PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO
José Luis Hernández Suárez
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP
(265 páginas, 629 kb) pulsando aquí
Esta página
muestra parte del texto pero sin formato.
Vale la pena mencionar que las estimaciones efectuadas por el Banco de México sobre el monto de las remesas que llegan a nuestro país han despertado serias dudas sobre si en verdad son remesas familiares en su totalidad como dicha institución las denomina.
Por tratarse de transacciones económicas internacionales, el flujo de remesas se registra en la Balanza de Pagos de los países. De acuerdo al FMI, la mayor parte de las remesas se registran en la partida Remuneración de empleados (Compensation of employees), Remesas de trabajadores (Workers' remittances) y Transferencias de migrantes (Migrant's transfers). Sin embargo, Rodolfo Tuirán, siendo Secretario General del CONAPO, y otros investigadores planteaban en el año 2000 que los 6,572.8 millones de remesas registradas por el Banco de México podrían estar subestimadas, dado que es difícil identificar a los remitentes, la cuantificación de los montos transferidos a través de las distintas modalidades (los medios de envío), hasta el registro del flujo de remesas en las cuentas nacionales, lo cual apuntaría a que en realidad el monto de las remesas podría ser mayor.
El Banco de México realiza las estimaciones de remesas en la Balanza de Pagos, básicamente en dos partidas:
Remesas familiares, dentro del renglón Transferencias, y Otros, en el renglón de Servicios Factoriales. En la primera se registra la mayoría de las transferencias que reciben los hogares del país de los mexicanos que residen habitualmente en Estados Unidos (de manera autorizada y no autorizada), los envíos a México de estadounidenses descendientes de mexicanos, así como las remesas de migrantes temporales mexicanos. Por su parte, en el rubro Otros del renglón Servicios factoriales, se contabiliza (más no se discrimina) el flujo de divisas que entra al país por concepto del trabajo en Estados Unidos de los commuters.
Pero en el año 2005 Tuirán, siendo subsecretario de la Secretaría de Desarrollo Social, no estaba de acuerdo con las cifras de remesas familiares reportadas por el Banco de México, ahora ya no porque consideraba que las subestimaba, sino que según sus cálculos a partir de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares de 2004 y la Encuesta Nacional de Empleo de 2002, estaban sobreestimadas en un 50% ya que en realidad en el año 2004 habían sido sólo 8,300 millones de dólares, la mitad de lo que había reportado el Banco de México. A su juicio el problema radicaba en que esta institución estaba difundiendo la captación de transferencias de una persona física a otra, pero ello:
…no garantiza que son cien por ciento remesas familiares […] se están midiendo remesas familiares y otras transferencias, se están midiendo probablemente transferencias encubiertas donde hay pagos por bienes y servicios que deberían aparecer por otra ruta, pero que están apareciendo aquí.
Por su parte Rodolfo Corona también ha cuestionado las estimaciones de remesas del Banco de México basándose en resultados de la encuesta simultánea al Conteo de Población y Vivienda, 1995; la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH); la Encuesta Nacional sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF) y la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID97) a partir de las cuales sus estimaciones han fluctuado entre 2 y 2.7 mil millones de dólares para 1995, 1996 y 1997 pero reconociendo que el monto de remesas puede ser mayor ya que no contabiliza las transferencias de bolsillo, las remesas en especie, el pago de pensiones y otros envíos que no son considerados como “ayudas de familiares”. Pero aún así:
…sugiere que no existen factores demográficos y económicos que justifiquen las elevadas cifras del Banco de México […] puede ser dinero de cualquier cosa, de pequeños exportadores de aguacate, de pequeños comercios. El Banco registra las transferencias, pero no todas son remesas familiares.
