Alejandro Díaz Garay
Los crecientes montos en los flujos anuales de remesas han despertado el interés de gobiernos provenientes de las economías de bajos ingresos, así como académicos de países receptores y emisores de estas divisas, para indagar acerca del uso y destino de las remesas como un elemento esencial para detonar el desarrollo económico. En el debate se han definido dos grupos: quienes dan cuenta de una visión positiva del impacto de las remesas en los países de origen de los migrantes; quienes sostienen una visión pesimista respecto al uso e impacto de las remesas. Los optimistas argumentan efectos multiplicadores de las remesas hacia las comunidades de origen; dado su monto, el potencial económico y social a nivel macroeconómico podría aliviar problemas de falta de ahorro e inversión en los países subdesarrollados (ver tabla 1.2). Este grupo sostiene que el uso productivo de las remesas no se refiere exclusivamente a la formación de empresas, sino también a la formación de capital humano, vía gastos en educación y en salud (Lozano, 2000).
El grupo pesimista argumenta que los recursos obtenidos vía remesas son empleados principalmente para gastos de manutención familiar y no para invertirlos productivamente. Hay quienes van más allá señalando que el típico migrante es rural, dedicado a las actividades del campo, con una escasa o nula visión empresarial (Lozano, ob. cit.).
Como se ha tratado, durante la última década la cantidad de migrantes y el monto de las remesas mantienen una tendencia creciente, y se observan nuevos países que participan de la migración internacional, sobre todo, existe una gran diversificación en el número de los países de origen; la mayoría de los países de destino reciben más de un tipo de migración: migración laboral temporal, migración definitiva, migración transnacional, refugiados políticos; las mujeres cobran mayor presencia en los circuitos migratorios de las regiones y en los diferentes tipos de migración.
Estos cambios son la base de una visión alentadora en los últimos años que ve en la migración internacional una oportunidad para el desarrollo sin que el debate esté resuelto.
1.1.4 Etapas históricas de la migración México-Estados Unidos
La relación migratoria entre México y Estados Unidos puede ser analizada mediante la clasificación de cuatro grandes fases. La primera fase llamada primeros enganches migratorios data de 1880 hasta 1941. La segunda llamada Programa Bracero, de 1942 a 1964. La tercera fase corresponde al periodo en que predominaron los trabajadores indocumentados, de 1965 a 1985. La última fase corre desde 1986 hasta nuestros días llamada legalización y clandestinaje (Durand, 1998; Durand y Massey, 2003).
La mayoría de los estudiosos del fenómeno migratorio México-Estados Unidos coinciden en señalar que los patrones migratorios han cambiado desde la última década del siglo XX. El comportamiento de variables como la edad, la escolaridad, la posición en el hogar, el tiempo de estancia, el estatus legal y el sexo, dan cuenta de ello (Delgado y Favela, 2004; Durand y Massey, 2003).
Etapa 1. Primeros enganches migratorios (1890-1941)
Los primeros datos estadísticos del ingreso de migrantes mexicanos a Estados Unidos datan de 1908. Sin embargo, desde la invasión estadounidense a México en 1846-47 que concluyó con la pérdida del territorio de los actuales estados de Arizona, California, Colorado, Nuevo México, Texas y Utah, una parte de la población quedó residiendo en Estados Unidos mientras que un 25 por ciento de la población mexicana residente en aquellos lugares pasó a vivir a territorio mexicano (Verduzco, 2000).
En general, durante el porfiriato no se dieron migraciones masivas, a pesar de que el 72 por ciento de la PEA se concentraba en la agricultura y las condiciones laborales eran pésimas. A partir de las dos últimas décadas del siglo XIX iniciaron las migraciones de trabajadores mexicanos a Estados Unidos, alentadas por los llamados “enganchadores” que viajaban desde Norteamérica hacia el centro y occidente del país para reclutar trabajadores en las labores de construcción de las redes ferroviarias y la creciente industria en Chicago.
Entre 1911 y 1921 se estima que hubo una pérdida poblacional de 2.7 millones de personas debido a las muertes de hombres, mujeres y niños por nacer en el marco de la Revolución Mexicana. El fenómeno migratorio internacional se daba hacia Estados Unidos, Cuba y Guatemala, pero era de apenas un 13 por ciento de la población en dicho periodo (Verduzco, ob. cit.).
En contrapartida, entre 1911 y 1920 se da un importante flujo migratorio de trabajadores mexicanos hacia los campos agrícolas estadounidenses, registrándose un total de 219 004 inmigrantes, cifra 441 por ciento mayor que en la década anterior. El estallido de la Primera Guerra Mundial y la participación directa de Estados Unidos en el conflicto, orilló a la migración de mexicanos hacia los sembradíos en California y Texas, y en algunos casos no fue registrado ese movimiento poblacional que se estima entre 60 000 y 100 000 por año.
Las leyes antiinmigrantes de Estados Unidos no veía en sus inicios una amenaza en la mano de obra mexicana, lo cual no ocurría con otros países. En 1882 el gobierno norteamericano prohibió la importación de mano de obra China, en 1907 la de Japón, en 1917 la de otros países asiáticos, en 1921 la inmigración europea. De esta forma, entre 1921 y 1930, la inmigración mexicana aumentó a 459 287, o sea, el doble de la década anterior. No obstante, la Gran Depresión de 1929 orilló al gobierno estadounidense a la repatriación de 345 000 mexicanos entre 1929 y 1932. Entre 1931 y 1940 emigraron de México a Estados Unidos un total de 22 mil trabajadores (Verduzco, ob. cit.).
