PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO
José Luis Hernández Suárez
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Hemos visto en el capítulo I cómo en la fase de crecimiento absoluto se da una porfiada resistencia a generar empleos y que incluso existe una tendencia a que disminuyan porque al ser las exportaciones el pilar fundamental sobre el que se sostiene la estrategia de la acumulación, los capitales allí establecidos deben operar con una elevada composición del capital para poder mantenerse competitivos en el mercado internacional obligando a que los capitales que operan en el mercado interno hagan esfuerzos en el mismo sentido.
Víctor M. Figueroa advirtió claramente que en esta fase de acumulación “…el aumento de la producción va permanentemente acompañado de una caída del empleo en la manufactura.”
Este comportamiento es consustancial de la fase de crecimiento absoluto. Por ejemplo, un estudio observa que en comparación con las elevadas tasas de crecimiento del empleo y del producto manufacturero presentadas durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, “…entre 1980 y 1994 el empleo manufacturero decreció en promedio 0.4 por ciento anualmente, mientras que la producción del sector crecía a una tasa de 1.7 por ciento anual” lo cual refleja la fuerte racionalización de mano de obra en el sector a diferencia de la fase de crecimiento anterior.
Obsérvese que la tasa de crecimiento en el sector manufacturero no fue muy alta, como tampoco lo fue la de toda la economía en su conjunto, pues el Producto Interno Bruto (PIB) creció a razón de 1.2 por ciento en promedio anual entre 1982 y 1994 en tanto que la población que durante ese período se incorporaba al mercado de trabajo lo hizo a una tasa de 3.1 por ciento en el mismo período.
Aún y cuando entre 1984 y 1994 el PIB acumuló un crecimiento real de más de 23% López Gallardo señala que en ese período dicho crecimiento resultó insuficiente para generar la oferta de empleos que la población en edad de trabajar necesitaba. Notó que a partir de 1987 los aumentos de la producción no generaron aumentos significativos de la ocupación a pesar de estar acompañados de aumentos de la productividad del trabajo, la cual, sin embargo, más bien se debió precisamente a la tendencia a aumentar la producción en tanto que el empleo se mantenía estancado o disminuía. A esto él le llama “aumento espurio de la productividad del trabajo” aún y cuando reconoce que en el sector manufacturero sí hubo incremento real de la misma.
Es una característica intrínseca de la fase de crecimiento absoluto el crear, en general, bajas tasas de empleo que, combinadas con alto crecimiento de la fuerza de trabajo resultado de los elevados ritmos de crecimiento de la población en las décadas anteriores, ha hecho crecer la sobrepoblación a niveles absolutamente redundantes respecto de las necesidades de acumulación del capital.
Así, mientras la tasa de crecimiento de la Población Económicamente Activa (PEA) fue del 3.5% entre 1970 y 2000, la tasa de crecimiento anual de empleos remunerados en el mismo período sólo alcanzó el 2.7% y el excedente de oferta laboral respecto de los empleos remunerados generados fue de 5.3% en 1970 para pasar a 24% en el año 2000, habiendo sido superior a 10% a partir de 1986 , lo que muestra un déficit creciente en la generación de puestos de trabajo, especialmente a partir de la entrada en escena de la fase del crecimiento absoluto en la década de los ochenta.
Esto ayuda a entender el ascenso impresionante de la migración hacia Estados Unidos a partir de entonces, deviniendo ella en un atenuante de la sobrepoblación puesto que se estima que de no haber ocurrido migración alguna “...la brecha entre los puestos de trabajo remunerado y la población económicamente activa hubiera ascendido a alrededor de 40 por ciento en el año 2000.” Pero no se llegó a disminuir la presión de la sobrepoblación en las condiciones de trabajo y los salarios a través de la competencia por los empleos, dado que estos han continuado siendo escasos, mal pagados y precarios, manteniéndose así las condiciones idóneas para la expulsión de población.
Lozano dice que la diferencia entre la población mexicana que había en 1990 y en 2000 es de 4.5 millones de personas, a raíz de lo cual calcula un promedio de 450 mil mexicanos que emigraron definitivamente a Estados Unidos en el período de 1990-2000, pero considera que, aún tomando las cifras oficiales de que el promedio de migrantes fue de 310 mil en promedio anual, la tasa anual de crecimiento de la población en México hubiera sido de 1.9% y no de 1.6% si esta población hubiera permanecido en México.
Las condiciones de expulsión de trabajadores estaban bien afianzadas, por eso, con base en los consistentes cálculos de Lozano es más creíble que entre el año 2000 y el 2005 hayan emigrado a Estados Unidos 575 mil mexicanos en promedio anual según calculó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y no 400 mil como se reportó oficialmente en abril de 2007. Aunque posteriormente el CONAPO cambió drásticamente la cifra a 570 mil emigrantes en promedio anual para los tres primeros años del siglo XXI.
De este modo, no solamente hay que decir que el crecimiento del PIB resultó insuficiente para generar empleos, como dice López G. sino además que la forma como está organizada la acumulación, sustentada en el sector exportador con un total abandono del mercado interno, no puede generar los empleos que demandan los trabajadores. De hecho eso va contra la estrategia de crecimiento, contra su esencia, que consiste más bien en la degradación de los trabajadores.
Conforme a nuestro marco teórico diremos que en México, en tanto país subdesarrollado, el crecimiento del producto siempre resulta insuficiente debido a las transferencias de valor hacia el desarrollo por la compra ineludible de los productos del trabajo general y que por lo tanto son transferencias de capacidad de inversión.
Pero como hemos visto, en la fase del crecimiento absoluto, la forma como se organiza el crecimiento del producto profundiza la insuficiencia en la generación de empleos porque el capital exige un mayor ahorro de mano de obra y de los costos salariales, al fin y al cabo la producción de los capitales que lideran la estrategia habrá de realizarse en el exterior, provocando con ello, además del aumento del desempleo, la caída del salario y un constante deterioro de las condiciones de trabajo.
Así, en un estudio de Banamex-Citigroup sobre la economía mexicana en los primeros meses del año 2005 se decía que el avance económico:
…convive sin una generación sustancial de empleos […] disminuyó marginalmente el número de trabajadores subordinados y remunerados, así como el de empleadores; mientras aumentaron de manera importante los trabajadores por cuenta propia (autoempleo) y los trabajadores sin pago, ocupaciones que se dan mayoritariamente en la informalidad […] también sorprende la disminución en la tasa de ocupación que identifica a la población que está dispuesta a trabajar más horas…lo que de acuerdo con nuestras estimaciones involucra a poco más de 500 mil ocupados que modificaron su actitud.
Esto es, aunque crecía el producto, no crecía la ocupación, pero sí la población que está forzada a trabajar más horas para hacer frente a sus gastos familiares, no por actitud, sino por necesidad.