PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO
José Luis Hernández Suárez
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En tercer lugar, pero no menos importante, están los desastres naturales, como inundaciones y sismos en las partes costeras del país, mayormente en los estados del sur y centro, las cuales sólo trajeron desgracia para la población de esos lugares. Lo grave del asunto, en términos de generación de empleo es que estos fenómenos naturales vinieron a reforzar las presiones migratorias en entidades donde la migración no era lo bastante significativa. Esto se da en el momento en que enormes cantidades de población se quedan sin nada para sobrevivir, sólo con la ayuda de poca monta y corta duración en la forma de empleos temporales de gobierno y el suministro de alimentos, lo cual a todas luces es insuficiente.
Con toda razón se podría decir que ese tipo de eventos naturales siempre han existido en esas zonas del país. Pero interesa traerlos a colación porque en la medida que las condiciones de la población empeoran en la fase del crecimiento absoluto los desastres naturales adquieren mayor intensidad. La fuerza destructiva de la naturaleza es potenciada por relaciones sociales en las que los trabajadores sufren brutalmente la embestida del capital y la baja capacidad financiera y técnica para enfrentar la situación.
El Secretario de Agricultura en 1997 informaba que en México se siembran 20 millones de hectáreas al año y se pierden entre 200 mil y 300 mil debido al “temporal errático”, pero en ese año el clima fue tan adverso que se estimaba en casi 700 mil hectáreas afectadas a nivel nacional, ya sea por exceso de lluvia o por carencia de ella.
Tan sólo por efecto del huracán Paulina, en Chiapas la cosecha de café se redujo en 50% en 1998, lo cual se combinó con una caída de 210 a 120 dólares por cien libras del aromático que en México se paga en función de las cotizaciones internacionales, resultando afectados más de 300 mil cafetaleros del país, las dos terceras partes concentrados en Chiapas, Oaxaca y Veracruz, más de la mitad indígenas.
Ante las desastrosas lluvias en el sureste en octubre de 1999 que destruyeron casas, y miles de hectáreas de cultivos, en noviembre alcaldes de la frontera norte se reunieron en Ciudad Juárez, Chihuahua, con el fin de pedir al gobierno federal un presupuesto extra para atender a los cientos de migrantes damnificados que se habían desplazado por las lluvias. Es de suponerse que varios pensaban cruzar la frontera con Estados Unidos en cuanto pudieran, si no, entonces ¿por qué iban al norte?
El desastre provocado por las lluvias fue de tal magnitud que tan sólo en el municipio serrano de Metztitlán, Hidalgo, de 22 mil habitantes, el 80% de los trabajadores quedaron sin empleo dado que la gran mayoría tiene por ocupación la agricultura y las 5,200 hectáreas de cultivo estaban anegadas y cientos de viviendas destruidas. Las inundaciones fueron tan graves que en algunos pueblos estaban totalmente cubiertas de agua las viviendas y los postes de energía eléctrica apenas asomaban la punta.
Agricultores de “toda la vida” calculaban que no habría trabajo en la agricultura en por lo menos un año, pues primero se tendrían que nivelar las tierras para la labranza y luego limpiar. Por lo pronto se esperaba que el programa de empleo temporal para rehabilitar las comunidades comenzara a funcionar, con un pago diario de 26 pesos. Poco más de dos semanas después se reportaba que adultos y jóvenes de este municipio y la mayoría de los demás del estado de Hidalgo se habían visto obligados a salir rumbo a Estados Unidos en busca de empleo.
En esa misma temporada en el municipio de Gutiérrez Zamora, Veracruz las lluvias afectaron a tal grado las comunidades que se incrementó el desempleo, la migración y la delincuencia porque:
...las fincas no se pueden recuperar con facilidad. En los ranchos donde los árboles quedaron devastados, éstos tardarán cinco años en crecer y empezar a producir, mientras que los platanares se llevan un año, pero para rehabilitar todo se requiere dinero que no tienen.
Al día siguiente y por las mismas lluvias, la misma periodista que escribió la nota anterior notificó de la difícil situación por la que atravesaban dos pueblos de 60 mil habitantes cuyos ingresos dependen del turismo.
Ahora bien, se ha dicho que los pobres no emigran, y que quienes lo hacen son personas que de alguna manera cuentan con algunos recursos económicos y contactos en el “otro lado”. Sin embargo también es innegable que los procesos de empobrecimiento de capas de población que habían venido contando con ingresos más o menos suficientes para llevar una vida aceptable en sus pueblos han presionado fuertemente a grandes contingentes a irse a los Estados Unidos con la esperanza de acceder a un nivel de ingresos que en México se ha perdido.
Estos fenómenos naturales acabaron con cultivos, grandes cantidades de ganado, casas y en general con las fuentes de sustento de mucha gente. Por eso también aumentó la migración a muchas ciudades del país y hacia las regiones agrícolas del norte, presionando aún más los procesos migratorios a Estados Unidos desde todos los puntos del país al intensificarse la contradicción de la tendencia a la pérdida de empleos y la mayor demanda de estos por los trabajadores.