También en el Informe sobre el Desarrollo Humano en México de 2007, con base en un artículo de Tuirán, Santibáñez y Corona se dice:
…las transacciones que involucran transferencias o envíos de dinero de un país a otro abarcan no sólo las remesas familiares, sino también otras actividades, inclusive ilícitas, lo cual puede inducir a una sobreestimación de los envíos de dinero […] El Banco de México define como remesas familiares “la cantidad en moneda nacional o extranjera proveniente del exterior transferida a través de instituciones bancarias y/o empresas constituidas explícitamente con ese propósito, por una persona física, denominada remitente, para ser entregada en territorio nacional a otra persona física, denominada beneficiario”. Este cálculo capta no sólo las “remesas familiares”, sino también otras transferencias privadas.
Luego se mencionan otras estimaciones: una elaborada a partir de la ENIGH que calculó las remesas en solamente 4,312 millones de dólares en 2004, y; cálculos del Bureau of Economic Análisis (BEA) de Estados Unidos encargado de medir el rubro “remesas privadas y otras transferencias” en la Balanza de Pagos con México que a partir de 2003 ha venido difiriendo de los montos que reporta el Banco de México. Así: “En 2004, por ejemplo, el monto estimado por BEA asciende a 9 mil 653 millones de dólares, lo que equivale a 58% de la cifra reportada por el Banco de México.”
Debido a eso Lozano plantea que tal vez sería conveniente:
…explorar el viejo argumento del propio Banco Central en el sentido de que muchas de las transferencias electrónicas no deberían ser consideradas como remesas, ya que incluyen un gran número de transferencias para el pago de servicios o mercancías, como consecuencia del estrecho vínculo económico y comercial de la comunidad mexicana que reside tanto en México como en Estados Unidos, lo que algunos autores han calificado como la expansión del “mercado paisano”. El propio Rodolfo Corona argumenta que por lo menos habría que dudar de los números que todos damos por buenos.
Cuando Lozano trae a colación el “viejo argumento” del Banco de México, recuerda cuando esta institución criticó una publicación de 1993 en la que se estimó en 3.1 mil millones de dólares las transferencias hechas por los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos a sus familiares en México en el año de 1990 mientras que el Banco las había calculado en apenas 2 mil millones para 1991, cuando se supondría que el monto debería ser mayor dado el crecimiento del flujo migratorio. Según la institución el monto estimado de “transferencias de bolsillo” (29%) en la investigación a que se refiere Lozano era excesivo, rubro que el Banco ni siquiera tomaba en cuenta en sus cálculos, y además, “…mantenía la idea de que las transferencias electrónicas no debían ser consideradas como remesas, ya que muchas de estas operaciones incluían transferencias para el pago de servicios o mercancías.”
Sin embargo, a partir de 1994 el Banco de México decidió cambiar su metodología de estimación de las remesas entre otras causas debido a la reducción en la captación de estos fondos por las casas de cambio y al aumento de las instituciones bancarias y comerciales en la captación de remesas pero sobre todo, al crecimiento del monto de remesas vía transferencias electrónicas y al incremento de transferencias en efectivo y en especie. Desde entonces el Banco incorpora en sus estimaciones el monto de las transferencias electrónicas y una estimación de las “transferencias de bolsillo”, tanto de efectivo como en especie. Con la incorporación de estos dos nuevos rubros, la estimación de remesas aumentó a casi el doble de lo que se venía reportando, ubicándose en cerca de 3.7 mil millones de dólares para el año 1995. A partir de 1996, pero sobre todo a partir del año 2000, las cifras empezaron a “disparase” hasta llegar a cerca de 13.3 mil millones de dólares para el año 2003. Sin embargo, hay que subrayar que:
…entre 1995 y 2003 el dinero transferido por medios electrónicos se elevó de 1.9 mil millones a 11.4 mil millones de dólares, cantidad que no es estimada o calculada por el Banco de México con sus métodos de medición tradicionales, sino que es reportada directamente al Banco Central por las empresas dedicadas al negocio de transferencias internacionales.
El mismo Banco de México reportaba que de los mil 587.97 millones de dólares de remesas en enero del año 2006, el noventa por ciento llegaron por transferencia electrónica; el ocho punto cuatro por ciento por Money orders, y el restante uno por ciento ingresó en efectivo o especie, lo cual la institución celebraba porque decía que ahora ya se podía hacer una medición más puntual y llevar un mejor registro de las remesas que ingresan a México.
