Alejandro Díaz Garay
La emigración internacional de San Juan Unión tiene como país de destino a Estados Unidos. Esta migración es un proceso más reciente, pero que ha tenido en poco tiempo una importancia mayor a los desplazamientos internos que la antecedieron. Al igual que en México, en San Juan se distinguen cuatro etapas de la migración nacional: los primeros “enganches” (1890-1941), el Programa Bracero (1942-1964), la ilegalidad (1965-1986) y la legalización y clandestinaje (desde 1986). En esta última etapa el fenómeno social estudiado se caracteriza por convertirse en un verdadero flujo migratorio.
4.3.1 Primeros enganches migratorios (1890-1941)
Los primeros movimientos de personas desde la comunidad hacia “el Norte” registrados en las entrevistas a profundidad datan de 1941, año en que inicia la diáspora de San Juan Unión. Desde sus inicios la migración era de tipo laboral; los campesinos que se aventuraban a dejar su comunidad eran muy pocos, se iban a trabajar en el mantenimiento de las vías del ferrocarril y a la recolección de frutas y hortalizas. Esos años fueron difíciles no sólo para los migrantes sino para sus familias, ya que algunos lugareños sostenían que una vez en territorio “gringo” se los iban a llevar a combatir a la guerra; las despedidas eran similares a las de un funeral, pero a su regreso la algarabía comúnmente terminaba en festejo entre los hombres del pueblo.
4.3.2 El Programa Bracero (1942-1964)
El Programa Bracero se caracterizó por fomentar una migración legal, de tipo rural, temporal y masculina. La comunidad de San Juan Unión cumplía con ese perfil, de ahí que fuese una de las primeras que se incorporó al Programa Bracero en el estado de Guerrero. Las migraciones pioneras tuvieron el efecto multiplicador de difundir las nuevas prácticas migratorias en las comunidades rurales donde la movilidad espacial ya existía pero sobre distancias más cortas. De tal modo que las experiencias bajo contrato sirvieron en primer lugar de exploración para pocos individuos; posteriormente, servían de modelo para la extensión del fenómeno a otras poblaciones pertenecientes a los municipios de la región Norte, hasta propagarse a otras regiones de la entidad. En sus inicios, la posibilidad de tener un trabajo temporal en los Estados Unidos no tuvo el impacto deseado, como sí ocurrió en regiones de tradición migratoria internacional, el caso de los migrantes de Zacatecas o Jalisco. Para partir, los voluntarios debían acudir al centro de reclutamiento más próximo, que en este caso era Chilpancingo, a una distancia de 144 kms. El gasto para solicitar el ingreso al próximo reclutamiento corría a cargo de los interesados, lo cual representó un obstáculo para quien se desenvuelve bajo una economía de autoconsumo. Adicionalmente, la incertidumbre de viajar a otro país que se sabía en guerra era un factor de inhibición a nivel familiar.
Un requisito inicial para solicitar ingresar al Programa Bracero era haber realizado el servicio militar y tener 20 años cumplidos. La forma de contratación oficial operaba de la siguiente manera; Primero: gobernación hacía llegar la convocatoria a las comisarías de la región. Segundo: los comisarios citaban al pueblo para reunirse en asamblea y los interesados en trabajar en los campos agrícolas estadounidenses deberían manifestarlo para elaborar una lista, que en el caso de San Juan nunca rebasó los 20 integrantes. Tercero: una vez completada la documentación gobernación daba a conocer la lista definitiva de quienes habían sido elegidos para irse en el siguiente periodo.
El estar alejados de la capital del estado corría como un elemento en contra para estar informados oportunamente de las convocatorias. En el caso de los enganches efectuados directamente desde Chilpancingo, éstos eran de hecho permitidos en ciertas épocas, sin llegar a difundirse en los pequeños centros poblacionales las ofertas de enganches a los Estados Unidos. Corrían el riesgo en efecto de sustraer una parte de la mano de obra a las necesidades propias de los propietarios locales, y más generalmente, al control que ejercían los caciques sobre el conjunto de la población. En sucesivas ocasiones, fue gracias a la lucha de algunos migrantes bien informados de sus derechos que la lista de voluntarios fuese establecida por las autoridades y dirigida a los centros de reclutamiento.
Asociado al aumento sensible de partidas en las regiones vecinas, el programa Bracero se constituyó como un elemento importante de la migración internacional en San Juan Unión.
La aparición en San Juan Unión de las lógicas de la migración temporal a los Estados Unidos de América responde sobre todo a un conjunto de factores de atracción procedentes del lugar de destino. Esa es la trayectoria de los primeros migrantes en los Estados Unidos que jugaron verdaderamente el rol de esbozo de la “cadena migratoria” que se va a desarrollar más tarde.
