David Flores Ruiz
En este apartado analizamos la importancia que tiene la ventaja comparativa a la hora de entender el desarrollo turístico y la competitividad de los destinos turísticos, pues, como vamos a exponer a lo largo del mismo, de los factores que forman parte de este concepto va a depender en gran medida tanto la aparición y como los primeros desarrollos de los destinos turísticos.
Como hemos podido resaltar en epígrafes anteriores, según la teoría neoclásica del comercio internacional, la ventaja comparativa de unos países frente a otros viene dada por la posesión de determinados factores productivos abundantes -mano de obra, situación geográfica, clima, etc.-, lo que explica la especialización en determinados sectores productivos. Sin embargo, estas ventajas comparativas, localizadas en el territorio, no tienen la misma importancia para todas las actividades productivas.
En este sentido, a la hora de explicar la competitividad de las empresas más directamente relacionadas con la actividad turística, así como la de los destinos turísticos donde éstas se localizan, las ventajas comparativas van a jugar un papel muy importante, pues, mientras que para la mayor parte de las actividades productivas algunas de estas ventajas -dotaciones naturales como agua, paisaje, petróleo, y otros tipos de materias primas- son agotables y no pueden ser renovadas, para las empresas turísticas, estas dotaciones factoriales, si son gestionadas de una forma eficiente , no llegarán a agotarse, pues el turista disfruta del paisaje, las playas, la cultura, etc., pero no los consume (Ritchie y Crouch, 2004:22). Todas estas características específicas de la actividad turística añaden valor a este tipo de factores -ventajas comparativas- y, más aún, a la forma en que estos se gestionen.
Por tanto, basándonos en la importancia que tiene la ventaja comparativa a la hora de explicar el nacimiento y desarrollo de actividades turísticas en determinados territorios, puede decirse que para el desarrollo de esta actividad el espacio es soporte y, a la vez, recurso (Vera, 1997:61) para la elaboración del producto turístico. De forma que, tal y como recoge Figuerola Palomo, posiblemente, en el marco de la actividad turística, más que en otros sectores económicos, la dependencia del espacio es muy superior, ya que podría decirse que la razón de ser del hecho turístico, en un determinado lugar, es la existencia de un atractivo o causa específica (Figuerola, 1995:31), lo cual impulsa a los turistas a visitar determinados destinos.
Si tomamos la definición de producto turístico ampliado, entendido como aquella realidad integral que percibe y capta el turista durante su viaje y estancia fuera de su residencia habitual -experiencia turística -, el cual está formado por una serie de bienes y servicios, tanto públicos como privados (Iranzo et al, 2003), podremos destacar, de una forma más significativa, la importancia que tiene la localización y, por tanto, el territorio, en el nacimiento y desarrollo de determinadas actividades económicas relacionadas con la prestación de servicios de hospitalidad al turista -empresas turísticas-.
Esta importancia que tiene la ventaja comparativa a la hora de explicar el desarrollo de destinos turísticos en ciertos lugares geográficos se pone de manifiesto cuando observamos la desigual distribución de los mismos a lo largo de toda la geografía mundial, pues en vez de distribuirse de forma, más o menos, homogénea por el territorio, los destinos se concentran en determinadas zonas y regiones del mismo. De esta forma, las empresas turísticas justifican su localización porque en el lugar donde se establecen debe existir la necesidad de ello (un hotel se establece donde es necesario el alojamiento), (Rodríguez, 2000:177), ya que en esos espacios, por las necesidades de los turistas, se crean diferentes oportunidades de negocio.
Las ventajas comparativas, por tanto, vienen dadas por los factores propios del destino turístico que han posibilitado su nacimiento y expansión (Sancho, 1998:201). Entre estos factores se encuentran, principalmente, los recursos naturales -playas, montañas, clima, etc.-, las condiciones socioeconómicas que inicialmente posee el territorio -mano de obra, etc.- y las políticas macroeconómicas utilizadas para mejorar el sector -devaluación de la moneda, construcción de infraestructuras, etc.-. En definitiva, se trata, pues, de aquellos elementos que condicionan la situación de partida y que han constituido el núcleo del paradigma del desarrollo turístico predominante hasta el momento (Sancho, 1998:20), el cual se identifica con el enfoque macroeconómico de la competencia.
