LAS COOPERATIVAS DE SEGUNDO GRADO COMO FORMA DE INTEGRACIÓN:
ESPECIAL REFERENCIA AL EFECTO IMPOSITIVO
Raquel Puentes Poyatos
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En el último siglo se ha producido un cambio radical en muchos aspectos de nuestra vida pero éste ha sido quizá más acusado en el entorno económico. Al respecto, podemos exponer una serie de razones que se están dando en el entorno económico y que bien podrían aplicarse igualmente a la mayoría de los sectores económicos:
A) APERTURA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA.
En los últimos años se ha visto intensificado el papel de la economía española tanto a nivel europeo como a nivel internacional. Esta característica que, a priori, podría considerarse como una oportunidad derivada de las ventajas que la teoría económica atribuye a una economía abierta, puede generar problemas. Aunque es cierto que una apertura de los mercados genera para una empresa posibilidades de exportación, que hacen que no se tenga ni se deba pensar en el mercado como en el territorio nacional solamente, la apertura también permite la entrada de empresas del exterior por lo que los sectores que no sean altamente competitivos pueden tener grandes problemas.
En el sector agrario, esta apertura de la economía nacional se ha visto enmascarada por la protección pública que ha amortiguado los efectos negativos de la misma mediante instrumentos tales como los precios de intervención o las subvenciones a la producción.
Pero el panorama futuro no se presenta muy alentador, ya que la situación actual va a sufrir importantes cambios, debidos principalmente a:
• Entrada de los llamados PECOS o países del Este y del Centro de Europa en la UE. Ello va a provocar con toda seguridad un incremento acusado de la competencia, con el problema añadido que se trata de países con un sector agrícola creciente y competitivo, y unos precios menores a los de nuestro sector. Esto debería ser, al menos, considerado por los agricultores como una llamada de atención a la modernización y a la competitividad.
• Reducción de las ayudas a los agricultores y reforma de la Política Agraria Común . En los últimos años se están produciendo reformas de la política agraria comunitaria, en gran parte motivada de la ampliación de la UE y, por otro lado, por el alto coste que supone sobre el presupuesto comunitario el mantenimiento de la situación actual.
Ante esta situación, el panorama puede ser poco alentador para las sociedades cooperativas agrarias caracterizadas por su pequeño tamaño y su falta de competitividad, lo cual se vería agravado por la previsible bajada de precios que podrían ocasionar los dos factores antes citados (entrada de nuevos países competidores en el mercado europeo y la reducción de la protección al sector agrario). Sin embargo, esta situación que puede suponer una amenaza para las sociedades también se puede convertir en una fuente de oportunidades, siempre y cuando sepan detectarlas y se anticipen a ellas, logrando de esta manera una ventaja competitiva sobre sus competidores. La forma más rápida para adaptarse, ya es conocida por todos: la integración cooperativa, vía creación SCSG o bien llevando el principio de intercooperación a su máximo desarrollo, a través de la fusión.
B) TENDENCIA A LA CONCENTRACIÓN EMPRESARIAL.
Actualmente, la economía española genera una corriente de concentración empresarial en muchos sectores. Podemos afirmar que este fenómeno que se ha vivido, no es ni mucho menos, particular de nuestra economía sino que se da o se ha dado en todas las economías desarrolladas. Se trata, por tanto, de una característica común al desarrollo económico cuyas razones las podemos encontrar en:
1) Búsqueda de economías de escala que se producen a medida que aumenta el volumen de producción por la reducción de los costes fijos.
Pero no sólo se producen economías de escala en el área de producción, pues tal y como indica Fernández Rodríguez (2003, 4) “... hay muchos sectores donde es mayor la escala eficiente de la I+D que de producción o distribución. Las ventajas de la escala en las actividades innovadoras son cada vez más importantes si se desea mejorar e introducir nuevos productos que satisfagan cada vez mejor las necesidades de los clientes, lo que ayuda a diferenciar la oferta del grupo”.
2) Posibilidad de acceder a medios de gestión más eficientes.