En la historia local de la migración, es fácil de reconstruir la cronología de las salidas y observar el papel que jugaron algunos pioneros para lograr animar, directa o indirectamente a otras personas del pueblo. El esquema observado era frecuentemente el siguiente: en un primer momento, un migrante movido por el programa Bracero o por sus relaciones con otras personas de otro pueblo de la región como Huahuaxtla, Icatepec, Huixtac, Zapoapa o Temaxcalapa, difunde en su entorno las posibilidades de trabajo en las actividades agrícolas del vecino país del Norte.
En el caso de San Juan Unión, don Moisés Pérez, era quien aconsejaba a quienes tuvieran interés en ir a trabajar a los Estados Unidos. El trabajo era fundamentalmente el mismo que se ejercía en los campos agrícolas de México, pero con una mejor paga, la información recibe un determinado eco. En un segundo momento, ese pionero o alguna otra persona decide abandonar sus actividades rurales de siempre para intentar su oportunidad en la ciudad.
La fuerte demanda de personal poco calificado, dispuesta a trabajar por los bajos salarios y sin garantía de permanencia, abre entonces una brecha para hacer llegar a otros comuneros. Se animaron señores como Crisóforo, Elfego y Blas Mena; Lencho, Magdaleno y Macario Guzmán; Federico y Antioco Barrera, Tello Huerta, Claudio Pérez y Florencio Roa, algunos trabajaban en la pizca de algodón y tomate; otros en la recolección de betabel, apio y brócoli, en los campos agrícolas de California, Arizona y Texas.
Los habitantes de San Juan preferían trabajar en la recolección de hortalizas, por ser una actividad lo más cercano a su experiencia laboral. La paga era 0.85 dólares por hora y la jornada de trabajo era de aproximadamente 10 horas diarias. A partir de ese momento, el sistema migratorio se pone en marcha directamente entre la comunidad en México y el centro urbano en Estados Unidos.
Quienes habían salido en la lista de gobernación para irse a trabajar al “norte” se desplazaban en un autobús de la empresa Flecha Roja de Iguala al Distrito Federal. Una vez en la capital del país, se dirigían a la Terminal de Autobuses del Norte con destino a Empalme, Sonora, ciudad donde estaba el primer retén sanitario. Cada uno de los aspirantes a trabajar en los campos agrícolas estadounidenses era sometido a una primera inspección física exhaustiva.
Aprobado el examen médico en tierras mexicanas, proseguían el viaje por la vía terrestre con rumbo a la frontera norte del país a la altura de Mexicali, Baja California hasta llegar a la ciudad de Calexico, California. En esta última ciudad se realizaba un segundo y definitivo examen médico a los mexicanos reclutados, de cuyo resultado dependía la contratación temporal en los campos agrícolas de la frontera sur de Estados Unidos.
Estos eran momentos de incertidumbre y bastante denigrantes, tal y como cuenta Don Macario, quien en dos ocasiones tuvo necesidad de migrar hasta en dos ocasiones durante el Programa Bracero, la primera vez en 1956 y la segunda en 1963, justo un año antes de que éste diera fin.
Nos desnudaban bien, todo, todo, todo... éramos rete hartos formados en un galerón de Mexicali. Primero nos revisaban el miembro y después con una lamparita nos echaban luz por atrás para ver si teníamos “almorranas”; nos revisaban los ojos y los dientes. Enseguida nos revisaban las manos para ver si teníamos callos, porque querían gente de trabajo, gente de campo acostumbrada al trabajo pesado. (Anónimo, entrevista en San Juan Unión, 2007).
... nos fumigaban el cuerpo de pies a cabeza con un polvo blanco, que ni se conocía uno...ja, ja, ja, ... unas burletas que sufre el pobre, ¿verdad? (Don Macario, entrevista, San Juan Unión, 2007).
Una vez pasada la inspección sanitaria, los migrantes eran llevados a tomarse la foto para la credencial que portarían durante su estancia en Estados Unidos. Procedían a firmar el contrato, uno por uno y recibían ropa de trabajo y pijama para dormir, algunos por primera vez en una cama, que eran literas apiladas a lo largo de las galeras. Los que no lograban pasar el examen, no les permitían cruzar la frontera hacia Calexico, California (figura 4.6).
Los que salían mal del pulmón o infectados no pasaban, salían llorando. Esas personas se quejaban por todo lo que ya venían gastando, recuerdo un señor que se veía enterito, y decía no tengo dinero ni para regresar, ¿qué hago? estaba un camarada de por acá y llegó en ese rato, estaba saliendo gente de California para venirse a su tierra y lo vio llorando y le dice: ¿por qué lloras tú?, no llores, yo te voy a ayudar, aquí traigo un dinerito también, yo ya fui, ahora voy a ver a mi familia, pero no llores, -un señor enterito-, vamos a ver camarada, préstame tu sombrerito.