Son especialmente estos últimos datos los que nos llevan a ubicarnos del lado de aquellos investigadores que ponen en duda los montos crecientes de remesas que reporta el Banco de México, un incremento de 176% entre los años de 1995 y 2002. El tremendo aumento de estas cantidades no encuentra una explicación convincente, ni siquiera aludiendo a que también ha sido exorbitante el crecimiento del número de mexicanos nacidos en México pero residentes en Estados Unidos, pues se dice que pasaron de 6.7 millones de personas a 9.6 millones en el mismo período, lo que significa un crecimiento de 43%. Esto indica que las remesas crecieron cuatro veces más que el número de migrantes.
Tampoco queda claro por qué hay entidades que teniendo mucho menor número de migrantes nacidos en México pero residiendo en Estados Unidos que otros estados del país, reciben mayores montos de remesas que estos. Por ejemplo, los migrantes veracruzanos de este tipo eran 305,769 en el año 2005 mientras que los zacatecanos eran 508,924. Sin embargo, las remesas enviadas por los primeros en el año de 2004 fueron 950.5 millones de dólares mientras que el monto de las que enviaron los zacatecanos fue de 421.8 millones, según el Banco de México.
Se podría argumentar que las diferencias se deben a que los migrantes veracruzanos tienen mayor arraigo que los zacatecanos por ser Veracruz una entidad de relativamente reciente migración en comparación de Zacatecas y ser más los veracruzanos que aún tienen sus familias en México a quién mandarles remesas mientras que el número de zacatecanos es menor.
Sin embargo, nótese que estamos hablando de migrantes nacidos en México pero residiendo en Estados Unidos, en otros términos, en cierta forma es migración reciente y sugiere la idea de que la gran mayoría de los migrantes debe tener en México familiares a quiénes apoyar con remesas.
Ejemplos que despiertan muchas dudas sobran, pero veamos los casos de dos estados con larga historia migratoria: Michoacán y Jalisco. Los nacidos en Michoacán residiendo en Estados Unidos eran 1’061,867 en el año 2005 mientras que los jaliscienses eran 1’415,224, pero en tanto que Jalisco recibió 1,419.20 millones de dólares en el año 2004, Michoacán, con 353,357 migrantes menos, recibió 2,195.60 millones de dólares, esto es, 776.4 millones de dólares más.
Otra comparación que desafía cualquier explicación es la de Zacatecas y Chiapas, el primero con una población estimada de 508,924 personas nacidas en México pero residiendo en Estados Unidos en el año de 2005 y el segundo solamente con 37,441 personas del mismo tipo, lo cual significa que Zacatecas tenía en el año 2005 en Estados Unidos 471,483 personas más que Chiapas.
Pero entre enero-marzo de 2003 a enero marzo de 2007, es decir, en un lapso de cuatro años el estado de Chiapas recibió 2,498 millones de dólares por concepto de remesas mientras que los zacatecanos mandaron 2,022.4 millones, es decir, los chiapanecos mandaron 475.6 millones de dólares más que los zacatecanos. En términos per cápita esto significa que los chiapanecos enviaron a su estado un promedio de 16,679.6 dólares por año ubicándose en el primer lugar per cápita nacional mientras que los zacatecanos sólo 993.5 dólares en promedio anual en esos cuatro años. Los envíos más bajos los registraron los migrantes de Baja California, con un promedio de 324.1 dólares por año.
Pudiera ser que el CONAPO se haya equivocado en sus estimaciones respecto a las personas nacidas en Chiapas y viviendo en Estados Unidos en el año 2005 y que no fueran 37,441 sino muchas más. Esto podría ser el caso, puesto que al parecer, según afirmó un investigador de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas en marzo del año 2007 con base en el Consejo Estatal de Población de Chiapas:
…existen más de 300 mil chiapanecos viviendo en ciudades estadunidenses, principalmente del estado de California. Un estudio del organismo confirma que del total de las remesas provenientes de Estados Unidos dependen la tercera parte de las familias chiapanecas.