Como venimos comprobando, los factores -ventaja comparativa- que inciden en la localización de las empresas turísticas y, por tanto, en el desarrollo de los destinos turísticos son múltiples y muy variados, si bien todos ellos se localizan en el territorio. Siguiendo a Vera (1997), podemos agrupar a todos estos factores en las siguientes tres grandes categorías:
a) Factores espaciales: estos factores hacen referencia a la distancia física existente entre los principales núcleos emisores y los núcleos receptores -destinos turísticos-. No obstante, esta distancia física deberá entenderse en términos distancia/tiempo y distancia/coste, pues su valor relativo y, por tanto, su importancia, va cambiando en función de las posibilidades técnicas de la realización de los viajes y del coste monetario de éstos. Por tanto, uno de los aspectos importantes en la localización de las actividades turísticas es el grado de accesibilidad. Esta circunstancia determina lo que se conoce como renta de situación. A ello habría que unir otra serie de distancias, tales como la cultural, política, idiomática, etc., que puedan existir entre los turistas y la población local de los destinos turísticos.
Sin embargo, debido a las mejoras tecnológicas -carrera del espacio, grandes aviones supersónicos, etc.- y en los accesos e infraestructuras, los cuales hacen disminuir las distancias tanto en términos de costes como de tiempo, este tipo de renta de situación o ventaja comparativa van perdiendo importancia en la localización de actividades turísticas y, por tanto, en la competitividad de los destinos turísticos.
b) Factores ambientales: estos factores hacen referencia a las condiciones o atributos que tanto, cuantitativa como cualitativamente, conforman el espacio geográfico de los destinos turísticos. Estos atributos pueden, a su vez, clasificarse en dos grandes grupos, los naturales -clima, flora, fauna, abundancia de agua, etc.- y los culturales -patrimonio y costumbres heredadas de nuestros antepasados-. Estos recursos del territorio, tanto naturales como culturales, se convierten en factores de desarrollo de destinos turísticos en el momento en que se adjudica una valoración a los mismos, pues, a partir de este momento, son susceptibles de aprovechamiento económico.
Sin embargo, tanto la modificación de los componentes naturales como la recreación artificial de los factores naturales y artificiales son fenómenos a valorar por cuanto suponen un desplazamiento, una deslocalización de la ubicación de los recursos naturales y una relativización de este hecho como factor de localización, tal como ocurre con los recursos culturales (Vera, 1997:69). Por tanto, partiendo de estas consideraciones, puede decirse que, tal y como ocurría para los factores espaciales, las ventajas comparativas comienzan a perder, en parte, poder explicativo del desarrollo y, sobre todo, de la competitividad de los destinos turísticos.
c) Factores dinámicos: en este grupo se encuentran aquellos factores que pueden cambiar con el tiempo más fácilmente que los anteriores, entre ellos destacan: la estructura receptiva, las infraestructuras, la mano de obra, el papel institucional, la política monetaria, etc. Siguiendo al profesor Vera Rebollo puede decirse que la localización turística está determinada por el factor económico, entendiéndolo como el conjunto de diversas circunstancias de naturaleza económica que han intervenido e intervienen en los procesos de desarrollo del turismo y que también influyen en sus pautas espaciales... Hay que añadir a lo dicho la política monetaria, la influencia del valor de las monedas y la sucesión de situaciones económicas coyunturales (inflación, crisis cíclicas...), entre otras. (Vera, 1997:70).
Por tanto, a raíz de esta revisión bibliográfica, cabe destacar la gran cantidad de factores propios de los territorios que inciden en el desarrollo y competitividad de los mismos como destinos turísticos. De forma que, bajo este enfoque macroeconómico, las empresas turísticas, al igual que ocurre en la teoría neoclásica, juegan un papel pasivo en el análisis de la competitividad de los destinos turísticos.
