Tesis doctorales de Economía


SISTEMA DE CIUDADES, CENTROS POBLADOS Y DESARROLLO REGIONAL
LA MICRORREGIONALIZACIÓN EN EL ORIENTE DEL ESTADO DE TLAXCALA

Daniel Hernández Hernández

 

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2.2. Las ciudades como expresión de la concentración y polarización económica

Las economías crecientes de escala desempeñan un papel preponderante en la concentración urbana, ya que una empresa por grande o pequeña que sea, prefiere abastecer su mercado principal desde un lugar único para minimizar los costos de transporte, principalmente. En el caso de que una empresa decida abrir varios establecimientos en un espacio regional o nacional, entonces incurre en costos fijos adicionales; de modo que en presencia de rendimientos de escala importantes la decisión económica más racional consistirá en establecer un único emplazamiento y optimizar la localización en función del tamaño del mercado y las distancias. Por economía de escala se entiende a la relación que se da cuando al aumentar la producción, disminuyen los costos unitarios de producción de un bien o servicio, aunque posteriormente con base en la ley de los rendimientos decrecientes que postula que al añadir continuamente factores variables a un factor fijo de producción, por ejemplo al asignar un número creciente de trabajadores a una misma máquina, los costos de producción tenderán a aumentar y las utilidades a disminuir. Trasladando esta situación al caso de los centros poblados, sobre todo los de jerarquías inferiores, significa que entre mayores sean las distancias mayores serán las dificultades para la integración y articulación estructural de los centros poblados y las ciudades, pues las posibilidades de dinamizar un territorio con inversiones productivas se basa en criterios económicos.

En consecuencia, la distribución de la actividad económica siempre tiene como característica evidente la concentración geográfica de la producción; de donde se deriva y se explica la existencia de ciudades como un fenómeno visible que es producto de la existencia de rendimientos crecientes de escala, y no por los típicos rendimientos constantes de escala. Por lo tanto, la distribución de las ciudades en el espacio está asociada con el cambio sectorial de la economía y de sus estructuras, lo cual origina los traslados o desplazamientos geográficos de la demanda hacia los lugares y territorios de alta concentración y productividad. Pues como lo señala Cortez (2005:04), tales condiciones son características de las ciudades, observándose con ello un proceso de polarización, pues al mismo tiempo se da la existencia de un campo descapitalizado, no tecnificado y un sector primario con escasa productividad. Estas desigualdades constituyen la base de los intensos procesos migratorios, aunque los límites del sector industrial y la escasa capacidad de ofrecer servicios y elevar la tasa de empleo formal de las grandes ciudades, actualmente, estén generando cinturones de miseria urbana.

En este sentido Krugman (1992:8-17) señala que el crecimiento de las ciudades se explica en esencia por procesos acumulativos, es decir, por la interacción entre la demanda, los rendimientos crecientes y los costos de transporte, o lo que él denomina en alusión a Alfred Marshall quien realizó el análisis económico clásico del fenómeno de la localización industrial: trinidad marshalliana, en referencia a esos tres elementos que al actuar en conjunto logran, entre otros efectos, acentuar las divergencias regionales. Por lo tanto, desde el punto de vista económico, el origen de las ciudades radica en la concentración geográfica de la producción, la cual se desarrolla a partir de la interacción de los tres factores antes ya señalados; de tal manera que si las economías de escala son lo suficientemente grandes cada fabricante preferirá abastecer el mercado desde un único lugar, buscando siempre minimizar los costos de transporte en un lugar donde exista una demanda local grande, que es precisamente en el lugar donde un número importante de empresarios deciden su ubicación.

Un procedimiento que permite medir la concentración geográfica de la producción, es la interrelación que se da entre el porcentaje de la fuerza de trabajo empleada en una región determinada y el porcentaje que llegue a representar la población de esa misma región en la población total. Este ejercicio puede hacerse para un sector en lo particular, por ejemplo el sector industrial y los resultados que se obtengan reflejarán el grado en que depende la distribución de la industria con respecto a la distribución de la población; o si se lee a la inversa indicará el efecto que trae la industria sobre la distribución de la población.