En agosto del mismo año otro investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas también habló de que hay alrededor de 300 mil chiapanecos que representan casi el 8% de la población total basándose en los registros de las matrículas consulares.
Desafortunadamente no sabemos si estos 300 mil chiapanecos de que se habla son nacidos en Chiapas o también se cuenta a los hijos de chiapanecos nacidos en Estados Unidos. Lo más seguro es el primer caso, puesto que la migración de esa entidad parece que comenzó a finales de la década de los ochenta cuando se agravó la crisis rural y bajaron los precios del café y posteriormente se reforzó con el surgimiento de la guerrilla zapatista a mediados de los noventa y toda la ola de represión y violencia que se desató más los efectos del huracán Mitch en octubre de 1998.
Si efectivamente ese fuera el caso, hablaría de una entidad que cuenta con más migrantes en Estados Unidos que otras con más larga historia migratoria como Oaxaca, Nayarit, Hidalgo y Aguascalientes y a la par de entidades como Tamaulipas y Veracruz, lo cual significa que en Chiapas se están dando procesos de expulsión muy intensos. La duda persiste de que estén las cosas a ese nivel si vemos que en el Índice de intensidad migratoria México-Estados Unidos, 2000 elaborado por el CONAPO se calculó que de los 832,111 hogares de Chiapas solamente el 0.76 por ciento percibían remesas, que solamente el 0.79% tenían migrantes en Estados Unidos del quinquenio anterior y que esta entidad tenía un índice de intensidad migratorio muy bajo. Esto significa que en el año 2000 en Chiapas solamente 63,240 hogares recibían remesas y 65,737 tenían un migrante en Estados Unidos del quinquenio 1996-2000. Solamente Tabasco tenía un índice de intensidad migratoria todavía más bajo, en contraposición a Zacatecas, que contaba con el índice más alto del país y con un 13.03 por ciento de sus hogares percibiendo remesas.
Resulta difícil creer que habiendo sido solamente un 0.76 por ciento los hogares receptores de remesas del estado de Chiapas en el año 2000 como lo calculó el CONAPO, en tan sólo los seis años siguientes pasaran a depender de las remesas la tercera parte de los hogares chiapanecos como dice el investigador de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, a menos que se refiera a una dependencia indirecta, lo cual igualmente resulta difícil de creer.
Podría en parte contribuir a explicar el impresionante aumento de las remesas percibidas por Chiapas y otros estados como Tabasco y Campeche, entre otros, la investigación realizada por Rodolfo Casillas Ramírez, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en la que encontró que en los últimos seis años se han interceptado un total de un millón 135 mil centroamericanos en México haciendo su trayecto hacia Estados Unidos y que:
…en los últimos años una de las estrategias más efectivas utilizada por los transmigrantes es la recepción dosificada de remesas a lo largo de su paso por México, a través de las tiendas de electrodoméstico Elektra y su asociación con Western Union. La estrategia consiste en que el emisor, regularmente residente en Estados Unidos, envía montos bajos -no mayores a 100 dólares- por ocasión, cifra que sirve a su familiar para transitar un tramo del territorio nacional. Una vez cubierto el tramo, solicita otro envío y así lo hacen hasta llegar a su destino.
Pero ante esto es lógico pensar que a lo largo del territorio mexicano los migrantes centroamericanos vayan recibiendo remesas, con lo que al menos varias entidades federativas recibirían un aumento proporcional, desde sureñas hasta norteñas. Por lo tanto la duda sobre la estimación de los montos de remesas que perciben los estados del país sigue en pie.
Por otro lado, también es muy probable que hayan sido mal calculados los índices de intensidad migratoria por parte del CONAPO, y por mucho, lo cual genera serias dudas sobre la información que genera. Además llama la atención que al respecto no se haya dicho nada de parte de la institución o de los investigadores.
