Jorge Alfredo Blanco Sánchez
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En la actualidad no se duda de la importancia que los jóvenes tienen para el desarrollo del país, también se les consideraba un nicho de mercado poco estudiado y explotado, en la actualidad se puede notar claramente que son un blanco para la mercadotecnia. Son consumidores potenciales muy identificables, susceptibles a los cambios repentinos de la moda, los gustos estandarizados, la música, por mencionar algunos de los más sobresalientes. Desde el punto de vista cultural han sido poco estudiados y antes de los años sesenta no fueron considerados como parte del México moderno.
La idea generalizada de que a la juventud había que dejarle un espacio de expresión fue rechazada, se consideraba que su falta de madurez debía ser educada y en ocasiones reprimida en beneficio de la cultura heredada. Poco a poco y al paso del tiempo, los espacios se fueron dando y las manifestaciones masivas de los jóvenes en contra de los gobiernos y las reglas establecidas no se hicieron esperar. Irrumpieron en gran parte del mundo con protestas muy a su estilo, protestas retadoras, poco cautelosas y violentas en algunos casos. Ya se mencionó que el término joven correspondía a una etapa transitoria biológica y en busca de su definición como sujeto listo para ser inserto en el ámbito laboral y social.
La educación sería para las nuevas generaciones una forma de aprender y aceptar las normas establecidas en el mundo de los adultos y además valorar el capital cultural necesario para poder replicarlo a las siguientes generaciones. Así, se podría garantizar la continuidad social, cultural y cívica de los nuevos miembros al plano social y laboral. El joven es tomado en cuenta al momento de adquirir un perfil definido y propio. Adquiere también un contexto propio cultural con contornos específicos, toma un sitio real con configuraciones sociales que permiten dar cuenta que de manera dinámica está listo para repetir el modelo social y cultural heredado. La educación en todos sus sentidos debería de transmitir este mensaje a los adolescentes y de esta forma transitar sin mayor problema a la suma de fuerzas que hacen converger a todos los miembros de una sociedad inserta en el mundo contemporáneo.
Pero la palabra juventud se encuentra vacía de contenido (Valenzuela, 2002) porque lo que simbólicamente le da sentido es el contexto histórico y cultural. Y el concepto de joven o culturas juveniles adquieren relevancia en el momento en que configuran identidades, experiencias sociales y culturales y se insertan en un periodo histórico determinado. Este aspecto es de vital importancia para el estudio de culturas juveniles, ya que refuerza la necesidad de la construcción identitaria como básica para identificar a cualquier grupo culturalmente definido. Los jóvenes son uno de esos grupos que requieren de identidad para ocupar aunque de manera simbólica, un lugar dentro de la sociedad y la cultura y por tanto de un contexto histórico determinado.
Pierre Bourdieu (1990) considera que la delimitación del significado “ser joven” se encuentra en la definición de las prácticas sociales históricamente descritas en un espacio y tiempo determinado. Al paso de los años, los jóvenes no han significado gran cosa como grupo y menos como entidad de poder para la sociedad, más bien como individuos en proceso de transición y preparación para convertirse en adultos. En el plano cultural, los adolescentes tampoco han sido tomados en cuenta, no aparecen en escena salvo en contadas ocasiones, pero para principios y mediados del siglo XX su aparición se ha vuelto toda un acontecimiento cultural digno de ser estudiado y explicado.
Los jóvenes por tanto, se definen así mismos y son definidos por otros, a partir de una situación histórica específica. No serán los mismos jóvenes de una generación a otra, o por el contrario, no son los mismos jóvenes aunque sean contemporáneos si su condición espacial es diferente. El mismo autor reconoce que se pueden compartir creencias y costumbres, formas de comportamiento entre jóvenes, por su propia condición y por la homogenización que propone la globalización, en esencia hay diferencias que conforman la identidad cultural que contrasta entre los propios adolescentes con ellos mismos como con los adultos.
Rossana Reguillo (1998) indica que la condición de joven no corresponde necesariamente a una etapa biológica, proceso hormonal o alguna condición relacionada con la maduración física. Es un sentir propio del sujeto que de acuerdo a sus gustos y preferencias se adscriben presencial o simbólicamente a ciertas identidades sociales y culturales (procesos socioculturales) para sentirse miembros activos de una condición de joven que les permite desde su perspectiva expresar sus particularidades como sujetos. De esta manera el concepto de juventud se construye a base de rehacer un pasado postfigurativo, que en palabras de Margaret Mead (2002) es la cultura que los niños aprenden primordialmente a partir de las concepciones de los adultos. Para luego darle sentido al presente, es decir, que el joven se reconoce como tal y es reconocido dentro de una comunidad como un ente individual y hasta cierto punto autónomo. Y posteriormente pasar a un futuro proyectado, como el deseo de los adolescentes por construir un estilo de vida adulta.
