2.2.1.A. El principio cooperativo de intercooperación.

Antes de profundizar en las distintas causas de integración para las sociedades cooperativas hemos de indicar que aun cuando la no integración del cooperativismo no viniera impuesta de una manera más o menos forzada por la necesidad de supervivencia en una economía competitiva, la propia definición de empresa cooperativa nace ya como “... embrión concentrador de esfuerzos dispersos” tal y como apunta Parras De Mas (1974, 94). Pero este carácter integrador no puede frenarse en su primera fase (correspondiente a la sociedad cooperativa de base), no debe recoger solo a las personas socios sino que debe ir más allá como elemento integrador, a su vez, de sociedades cooperativas en unidades mayores que hagan frente a sus necesidades.

Este razonamiento viene expuesto en la esencia de los principios cooperativos que la definen, ya que el principio de intercooperación, el sexto principio cooperativo, hace precisamente referencia a la necesidad que tienen las sociedades cooperativas de trabajar conjuntamente mediante estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales. Este principio, tal y como expone Ballestero Pareja (1990, 192) establece que “una cooperativa no será tal, si no colabora con otras y está dispuesta a asociarse con ellas en el plano de unos intereses comunes”.

Este principio de la intercooperación no aparece regulado expresamente en la LC, aunque sí se hace mención al mismo en la LSCA en su artículo 2.2.

Consecuentemente, podemos decir que, en la medida en que podemos conjugar razones económicas y/o sociales, con la especial naturaleza que sin duda poseen las sociedades cooperativas y con el cumplimiento de sus principios cooperativos, la integración se hace viable y, sobre todo, necesaria.