El que estaba llorando traía un sombrerito, y que le presta, y el señor dice ahorita vas a ver... empieza a hablar, es bien hablantino, de Iguala, y empieza... señores tengan la bondad de cooperar para un compañero, un camarada, un hermano que salió mal y está llorando, y no es posible que lo veamos llorar y no le demos nada, ahí lo que pueda el que ya paso y el que va y le sobre dinerito échele por aquí, que allá va a ganar mucho y el que ya viene púes ya ganó que le eché también por favor, ¡al ratito el sombrerito estaba bien copeteado!; ¡nooo, aquel muchacho dejó de llorar! (Idem.).
Otro caso, ocurrió en 1956 con un joven de San Juan Unión, que por no poder acreditar la mayoría de edad, le fue negada la contratación, aunque hoy en día es un próspero comerciante, que a pesar de tener residencia para ingresar a los Estados Unidos, decidió quedarse en su comunidad.
Un pariente mío... nos fuimos juntos y ya tenía la edad y no lo aprobaron desde allí en Empalme lo regresaron, que no tenía la edad y va pa tras, y éramos cómo 10 de por aquí, unos de aquí, otros de Huahuaxtla, Temaxcalapa, Huixtac, y dijeron: bueno compañeros, hay que darle de a 100, de a 200, que al fin nosotros ya salimos, vamos seguros, y sí, nos fuimos; yo me tocó hasta allá delante, en el condado de Sacramento, capital de California (Idem.).
Además de las penurias en los centros sanitarios, todavía no acababan los tratos discriminatorios para un sector de los migrantes. Dependiendo de la actividad agrícola a desarrollar, se elegían hasta mil trabajadores para emplearse en una misma plantación. En el corte de la naranja los mexicanos con sobrepeso no eran contratados, y debían esperar a otro granjero que no pusiese objeción a su condición física.
Cuando nosotros nos fuimos nos contrató una compañía, allá en Calexico: Nos metieron a una sala grande, siéntense todos, aquí van a llegar los patrones, y todo el que se siente lo vamos a ayudar... Aquí está un patrón, quiere 500, quiere 1000 hombres, los quiere para la naranja, para el limón, pero esos que están gorditos ¡no!, que se sienten esos, ahí que estén sentados, esos que están gorditos no, se desarrancan porque están pesados, van pesados ellos y con el peso de la fruta pa’bajo. Entonces... hay que escoger, esos gorditos los vamos a mandar a ver a donde, pero a todos los vamos a acomodar (Idem.).
Dentro de las ventajas del Programa Bracero está el hecho de que la migración era legal, había garantía de un trabajo, así como la paga puntual por el trabajo devengado; los agricultores contaban con instalaciones para los trabajadores inmigrantes donde dormir, comer y asearse, transportación ida y vuela a los campos agrícolas.
Váyanse hasta allá está un árbol, allá esta un micro, los va a llevar hasta el campo, había un campo de concentración muy grande, bien arreglado, todos los servicios, comedor, había comedor, ahí no era de que nos íbamos a hacer la comida, dormíamos en buenas camitas y cuando llegábamos como a estas horas (entre 6 y 7 de la tarde) a descansar allá, ¡nombre!, ya estaban las camitas bien arregladas y pasábamos al baño, pónganse su ropita limpia por lo menos pa que pasen al comedor, ya del comedor, se descansa un ratito y ya se van a su camita a descansar, con su ropita de dormir y así, ya nos enseñaron a civilizar más, más civilizado. No, es que el mexicano es tremendo, ¡no! El papel cuando en la mañana ¡no! Carretes pa allá, papel pa aca y pa’llá y unos se subían a la taza con todo y botas enlodadas, no feo, por más que le recomendaban; se sentaban con todo y bota. Y así entonces, ahí vivimos bien por que no más nos levantaban temprano, timbraban la primera, ándale prepárate vete al baño si es posible, báñate y cambia tu ropita y ya al comedor, salía uno del comedor y se quitaba uno la ropita limpia y se ponía la ropa de trabajo y ya está enumerado el carro que vas a subir, la troca dicen allá, y luego tu herramienta toda enumerada, y vámonos, a las 7 de la mañana. Ya dando a la 7 de la mañana ya estamos parados en el surco y dando a la 7 y ¡éntrenle!, ¡Órale! (Idem.).
La migración era de retorno. Los contratos podían ser de sólo 45 días y si el trabajador resultaba del agrado de su patrón, se le extendía su contrato laboral más allá de los seis meses. A pesar de que era una migración institucionalizada por los gobiernos de México y Estados Unidos, tenía sus sesgos. Algunos aspirantes a irse en la próxima temporada, viajaban a México en busca de un “coyote” que los incluyera en la lista de gobernación por una cantidad que oscilaba entre los $300 y $500 (viejos) pesos, equivalente a una semana de trabajo en los Estados Unidos.