Como quiera que sea, la explicación que se ha ofrecido es por una parte el crecimiento en el número de envíos “…de 1.7 en 1995, a alrededor de 4 en 2003 –suponiendo una población de 10 millones de mexicanos en Estados Unidos para este último año.” Por la otra el incremento del monto promedio por envío, que pasó de 190 dólares en el año 2003 a 225 en el año 2006, según cálculos del BID a través de 2 mil 415 entrevistas realizadas entre agosto y septiembre de 2006. Con base en los cálculos del Banco Mundial el CONAPO obtuvo una elevación de los niveles de las remesas per cápita de 23.6 dólares en 1990 a 63.1 en el 2000, año en el que se estimó que entraron al país poco más de 17 millones de dólares en promedio diariamente representando poco menos de 1.5% del PIB.
Sin embargo, cálculos propios con base en los datos del Banco de México muestran que el monto promedio mensual de dólares recibidos ya fuera por Money Orders, Cheques Personales, Transferencias Electrónicas o en Efectivo y Especie no ha variado mucho desde 1995, cuando fue de 326 dólares para pasar a 350 en el año 2006 e incluso en 1998 bajó hasta 290 dólares. Lo que más bien aumentó fue el número de operaciones, pues pasaron de 938,600 en promedio por mes durante 1995 a 5’486,880 en promedio por mes durante el año 2006. El tipo de operaciones a que se refiere es también a Money Orders, Cheques Personales, Transferencias Electrónicas y en Efectivo y Especie.
Por su parte la CEPAL, con información de la encuesta National Survey of Latinos del año 2002 del Pew Hispanic Center reportó que de los mexicanos en Estados Unidos, el 29.9% enviaba menos de 1,800 dólares anualmente, de 1,800 a 3,000 dólares, el 26.9%, de 3,000 a 6,000 dólares el 27.9% y más de 6,000 el 15.2%, dando un promedio anual de 3,205 dólares, aunque destaca que el 67% de los mexicanos que remitían dólares lo hacen una o más veces al mes y el total de los que envían remiten en promedio 295 dólares por envío.
Sin embargo todos estos argumentos parecen contradecirse con la tendencia al crecimiento del número de migrantes que deciden establecer su residencia permanentemente en Estados Unidos y el aumento de la migración de familias enteras, lo cual supondría una disminución de la responsabilidad en las remesas a sus familiares en México. De hecho, en una encuesta telefónica realizada en Estados Unidos a 1,602 inmigrantes mexicanos, salvadoreños, dominicanos y puertorriqueños en 2002 se encontró que el motivo principal para remitir remesas a sus países de origen es el contar con un familiar directo a quién mandárselas, y en segundo lugar, la voluntad de regresar a vivir a su país en el futuro. Otras características del inmigrante como el nivel de ingresos, sexo o el tiempo que han vivido en Estados Unidos no tuvieron un impacto significativo para distinguir a quienes envían remesas de quienes no lo hacen.
De este modo, a pesar de que ochenta por ciento de los encuestados tiene un familiar directo en el caso de México y/o desean volver al país y son quienes envían remesas, más de 90% de los inmigrantes que no envían remesas ni tienen familiares en México, ni desean volver al país. Por su parte la CEPAL, con información de la encuesta National Survey of Latinos del año 2002 del Pew Hispanic Center reportó que sólo el 47.2% de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos mayores de 18 años enviaban remesas a sus familiares en México.
En realidad la sospecha de que en los montos de las remesas que se reportan esté incluido dinero que no es propiamente remesas sino procedente de otras actividades o transacciones, incluido el narcotráfico, parece encontrar sustento. De por sí las cantidades estimadas de dólares que México recibe por concepto de narcotráfico son alarmantes. El comentarista de la cadena internacional de noticias CNN Lou Dobbs hablaba de que Estados Unidos “provee” a México con un superávit comercial de 65 billones de dólares cada año, un estimado de 25 billones enviados como remesas por los inmigrantes ilegales y al menos otros 25 billones de dólares generados por el tráfico ilegal de drogas en la frontera con México.
