Mauro Alberto Sánchez Hernández
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John Bray
Las empresas internacionales tienen un papel importante que jugar en la lucha contra la corrupción. En el peor de los casos, al pagar sobornos con demasiada facilidad ayudan a perpetuar el problema. En el mejor de los casos, pueden servir de agentes positivos para el cambio implementando altas exigencias para sus propias operaciones, y usando su influencia para promover reformas. Pero, actuales opiniones de los empresarios16. ¿qué piensan realmente los empresarios respecto de la corrupción? En agosto y septiembre de 2002, el Control Risks Group encargó una encuesta sobre las actitudes empresarias en seis jurisdicciones.
En conjunto con Control Risks, IRB Ltd realizó un total de 250 entrevistas telefónicas con 50 empresas de Gran Bretaña, Alemania, Países Bajos y los Estados Unidos, y de Hong Kong y de Singapur. Todos los consultados tenían alto poder de decisión y participaban de o estaban próximos al directorio, y todas las empresas operaban internacionalmente.
Los consultados representaban ocho diferentes sectores comerciales: bancos y finanzas; obras públicas/ construcción; armas y defensa; petróleo, gas y minería; telefonía; generación de energía; comercio y medicamentos. Control Risks había encargado una encuesta similar en 1999 con una muestra más pequeña.
Los consultados dejaron en claro que el delito puede tener un impacto muy importante en el éxito comercial (véase cuadro.1). Más de la mitad de las compañías de Hong Kong y Singapur habían perdido negocios en el año anterior porque un competidor había pagado sobornos. La cifra resultó menor para las empresas de Estados Unidos y Europa, pero, aún así, una cuarta parte de las empresas británicas pensaba que había perdido negocios a manos de competidores corruptos en los últimos cinco años.
El sector más afectado fue obras públicas/ construcción: alrededor del 40 por ciento de las empresas creía que habían perdido negocios a manos de competidores pagadores de sobornos en el último año, y alrededor del 55 por ciento en los últimos cinco años.
El conocimiento general de la Convención Anti Sobornos de la OCDE es escaso, a pesar de que la nueva legislación incorporada como resultado de la convención está comenzando a tener efectos sobre el pensamiento empresario. La encuesta sugirió que el 68 por ciento de las compañías británicas estaban familiarizadas con las nuevas leyes anticorrupción de su país, y como resultado más de la mitad había revisado sus prácticas empresariales.
En respuesta a una pregunta aparte, el 84 por ciento de las empresas británicas afirmó haber prohibido los pagos para abrir puertas (“dinero rápido”), comparado con sólo el 60 por ciento en la encuesta de 1999: las nuevas leyes británicas no hacen distinción entre esos pagos y otras formas de sobornos. Por el contrario, las compañías alemanas parecen más cínicas: el 52 por ciento de los consultados estaban al tanto de la nueva legislación nacional, pero sólo el 24 por ciento había revisado sus prácticas empresariales.
Si se prohíben los sobornos directos, las compañías buscarán otro modo de ejercer su influencia. Algunas de estas operaciones son legítimas, otras más discutibles. Uno de los temas más sensibles es el uso de intermediarios, así como de agentes, consultores y socios accionistas. La encuesta apunta a una difundida creencia de que las compañías estadounidenses y sus colegas de otros países de la OCDE usan “ocasionalmente” o “regularmente” a esos intermediarios como un medio de eludir las leyes anticorrupción.
Del mismo modo, hubo una percepción general de que tanto las empresas estadounidenses como las de los países de la OCDE obtienen ventajas como resultado de las presiones políticas de sus gobiernos, ya sea “regularmente” u “ocasionalmente” (véase cuadro 2). Este tema será más controversial en el futuro. Las embajadas juegan un valioso rol en ayudar a las compañías a identificar aperturas de nuevos mercados, y las presiones políticas del gobierno de origen pueden ayudar a las empresas a resistir las demandas de soborno. Sin embargo, las presiones que son vistas como inapropiadas pueden crear problemas. Si se piensa que una empresa o proyecto debe ser “impuesto” al país anfitrión, se puede llegar a un retroceso.
Las opiniones de los encuestados respecto del futuro fueron variadas. En general, casi la mitad creía que los niveles actuales de corrupción se mantendrían iguales. Los holandeses fueron más optimistas, con un 42 por ciento de consultados que creía que esos niveles descenderían. Los más pesimistas estaban en Hong Kong, con un 48 por ciento de consultados que creía que los niveles actuales seguirían iguales y un 42 por ciento esperando un incremento.
La magnitud del desafío de vencer a la corrupción fue adecuadamente resumido por un encuestado estadounidense: “En la superficie pareciera que estamos ganando, pero en lo profundo es como la seguridad de Internet. La gente la mejora, pero luego otra gente se las arregla para estropearlo todo”.