Daniel Hernández Hernández
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En esta primera parte se exponen los aspectos de carácter conceptual sin los cuales no se lograría una visión de conjunto de la problemática que se viene desarrollando; por lo que de inicio conviene señalar que la actual economía de mercado que domina al conjunto de la vida de las sociedades se caracteriza, entre otras cosas, por la existencia de una estructura territorial polarizada, donde los asentamientos más alejados de los principales centros de desarrollo se ven en desventaja con respecto a las posibilidades de lograr un mejor desarrollo por la vía de contar con la infraestructura productiva y de bienestar social que responda a las necesidades de la población. En este contexto, los procesos de urbanización con crecimientos exacerbados en algunas ciudades son la expresión de dicha polarización, cuya motivación principal que lleva a ese tipo de concentraciones es la búsqueda de mayor valor agregado y mejores utilidades para el capital, pues son precisamente las ciudades las que cuentan con importantes ventajas productivas y competitivas; a diferencia de las condiciones del medio rural que tiene escasas productividades y una economía no articulada sectorialmente; además de que posee escasos y muy bajos niveles de capitalización, baja o nula innovación, baja productividad, despoblamiento por intensos procesos migratorios y abandono institucional en términos de la presencia pública, entre otros factores, siendo estas las razones fundamentales del por qué los ámbitos rurales conforman los últimos niveles de las estructuras territoriales.
No obstante esa polarización, las concentraciones poblacionales conforman sistemas de centros poblados intercomunicados entre sí, a través de intercambios territoriales que permiten sostener una cierta funcionalidad conjunta que los caracteriza y articula estructuralmente. De ello se derivan los sistemas de ciudades que tienen la misma connotación pero con la diferencia de que únicamente son centros urbanos tipo ciudades; es decir, es un sistema urbano que integra centros poblados que pertenecen a niveles superiores de la estructura territorial que los contiene. Los centros poblados de niveles territoriales inferiores son parte funcional de un centro dinamizador que los integra, el cual reúne relativamente mejores condiciones socioeconómicas y es el primer centro líder funcional que se identifica en la estructura territorial desde abajo hacia arriba de tal estructura, en conjunto con las localidades que están dentro de su área de influencia inmediata conformada por el número mínimo de centros físicamente comunicados con él, los cuales constituyen el primer subsistema de centros que se denomina microrregión. En síntesis, una microrregión se ubica en los últimos niveles de la estructura territorial y los centros que la componen están unidos en el espacio y en forma funcional con un nodo de categoría inferior a los otros nodos del sistema de centros de mayor jerarquía; por ello, al centro poblado que lidera la dinámica microrregional suele llamársele núcleo de concentración, asentamiento clave o centro de integración microrregional.
Entre los elementos que permiten definir la jerarquía dentro de un sistema de centros está el peso demográfico de cada centro, la capacidad de atracción y la diversidad y especialización funcional de los mismos, con lo cual se logran conocer sus dinámicas geosocioeconómicas, sus funciones y roles que desempeñan en el conjunto de centros con los cuales se articulan a través de determinada movilidad laboral, escolar, de salud, servicios, empleo, intercambio de productos; en otros términos, dicha articulación se da a través de lo que se denomina estrategia de vertebración territorial, esto es, del conjunto de intercambios territoriales que indican los lazos y relaciones estructurales que cohesionan funcionalmente un sistema o un subsistema de centros, y que le imprimen cierta cohesión diferencial a ese espacio con respecto a otros, considerando que los límites político-administrativos no necesariamente coinciden con los límites externos de las áreas funcionales. Por lo tanto, los centros poblados que logren una alta jerarquía en cuanto a los niveles de dotación de bienes y servicios a otras poblaciones más pequeñas, son a los que se les denomina núcleos urbanos del sistema nodal; por el contrario, a los centros de menor categoría se les denomina centros no nodales.