De cualquier modo, las cantidades que se nos dan a conocer como concepto de remesas familiares -aunque no estemos seguros de que en realidad la generalidad de ellas sean tales- son tomadas por válidas sin tantos problemas por la mayoría de los estudiosos del tema, el gobierno nacional y los estatales, mientras que a su vez han reforzado la preocupación de los estadounidenses por la pérdida de recursos que eso les significa.
El hecho es que las remesas no pueden continuar creciendo indefinidamente entre otras causas porque el empleo en Estados Unidos tiende ha precarizarse haciendo más difícil para los inmigrantes enviar mayores cantidades de dinero; aunque en términos absolutos la migración ha crecido, las tasas muestran una tendencia decreciente, y; los migrantes muestran una tendencia a prolongar la estancia en Estados Unidos, a llevarse a las familias y a disminuir sus lazos en México toda vez que aquí las posibilidades de vivir dignamente se han venido reduciendo.
Aunque gran parte de las remesas familiares no sean efectivamente eso, será sobre los migrantes donde el gobierno estadounidense aplique ciertas medidas que irán desde un mayor control de los flujos a través del reforzamiento policial en la frontera y la construcción de muros hasta la aplicación de mayores impuestos y bajo distintas modalidades a los inmigrantes y, en el extremo, no se descarta la implementación de acciones tendientes a evitar que los inmigrantes envíen remesas a sus familiares en los países de origen o que reduzcan los montos.
Lo que está latente es que en Estados Unidos se implementen estrategias de mejoramiento tecnológico con mayor dinamismo que logren reducir las tasas de inmigración y el crecimiento en las remesas.
Hay quienes han sostenido que la ocupación de mano de obra barata inmigrante atenta, en términos generales, contra la modernización tecnológica de la industria al preferir los empleadores pagar bajos salarios antes que hacer frente a los altos costos de la modernización. De este modo, se culpa a los inmigrantes del rezago tecnológico industrial y se plantea que al restringir el gobierno la entrada de migrantes los empleadores tendrían que ocupar a la mano de obra nativa, lo cual les acarrearía mayores costos y los obligaría a optar por la modernización tecnológica.
Pero hay quienes no están de acuerdo con esta interpretación argumentando que “…hay muchos sectores, particularmente en los servicios, la recolección, la construcción y el ensamblaje, donde la tecnología no puede competir con el ser humano […] y las opciones tecnificadas [son] muy costosas.”
Por lo tanto se sostiene que la inmigración no puede disminuir porque estructuralmente la economía la necesita, y lo seguirá haciendo toda vez que la generación de los baby boomers está alcanzando ya la edad de retiro reforzando la demanda de mano de obra inmigrante por dos razones: 1) el proceso de envejecimiento se corresponde con una desaceleración en el crecimiento de la población ocupada y un aumento en las tasas de dependencia de tal suerte que el retiro exige de personas que ocupen los puestos de trabajo que van quedando vacantes, y; 2) la llegada de esta generación a edades avanzadas anticipa la demanda de servicios personales y sociales orientados al cuidado y salud de esta población que requiere de la inyección de impuestos frescos de los inmigrantes.
De cualquier modo no debe olvidarse que la mecanización en Estados Unidos ha hecho que bajen radicalmente los niveles de trabajadores empleados, como ocurrió por ejemplo en los cultivos del algodón y el betabel, donde antes trabajaban cientos de miles de mexicanos y ahora sólo se requieren operadores de máquinas y algún que otro peón, o en el caso del jitomate, para cuyo cultivo se tuvo que mecanizar la recolección una vez que concluyó el Programa Bracero. La mecanización en la agricultura norteamericana es la responsable de que el número de trabajadores en ese sector pasara de 37.5 millones a comienzos del siglo XX a sólo 2.5 millones en el año 2000, nivel en el que al parecer se ha estabilizado y alcanzado un límite “…del cual ya es muy difícil bajar” según Jorge Durand.
Por otro lado, hay quienes plantean que las remesas podrían reducirse si Estados Unidos permite la residencia legal permanente de los inmigrantes indocumentados y la reunificación familiar de manera que se corten los lazos con México en donde además las oportunidades de encontrar empleos remunerativos son muy limitadas. Para sostener el argumento se ofrece el ejemplo de la migración Turquía-Alemania donde esto ya sucedió.