El proceso de concentración geográfica de la producción lleva implícita la existencia de un sistema centro-periferia, ya que como lo señaló Alfred Marshall en lo referente a la localización industrial existen tres razones diferentes que propician la concentración de una actividad en un determinado territorio: en primer lugar, gracias a la concentración de un elevado número de empresas de un ramo en el mismo lugar, un centro industrial crea un mercado conjunto para trabajadores cualificados; este mercado conjunto beneficia tanto a los trabajadores como a las empresas; en segundo lugar, un centro industrial permite el aprovisionamiento en una mayor variedad y a un costo inferior de los factores de la producción; y por último, debido a que la información fluye con más facilidad en un ámbito reducido que a lo largo de grandes distancias (Krugman, 1992:43-44), esto último tiene que ver con las condiciones imperantes en el siglo XIX y la primera mitad del XX, etapa en la cual como es obvio los medios de comunicación no tenían el desarrollo que tienen actualmente.

Volviendo al concepto de centro-periferia, éste se emplea en todos los niveles de la escala geográfica (centro y periferia dentro de los límites de un pueblo, de una ciudad, de una región, etc.), pero ha tenido éxito particularmente a nivel mundial como equivalente de los binomios mundo desarrollado/mundo subdesarrollado, o norte/sur, por ejemplo. Hablar de centro/periferia permite una descripción de la oposición de los lugares, pero sobre todo posibilita proponer un modelo explicativo de esta diferenciación: la periferia está subordinada porque el centro es dominante y recíprocamente, lo cual forma un sistema. Este concepto ha sido utilizado sobre todo en las reflexiones tercermundistas, por lo cual se pudiera pensar que para fines de ilustrar los aspectos que en este espacio interesan que es lo referente a los sistemas de centros poblados en los niveles regionales y microrregionales, quizá no sería de mucha utilidad, sin embargo, se trata de dar un giro en cuanto a ponderar la importancia que tiene proponer la reactivación de la economía en su conjunto a partir de los centros de integración microrregional.

Resulta de sumo interés lo que plantea Krugman refiriéndose al caso europeo en donde dice que a pesar de que existe una cierta relación causal entre periferialidad y renta baja, el aspecto esencial es que en todo caso es una relación inversa y para ello pone de ejemplo la parte noroeste de Europa que es relativamente rica debido a causas de tipo cultural más que de tipo geográfico; pero más adelante señala que, a pesar de todo, el sistema centro-periferia está ahí: es decir, las regiones más pobres de Europa también están, en general, relativamente alejadas de los principales mercados (idem, 1992:105-108).

La concentración geográfica de la economía, por lo regular no se da en un solo lugar, sino más bien existen varios centros en donde cada uno tiene un área de influencia formada por regiones vecinas o cercanas. En este caso se estaría hablando de una distribución espacial de la economía de carácter policéntrico; y en otra parte el autor de referencia precisa que: “si los costes de transporte son bajos, las economías de escala importantes, y el porcentaje que representa la industria, sin necesidad de un tipo concreto de localización en la renta nacional, es grande, el resultado será la formación de un único centro; si se da la situación inversa, no se formará ningún centro en absoluto; los niveles intermedios favorecerán la aparición de estructuras dotadas de múltiples centros” (idem,1992:96).

Lo anterior se ilustra con las siguientes figuras: en la figura 4 se puede apreciar la existencia de un centro con su área de influencia como resultado de la distribución homogénea de un mismo tipo de productores y la población que elige libremente su lugar de residencia. Y en caso de que los costos de trasporte sean altos y las economías de escala poco relevantes y la proporción de la demanda que está ligada a una localización sea pequeña, la producción y los servicios que ello requiere se pueden distribuir también casi en forma homogénea pero en dos regiones, como se marca en la figura 5, en donde cada centro tiene su respectiva área de influencia.

