Mauro Alberto Sánchez Hernández
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Ranjana Mukherjee y Omer Gokcekus
Si, como se cree habitualmente, las mujeres son menos corruptas que los hombres, aumentar la representación de las mujeres en la administración pública reducirá la corrupción de ese sector. Sin embargo es poco lo que se sabe acerca de las posibles conexiones entre corrupción y participación de las mujeres en el gobierno. Se han hecho previamente dos estudios para determinar si la corrupción está vinculada con la proporción de mujeres en el mercado laboral o en la representación parlamentaria de un país. Nuestro objetivo fueron las instituciones del sector público; este estudio analiza si la corrupción en esos organismos se vincula con el porcentaje de mujeres empleadas en ellos.
La investigación se basa en respuestas a encuestas de casi 4.000 funcionarios públicos de 90 organismos estatales en seis países: Argentina, Bolivia, Bulgaria, Guyana, Indonesia y Moldavia. Se le preguntó a los empleados de organismos públicos sobre su contexto institucional, incluyendo la extensión de la corrupción y la posibilidad de ser denunciada 23. Usamos las respuestas a las encuestas para calcular los indicadores de corrupción para cada organismo público. Luego comparamos el nivel de corrupción del organismo con la cantidad de mujeres empleadas en él.
Reconociendo que los funcionarios consultados estaban transmitiendo percepciones acerca de un tema sensible, chequeamos la confiabilidad de las informadas percepciones de los funcionarios con el Índice de Percepción de la Corrupción 2001 de TI (IPC), que no está basado en autodiagnósticos. Como lo muestra el cuadro 1, descubrimos que las percepciones de los funcionarios eran coherentes con el IPC. También buscamos otras desviaciones, como la sub o sobreestimada corrupción de las mujeres: como lo indica el cuadro 1, descubrimos que la percepción del personal público femenino era muy similar a la del masculino.
Constatamos la existencia de una relación estadísticamente significativa entre género y corrupción en los organismos del sector público. El nivel de corrupción desciende inicialmente a medida que aumenta el porcentaje de personal femenino, pero sólo si las mujeres siguen estando en minoría. Tras un cierto umbral, aumentar la proporción de mujeres revierte la tendencia a que se reduzca la corrupción: la corrupción aumenta cuando las mujeres se convierten en mayoría en un organismo, como lo muestra la figura 1. En otras palabras, tener demasiado pocas o demasiadas mujeres se asocia con un incremento en la extensión de la corrupción. Más aún, el equilibrio entre hombres y mujeres parece disminuir la corrupción de una organización.
La figura 2 muestra que, en cuatro de los seis sectores públicos estudiados (Argentina, Bulgaria, Guayana e Indonesia), los organismos con cantidad de mujeres menor al promedio tenían niveles más altos de corrupción que aquellos donde el personal femenino estaba por encima del promedio. Se demostró cierto lo contrario en Bolivia y Moldavia. Sin embargo, cuando fueron encuestados los 90 organismos del sector público –de los seis países–, descubrimos que aquellos con menor representación femenina tenían más corrupción que aquellos donde la representación era mayor.
Estas comprobaciones sugieren que los países con menor proporción de mujeres en la fuerza de trabajo (Argentina, Guyana, Bolivia e Indonesia entre los seis países que hemos estudiado) se beneficiarían con un aumento de la proporción femenina en los organismos públicos. Pero en aquellos donde existe un amplio porcentaje de mujeres en empleos públicos (Bulgaria y Moldavia en nuestro estudio), reclutar más mujeres resultaría en un aumento de la corrupción en esos organismos.
Figura 2: Extensión de la corrupción en organismos públicos con un número mayor o menor al promedio de personal femenino.
Una posible explicación a esta conclusión es que los niveles de corrupción tienen más que ver con la dinámica grupal que con el género. También reconocemos que la dirección de la causalidad puede en realidad ser la contraria de lo que suele suponerse: la corrupción puede ser efectivamente la causa de un desequilibrio de la representación de hombres y mujeres en el sector público.