas que dominan a todo el continente, son compromisos ineludibles de una institución que ha respondido a las exigencias políticas del pasado, a solicitudes de formación de personal especializado para las funciones de administración del gobierno, de atención a la salud e incluso de personal técnico profesional para modernizar el aparato productivo del país.
Actualmente es necesario considerar dos aspectos: a) la búsqueda racional de una relación creadora entre la Universidad y la Empresa, la cual debe estar caracterizada por el reconocimiento de la naturaleza disímil del trabajo y los objetivos de éstas por el respeto de esas singularidades y por la búsqueda de beneficios mutuos; b) el otro aspecto, tendrá que ver con la respuesta de las Instituciones de Educación Superior a las solicitudes del nuevo patrón tecnológico, “ de un modelo de producción que tenía las rutinas como meta, a un modelo que ve en el constante cambio tecnológico su rutina principal” Pérez. (1991).
Son muy diversas las formas como la relación Universidad- Empresa puede darse; algunas de ellas constituyen parte de la actividad regular de la investigación universitaria, otras obedecen más a las nuevas exigencias del aparato productivo y los desarrollos actuales y potenciales del conocimiento, con asiento privilegiado pero no único en las universidades y los centros de investigación, cuyo personal procede también de estos institutos de educación superior.
Solleiro (1990), propone posibles interacciones entre Universidad e Industria:
• Apoyo técnico y prestación de servicios por parte de la institución de educación superior..
• Programa de capacitación.
• Provisión de información técnica especializada y servicio “alerta”
• Cooperación en la formación de Recursos humanos.
• Apoyo financiero a estudiantes que realizan investigación relacionada con la industria.
• Educación continua.
• Intercambios del personal.
• Consultoría especializada.
• Desarrollo tecnológico conjunto.
• Organización conjunta de seminarios, conferencias, coloquios, entre otros.
• Transferencia tecnológica. (pág. 173).
Todo lo anterior puede servir para la búsqueda de las formas de visión compartida entre la Universidad y la Empresa en el medio venezolano, pero que no ha encontrado asidero debido a la dispersión de la información, o la escasa codificación de estos temas, tanto en las Universidades como en las Empresas.
Las relaciones entre la Universidad –Empresa son contradictorias en esencia, porque ambos términos se mueven por motivaciones diferentes y atienden objetivos disímiles: búsqueda del conocimiento y difusión del mismo, en el caso de las universidades, e interés predominantemente económico en el caso de las empresas. Ambas están obligadas a encontrar puntos de contacto y a realizar esfuerzos reales dirigidos a emprender proyectos comunes, para dar cumplimiento a las demandas de la sociedad.