3) Explotación de interrelaciones y búsqueda de sinergias.
El grupo permite explotar interrelaciones entre las diferentes empresas y aprovechar los recursos actuales para entrar en mercados o negocios que individualmente no sería factible.
4) Acceso a fuentes de financiación.
La credibilidad económica de las empresas, en gran parte, está íntimamente relacionada con su tamaño empresarial. Así, una mayor dimensión incrementará ésta y facilitará el acceso a mayores y mejores fuentes de financiación. En este sentido, las sociedades cooperativas tienen problemas para obtener financiación, derivados, tanto por su menor tamaño empresarial como por la singularidad de su forma jurídica, situación que se solventará vía integración.
5) Mayor poder de mercado, tanto frente a los proveedores como frente a los consumidores.
En este sentido, Mozas Moral (1998, 362) indica que la razón base que ha influido en las SCPG para tomar la decisión de integrarse o no es “... la posibilidad de mejorar el poder de negociación en la venta del producto, intención principal por la que los legisladores en materia cooperativa crearon esta estructura de segundo grado”.
6) Posibilidad de llevar a cabo actividades y hacer frente a proyectos en los que se necesita una alta inversión.
7) Incremento del poder frente la competencia.
Estas razones económicas de orden general podrían explicar las razones que mueven a las sociedades cooperativas, al igual que al resto de empresas, a integrarse o a concentrarse, pero es que además existen una serie de condicionantes que son particulares del sector y que los podríamos concretar en los siguientes:
Se han producido importantes cambios en la demanda.
Al demandar productos (y sobre todo productos agrícolas) los consumidores no se conforman con cualquiera de ellos. Buscan un producto ampliado: sujeto a un proceso de transformación, con una imagen de marca de calidad, accesible en los lugares donde compran habitualmente, que presente una serie de variedades sobre uno genérico, adecuado al uso que se le pretenda dar.
Además, vivimos en la actualidad una exigencia por parte de los consumidores en la búsqueda de seguridad en el consumo y de respeto al medioambiente, frente al uso masivo de fitosanitarios para incrementar la productividad de la agricultura. Los agricultores deben entender que han de ofertar al mercado productos que garanticen al consumidor, no solo que no sean perjudiciales para su salud, sino que sean beneficiosos. Nos estamos refiriendo a la creciente importancia de los productos ecológicos y enriquecidos. En este sentido Juliá Igual y Meliá Martí (2002, 180) indican que “La agricultura orgánica y biológica está teniendo un crecimiento importante, y si bien todavía su significación es escasa, los consumidores parecen apreciar esta práctica agrícola con una predisposición a una diferenciación en los precios claramente favorables a estos productos”.
Ante esta situación podría pensarse: ¿No vienen los productos ecológicos a contradecir la hipótesis de que los consumidores buscan productos cada vez más elaborados?. Muy al contrario de lo que pueda parecer los productos denominados ecológicos ratifican el hecho de que el consumidor busca un producto diferenciado en este caso, no por una mayor transformación sino por un cuidadoso proceso de producción que garantice su naturalidad, pudiendo deberse los cambios apuntados en la demanda de productos agrícolas a las siguientes circunstancias:
- Excedentes de producción existentes en la actividad agrícola, que hacen que los productos sean muy accesibles al consumidor tanto en cantidad como en precio.
- Cambios en el nivel de renta que llevan a alteraciones en los gustos de los consumidores.
- Mayor preocupación de los consumidores por el cuidado de su salud y por el mantenimiento del medio natural.
Podemos decir que, el agricultor como todo empresario que pretende sobrevivir en un mercado competitivo debe orientarse al mercado y no al producto; esto es, no podemos pretender vender lo que producimos sino que debemos producir aquello que sabemos que va a venderse.
Actualmente, la mayoría de las sociedades cooperativas agrarias, como reunión de agricultores individuales, basan su esfuerzo en una constante preocupación por incrementar las cantidades de producto, pensando que en ello estará la solución a sus problemas, sin tener en cuenta acciones claves como la transformación del mismo o su comercialización. Esto es lo que viene a explicar el alejamiento tan acusado entre productores y mercado final, es decir, entre agricultores y consumidores.
