Tesis doctorales de Economía


TERRITORIO, ESTADO Y SOCIEDAD EN CHILE. LA DIALÉCTICA DE LA DESCENTRALIZACIÓN: ENTRE LA GEOGRAFÍA Y LA GOBERNABILIDAD

Sergio Boisier Etcheverry


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2.6. Independencia y consolidación de la idea de territorio nacional

 

 

La declaración de los límites nacionales en las constituciones políticas y los territorios efectivamente ocupados desde 1810 a 1830, período en el cual Chile estuvo envuelto en verdaderas guerras civiles, lográndose sólo a partir de 1833 normalizar la vida política, económica y social. Sin embargo, al analizar las distintas constituciones elaboradas en esos años se observa cómo se va configurando una idea clara del territorio nacional.

En la constitución de 1822 se definieron por primera vez los límites territoriales de la República de Chile: “El territorio de Chile conoce por límites naturales: al sur, el Cabo de Hornos; al norte, el despoblado de Atacama; al oriente, los Andes; al occidente, el mar Pacífico. Le pertenecen las islas del Archipiélago de Chiloé, las de la Mocha, las de Juan Fernández, la de Santa María y demás adyacentes”. Posteriormente, la constitución liberal de 1828, haría un cambio, al señalar que el territorio nacional: “comprende de Norte a Sur, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y de Oriente a Occidente, desde las Cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico, con las islas de Juan Fernández y demás adyacentes”. Finalmente, la constitución conservadora de 1833, en su Artículo # 1, del territorio, señalaría que: “El territorio de Chile se extiende desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y desde las cordilleras de los Andes hasta el mar Pacífico, comprendiendo el Archipiélago de Chiloé, todas las islas adyacentes, y las de Juan Fernández” (Eyzaguirre; 1994).

Pérez Rosales critica la creencia equivocada de señalar como territorio nacional solo la parte civilizada del mismo, lo que explica que las constituciones políticas desconocieran los verdaderos límites del país y renunciaran a los territorios situados allende los Andes, específicamente la Patagonia. Según Pérez Rosales los verdaderos límites del país eran las costas patagónicas al oriente desde la desembocadura del río Negro hasta el estrecho de Magallanes (Pérez Rosales; 1859). Por su parte, Manuel Carrasco Albano, en su obra Comentarios sobre la Constitución política de 1833, señalaba que al redactar el articulo primero de la constitución los constituyentes sólo quisieron designar los limites conocidos, el territorio que se hallaba efectivamente bajo la jurisdicción inmediata de las autoridades chilenas y cuyos habitantes representaban. Además los convencionales no estaban autorizados por la nación para ceder parte de su territorio sino simplemente para darle su organización política, ni es tampoco un código constitucional un tratado internacional de límites.

No obstante, en su Geografía de Chile, Pedro Lucio Cuadra Luque, un especialista en el tema, insiste en la idea que la Patagonia es ajena al desenvolvimiento de Chile y por ello fija los límites del territorio de Chile en la cordillera de los Andes (Cuadra Luque; 1868). Del mismo modo, Diego Barros Arana en su obra Elementos de Geografía Física, señala que Chile se “extiende de norte a sur, al occidente de la gran cordillera de Los Andes, hasta el Cabo de Hornos” muestra inequívoca que, para este autor, la Patagonia no formaba parte del país. Para el se trataba de un país casi desconocido cuya posesión se disputaban Chile y Argentina.

La falta de preocupación por fijar los derechos históricos sobre la Patagonia, se explica si se tiene presente que para la mayor parte de la sociedad ese territorio no tenía valor. Astaburuaga señalaba que: “es un vasto páramo de descampadas pampas, ... cuya superficie, casi sin ningún arbolado y de un terreno negruzco, se ve cubierta de espeso pasto resquebrajándose profundamente en verano, en que baten sin estorbo los ardientes rayos del sol a través de un cielo siempre despejado, y los secos vientos del sur”(Astaburuaga;1867).

Tampoco hay que olvidar que un científico tan reputado como Charles Darwin, que visitó la Patagonia en 1830, contribuyó a fijar esta noción al escribir: “La esterilidad se extiende como una verdadera maldición sobre todo este país, y hasta la misma agua, corriendo por un lecho de guijarros, parece participar de esta maldición. Hay también muy pocas aves acuáticas; pero ¿qué alimento podrían encontrar en esta agua que no da vida a nada” (Darwin; 1839).

Algo similar ocurrió con el límite norte de Chile pues el desierto de Atacama no fue valorado sino hasta el descubrimiento de “guano” y a partir de este hecho Chile intentó incorporar a su soberanía esta región mediante un decreto del presidente Manuel Bulnes en 1842.

En suma, según el uti posidettis de 1810 Chile se extendía de un océano a otro y abarcaba la mayor parte del cono sur. Sin embargo, la idea prevaleciente de la geografía de Chile era que su territorio se encontraba comprimido entre Los Andes y el Pacífico, entre los desiertos del norte y las selvas australes. La soberanía del mismo modo se limitaba al núcleo central, donde se originó y desarrolló la cultura mestiza que caracteriza el desarrollo histórico en el período colonial, o el Chile Huaso 88Tradicional como se le ha denominado.

Lo cierto es que más allá de estos límites existía un “territorio de nadie” o, más bien, “no civilizado”, es decir poblados de indígenas y pleno de selvas impenetrables e incultas o de desiertos en los cuales la supervivencia era muy difícil, a no ser que se descubriera alguna riqueza natural. Jean Pierre Blancpain utiliza la expresión “territorio inconcluso o inacabado”


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