FIGURA 4. CONCENTRACIÓN GEOGRÁFICA DE LA ECONOMÍA EN UN SOLO CENTRO

FIGURA 5. CONCENTRACIÓN GEOGRÁFICA DE LA ECONOMÍA EN DOS CENTROS

Fuente: Elaboración propia con base en los gráficos de Paul Krugman (1992:95)

Estos son esquemas similares a los que propone Cortez (2005) porque parten de la misma lógica de la concentración de la producción y los servicios que se expresan a través de los intercambios territoriales, por lo que al mismo tiempo viene a complementar las apreciaciones conceptuales y analíticas expuestas anteriormente, en donde la única diferencia si se le puede identificar como tal, es que el primer autor va al detalle en el sentido de desglosar los distintos niveles jerárquicos hasta llegar a tipificar los territorios que interesan de acuerdo a los fines de esta investigación que son las microrregiones.

Con apoyo de lo que señala Polèse (1998:69-70) se puede resumir diciendo que la concentración de la producción en cierta magnitud es el resultado de la existencia de rendimientos de escala importantes y bajos costos de transporte, indicando que sólo es válido para una parte de la producción porque si se tratara de concentrar toda la producción en un único lugar también habría que concentrar ahí mismo a los consumidores a fin de que los costos de transporte fuesen igual a cero; sin embargo, esto no es viable debido precisamente a la distribución geográfica de la producción en el territorio que se da por las características antes anotadas. En este contexto, lo más factible es compartir costos fijos entre dos o más empresas o unidades de producción, siendo esta una de las ventajas de la aglomeración urbana, ya que conlleva a obtener mayores ganancias de las que se obtendrían únicamente por las economías de escala internas de cada empresa en lo individual.

Este mismo autor abunda al decir que la concentración geográfica de las poblaciones en las ciudades o pueblos se basa en la posibilidad que tienen y buscan los agentes económicos de reducir sus costos de transporte y de interacción social (intercambios territoriales); sin embargo, es necesario señalar que los costos económicos que se requieren para cubrir la distancia no son solamente costos directos de transporte sino como es lógico se necesita invertir tiempo “para superar la fricción del espacio”. Por ello, en la cuantificación de los costos económicos que implica un desplazamiento o viaje para un particular o para la sociedad, se debe considerar también el valor del tiempo utilizado, es decir, el costo de oportunidad. El análisis del costo de oportunidad parte de considerar al tiempo como un recurso escaso como todos los demás, de tal forma que en las decisiones de los agentes económicos el tiempo es una variable determinante para tal o cual elección; por definición “el costo de oportunidad de una actividad es la ganancia que podría obtenerse al emplear el tiempo de otra manera. El costo de oportunidad es siempre reflejo de una ganancia a la cual hemos renunciado al hacer otra cosa diferente de aquello que nos hubiera permitido obtener dicha ganancia” (Polèse, 1998:63).

Todo gira en torno a la acumulación y movilidad del capital cuyas actividades económicas se desplazan en el espacio geográfico originando procesos de aglomeración, concentraciones urbanas y grandes ciudades; pero también despoblamiento, espacios subutilizados y desarticulaciones territoriales. Efectivamente, es pertinente reconocer que la contraparte del fenómeno de aglomeración y formación y/o consolidación de grandes ciudades en nuestros países, ha sido el despoblamiento y abandono del campo, ya que la lógica del capital dista mucho de tener como prioridad difundir el crecimiento y propender al crecimiento territorial homogéneo, más bien la formación de las grandes ciudades ha originado un fenómeno paralelo de polarización de los territorios, y su crecimiento se basa en la transferencia de valor desde el campo o sector agrícola hacia las ciudades o más propiamente hacia el sector industrial. Este proceso toma sentido en el territorio articulándose a través del sistema de ciudades, con la salvedad de que son las ciudades pequeñas y medianas el espacio preferido de los sistemas productivos locales. En estos asentamientos se concretan las economías externas y se producen las condiciones que favorecen la reducción de los costes de transacción entre las empresas y las organizaciones locales. Estas apreciaciones tienen una gran importancia en tanto que para el caso de estudio y la propuesta central de impulsar el desarrollo desde las microrregiones, se propone que es perfectamente viable vincular estos pequeños territorios con las ciudades medias que forman el sistema de ciudades para el caso de la realidad tlaxcalteca.

