Mauro Alberto Sánchez Hernández
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La rendición de cuentas, en su dimensión de respondabilidad, apunta a la creación de transparencia (aunque siempre relativa, nunca absoluta). Su exigencia de información y justificación aspira a iluminar la caja negra de la política. En esto resulta afín a nociones como vigilancia, supervisión y monitoreo. Pero nuevamente se trata de un proyecto menos ambicioso. Los agentes de la rendición de cuentas no pretenden saber y vigilar todo. Aceptan que no se puede realizar nada que se parezca a una supervisión comprensiva y cercana de la gestión pública. Aceptan que la transparencia, por más que se haga realidad, es una aspiración que siempre encontrará obstáculos que no se puedan franquear y límites que no se quieran traspasar. Es más, podemos pensar en la rendición de cuentas como una manera para convivir con nuestra inevitable ignorancia. Las exigencias de cuentas se ocupan y preocupan precisamente por todo lo que no observamos ni podemos observar en política.
LA RENDICIÓN DE CUENTAS DEBE APOYARSE EN UN ANDAMIAJE CUIDADOSAMENTE CONSTRUIDO DE REGLAS. PERO NO PRETENDE SOFOCAR EL EJERCICIO DE PODER EN UNA CAMISA DE FUERZA REGULATORIA.
SI LA INFORMACIÓN FUERA PERFECTA Y EL EJERCICIO DEL PODER TRANSPARENTE, NO HABRÍA NECESIDAD DE EXIGIR CUENTAS A NADIE.
CUANDO AGENTES DE RENDICIÓN DE CUENTAS SE METEN EN LOS MUNDOS ÍNTIMOS DEL PODER, EN SUS SÓTANOS Y SUS CLÓSETS, PRETENDEN ABRIR ESPACIOS CERRADOS QUE DEBERÍAN ESTAR ALUMBRADOS POR LUZ PÚBLICA.