Nuevas formas de organización en la distribución de productos agroalimentarios: grandes cadenas de distribución.
En una economía abierta como en la que vivimos, las grandes multinacionales de alimentación juegan un papel clave, en tanto, que son empresas que gestionando sus activos globalmente, consiguen una gran influencia sobre el consumidor final, pero no solo frente a él sino frente a todos los eslabones de la cadena agroalimentaria.
Son empresas caracterizadas por la concentración de su capital, que actúan en distintos sectores de productos agroalimentarios y que mueven grandes volúmenes de negocio.
A esta situación hay que añadir que una de las principales características del sector agrario es el alto grado de dispersión que existe dado el gran número de pequeñas explotaciones frente a lo cual contrasta la gran concentración del siguiente eslabón de la cadena de distribución. Siendo este eslabón el derivado de adquirir el producto del agricultor, y realizando sobre el mismo actividades de transformación, comercialización o simplemente envasado, se adueñan de valor añadido. Ésta es la razón que lleva a Montero García (1991, 23) a afirmar que “Las cooperativas agrarias deben presentarse unidas en los mercados mundiales, junto a las empresas multinacionales, aplicando en toda su extensión el principio de intercooperación, pues será el medio para conseguir que los cooperadores agrarios no sean marginados y utilizados por la organización del sistema agroalimentario”.
Este hecho viene a manifestar una gran diferencia de poder de negociación entre los agricultores y los grandes distribuidores que son los que realmente pueden imponerse. Los agricultores tienen que ceder frente a precios, plazos, producción y demás condiciones, quedando éstos relegados casi a meros asalariados de las grandes empresas.
En tal sentido se pronuncia Parras De Mas (1974, 91) cuando señala que se tomó hace unos años como solución al problema que acabamos de exponer lo que dio en llamarse “pseudo-integración” mediante fórmulas que intentaban ser de integración vertical.
Las grandes empresas transformadoras y/o comercializadoras facilitaban el acceso a la financiación, a la maquinaria, a los abonos y a las semillas de calidad quedando la producción del agricultor “colocada” en esta empresa. Esta situación, que en un principio podría parecer beneficiosa para el agricultor, relega al mismo a una dependencia tal, que pasa a no ser más que un asalariado para la empresa, imponiendo ésta todas las condiciones de compra a éste y quedándose el valor añadido en manos de la gran empresa. Ante ésto los agricultores, ¿qué pueden hacer? La respuesta está en la integración, la cual les permitirá ganar poder de negociación con las grandes cadenas de distribución alimentaria.
Fernández Méndez (1996, 11) señala que “La integración en grandes cooperativas de tipo comercializador debe tener como fin último la creación, (...) de sus propias redes de distribución agroalimentaria. Mientras (...) las agrupaciones cooperativas deben marcarse como objetivos intermedios su participación en estas redes de distribución ya establecidas, y la consecución de acuerdos ventajosos para la comercialización de sus productos haciendo valer para ello la gran concentración de su oferta”.
El nivel de renta de los agricultores está por debajo del nivel de renta de la economía en general.
Los agricultores no pueden hacer depender sus ingresos de las subvenciones comunitarias, más aún, dado el panorama futuro de desproteccionismo y de reducción de las subvenciones que se prevé en el marco de una reforma de la PAC. Deben optar por llevar a cabo funciones de transformación y comercialización de su producto en el ámbito nacional con proyección internacional, dado que estas dos actividades son las que generan un mayor valor añadido y, por tanto, las que pueden incrementar sus rentas, haciéndolos así menos dependientes de una economía subvencionada.