Este conjunto de conceptos que definen a las estructuras territoriales son la base para abordar los aspectos prácticos de las políticas públicas enfocadas a la implementación de procesos de descentralización, entendiendo como tal al proceso mediante el cual se traslada el poder de decisión, el manejo de los recursos, la ejecución de programas y la administración de los servicios a las escalas territoriales mínimas como son los niveles microrregionales a los que se ha venido haciendo referencia, bajo la premisa de que es a partir de ellos que se podrán iniciar o continuar procesos de desarrollo que respondan a las necesidades locales y propicien la eliminación de las grandes diferencias sociales e inequidades productivas que causan el desequilibrio en el desarrollo regional. Sin embargo, es necesario reconocer que todavía existen fuertes obstáculos para lograr una verdadera descentralización, pues predominan las estructuras altamente burocratizadas y centralistas, lentas y costosas. No obstante, se debe avanzar en el objetivo fundamental de la descentralización que es fortalecer e impulsar la democratización de la sociedad y acelerar el desarrollo socio-económico, articulando integralmente las formas institucionales del Estado y las políticas de desarrollo. En este sentido, la descentralización puede ser un instrumento poderoso para lograr el objetivo último de la política de desarrollo: mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos, especialmente de aquellos que viven en pobreza y pobreza extrema que habitan las microrregiones.
Entonces, si la descentralización se entiende como la estrategia con la que se puede avanzar en la consolidación de las bases para garantizar un desarrollo justo y sustentable, en este trabajo se parte de la premisa de que el desarrollo local es otro de los mecanismos de tipo teórico-práctico que también puede apoyar en la implementación de estrategias que den la pauta para la formación y fortalecimiento de redes entre las jurisdicciones territoriales como son las localidades, los municipios y las regiones que ocupan niveles jerárquicos inferiores, particularmente las microrregiones o centros de integración microrregional ya definidos anteriormente, pues estas instancias constituyen las figuras territoriales en las que se basa el desarrollo local. Esto en razón de que en el territorio es donde se concentran y articulan una diversidad de aspectos de tipo social, político, ambiental y productivo, por lo que el territorio puede facilitar ciertos procesos de reestructuración productiva y de articulación de los sistemas locales, por medio de la integración de una política que dé respuesta a lo local, para lo cual se requiere que los gobiernos incorporen en sus políticas públicas la dimensión territorial del desarrollo con una visión integral que permita implementar estrategias de coordinación entre lo regional y lo subrregional.
Es así que el modelo de desarrollo por microrregiones es la escala más adecuada para lograr la necesaria cohesión socioeconómica, siendo a su vez un modelo eficiente para la gestión integrada del territorio y para la aplicación del principio de coordinación de las políticas sectoriales. Estos son los elementos que justifican, desde el punto de vista metodológico y teórico, la pertinencia de impulsar una estrategia regional de desarrollo endógeno y sostenido, cuyo objetivo central es fijar y mantener las capacidades relacionadas con los recursos locales, articulado a los niveles de base de la red urbana, a partir de las pequeñas, medianas y grandes ciudades y sus entornos rurales: las microrregiones.
En esta segunda parte del resumen y con apoyo de ciertos indicadores, se presentan algunas características del territorio de estudio que está inmerso en la Región Centro País. En lo que se refiere a población con datos del año 2000, la RCP concentraba aproximadamente el 32% de la población nacional, siendo la participación de Tlaxcala del 3.05%. En cuanto a la aportación de esta economía regional al Producto Interno Bruto nacional (PIB), fue en promedio del 43.3% considerando el periodo de 1995 al 2000, y la participación de Tlaxcala fue de 1.25%.
La estructura de la red de comunicaciones y transportes de la RCP impacta de manera importante al conjunto de las entidades que la conforman, dadas las interconexiones entre ellas y sobre todo, al interior de sus respectivos territorios, ya que el 84% de los habitantes viven en áreas urbanas. Entonces, dependiendo de las estructuras de integración y de las condiciones en que se encuentra la infraestructura de comunicaciones y transportes, es como se podrán diseñar programas y proyectos de carácter microrregional, puesto que las comunicaciones y los transportes son factores esenciales que marcan un determinado nivel de competitividad de dichos territorios, además de que determinan directamente las posibilidades de estructuración de los sistemas de centros poblados, a partir de los centros de integración microrregional.
En lo que respecta a recursos naturales, específicamente en cuanto a la demanda de agua, existe una fuerte demanda en la RCP, lo cual ha provocado que la cuenca hidrológica del Valle de México, que es la que recibe los impactos directos de las actividades de esta región, se encuentre en una situación crítica bajo fuerte presión, ya que registra el segundo indicador de intensidad de uso más alto, con un valor de 132.1%, que es el resultado de relacionar la extracción subterránea total sobre la recarga media (según criterio de la Comisión para el Desarrollo Sustentable de la ONU). Asimismo, en lo que respecta a desechos sólidos y líquidos, el saldo neto también es muy desfavorable en el manejo de la multiplicidad de desechos de origen humano e industrial que se generan en la RCP, los cuales tienen la característica que demandan volúmenes significativos de materiales y energía para su transformación física y química que rebasa las capacidades de asimilación y reposición ambiental. Éste es el desafío general de aspirar a crecientes niveles de vida, sin costos sociales y ambientales que minen el potencial para el desarrollo regional.