Walzer (1990) establece que todos somos criaturas que producimos cultura, damos sentido al mundo simbólico de la humanidad, sin embargo, hay creaciones particulares que demuestran su singularidad como los hombres, las mujeres y se le agregaría los jóvenes, como una distinción de adolescentes tanto masculinos como femeninos. Los jóvenes pertenecen a grupos particulares que conforman las esferas que los identifican y muestran su diversidad cultural que comparten ciertas generalidades que los acercan como seres humanos. En este sentido se juegan diversos roles que permiten el acercamiento o alejamiento de los demás, dependiendo del contexto compartido. Pero en la actualidad estos ciclos o esferas se han quebrantado o la juventud las ha lanzado a un lado para buscar nuevos caminos propios y significativos para su condición de jóvenes que se encuentran en situaciones complejas y complicadas que buscan redefinir sus dinámicas sociales.
Para Margaret Mead (2002) los jóvenes están marcando un nuevo rumbo donde la cultura heredada debería significar algo útil y no coactivo en los adolescentes y de ahí ubicar el futuro tomando en cuenta el ámbito cofigurativo de comportamientos contemporáneos, actuales y vigentes, que permiten introducir cambios de actuación y de relación con la cultura de los adultos, instaurando una ruptura generacional sin parangón en la historia.
Zarzuri (2004) señala que estas rupturas son la expresión de una crisis de sentido creada por la modernidad, pero no sólo eso, también es una manifestación de disidencia cultural, de resistencia a lo establecido, de inercia globalizadora caracterizada por la vida urbana, por las nuevas ideas de desarrollo y progreso, por la cultura de la tecnología y por el consumismo como forma de vida. Entre esta diversidad cultural se encuentran los jóvenes contemporáneos que tratan de hallar su lugar en la sociedad y que de manera repentina se enfrentan a la construcción de su propia identidad cultural a partir de la realidad que les tocó vivir. Uno de los factores influyentes es la tecnología, cargada de artefactos, procesos, creencias y costumbres que les van a servir de herramientas para tan difícil trabajo, pero también la propia tecnología se encuentra cargada de significados culturales intrínsecos, con los cuales hay que lidiar se quiera o no.
Se dedicó un apartado a la construcción cultural juvenil objetiva y subjetiva para indicar que su observancia puede ser medida a través de los usos y consumos de la tecnología, de tal manera que las cargas simbólicas tanto del sujeto usuario como del diseño de la tecnología se encuentran presentes al momento de su manejo, de la manipulación de las herramientas tecnológicas por los jóvenes internautas que negocian, redefinen y conceptualizan su apropiación, no sólo desde su competencia en el consumo de la tecnología sino también desde la interpretación de la misma junto con su entorno tecnológico. La objetividad y subjetividad presentes en el encuentro sujeto-máquina no representa un simple intercambio de mensajes o proceso instrumentales, es un encuentro entre dos unidades cargadas de estructuras diferentes, diversas y divergentes que en el interactuar se afectan mutuamente, dialogan en un entorno amigable que determina su concepción virtual, su concepción sociocultural.
Las herramientas tecnoculturales representan para los jóvenes, espacios lúdicos a los cuales se les dedica una buena porción del tiempo destinado al esparcimiento, con la finalidad de diversión y entretenimiento más que de aprendizaje. Parsons (1990) utiliza el término cultura juvenil para indicar una nueva conciencia generacional por parte de los jóvenes que valoran el consumo hedonista y dejan a un lado cualquier relación que los ligue con el trabajo y la educación formal. De esta manera se establece una crítica centrada en un cierto tipo de jóvenes, de microculturas, de tribus urbanas que se dan a notar en las diversas sociedades contemporáneas por encontrar su identificación y su reconocimiento.
Guillermo Bonfil (1991) establece la noción de control de cultura para explicar lo que ocurre cuando dos grupos con culturas diferentes se encuentran en un mismo espacio. A partir de varios encuentros entre ellos como grupos que buscan ejercer la supremacía de su cultura, se dan vínculos de correspondencia que determinan las relaciones asimétricas de dominante-dominado. Se puede interpretar este control cultural como una imposición de la cultura dominante (aculturación), la de los adultos, hacia los dominados, los jóvenes, pero también dentro de la dinámica social, la cultura dominada tiene espacios para buscar su autonomía y su reivindicación como grupo diferenciado en busca de su propio destino desdeñando el impuesto por la cultura dominante (transculturación).
También se puede considerar a la juventud como depositaria de una subcultura, en el sentido que surge a partir de una cultura dominante. Es decir, los jóvenes de manera postfigurativa adquieren una cultura heredada y ellos en su afán de autonomía y considerando la imposición de los adultos establecen una resistencia de transculturación y aunque toman algunos aspectos de la cultura heredada, tratan de conformar elementos culturales propios y autónomos. Se convierte entonces en una interrelación entre apropiación de elementos de otras culturas ya sean heredadas o no, más la decisión autónoma de alternativas culturales nuevas o asimiladas para conformar la cultura propia. Esta última propuesta puede ser observada en la implementación de la tecnología al ámbito juvenil. Una de las hipótesis de trabajo es observar la forma en que las culturas juveniles accedan a través de instrumentos mediáticos (computadora con conexión a Internet como medio de comunicación) para sentirse más autónomos, más influyentes en su destino, más dueños de una cultura propia, creada por ellos mismos y compartida por otros jóvenes.
