Daniel Hernández Hernández
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El planteamiento central que se expone en este apartado está en relación directa con los procesos de microrregionalización que se vienen proponiendo, esto implica que se parte del convencimiento de que solamente a través de una estrategia de desarrollo local se pueden formar y fortalecer las redes entre las jurisdicciones territoriales como son las localidades, los municipios y las regiones que ocupan niveles jerárquicos inferiores, particularmente las microrregiones, pues estas instancias constituyen las figuras territoriales en las que se basa el desarrollo local. Esto en razón de que en el territorio es donde se concentran y articulan una diversidad de aspectos de tipo social, político, ambiental y productivo, por lo que el territorio puede facilitar ciertos procesos de reestructuración productiva y de articulación de los sistemas locales, por medio de la integración de una política que dé respuesta a lo local, para lo cual se requiere que los gobiernos incorporen en sus políticas públicas la dimensión territorial del desarrollo, pero con una visión integral que permita implementar una política articuladora hacia adentro de los propios estados nacionales, provinciales o locales, es decir, una política que coordine lo regional y lo subregional para lograr un desarrollo más equilibrado con sentido estratégico.
Junto con lo anterior, es fundamental la mejora de los factores intangibles del desarrollo, como lo son: innovación, difusión, tecnología, capacidad emprendedora e información, que propicien la formación de una nueva cultura en la población e induzcan al desarrollo y creación de empresas viables y competitivas. Por lo tanto, una nueva política regional que se base en lo local, debe ser un mecanismo de apoyo a la transformación productiva y territorial que se desarrolla como consecuencia de los cambios tecnológicos y del aumento de la competitividad de los mercados. En este contexto, la gestión pública juega un papel fundamental ya que es donde se deben formular y ejecutar políticas que permitan la coordinación de actores y jurisdicciones territoriales; lo cual sólo será posible si se trabaja con base en nuevos métodos de gestión institucional en los diferentes niveles de gobierno, particularmente en el nivel de los gobiernos locales con instancias horizontales y verticales de coordinación; en otros términos, se requiere modernizar urgentemente las áreas administrativas de los gobiernos locales. En consecuencia, uno de los aspectos centrales en el proceso de modernización del Estado, dice Boisier (1996:25), es pensar que el Estado es moderno si es capaz de comprender la estructura de su entorno y es capaz de construir su futuro –y agrega que el Estado actual se ve compelido a la apertura externa, empujado por la globalización, y a la apertura interna motivada por la descentralización. En otras palabras dice que el Estado es demasiado chico para enfrentar los problemas derivados de las megatendencias globales; pero a su vez es demasiado grande para entender los problemas locales, por ello, resulta indispensable la descentralización en apoyo a las iniciativas de desarrollo local. Aquí como dice Alburquerque (2006:10) resulta indispensable la actuación de los agentes del desarrollo local o del grupo líder que logre encabezar las iniciativas del desarrollo local, y de la correlación de fuerzas que haya en el momento de impulsar una estrategia de este tipo.
Los principales problemas a resolver desde la acción local, son, entre otros: la pobreza, la desindustrialización, el deterioro del hábitat, las alteraciones ambientales, la provisión de servicios e infraestructura y las deficiencias sanitarias y educacionales. Por ello, es fundamental que cada región diseñe su propio modelo de desarrollo, adaptado a las características de su entorno, ya que es en los territorios locales y microrregionales donde se hace más palpable el potencial endógeno con una creciente participación comunitaria. Es pertinente señalar que junto a los modelos convencionales de desarrollo regional y urbano, el desarrollo local es un modelo complementario, una estrategia con base espacial que, al actuar simultáneamente en todo el territorio en forma vertical y descentralizada e integrada, encuentra en la coordinación de acciones el procedimiento más eficaz para potenciar a las comunidades locales ante la globalización. En este marco adquiere importancia la microrregión como unidad territorial estratégica, entidad que puede abarcar a diversos municipios y que responde a las actuales demandas de la sociedad. (Roccatagliata, 2001:36).
Es así que el modelo de desarrollo por microrregiones es la escala más adecuada para lograr la necesaria cohesión socioeconómica, siendo a su vez un modelo eficiente para la gestión integrada del territorio y para la aplicación del principio de coordinación de las políticas sectoriales. Estos son los elementos que justifican desde el punto de vista metodológico y teórico, la pertinencia de impulsar una estrategia regional de desarrollo endógeno y sostenido, cuyo objetivo central es fijar y mantener las capacidades relacionadas con los recursos locales, articulado a los niveles de base de la red urbana, a partir de las pequeñas, medianas y grandes ciudades y sus entornos rurales: las microrregiones. El desarrollo local, entonces, constituye un proceso global, integrado y sostenido de cambio social que protagoniza una comunidad asentada en un territorio determinado; pero como no todas las comunidades tienen las condiciones necesarias para emprender por sí mismas el proceso, es imprescindible un estímulo deliberado que impulse a la población para iniciar ese movimiento hacia el desarrollo. Esto es, la gestión del territorio en donde el factor fundamental sea lo que aquí se ha venido planteando: la regionalización a partir de un sistema de centros poblados y su vinculación con el sistema de ciudades.