En cuestión de suelos y solamente en referencia a Tlaxcala, de acuerdo con datos del INEGI del año 1993, el 90% de la superficie estatal presentaba algún tipo de erosión, causada principalmente por el viento (eólica); siendo las áreas más erosionadas las que se localizan en los municipios de Altzayanca, Tequexquitla y Terrenate que pertenecen a la Región Oriente. Respecto a la deforestación, en la RCP se reporta una pérdida de 67,500 ha./año, lo cual significa aproximadamente el 13.29% con relación a las tasas anuales que están por arriba de las 500 mil hectáreas en todo el país; en el caso de Tlaxcala una de las principales causas de esta situación, son los incendios forestales, cuya área de mayor afectación es la Malinche. En cuanto a desarrollo social, el nivel de ingreso del trabajo (salario medio de cotización) en la RCP es en promedio similar al nacional, incluso ligeramente inferior; y en lo específico, si se hace una comparación con datos del año 2002, es Tlaxcala e Hidalgo donde se observan los salarios más bajos.
Desde la perspectiva de las estructuras territoriales de carácter regional y principalmente microrregional, el acceso a los servicios de salud por parte de la población, con calidad y oportunidad, es fundamental para garantizar una mejor calidad de vida. Sin embargo, no se puede soslayar el hecho de que existe una excesiva concentración de estructuras y servicios de salud en los principales centros urbanos, que limitan e impiden, en muchos casos, emprender programas de integración de servicios a nivel regional y mucho menos de desconcentración de la infraestructura y equipamiento de salud, a nivel microrregional. En resumen, las condiciones de salud de la población del Estado de Tlaxcala, presentan características que todavía tienen un escenario epidemiológico similar al que se observa en el ámbito nacional, que consiste en la presencia de enfermedades infecciosas y otras como la desnutrición, las crónico-degenerativas, además de problemas emergentes como los accidentes y las adicciones; siendo las principales causas de morbilidad las infecciones respiratorias y las infecciones intestinales. En general, respecto a la cobertura de la población con seguridad social, en el año 2000, de la población total de Tlaxcala, el 68.79% no era derechohabiente, y sólo el 29. 82% era población derechohabiente. En educación, la situación se complica más debido a que ante una creciente demanda de educación en la RCP, ésta no logra cubrirse en su totalidad, por ejemplo, al analizar la atención a dicha demanda en la RCP por nivel educativo, se detectó que sólo se atendió en el ciclo 1990-1991, en promedio al 62.4% de la población escolar, teniendo un ligero aumento en el ciclo 2001-2002, de 68.8%, es decir, un 6.4% más; en lo que respecta a Tlaxcala, su cobertura fue del 67.8%.
En materia de desarrollo urbano regional, específicamente en lo que se refiere a los patrones de expansión urbana y de estructuración territorial de las áreas metropolitanas, se viene perfilando marcadamente una tendencia a la formación de una megalópolis en la región; lo cual, desafortunadamente, se enfrenta con una reducida capacidad real de los gobiernos de las entidades para controlar y orientar estos procesos hacia una trayectoria deseable. Planteada así la situación, es previsible que ese proceso de expansión traerá efectos negativos sobre la capacidad de crecimiento económico, de generación de empleo, de preservación de las zonas ambientales críticas, entre los impactos más relevantes; lo cual restringirá aún más las posibilidades para asegurar condiciones y calidad de vida adecuadas a los habitantes de la región, y en lo particular de las microrregiones. Por ello, es necesario y se podría decir, sin temor a exagerar, que es urgente realizar acciones para avanzar en los procesos para una mejor estructuración microrregional. Esto podrá ayudar a lograr una visión de conjunto de los procesos de urbanización en la entidad, y al mismo tiempo, propiciar un cambio de la óptica en la que tradicionalmente se basan las políticas públicas que abordan la problemática del desarrollo urbano regional, donde no hay un uso y aprovechamiento eficiente del suelo.