En verdad podría ocurrir algo semejante entre México y Estados Unidos en el corto plazo si además este último país disminuyera sus requerimientos de mano de obra y en México no se siguieran incorporando más regiones a la migración. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro ha sucedido en estos años del crecimiento absoluto y en cambio en las entidades donde la expulsión de trabajadores tiene más antigüedad los flujos migratorios siguen siendo elevados mientras que las de reciente incorporación presentan las tasas más altas, lo cual promete que la migración continuará en aumento si persisten las condiciones actuales de carencia de oportunidades de empleos remunerativos haciendo que la migración hacia Estados Unidos presente no sólo una dimensión nacional sino además de alta intensidad.
Por otra parte, la implementación masiva o general de programas de empleo temporal en Estados Unidos difícilmente lograría reducir los niveles de remesas toda vez que el migrante mantendría fuertes lazos con sus familiares y trataría de fortalecer sus bases de arraigo reuniendo la mayor cantidad posible de remesas para mejorar su nivel de vida en México.
No sobra decir que, por otro lado, un programa de trabajadores temporales podría enfrentar serios obstáculos de aplicabilidad, desde burocráticos hasta de operatividad donde la colocación de los trabajadores para actividades y por tiempos determinados sería el principal obstáculo a vencer, de ahí que Jorge Durand haya propuesto una visa “portable” –muy parecida a la visa X en el fracasado proyecto de reforma inmigratoria discutido en el Senado estadounidense en los meses de mayo y junio de 2007- con la cual:
…el trabajador temporal entre en el mercado de trabajo como cualquier otro ciudadano y sean los mecanismos propios del mercado los que ajusten la oferta y la demanda […] Sin embargo, es la opción menos aceptada por la clase política y, obviamente, por los empleadores, que sin duda están felices de contar con mano de obra barata, temporal y cautiva.
Mientras tanto la propuesta xenófoba de prohibir las remesas familiares choca frontalmente con la movilización de los trabajadores.
Pero finalmente serán sólo los estadounidenses quienes decidan en torno a esta problemática que cada vez les preocupa más, no sólo por la enorme cantidad de inmigrantes, que a unos beneficia, como a los empleadores, al disponer de abundante mano de obra barata, mientras que, supuestamente, a otros les perjudica, como a los sindicatos, sino especialmente por el dinero que, sin contrapartida, se les está escapando, algo en lo que al parecer no están de acuerdo.
Cualesquiera sean las medidas que los estadounidenses tomen tendrán serias repercusiones para México en general y para determinadas regiones del país y sectores económicos en lo particular. Lo más deseable es que relajaran el control sobre México y América Latina de tal forma que hicieran posible el tránsito hacia el impulso del mercado interno que mejorara las condiciones de vida de la población y disminuyera las presiones de los trabajadores para abandonar el país.
De cualquier forma el mejoramiento tecnológico es la opción más efectiva que podría implementar Estados Unidos dado que es la vía que han seguido sus principales competidores en tanto este país ha preferido la expoliación como una de sus principales vías de reducción de costos.
En conclusión, según hemos visto, queda comprobado que en el carácter de la migración de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos en la fase del crecimiento absoluto el surgimiento de flujos provenientes de zonas pobres y marginadas y desde distintos sectores productivos así como el aumento de migrantes calificados obedecen a los procesos que han dado lugar al desmantelamiento de la estructura productiva nacional y el ataque al trabajo.
De igual manera se demuestra que en el caso de los trabajadores calificados las estrategias de atracción desde los países desarrollados han venido jugando un rol central en su reclutamiento porque en México no se les ofrecen ni los espacios ni las condiciones propicias para el desarrollo de investigaciones.
Finalmente, ha quedado claro que las dudas sobre si los altos montos de remesas oficialmente reportados son de tal cuantía tienen sustento y que no obstante ello a los Estados Unidos esta salida neta de recursos les está generando serias preocupaciones.