Uno de los rasgos distintivos que busca la presente investigación se centra en constatar cómo utilizan las herramientas tecnológicas los jóvenes, a partir de una actividad comunicativa libre, no formal como es la comunicación mediada por computadora. No interesa, por el momento, el ámbito formal educativo, interesa el entorno informal en que la libertad propia del medio tecnológico permite crear esa identidad cultural tan manejada en este escrito. Vale la pena aclarar que la cultura dominante, la heredada, tradicional de los adultos, mantiene mecanismos muy específicos para garantizar su reproducción, como pueden ser los lazos familiares y la educación formal, mientras que los medios tecnológicos mediáticos de interacción, permiten cierta libertad para generar otros caminos no necesariamente tradicionales y así crear una cultura proyectada propia de los adolescentes (Becerra: 2003). En otras palabras, la posibilidad que ofrece la tecnología para interactuar libremente sin un control estricto establecido por la cultura dominante, se encuentra en el Internet y en todas las otras maneras de acceso que existen gracias a los artefactos tecnológicos actuales de interacción; a los cuales los jóvenes tienen la posibilidad de acceder y consumir.
Desde la perspectiva cultural, los adolescentes tienen la posibilidad de ser entes activos, creadores de sus propios significados y por tanto, de su propia cultura. No totalmente nueva, pero sí redefinida desde su presente, ya que la herramienta tecnológica permite formar grupos diversos y compartir valores, creencias y costumbres propios de una ideología juvenil prefigurativa.
Regresando al ámbito de la cultura juvenil, también pudiera ser considerada a la juventud como una clase subalterna (Bonfil 1991). Una cultura subalterna se encuentra influenciada por otra cultura —tal vez dominante—, la cual trata de deslindarse o dejar la dependencia, pero se da cuenta que sus raíces culturales ya no son únicas sino compartidas con la otra cultura con la cual se convivió por un periodo largo de tiempo y es difícil distinguirse. Aunque la cultura juvenil sea descrita como transitoria, no implica que no se pueda desarrollar de manera plena, es una cultura en potencia y muy válida en cualquier situación. También puede observarse que la cultura tiene matices y ciertas flexibilidades y entre la aculturación y la transculturación se puede insertar una gama de significados culturales variados, por tal motivo se habla de la parte flexible o permitida de disidencia en la cultura, la parte de tendencia evolutiva pero nunca como el factor de cambio al status quo. En este sentido se puede considerar como lo importante, la forma en que se matiza una nuevo modo de aculturación, menos restringida, más flexible pero a final de cuentas sigue estando presente la figura de la cultura dominante y se aceptaría que las culturas juveniles se mantienen en un proceso exclusivo de transición hacia la vida adulta, con toda la herencia cultural que fomenta el mantenimiento de la tradición histórica.
El imaginario colectivo compartido” (Cerutti en David Sobrevilla, 1998, pp. 131-143) es otro concepto que permite vislumbrar la subjetividad de la cultura y en especial el de la identidad. La identidad es un término polisémico que hace referencia siempre a una noción histórica temporal. La identidad es una idea compartida para identificar algo particular. Es indudable que al momento de establecer los parámetros para la creación de “la identidad”, como elemento subjetivo, se están estableciendo las bases de la dependencia grupal de esa misma identidad. La identidad debe ser entendida como un proceso no acabado, abierto, dinámico, consciente, en constante evolución que no puede separarse de la noción cultural en el cual se encuentra inmerso. Su entorno, su realidad circundante de alguna manera lo determina, lo identifica y lo agrupa en una colectividad simbólica. Para los jóvenes la identidad significa resolver el conflicto de la cultura heredada, patrimonial e histórica, además de definir una idea clara de futuro, aunque incierto, pero futuro proyectado que representa un proyecto de vida individual o colectivo con representación simbólica.
Luis Villoro (2002, p. 65) en este mismo sentido establece las característica identitarias como una tríada de identidades que convergen en una sola y que tratan de establecer una coherencia entre la imagen que el individuo tiene de sí mismo en el pasado, la que aún le presentan los otros y la que podría proyectar hacia el futuro (como visión factible). En esta idea es importante enfatizar el concepto de “sí mismo”, ya que no se refiere al yo pensante sino a la representación que el yo tiene de su propia persona. Esta perspectiva será de gran utilidad para el análisis que se trata de construir alrededor del concepto de juventud, el cual es parte sustancial de la investigación documental que nos ocupa, al igual que los anhelos proyectados por los adolescentes que se encuentran en una etapa transitoria hacia la adultez. Para los jóvenes, la idea de visión factible hacia el futuro, se encuentra documentada entre otros por Hopenhayn (2003) y Lechner (2004), ellos indican que los anhelos de autonomía y libertad son rasgos fundamentales para demostrar las nuevas tendencias de las identidades juveniles. Estas son proyectadas a través de las herramientas mediáticas como el Internet, de lo cual se hablará en la siguiente sección.