Sergio Boisier Etcheverry
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Desde su fundación en 1541 la ciudad de Santiago ha sido el centro y la base de la dominación del espacio de lo que hoy es Chile: por su posición geográfica, en medio del territorio y con fácil acceso al llano que se extiende al sur del río Maipo, fue la base sobre la cual se constituyó el núcleo central del país. En sus orígenes, a pesar de ser destruida e incendiada por los naturales, pronto se constituyó en el lugar más seguro del reino de Chile.
Cuando las ciudades del sur estaban abatidas o en peligro muy grande sus vecinos terminaban refugiándose en Santiago. La dureza de la guerra y la imposibilidad de concluirla convirtió a Santiago en el único lugar de paz y tranquilidad. Este centro urbano era proveedor y sostenedor de la conquista. Santiago abastecía de soldados, comida, pertrechos, ropa y dinero para mantener la conquista de los territorios del sur. Armando de Ramón cita un documento donde un estratega indígena señala “sabed que a lo que vamos es a cortar de raíz donde nacen estos cristianos para que no nazcan más” (de Ramón; 2000).
Una característica que sería rescatada más tarde por John Friedmann, quien llamó la atención al despego del chileno al terruño, en contraste con su lealtad a la patria.
Especialmente después del desastre de Curalaba, en 1598.
No obstante, con el paso del tiempo y la demarcación de la frontera en el Bío Bío, la guerra terminó siendo un buen negocio para los comerciantes santiaguinos. El permiso dado por la corona para esclavizar a los indios de guerra proporcionó mano de obra adicional en un momento en que las encomiendas comenzaron a disminuir su número de indígenas tributarios. El establecimiento de un ejército permanente en la línea del Bío Bío era un mercado para los productos agropecuarios producidos en Santiago. Durante la segunda mitad del siglo XVII, era evidente que los burócratas y mercaderes estaban alcanzando los más altos lugares de la estructura social desplazando a los guerreros y encomenderos de la sociedad señorial.
Producto de la migración rural el incremento demográfico de Santiago era constante. La suavidad del clima y las bondades de su ubicación geográfica eran parte de los atractivos de este centro urbano. Muchos cronistas y viajeros destacaron el delicioso valle donde se encuentra Santiago. A fines del siglo XVII, la ciudad de Santiago no sólo mantenía su rango de capital sino que había afirmado en forma concluyente su primacía sobre el resto de las ciudades de Chile. Era la ciudad más rica, extensa y prestigiosa del país. De este modo se generó una especie de proceso de retroalimentación imposible de interrumpir y que ha durado hasta nuestros días. Por ser la más acaudalada atraía más población; por ser la más poblada atraía más capitales y comercio y por ser el primer centro comercial del reino atraía más riqueza y población. Todo ello contribuyó a que se transformara para el resto del país en un modelo que todos admiraban, imitaban y querían hacer suyo. En los siglos coloniales difícilmente se podía encontrar un centro urbano más abundante en todas las cosas necesarias para pasar una vida cómoda y civilizada.
De modo que, en los siglos coloniales, mientras la frontera del Bio Bio representaba la aventura, la oportunidad de establecerse y surgir, como también la barbarie y el pillaje, de algún modo Santiago era la imagen de la vida urbana, civilizada y culta. Con el transcurso de la guerra de Arauco y el establecimiento de la frontera del Bio Bio las hostilidades entre los araucanos y españoles prosiguieron, pero, al mismo tiempo, disminuyeron las hostilidades y se fueron estableciendo paulatinamente relaciones fronterizas caracterizadas por el entendimiento y el comercio de distintas especies. En este contexto, la ciudad de Concepción ejerció un rol espacial de bisagra pues en definitiva se convirtió en el centro urbano que debía finalmente administrar los recursos y prerrogativas derivadas de las actividades que ocasionaba el mantenimiento de la frontera del Bio Bio.
Ese rol se vería reflejado en su papel en las guerras de la independencia, pues, por Concepción ingresaron todos los ejércitos realistas y, como veremos, en esa región se originó el movimiento regionalista que derrocó a O’Higgins e instaló a Ramón Freire en el poder y con ello la idea de federalismo por algunos años. Por su parte, La Serena y Copiapó, desde los orígenes de la colonización hispánica se constituyeron como una zona bipolar pues además de la minería se desarrolló una actividad silvoagropecuaria que logró insertarse en el circuito comercial de Potosí, generando con ello una incierta autonomía de los poderes centrales que se reflejará en el período que se analizará, al menos en la elección de las autoridades regionales y otras prerrogativas relacionadas con la idea de constituir un gobierno provincial.