Sin duda, el desarrollo económico y el desarrollo urbano son dos caras de un mismo fenómeno y el nivel de urbanización condiciona el desarrollo económico y viceversa; todo ello bajo una dinámica que se caracteriza porque las pautas de localización de las actividades industriales y de servicios son cada vez más difusas, con una dimensión de las plantas de producción que tiende a ser más reducida, por lo que ya no se demandan grandes mercados de trabajo. En este contexto es como los sistemas productivos locales y la jerarquía urbana a través de las ciudades han contribuido al desarrollo, pero un desarrollo difuso y polarizado en el territorio. Sin embargo, no se puede negar la concentración de funciones del sector terciario avanzado, localizadas en los niveles elevados del sistema urbano, así como la existencia de centros especializados en actividades productivas y la concentración de recursos de calidad en las grandes ciudades (CEPAL-PNUMA, 2002:29).

Todos estos hechos, sin duda, pueden conceptualizarse en términos de un modelo urbano policéntrico, de una armadura urbana que tiende a funcionar cada vez más en forma de red, ya que las ciudades con sistemas productivos locales forman una de las redes básicas de los nuevos modelos urbanos (Vázquez, 2000:16). Lo anterior resulta lógico si se toma en cuenta que en el espacio se conjugan, armoniosa o conflictivamente y en distintas escalas geográficas para generar formaciones económico-espaciales específicas, los agentes representados por las empresas, los consumidores, los trabajadores y todo tipo de organizaciones; de igual forma se incorporan los factores o recursos tangibles e intangibles; y por último, los procesos económicos que van desde la producción, la circulación, la distribución, el consumo, la innovación, la globalización y la reestructuración productiva.

Entonces, cuando se hace referencia al espacio, se entiende no al espacio en abstracto sino en relación con las actividades que realizan los individuos organizados o que pertenecen a una determinada sociedad, con un nivel también determinado de desarrollo; en lo específico, el espacio visto desde la perspectiva económica se refiere a un conjunto de territorios interconectados entre sí, tanto vertical como horizontalmente, tanto en lo interno como en lo externo, por redes de flujos materiales e inmateriales que tejen la urdimbre del capitalismo global construido a partir de las singularidades locales. Entender así al espacio implica conocer la manera en que sociedad y economía interactúan en los territorios reales, es decir, en las geografías regionales y locales donde se desarrolla la auténtica vida económica de los ciudadanos que producen y consumen. En este contexto se inscriben los sistemas de ciudades y los sistemas de centros poblados en donde se suceden una serie de interrelaciones que constituyen estructuras territoriales específicas. Como dice Krugman, (1996:48), se trata de sistemas en los que varios componentes (empresas) se encuentran en un momento determinado en un estado concreto (emplazamiento) y los cambios de esos estados están relacionados entre sí (a través de las economías y deseconomías de aglomeración), por lo que cabe esperar que las economías del espacio tengan paisajes dinámicos, complejos y accidentados.

En resumen y después de considerar los aspectos generales del espacio, no tanto como el espacio geográfico como localización, es decir, como un conjunto de coordenadas terrestres, sino como lo perciben, lo representan y lo viven los individuos que es una de las dimensiones que interesa resaltar y que se refiere básicamente a los aspectos de alejamiento y la percepción de las distancias, esto es, con las prácticas de movilidad de los individuos en relación con los lugares que más frecuentan y que constituyen su espacio de vida; importa principalmente enfocarse al conjunto de los espacios individuales y la composición de sus interacciones reiteradas que producen un espacio heterogéneo constituido por nodos y ejes jerarquizados que organizan los flujos de circulación de bienes, servicios, información y mano de obra, tal y como ya se ha señalado más arriba.