En el ámbito microrregional se cuenta con unidades espacio-funcionales mínimas que tienen posibilidades de emprender dinámicas propias y sostenidas, a partir de sus capacidades de interacción con otros asentamientos de igual o diferentes sistemas productivos, o con entornos urbano-regionales a los cuales se encuentran articuladas. Con la aplicación de la metodología de microrregionalización se logró validar espacios de territorio que pueden contribuir a revertir la dispersión poblacional y la inadecuada distribución de infraestructura y servicios entre distintos asentamientos en regiones o microrregiones rurales. En esencia, lo que se persiguió fue analizar e identificar aquellos asentamientos rurales en el nivel microrregional que tuviesen mayor capacidad para concentrar servicios y estimular la producción para su población en sus áreas de influencia. Planteadas así las cosas se podría decir que es una contradicción tratar de impulsar las zonas que están en desventaja, en tanto que la forma tradicional del desarrollo se inicia y se consolida en las grandes ciudades. Sin embargo, este planteamiento es el que le da sentido a esta tesis, existe el convencimiento teórico-analítico de que en las actuales condiciones de desequilibrio económico y social, una vía para alcanzar un desarrollo integral, justo y sustentable, es a partir de los centros poblados en sus niveles inferiores, esto es, de los centros de integración microrregional.
Entonces, como producto del cuerpo teórico-analítico desarrollado en los respectivos apartados, y de la información empírica obtenida a través del trabajo de campo correspondiente a las relaciones funcionales que se establecen entre diversos asentamientos humanos, se pudieron tipificar las siguientes once localidades como Centros de Integración Microrregional: dos localidades del Municipio de Terrenate, la propia cabecera Municipal y Toluca de Guadalupe; las cinco cabeceras de los Municipios de Zitlaltepec, Ixtenco, Altzayanca, Tequexquitla y Cuapiaxtla; y del Municipio de Huamantla, cuatro localidades, su cabecera Municipal, San José Xicohténcatl, Ignacio Zaragoza y Benito Juárez; cuya característica común es que son asentamientos humanos con una población mayor a los 2,500 habitantes. Esta es una base de información de primera importancia que sustenta la viabilidad de la metodología de microrregionalización que le da esencia a esta tesis.
La estructura territorial que ha servido de referencia como marco general es la que ocupa el Estado de Tlaxcala, la cual ha sido dividida para fines de aplicación metodológica global en dos grandes capas territoriales (o lo que se podría denominar, escalones) en donde cada capa territorial tiene un centro dinamizador. Una primera capa (o escalón) estaría representada por el territorio que constituye Tlaxcala, como localidad, y su zona conurbada; que al mismo tiempo es un centro que le imprime dinámica al conjunto del sistema de ciudades en el ámbito estatal, como son: Apizaco, Calpulalpan, Contla, Chiautempan, Papalotla, Villa Vicente Guerrero, Xalostoc, Zacatelco y Huamantla; desde esta perspectiva metodológica se ha construido una segunda capa, liderada por el territorio que corresponde a la cabecera municipal de Huamantla, que en este caso y para los fines de la presente investigación cumple dos funciones básicas: una, la de ser Cabecera de la Región Oriente, y dos, la de ser un Gran Centro de Integración Microrregional, y por lo mismo, un Centro Dinamizador de los restantes diez Centros de Integración Microrregional, señalados en el párrafo anterior.
Los resultados obtenidos en esta investigación permitieron sostener que, desde el punto de vista de la planeación del desarrollo, se requiere implementar precisamente un Plan de Desarrollo Microrregional con miras a lograr un proceso de integración desde los niveles inferiores, es decir, a partir de los Centros de Integración Microrregional en un proceso de ascenso sistémico con el conjunto de centros poblados de mayor jerarquía, e inclusive con el sistema de ciudades, hasta lograr una integración en condiciones de mayor equidad. Esto equivale a realizar un ejercicio de planeación aplicada desde los niveles inferiores, contrario a la forma tradicional de llevar a cabo los procesos de planeación desde las esferas macroeconómicas y sin tomar en cuenta las necesidades reales de la población a quien se busca beneficiar. Para que este procedimiento pueda garantizar resultados positivos, se requiere como condición indispensable poner en marcha programas integrales de dotación de servicios, infraestructura, comunicaciones y transportes, fomento a las actividades productivas y creación de empleo regional, así como acciones de conservación y preservación del medio ambiente; los cuales habrán de funcionar como elementos integradores entre las microrregiones y de éstas con el conjunto de la Región Oriente.