Para conseguir que los agricultores se planteen la posibilidad de llevar a cabo nuevas actividades de diversificación, más allá de la simple producción agraria, que le acerquen al mercado y les proporcionen una posición competitiva en él, es necesario, en primer lugar, un cambio de mentalidad que en la mayoría de los casos no se ha conseguido con la pertenencia a una sociedad cooperativa de base. Esta situación que en otros sectores puede parecer tan básica como es la mentalidad empresarial, se considera en el sector agrario como un obstáculo, a veces, insalvable para llevar a cabo cualquier tipo de avance.
De esta manera, si conseguimos que el agricultor piense como empresa y busque una mayor adaptación y acercamiento al mercado podría solucionarse el problema del diferencial de rentas.
La integración cooperativa puede concebirse como medio para llevar a cabo esta diversificación de actividades, ya que la realización de actividades transformadoras y comercializadoras necesita de grandes desembolsos de capital inalcanzables para un agricultor o, incluso, para una sociedad cooperativa de base. Pero el papel de la SCSG (forma de integración que consideramos idónea) va más allá ya que quizás sea más importante la labor de información y de cambio de mentalidad que puede realizar sobre el sector.
Junto a las anteriores razones económicas que lleva a las sociedades cooperativas a iniciar procesos de integración, existen otras de gran calado empresarial, como son el acceso a fuentes de financiación y el empleo de las nuevas tecnologías de la información y comunicación.
Acceso a fuentes de financiación.
Como hemos puesto de manifiesto anteriormente, las empresas de la economía social, y en concreto las sociedades cooperativas, no tienen un fácil acceso a la financiación del mercado, derivada de la falta de credibilidad como consecuencia de su forma jurídica, de su reducida dimensión y de su débil estructura financiera, lo cual condicionará su crecimiento, competitividad y supervivencia.
Ante semejante situación, las sociedades cooperativas han de responder por la vía del crecimiento, agrupándose en estructuras superiores –SCSG–, que las consoliden y les den prestigio en el mercado. En este sentido Fernández Rodríguez (2003, 9) señala que “La forma más simple de mejorar la captación de fondos consiste en formar un grupo. De esta manera se obtienen varias mejoras:
La solidaridad financiera entre las empresas del grupo, de manera que las excedentarias proveen de fondos a las que los necesitan.
La consecución de un tamaño mínimo, que permite acudir a los intermediarios financieros con mayores garantías y menores costes.”.
Acceso a las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC).
Las sociedades cooperativas agrarias necesitan renovar los equipos y adaptarse a las condiciones de calidad, variedad y gestión que plantea una competencia cada vez más acusada. Aunque podamos pensar que las empresas agrícolas no necesitan de tecnología punta para desarrollar su proceso de producción, el entorno de crecimiento tecnológico en que actúa cualquier empresa hace que todas deban subirse al carro de las nuevas tecnologías.
Igualmente, las sociedades cooperativas deben de adaptar su forma de funcionamiento y gestión también a éstas. Una herramienta base es el uso de Internet, el cual no se limita únicamente a servir como medio de comunicación o publicitario, sino que va más allá permitiendo que sea un medio de comercialización directo con el consumidor final; de nexo de unión con otras sociedades cooperativas o entidades, y además de servir de instrumento de gestión empresarial. Mozas Moral y Bernal Jurado (2001, 135) afirman que “... las cooperativas agrarias-agroalimentarias no deben perder de vista las nuevas tecnologías ya que, como empresas que son, deben incorporar todo aquello que les ofrezca una mayor competitividad con respecto al resto de sus rivales y la utilización de las nuevas tecnologías se ha constatado que es una buena opción de futuro”.
Las aplicaciones tecnológicas en los procesos de producción y transformación así como la incorporación al ámbito de la gestión, exigirán la realización de unas inversiones que en opinión de Vargas Sánchez (1993, 134) “... requiere una dimensión y una capacidad financiera que en la generalidad de los casos está fuera del alcance las cooperativas individualmente consideradas”. En consecuencia, la constitución de SCSG permitirá compartir inversiones, diversificar riesgos y acceder a aquellas tecnologías que individualmente resultan inalcanzables, evitando con ello la infrautilización de medios e instalaciones.