Etapa 2. Programa Bracero (1942-1964)
En 1942, los gobiernos de México y Estados Unidos firman el Contrato Bracero, con el objeto de contratar legalmente mano de obra mexicana, destinada a las actividades agrícolas debido principalmente al déficit de mano de obra norteamericana ocupada en labores bélicas con motivo de la Segunda Guerra Mundial (SGM). El Programa Bracero duró de 1942 a 1964. Gastelúm (1991) señala que dio inició con 4,203 trabajadores y para 1956 se había elevado a 445,197 trabajadores mexicanos. En total, durante el periodo se logró contratar a 5’050,093 millones de trabajadores mexicanos; en promedio anual, fueron contratados 209 mil trabajadores mexicanos.
Previo a su culminación, hubo fricciones entre ambos gobiernos por las campañas estadounidenses en contra de inmigrantes de origen mexicano, tal es el caso del programa Operation Wetback impulsado en 1954, año en que se llegó a deportar a 1’035,282 mexicanos. La guerra con Corea había terminado y Estados Unidos vivía nuevamente el fantasma del desempleo, aunque en menor cuantía que en la década de los treinta. La política del buen vecino que había operado durante la SGM fue olvidada, y empezó una deportación masiva del Servicio de Inmigración y Naturalización en coordinación con el ejército norteamericano. Cabe mencionar que todavía en 1967 hubo 7,703 trabajadores mexicanos contratados en el marco del Programa Bracero (Gastélum, 1991).
Etapa 3. Migración ilegal (1965-1985)
De acuerdo con Gastelúm (1991) de 1869 a 1973 fueron admitidos legalmente 1’754,681 mexicanos a los Estados Unidos. En contrapartida, la misma fuente señala que de 1924 a 1972 se habían efectuado 8’267,000 aprehensiones de mexicanos sin documentos (figura 1.5).
El proceso migratorio laboral entre 1880 y 1970 no se había estructurado a partir de una selectividad geográfica muy distinta a la observada a partir de 1980. Dentro de los rasgos a destacar está la escasa participación de los estados fronterizos, la mayoría de los municipios de las entidades con afluencia migratoria no tenían experiencia, y la pobreza no era el móvil de los migrantes. En general, los mexicanos procedían de zonas rurales, hombres solteros jóvenes, con empleo agrícola en su comunidad, de baja preparación académica, con poca experiencia en viajes y éstos de corte temporal.
El impacto migratorio fue alentado por las políticas migratorias estadounidenses, que empezaron a modificar el flujo desde los años setenta, como por la continua relación agrícola en los dos países. Mientras en la década de los 50’s la mayor parte del flujo de inmigrantes procedía todavía de Europa y 39 por ciento de América, y apenas el seis por ciento de Asia, para los años ochenta la composición de los inmigrantes era de sólo diez por ciento de Europa, 37 por ciento de Asia y 49 por ciento de América (Verduzco, op. cit.).
Etapa 4. Legalización y clandestinaje (desde 1986 hasta el presente)
La and Ley de Reforma y Control de la Inmigración de 1986, conocida como la Ley Simpson-Rodino o Ley IRCA por sus siglas en inglés (Immigration Reform and Control Act), fue aprobada por el congreso norteamericano el 17 de octubre de 1986 y entró en vigor, al ser firmada por el presidente Reagan, el 6 de noviembre del mismo año. Tenía por objeto la legalización de la población extranjera que se encontraba indocumentada hasta el 1º. de enero de 1982. Paralelamente, el gobierno de Estados Unidos continuó con la contratación de trabajadores mexicanos a través del programa Special Agricultural Worker (SAW), permitiendo también la legalización a quienes hubiesen trabajado 90 días en los campos agrícolas entre 1985 y 1986. A partir de 1988 se decretaron sanciones para aquellos empleadores que contrataran trabajadores indocumentados.
Las ofertas de legalización hicieron cambiar los planes de los migrantes temporales, quienes vieron las ventajas que representaba el quedarse definitivamente en Estados Unidos. Hasta 1991 más de tres millones de inmigrantes buscaron legalizar su estancia, logrando ser aceptados 1.8 millones bajo el acuerdo de amnistía y 1.2 millones a través del SAW (Durand y Massey, 2003).
La ley IRCA convirtió en inmigrantes permanentes a los indocumentados latinos y favoreció su movilidad geográfica. Así, los nuevos migrantes se incorporaron atraídos por las facilidades que había para arreglar papeles, pero sobre todo por la gran cantidad de familias que decidieron reunificar su vida al norte de la frontera y, de esa manera, poner fin a muchos años de separación conyugal. Se llama clandestina la migración de este periodo porque en su afán de obtener su residencia, algunos migrantes mexicanos que habían entrado ilegalmente a los Estados Unidos también falsificaron documentos para solicitar la amnistía, o bien simplemente para conseguir empleo. En este último caso, los impuestos devengados para la pensión, descontados vía nómina, nunca llegarán al verdadero trabajador y el gobierno estadounidense estará incrementando su erario público.