Sin embargo, como hemos tenido la oportunidad de recoger a medida que se han ido exponiendo cada una de las posibles ventajas comparativas de las que puede disfrutar un destino turístico, cabe afirmar que la mayor parte de éstas tienden a ir perdiendo importancia a la hora de explicar la competitividad y el éxito, sobre todo a largo plazo, de los destinos turísticos y de las empresas que se localizan en los mismos. En este sentido, tal y como afirman Camisón y Monfort (1998), cuando un destino turístico comienza a entrar en la fase de madurez de su ciclo de vida requerirá acciones positivas encaminadas a rejuvenecer el destino, mediante la sustitución de las ventajas comparativas tradicionales por ventajas competitivas que garanticen la permanencia en el mercado y generen niveles más altos de rentabilidad (Camisón y Monfort, 1998:6).
No obstante, a pesar de que las ventajas comparativas van perdiendo importancia a la hora de explicar la competitividad de los destinos turísticos, sobre todo de aquellos destinos que se encuentran en su fase de madurez, no es menos cierto que desempeñan un importante papel en el nacimiento y desarrollo de gran parte de estos destinos turísticos. Y esto se pone de manifiesto cuando analizamos la localización geográfica experimentada por los principales destinos turísticos internacionales.
Tal y como recoge la OMT , el número de turistas internacionales desde 1950 hasta 2004 mostró una tasa de crecimiento media anual del 6,5%, pasando de unos 25 millones de llegadas internacionales en 1950 a unos 763 en 2004. Sin embargo, este crecimiento ha sido desigual, pues, mientras que regiones como Asia y Pacífico y Oriente Medio experimentaron tasas de crecimiento superiores a la media, un 13% y 10% respectivamente; otras regiones, destinos turísticos tradicionales, experimentaron tasas de crecimiento inferiores, concretamente un 5,4% en América y un 6,3% en Europa.
Sin embargo, es Europa y América las regiones donde, tradicionalmente, se han localizado los principales destinos turísticos, ya que ambas captaron, tal y como se recoge en el cuadro 2.3, en 1950 el 95% de la cuota total del mercado turístico, mientras que en 2000 esa cifra bajó al 76%. Por tanto, a partir de esta información estadística podemos contrastar la desigual distribución geográfica a nivel internacional de los principales destinos turísticos y el importante efecto que tiene la ventaja comparativa como teoría explicativa de la localización y desarrollo de actividades turísticas en determinados territorios.
Y es precisamente, tal y como se recoge en el cuadro 2.2, por los niveles tan altos de llegadas de turistas internacionales de los que parten las regiones de Europa y América, por lo que sus tasas de crecimiento para la década de los noventa -Europa (3,4%) y América (3,2%)- fueron menores que la de regiones tales como África (6,3%), Asia y Pacífico (7,2%) y Oriente Medio (9,5%).
En definitiva, los datos anteriores nos ratifican la desigual distribución geográfica internacional de los destinos turísticos, de tal forma que, tal y como recoge Vera, permiten constatar la existencia de grandes contrastes y asimetrías en el diseño de los flujos y de los espacios turísticos a escala mundial (Vera, 1997: 74). En este sentido, en el mapa del turismo internacional destacan tres grandes regiones turísticas receptoras -tres cuencas marítimas - que bordean los grandes mercados emisores de turistas, los cuales se encuentran en los países más desarrollados del Hemisferio Norte. Este dato demuestra, tal y como venimos defendiendo en el presente capítulo, la importancia que han jugado factores tales como el clima, los recursos naturales y la cercanía a los principales centros emisores de turistas, en el desarrollo de determinadas regiones turísticas.
En cambio, como aparece reflejado en los cuadros 2.2 y 2.3, puede observarse cómo a partir de la década de los setenta las regiones que menos turistas recibían comenzaron a crecer a unas tasas superiores a aquellas otras que, como Europa y América, copaban básicamente la práctica totalidad del mercado turístico, las cuales comienzan a perder cuota de mercado. Por tanto, ante esta realidad, puede constatarse cómo las ventajas comparativas, que en un primer momento influyen en el nacimiento y desarrollo de destinos turísticos, cada vez van perdiendo importancia y poder explicativo ante el desarrollo de destinos turísticos emergentes en regiones tales como: Asia y Pacífico y Oriente Medio, sobre todo a la hora de analizar la competitividad de aquellos destinos maduros que comenzaron a desarrollarse en la década de los cincuenta.