Alejandro Díaz Garay
Las causas macroeconómicas que orillan a migrar hacia Estados Unidos son múltiples. Las recurrentes crisis económicas sexenales, la aguda crisis rural, la fallida reconversión industrial, la alta dependencia de la industria maquiladora, son algunos de los factores económicos que explican cómo a pesar de los altos costos que implica el entrar ilegalmente a un territorio hostil, ante la falta de alternativas miles y miles de mexicanos ven en la migración internacional su estrategia de sobrevivencia y de elevación de sus niveles de vida (García, 2002).
A nivel microeconómico la causa principal de la migración de México a Estados Unidos se genera por motivos laborales (tabla 1.4). Datos de INEGI (2002) revelaron que 92 de cada 100 connacionales varones migraron en busca de o por empleo. En el caso de las mujeres la necesidad de emplearse predomina en la mitad de los casos. De esta forma, las migraciones están condicionadas principalmente por asuntos de trabajo.
La segunda causa que motiva la migración es la unión familiar. En el caso de los hombres representa el 9.8 por ciento de los migrantes. En el caso de las mujeres representa el 39 por ciento.
Mientras el imaginario colectivo de los migrantes conciba al vecino país del norte como la fuente inagotable de empleos y el país de las maravillas, aunado a la incapacidad de la economía mexicana para generar anualmente un millón de empleos permanentes y bien remunerados, las principales causas de la emigración de nuestros connacionales serán por oportunidades laborales.
1.2.3 Índice de intensidad migratoria internacional en México
Basado en el cuestionario ampliado del Censo de INEGI (2001b), CONAPO (2002) elaboró el índice de intensidad migratoria a escala estatal y municipal, indicador que permite conocer las principales manifestaciones de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos. Distingue cinco diferentes grados de intensidad migratoria: muy alto, alto, medio, bajo y muy bajo.
Las entidades tradicionalmente migratorias hacia Estados Unidos ocupan la categoría de muy alto y alto grado de intensidad. Ahí se localiza a Durango, Guanajuato, Michoacán, Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes, Colima, Jalisco y San Luis Potosí (figura 1.6). Destacan en ese grupo tres entidades migratorias emergentes: Guerrero, Hidalgo y Morelos.
En Guerrero, el alto GIM se explica por el elevado porcentaje de hogares que reciben remesas. Este es de 7.9 por ciento, por encima del 4.4 por ciento que tiene México en promedio.
A diferencia de las regiones norte y centro del país que presentan una estructura municipal mayoritariamente urbana, la región sur presenta una estructura municipal predominantemente rural (tabla 1.5). Este hecho sucede tanto en el grupo de municipios de alta migración como en los de baja migración, por lo que no es posible concluir sobre el comportamiento del fenómeno a nivel nacional. Arroyo (2004) señalaba la controversia respecto a la posible correlación positiva entre subdesarrollo e intensidad migratoria. Al respecto, el Informe sobre Desarrollo Humano en México 2006-2007 (PNUD, 2007) al comparar la relación sobre desarrollo humano e intensidad migratoria a nivel municipal menciona que los municipios más rezagados, los más pobres, observan una intensidad migratoria menor, al igual que los municipios de mayor desarrollo. Existe una tendencia de mayor intensidad migratoria en municipios rezagados en términos relativos pero no en los de mayor rezago. En una gráfica la relación del comportamiento entre el índice de intensidad migratoria y el índice de desarrollo humano sería una curva en forma de “u” invertida.
En las últimas mediciones de INEGI (2002 y 2004) se aprecia la incorporación de entidades emergentes a las entidades de tradición migratoria internacional. En la tabla 1.6 se puede apreciar al Estado de México, Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Veracruz y Guerrero con una participación desde el 2.7 por ciento hasta el 4.5 por ciento del total nacional.
Esta es una de las características del nuevo patrón migratorio entre México y Estados Unidos cuya configuración inicia a partir de 1990. Por otra parte, las entidades de Guanajuato, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas y Durango, continúan con su perfil expulsor de mano de obra.
Las corrientes migratorias hacia Estados Unidos están compuestas por población cada vez más joven dentro de la PEA. En consecuencia, la migración hacia Estados Unidos significa la pérdida de población con el mayor potencial productivo. El desafío es convertir los flujos migratorios que revelan problemas del desarrollo en oportunidades para alcanzarlo. Por edades, el 41.5 por ciento de los mexicanos que migran a Estados Unidos tienen entre 15 y 24 años de edad, 26 por ciento tienen entre 25 a 34 años y 18.8 por ciento tienen entre 35 y 49 años (INEGI 2002a; INEGI, 2004)
Las políticas de endurecimiento fronterizo no han tenido el efecto esperado sobre la reducción de flujos migratorios, pero sí cambian las condiciones en las que se lleva a cabo el proceso, el costo y la duración de la estancia en el exterior, afectando la circularidad migratoria. La evidencia empírica demuestra que el incremento de políticas restrictivas no disuade la migración pero sí cambia las rutas de cruce y las condiciones de seguridad en que dicho cruce se lleva a cabo (PNUD, 2007).