Es importante destacar que los elementos vertidos anteriormente no pretenden conformar una visión limitada del espacio por cuanto que se ha hecho énfasis en las relaciones de intercambio que se establecen entre los diversos niveles jerárquicos de las estructuras territoriales, como los sistemas de ciudades y en general de los centros poblados. El espacio realtivo es el campo de fuerzas donde operan los agentes económicos (productores y consumidores) que se relacionan mutuamente a través de flujos tangibles de personas y mercancías, y en donde aparentemente el medio natural carece de relevancia y queda relegado a la condición de mero substrato físico, sin otro cometido que el de simple soporte de las actividades y relaciones económicas. Se trata de tener una visión más integral del desarrollo regional, y esto se puede lograr tomando en cuenta conceptos como el de región funcional, entendida como el ámbito donde las unidades de producción se abastecen de una parte sustancial de los factores productivos que utilizan y se caracteriza por su autocontenido, diferenciación, estructuración, autonomía e integración, en contraparte con la región económica que polariza el fenómeno urbano y altera el juego de relaciones en el espacio focalizando los intercambios en la ciudad y creando un espacio tributario a su alrededor con el que establece una permanente interacción.

En este sentido, el concepto de región funcional es el que más se adapta para caracterizar el hecho de que son los centros urbanos más importantes, es decir, el sistema de ciudades que le imprime una dinámica general a los demás centros poblados de menor jerarquía, al respecto se señala que al interior de la región funcional los intercambios socioeconómicos son más intensos que entre ese territorio, el exterior y su límite, siempre cambiante e impreciso y que viene dado por el punto donde estas relaciones decaen por debajo de un umbral determinado y comienza el área de influencia de otro centro urbano. (Sánchez, 2001: 101). En general, es conveniente tener presente que en el análisis del espacio se debe tomar en cuenta el tipo de paisaje existente considerando los efectos causados por la acción del hombre; las distancias de las ciudades o centros poblados medidas en horas de transporte; las interrelaciones que se dan entre las áreas de comercio minorista; entre otros, de tal manera que se pueda llegar a construir y explicar la similitud y diferencias de las estructuras espaciales elementales.

Interesa resaltar los principales aspectos con los que se puede caracterizar la distancia, entendida esta no en abstracto, sino como factor clave que puede facilitar o limitar la concentración de la producción; en este sentido, la distancia se puede entender como el intervalo a franquear para ir de un lugar a otro, dada la significación de separación entre la oferta y la demanda, las cuales para coincidir, necesitan de esfuerzo y gasto de energía que se deben contabilizar en términos económicos; por lo tanto, la distancia se mide en relación con una referencia que bien puede ser a un centro o lugar determinado (posición relativa). En consecuencia, la distancia se evalúa en unidades de longitud y unidades de tiempo, elementos que afectan las decisiones de los agentes económicos en cuanto a los costos del transporte, y la distanciatiempo se evalúa según la duración necesaria para un recorrido. La utilización de estas medidas de la distancia permite definir y medir la accesibilidad de un lugar, ponderando las distancias por el costo, el tiempo o la dificultad para llegar a determinado lugar.