La descentralización y el apoyo a las iniciativas locales no pueden ser la excusa de los gobiernos para desentenderse de su responsabilidad de planificación estratégica a escala nacional en aquellos aspectos que son de su incumbencia. Por el contrario, impulsar el desarrollo local por medio de las microrregiones como ámbito territorial adecuado permitirá efectivizar modelos estratégicos en un marco adecuado que facilita la coordinación de acciones de tipo institucional. En este sentido, cada vez se hace más necesario integrar la planificación económica y social con la ordenación del territorio y la protección y mejora del medio ambiente, dada la complejidad administrativa del territorio y la relación entre la estática de éste y la dinámica de la organización social. En medio de estos procesos es seguro que existen extensiones territoriales de bajas densidades poblacionales y asentamientos dispersos que es necesario atender e integrar en forma de redes (sistema relacional) al sistema de centros poblados y al sistema de ciudades.
Abordar la problemática y las cuestiones del territorio junto con las premisas del desarrollo sustentable, es una de las condiciones básicas para avanzar en la línea de la descentralización y la regionalización en diferentes escalas, y con ello, sobre el desarrollo local, bajo un esquema que considere la vinculación entre la concepción global del desarrollo y su actuación local, así como el análisis de las ciudades intermedias y su rol, en el marco de entender las formas y mecanismos para la promoción de los pequeños asentamientos y los polos microrregionales del medio rural. En este aspecto, es relevante acotar que la nueva dinámica de la economía contemporánea, la instantaneidad global de su funcionamiento, las nuevas tecnologías de producción, de comunicaciones y transportes, han traído como efecto la recomposición de ciudades, regiones y territorios, con lo cual se ha creado una nueva dinámica relacional entre el espacio mundial de redes y flujos; rompiéndose con ello, el principio de continuidad espacial de los procesos, o lo que es lo mismo, han aparecido procesos de discontinuidad que producen de manera inexorable, una fragmentación vertical del territorio.
El proceso de constitución de microrregiones debe ser un proceso inducido, esto significa que las comunidades locales siempre estarán motivadas por intereses comunes ya que ocupan un mismo espacio vivencial, además de que se encuentran dentro de un marco jurídicoinstitucional que les da razón de ser como unidades administrativas territoriales básicas. En todo caso, estos son elementos que pueden tomarse como referencia para ampliar el concepto de subrregión o microrregión que se ha venido manejando, y que no es otra cosa que la asociación de unidades político–administrativas de niveles jerárquicos inferiores, en donde, es mucho más viable contribuir a la construcción de un sistema relacional mínimo que impulse el desarrollo local en términos de redes e intercambios internos, para constituir un soporte funcional de ese sistema y, conforme ese sistema relacional mínimo se consolide en la estructura microrregional que la contiene, pueden estos espacios microrregionales ir consolidando estructuras para actuar en niveles territoriales superiores e ir sosteniéndose en un flujo de relaciones complementarias y no subordinadas, y alejándose de los intercambios desiguales que caracterizan a la estructura territorial polarizada.
Si bien las tendencias actuales muestran una reactivación de la expansión y transformación de las ciudades, que va acompañada de un incremento de la exclusión social y de segregación espacial, así como de problemas medioambientales y de transporte, éste último por el crecimiento de las demandas de movilidad y la ausencia de planes coordinados de infraestructura; en las zonas rurales se observa un mosaico de situaciones diversas según las regiones y microrregiones, que varían desde la nueva configuración de las actividades agrarias, hasta problemas sociales y de serio deterioro ambiental. Es previsible, entonces, que en las metrópolis de cualquier tamaño, hasta los pequeños asentamientos, las redes de transporte y comunicaciones, hasta los espacios rurales y de bajas densidades se incorporarán a los procesos de relaciones funcionales ya establecidas.
En cualquier análisis del territorio se hace imprescindible contar con una visión global del mismo en donde se conozca su posible evolución y los escenarios de futuro para diseñar las redes de infraestructura, identificar los proyectos estratégicos, que permitan y hagan posible una vida más humana en las grandes ciudades y en los asentamientos de menor tamaño, disminuyendo los problemas de pobreza y protegiendo el medio ambiente. Por lo tanto, se deben mitigar los problemas de la centralidad y los de perificidad, apuntando hacia la competitividad, la equidad y la sustentabilidad. Nada de esto es posible sin una gestión del territorio conjunta y concertada entre los municipios y/o localidades de que se trate, sobre todo del nivel microrregional, pues la dimensión territorial deberá siempre estar presente en las políticas sectoriales y regionales de las instituciones.