Daniel Hernández Hernández
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En este apartado se expone una visión global de las condiciones de desarrollo del territorio tlaxcalteca en el marco de la Región Centro País (RCP) que la forman los estados de Puebla, Morelos, Distrito Federal, México, Tlaxcala e Hidalgo, excepto Querétaro (ver mapa 1); esto con el propósito de conocer los factores que en buena medida determinan y condicionan la evolución y los escenarios futuros de los territorios que ocupan las regiones y microrregiones que se encuentran al interior de la entidad, dada la fuerte conurbación y metropolización que se experimenta con territorios de las entidades vecinas; esto permitirá diseñar las redes de infraestructura e identificar los proyectos estratégicos que permitan y hagan posible una vida más humana en las grandes ciudades y en los asentamientos de menor tamaño.
En materia de desarrollo urbanoregional, en lo que se refiere a los patrones de expansión urbana y de estructuración territorial de las áreas metropolitanas, se viene perfilando una tendencia a la formación de una megalópolis en la región centro del país, lo cual contrasta con la reducida capacidad de los gobiernos de las entidades que conforman dicha región para controlar y orientar estos procesos hacia una trayectoria donde se puedan minimizar los efectos negativos sobre la capacidad de crecimiento económico, de generación de empleo, de preservación de las zonas ambientales críticas, entre los impactos más relevantes, lo cual restringirá aún más las posibilidades para asegurar condiciones y calidad de vida adecuadas a los habitantes de la región. Es necesario implementar una estrategia integral por medio de la acción conjunta de las entidades, con especial énfasis en la vinculación de los espacios urbanos con las estructuras microrregionales que son las que pueden garantizar en los hechos un desarrollo equilibrado.
La expansión urbana se caracteriza por un crecimiento físico de las áreas metropolitanas y por una estructuración del espacio megalopolitano, cuyo núcleo metropolitano de la Ciudad de México continuará predominando. Desde esta perspectiva, es evidente que los procesos de estructuración territorial de la región poco a poco van desdibujando la imagen y la secuencia previamente existente, entre el espacio urbano construido (la ciudad), el espacio suburbano semiconstruído (la periferia, las orillas) y los espacios abiertos propiamente rurales (el campo), principalmente en los umbrales del crecimiento espacial metropolitano del Valle de México, pero también de la Zona Conurbada de Puebla-Tlaxcala.
Esta forma de expansión y estructuración física implica un deterioro progresivo de las condiciones de competitividad de los territorios, por lo cual es necesario y se podría decir sin temor a exagerar, que es urgente realizar acciones para avanzar en los procesos de una mejor estructuración desde los ámbitos microrregionales. Esta propuesta se sustenta en el hecho de que existe una fuerte demanda de suelo para fines urbanos y se va atendiendo de manera desordenada sin apegarse a los planes de desarrollo urbano que en muchos casos o bien no existen o son obsoletos. Así por ejemplo, para el periodo 19952000 había un requerimiento de casi 20 mil hectáreas en toda la región centro, logrando cubrir sólo el 41.73%, lo que significa una demanda insatisfecha de más del 50%. Caso similar es lo que sucede en Tlaxcala, entidad en la que en dicho periodo se incorporaron al desarrollo urbano un total de 386 hectáreas, y con una superficie para cubrir las necesidades de expansión urbana de 906 hectáreas, por lo que sólo se logró solventar el 42.6% de dichos requerimientos, como se puede ver en el cuadro 3.
De acuerdo a las tendencias de crecimiento de las concentraciones urbanas marcadas por la mayor disponibilidad de recursos y servicios en las áreas centrales, es seguro que entre más alejados estén los asentamientos pequeños de los lugares centrales, de manera proporcional se irán dando condiciones de mayor dispersión poblacional y en consecuencia de las actividades económicas en general; por lo tanto y desde esta perspectiva se puede hablar de vacíos urbanos, e inclusive vacíos rurales que se generan de diversas formas atendiendo a la dinámica del capital; sin embargo, se debe tener presente que cuando se habla de alejamiento, en todo caso no se hace referencia únicamente a la distancia física, misma que se puede superar con el desarrollo actual de las comunicaciones y transportes, sino más bien lo que importa es que en muchos casos, si bien existe vinculación entre los asentamientos de menor tamaño con los lugares centrales, ésta no es eficiente en términos de que permita dinamizar precisamente los territorios menos favorecidos en la disponibilidad de bienes y servicios. Este es el caso de las microrregiones o centros de integración microrregional, los cuales se han denominado así, porque son los que cumplen una serie de condiciones para lograr un desarrollo regional a partir de su vinculación con los lugares centrales más cercanos, y que a partir de la implementación de políticas de desarrollo local se pueda garantizar que realmente estos centros cumplan el papel de dinamizadores al nivel de los territorios de jerarquías inferiores. Este planteamiento forma parte fundamental de la propuesta metodológica de aplicación para la microrregionalización del territorio.
Los diferentes tipos de aglomeraciones humanas han determinado la intensidad y el patrón de ocupación del espacio, en el caso de la RCP este proceso se asemeja a la estructura de las regiones polarizadas, que son las que están constituidas por unidades heterogéneas y contiguas, complementarias entre sí, teniendo un nodo o foco central con el que realizan intercambios más intensos.
Se denominan espacios polarizados o conjuntos heterogéneos por la fuerza de atracción que ejercen los núcleos sobre el resto del territorio de la región. Al mismo tiempo, esas unidades complementarias se sostienen también mediante otros polos dominantes menores al central y por intercambios con las regiones vecinas. La RCP es una región nodal dominada por la Zona Metropolitana del Valle de México y por nodos de menor relevancia conformados jerárquicamente por las conurbaciones (o zonas metropolitanas) de Puebla-Tlaxcala, Toluca-Lerma, Cuernavaca-Cuautla y Pachuca, principalmente. Para el caso del Estado de Tlaxcala que está inscrito en este proceso, tiene una importancia mayor en función de la fuerte conurbación que presenta con la Zona Metropolitana de la Ciudad de Puebla, y si bien tiene una relativa lejanía con el Valle de México y el Distrito Federal, existe una tendencia a la conurbación funcional, más no física, lo que permite una mayor independencia frente al resto de la región (El Colegio Mexiquense, 2003:4-5).