Sergio Boisier Etcheverry
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP
(339 páginas, 2.01 Mb) pulsando aquí
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Este texto es el resultado de un trabajo de investigación realizado para optar a la obtención del grado de Doctor en Economía por la Universidad de Alcalá, en Henares, España. La justificación del estudio es doble: tiene que ver con un país, Chile, y su zigzagueante camino hacia una sociedad más descentralizada y por consiguiente más democrática y, en opinión del autor, una sociedad entonces más próxima al desarrollo contemporáneamente entendido y tiene que ver también con el cierre de un proyecto personal de vida, en su componente intelectual y académico. Se trata, por una parte, de generar un conocimiento social que permita avanzar más rápido y con mayor eficiencia en la intervención de una sociedad sobre sí misma, en una recursividad que es permanente: la sociedad se crea y recrea a sí misma y crea y recrea sus propios mecanismos de auto intervención en la búsqueda continua de su propio desarrollo, del miltoniano paraíso perdido, generando un sendero en espiral en el cual el conocimiento científico acerca del cambio en el pasado permite empujar el cambio correcto en el futuro, en un marco en que se entiende el desarrollo como un proceso evolutivo de emergencias o de propiedades emergentes sistémicas, inscrito por tanto, epistemológicamente, en un paradigma propio de la complejidad y del constructivismo. Tiene que ver también, desde otro ángulo, con la fase última del desarrollo cognitivo y científico personal, de síntesis final de un proceso de larga data de exploración de un campo del conocimiento/acción como diría John Friedmann, o de la epistemología del territorio, y la capacidad para entender e intervenir dos procesos de cambio social de indesmentible naturaleza territorial: el crecimiento económico y el desarrollo societal.
Para comenzar, no hay que perder de vista el título mismo del proyecto: Territorio, Estado y Sociedad en Chile. La dialéctica de la descentralización: entre la geografía y la gobernabilidad, título que apunta a dos asuntos, uno más explícito que el otro.
Primero, como muchos de los nuevos países que surgen de la saga de modernidad empujada por la expansión europea del Siglo XV y siguientes, en Chile, el orden cronológico de la conformación de la Nación se presenta de un modo inverso al observado en Europa: la ocupación de un territorio obliga a crear un Estado que a su vez se transforma en la matriz de la construcción de la sociedad nacional–política y civil–respectiva. Como se examinará, ni Diego de Almagro ni Pedro de Valdivia “descubrieron” Chile–que no existía ni social ni políticamente hablando–limitándose ambos, más notoriamente en el caso del segundo Conquistador (sería más preciso llamarlo Ocupador), sólo y precisamente, a ocupar un territorio que se encontraba precariamente “ocupado” por varias tribus aborígenes con esporádicos contactos entre ellas pero sin que existiese, ni remotamente, una noción de nación.
Segundo, hay en el texto una apuesta metodológica, una pregunta,–una hipótesis– cuya validación busca explicar por qué, en América Latina, Chile ha llegado a ser considerado como el único país de esta parte del mundo, por lo menos cuando se habla de países de tamaño físico intermedio o grande, que logra consolidar–en la segunda mitad del Siglo XX–una modificación profunda en su geografía política/administrativa, introduciendo en el texto de la Carta Fundamental, una regionalización nacional, exhaustiva y excluyente, en conformidad estricta con las prescripciones en boga sobre esta materia en las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado y cómo y por qué esta modificación formal abre paso a una modificación de sustancia en la administración nacional generando un modelo político que podría describirse como un modelo de centralización descentralizada, o viceversa, todo ello en un país considerado como caso extremo en materia de centralismo y presidencialismo y carente en gran medida de culturas locales, con una población muy homogénea calificada por la mayoría de los analistas como “poco apegada al terruño y mucho a la patria”.
Como lo muestra el título mismo, la apuesta metodológica se centra en una histórica tensión entre, por un lado, una geografía física y política que se modifica profundamente hasta ya entrado el Siglo XX, mediante procesos de estrechamiento y elongación, de colonización interna y de conquista externa, para terminar con un territorio nacional a todas luces extraño en el mapamundi: con una amplitud que es, en promedio, la vigésima parte de su longitud, y que “demanda” una administración nacional más cerca de la gente como bien se expresaba en un informe en 1957 sobre los municipios, citado por el historiador Gabriel Salazar (1999; 298): “…El camino consiste en permitir y estimular a los habitantes de todas las regiones de Chile para que se incorporen al estudio y solución de sus propios problemas comunales o provinciales…” y, por otro lado, un Estado que “oferta” sistemáticamente una centralización basada en reales y también supuestas necesidades de gobernabilidad. Nadie ha expresado mejor esta posición histórica que quien es visto precisamente como el forjador temprano del Estado–Nación en Chile, el Ministro de Interior y de Guerra Diego Portales, en los años treinta del siglo XIX. En una famosa carta enviada al que sería posteriormente su Ministro de Hacienda Juan Manuel Cea y fechada en Lima en marzo de 1822, Portales escribía: “…La República es el sistema que hay que adoptar; pero, ¿sabe como yo la entiendo para estos países? Un Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal…” (citado por Salazar, op.cit.; 134, sublineado de este autor). Como se dice en los estrados judiciales: ¡a confesión de partes, relevo de pruebas!