PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO
José Luis Hernández Suárez
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Ahora bien, en las zonas agrícolas del centro y norte del país las cosas no se pusieron necesariamente mejor que en el sur. Los sucesos que más afectaron la generación de empleo fueron las caídas de los precios de la producción, el retiro de subsidios y la persistencia de climas desfavorables caracterizados por agudas sequías y heladas.
Aunque en esta parte se encuentran los estados donde se originan los mayores flujos migratorios, es claro que la tradición de migrar hacia los Estados Unidos no fue suficiente, sino la carencia de oportunidades de empleo o la obtención de una vida digna a través del valor de las cosechas. En realidad históricamente la tradición de migrar se basa en la carencia de oportunidades de empleo que le eviten a la población caer en peores procesos de empobrecimiento.
La CIOAC calculaba que tan sólo en 1996 se habían perdido 250 mil empleos permanentes en el campo a consecuencia de la importación de 5 millones de toneladas de maíz por parte del gobierno federal. Pero ante la sequía de 1999 y el aumento del flujo de migrantes a los Estados Unidos que en todas las regiones áridas del país se reportaban, el entonces gobernador de Nuevo León, como respuesta a la petición de ganaderos de que se declarara zona de desastre al estado y se gestionaran apoyos a la federación, decía que la sequía no es ninguna novedad, ya que “...si el estado tiene 186 años de vida independiente, tiene también 186 años de sequía”, y además, “...la estrategia para mí no es el subsidio y el apoyo, es el trabajo de todos, y afortunadamente la mayor parte está respondiendo.” Ante su confianza en “el trabajo de todos” la preguntas obligadas son dónde y en qué.
Finalmente merece ser mencionado el impacto de los despidos en varias empresas ligadas al campo y los recortes presupuestales al sector, que si bien no demuestran que los cesados o algunos de ellos se hayan trasladado automáticamente a los Estados Unidos, si se refuerza la idea de que las presiones para hacerlo por ellos y otros más hayan aumentado al disminuir los márgenes de posibilidades de acceder a empleos dignos en el país, dado el crecimiento de la población sobrante. Por ejemplo, en 1996 se anunciaba la liquidación de contratos con 1,200 obreros que laboraban en los ingenios azucareros propiedad del Grupo Escorpión.
Recuérdese también la desaparición de la Cooperativa Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO) que implicó el despido de alrededor de tres mil trabajadores y lo que eso significó para los miles de productores que comercializaban sus cosechas a través de ella y la desaparición de los precios de garantía.
El presupuesto del programa Alianza para el Campo se redujo en 35% en 1998, y en algunos estados aún más, como en Guerrero, donde el recorte fue del 72.9%. Pero los estados más perjudicados fueron Chiapas, Veracruz y Puebla, por la enorme cantidad de café que se produce en ellos y los trabajadores que se ocupan en ese cultivo. Se preveía que se estaría afectando seriamente la generación de empleo en ese cultivo, en el que se crean millón y medio de empleos a nivel nacional.
Un testimonio interesante de un agricultor, pero ahora con relación al cultivo del maíz lo recogió Angélica Enciso en 1998 en Venustiano Carranza, Chiapas, donde los maiceros obtienen un rendimiento promedio de dos toneladas por hectárea en cada ciclo productivo y entonces las vendían en 2,700 pesos, lo cual les generaban ingresos diarios de sólo 15 pesos:
No basta cosechar el grano, eso no sirve. Con el dinero que nos pagan por dos toneladas de un producto que tarda seis meses en darse, ¿para qué nos alcanza? Para vivir vendemos artesanías, pescamos o muchos emigran, pero el maíz ya no es suficiente.
En general no es difícil encontrar testimonios de personas que planean irse a Estados Unidos rodeados de circunstancias en las cuales lo que predomina son la carencia de empleos y/o precariedad de los mismos, muchas de las veces reforzados por desastres naturales como las sequías o el exceso de lluvias.
Sin embargo, abundan las opiniones y estudios que afirman que muchos de los que emigran a Estados Unidos no lo hacen por problemas relacionados con el empleo sino por una cultura y tradición migratoria de hace décadas reforzada por lazos familiares y redes sociales, puesto que la mayoría de los que emigran tenían empleo en México.
La verdad es que cuando se analiza el tipo de empleos que esos trabajadores tenían en el país, caracterizados por su precariedad, esas afirmaciones se tienen que matizar. No hay que olvidar que desde sus inicios a fines del siglo XIX la migración de mexicanos a Estados Unidos fue laboral, y nunca dejó de serlo, que hasta se crearon varios programas para llevar trabajadores, como el Programa Bracero de la década de los cuarenta a los sesenta del siglo XX, que hasta hoy la inmensa mayoría de personas que se van a aquel país se encuentra trabajando, y si no, buscando trabajo.