El tiempo y costo que supone la distancia afectan la frecuencia de los desplazamientos, más aún cuando no se dispone de medios de transporte rápidos y potentes, por ejemplo, el campesino que cultiva su campo, el que vende su producción al mercado, siguen en su mayoría la “ley del menor esfuerzo” que empuja a ir al más cercano. Por lo tanto, conviene especificar que en cualquier estructura económica del espacio, la distancia se explica a partir de que las fuerzas de la oferta y la demanda asignan recursos a lo largo de un espacio geográfico entre empresas y sectores de la economía, bajo criterios generales de maximización de los beneficios, la utilidad o el bienestar público, o por objetivos geográficos como la minimización de los viajes. En este contexto, la distancia es el referente entre dos puntos en donde se realiza el intercambio de bienes, servicios, mano de obra o información, siendo uno de los dos el mercado principal que se encuentra a determinada distancia de otros mercados más pequeños o submercados; de tal manera que los cambios económicos y la intensidad de los intercambios varían con la distancia, lo cual condiciona que las actividades productivas tengan diferentes capacidades de producción de acuerdo con su proximidad al mercado, o lo que es lo mismo, en relación con la distancia a la ciudad o lugar central. Otros factores que son importantes de considerar en el análisis de la distacia en realción con la concentración de la producción en un espacio o territorio determinado, son los que postula la Teoría de Interacción Espacial (TIE), la cual incorpora el aspecto territorial y cuyo principio básico es el siguiente: que la magnitud de los flujos de consumidores que atrae una unidad comercial es inversamente proporcional a los costos de transporte que los consumidores deben sufragar para acceder a ella, y directamente proporcional a lo atractiva que les resulte; en otras palabras, que la magnitud y dirección de los flujos de consumidores y las decisiones de localización de los empresarios dependen simultáneamente de la interacción de dos fuerzas opuestas: los costos de transporte que enfrentan los consumidores y la atractividad de las unidades comerciales (Garrocho, 2003:229).

Entonces, con lo que plantea este autor se complementa la concepción que reducía la cuestión de la distancia solamente a los costos de transporte, dando paso a la atractividad que en un momento dado puede tener un lugar central. En consecuencia, los fenómenos de interacción espacial son un componente exógeno del comportamiento social, y son precisamente los que desmitifican el efecto de la distancia y vinculan su influencia con los procesos económicos. Por ello, es importante señalar que las acciones de política económica y social emprendidas en diferentes décadas y espacios, han respondido más a las necesidades del mercado que a la conducción de un modelo de desarrollo sustentable, equilibrado y con justicia social; con lo cual se ha propiciado la formación de una estructura polarizada entre las ciudades y los centros poblados de menor jerarquía.

En síntesis, los costos de transporte, como ya se ha señalado anteriormente, son un factor clave para el análisis de la concentración de la producción ya que incluyen a todos los costos necesarios para vencer la distancia, incluyendo los costos de oportunidad; pues como lo señala Pòlese (1998:60), la distancia es un espacio geográfico que implica costos de transporte, costos en la comunicación y costos para la obtención de información, en donde dichos costos son por regla general más elevados cuanto mayor sea la distancia, es decir, los costos están en función de la distancia. Toma sentido el concepto de centralidad que se refiere a la concentración de la producción en un mismo lugar, es decir, un lugar central que es producto de las relaciones de intercambio entre los agentes económicos. Sin embargo, aquí entra el factor de las economías de escala que sirve para determinar, en primer lugar, junto con los costos de transporte, la dimensión o tamaño del mercado o del espacio, ya que los dos forman parte de la misma realidad; y en segundo lugar, para definir si la producción de un bien o servicio se hará de manera centralizada o dispersa.

Ahora bien, para entender las dificultades que implica la distancia para la integración de los centros poblados, es necesario decir que esto depende de la conformación de las estructuras económicas y de la forma de vinculación con la estructura territorial en donde se presentan características de economías de aglomeración y de escala, principalmente en las ciudades y en las concentraciones urbanas, con lo cual se da una reestructuración territorial que modifica la red urbana y el sistema de centros poblados, en función precisamente de las distancias relativas entre unas y otros, es decir, entre las ciudades y centros poblados de carácter rural o de menor urbanización. Por ejemplo, si las industrias no son sensibles a las economías de aglomeración y los costos de transporte son elevados, entonces la red urbana se caracterizará por contener más ciudades pequeñas y medianas. Por el contrario, si los sectores industriales son sensibles a las economías de aglomeración, entonces habrá grandes ciudades. En consecuencia, la transformación de las estructuras económicas tiene por efecto el desplazamiento de la red urbana de centros poblados de distintos tamaños, lo cual hace referencia a los cambios en las estructuras territoriales.


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