David Flores Ruiz
En el presente apartado vamos a ocuparnos de analizar los conceptos de sostenibilidad y competitividad, así como de las interrelaciones que se establecen entre ambos, pues entendemos que, tal y como se irá argumentando en los siguientes apartados, las estrategias de desarrollo de cualquier actividad económica, en general y de la actividad turística, en particular, ante una Economía de Mercado, pasan necesariamente por la búsqueda de relaciones de complementariedad y sinergias entre competitividad y sostenibilidad.
Por último, para finalizar el presente epígrafe, una vez analizados los conceptos de competitividad y sostenibilidad, así como las relaciones que se deben establecer entre ellos, definiremos el concepto de competitividad sostenible y la incidencia que tiene éste en la gestión turística de los espacios naturales protegidos.
4.3.1. El paradigma de la sostenibilidad: su aplicación al turismo
Como apuntábamos en el primer apartado del presente capítulo, las graves crisis económicas internacionales de la década de los setenta hacen que se comience a poner en tela de juicio los planteamientos desarrollistas sobre los que se había asentado el crecimiento económico del último siglo . De esta forma, frente al planteamiento ortodoxo del crecimiento económico ilimitado, en la década de los setenta comienza a aparecer una nueva forma de entender el desarrollo económico, en la que se incorpora no sólo la variable medioambiental sino también la social, cristalizando todo ello, a finales de los ochenta, en el concepto de desarrollo sostenible, concepto un tanto complejo e integral que tiene en cuenta las dimensiones económicas, social y medioambiental que deben estar incluidas en todo proceso de desarrollo .
En definitiva, el concepto de desarrollo sostenible, como ya se ha indicado en el apartado anterior, se conforma actualmente como el paradigma sobre el que asentar toda estrategia de crecimiento y desarrollo económico y, por consiguiente, toda política sectorial, entre ellas la política turística. Esta afirmación queda ratificada cuando observamos, por ejemplo, que, aunque el turismo no era el tema de ningún capítulo de la Agenda 21, tres años después, tras la Cumbre de la Tierra, tres organizaciones internacionales elaboraron un documento titulado “Agenda 21 para la industria de los viajes y el turismo” en 1995, documento que no es más que la Agenda 21 aplicada a la actividad turística, estableciéndose unos principios básicos para el desarrollo del turismo sostenible.
Consciente de la importancia que puede llegar a tener la actividad turística a la hora de contribuir a implementar una estrategia de desarrollo sostenible, la OMT (2002a) preparó también diversos documentos para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de 2002 , de los cuales algunos han sido ampliamente difundidos por la Secretaría de la ONU. Otro hecho destacado que avala esa importancia del turismo en el desarrollo sostenible es la creación dentro de la OMT de una sección destinada exclusivamente al estudio e impulso del desarrollo turístico sostenible .
Por consiguiente, puede decirse que los planteamientos sobre desarrollo sostenible comienzan a aplicarse tempranamente a la actividad turística , pues, como cualquier otra rama de actividad, ésta no es ajena al nuevo paradigma que comenzaba a tomar cuerpo en la década de los ochenta.Tal y como recoge Valdés (2001:24) el turismo fue uno de los primeros campos en los que más tempranamente se comienza a aplicar este nuevo paradigma del desarrollo sostenible. Buena prueba de ello la encontramos cuando recogemos una serie de hitos, o fechas históricas destacadas, en lo que al turismo sostenible se refiere, entre la cuales citamos: la creación del Comité Ambiental de los OMT (1978); la Conferencia Mundial del Turismo, celebrada en Manila (1980); la Carta del Turismo Sostenible de Lanzarote (1995); la Agenda 21 para el sector de Viajes y Turismo (1995); el Código Ético Mundial para el turismo de Santiago de Chile (1999); la Carta Europea del Turismo Sostenible en los Espacios Naturales Protegidos (EUROPARC, 1999); la Conferencia Mundial sobre el Turismo Sostenible (2001); la Declaración sobre Ecoturismo de Québec (2002); la Declaración sobre Turismo y Cambio Climático de Djerba (2003); así como la creación de la Red Internacional de Cooperación sobre la Gestión Sostenible de Destinos Turísticos de Litoral (2003) .
Por tanto, desde los primeros estudios de la IUOTO -Unión Internacional de Organizaciones Oficiales de Turismo, precedente de la OMT-, a partir de la primera mitad de la década de los setenta, y de la OMT, a partir de 1975, o de la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico (OCDE, 1980), se recalca la dependencia del turismo de la conservación de los recursos naturales, en tanto que atractivos y factores de producción, a la vez que se constatan los impactos negativos del turismo, y los riesgos de que tales impactos se agraven con el incremento de la actividad turística. En este sentido, la conciliación entre desarrollo turístico y la conservación ambiental requiere de una planificación integrada, demandada desde los años sesenta, que participa de la esencia del concepto del desarrollo sostenible.
Pero la preocupación por la sostenibilidad en los procesos de desarrollo, en general, y en los de desarrollo turístico, en particular, no sólo ha venido dada desde instancias internacionales, y de la mano, fundamentalmente, de la OMT, sino también desde ámbitos regionales y nacionales. Así, por ejemplo, la Unión Europea en la declaración, en 1992, del V Programa Comunitario de Política y Actuación en materia de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible bajo el título “Hacia un desarrollo sostenible”, pretende integrar el medio ambiente en las políticas sectoriales -industria, energía, agricultura, transporte y turismo-, considera al turismo como uno de los sectores que mayor contribución pueden hacer al desarrollo sostenible de la Unión. Por otro lado, en 2003 la Comisión Europea elabora una comunicación sobre orientaciones básicas para la sostenibilidad del turismo europeo (Comisión Europea, 2003). Estos son dos buenos ejemplos de la importancia que tiene el turismo como actividad económica que contribuye a conseguir los objetivos de la Unión Europea, entre ellos, el de su desarrollo sostenible .
Por último, en lo que a España se refiere, decir que, aunque el paradigma del desarrollo turístico sostenible comienza a consolidarse en la década de los ochenta, no es hasta 1992 con la elaboración del Plan Marco de Competitividad del Turismo Español, cuando comienza a aplicarse una estrategia de desarrollo turístico basada en la sostenibilidad , relacionándose de forma muy estrecha este concepto con el de competitividad de la actividad turística . De hecho, en la segunda fase de este Plan se reconoce el papel fundamental de la sostenibilidad como fórmula inseparable de la competitividad (Valdés, 1999:163). En este sentido, a partir de los noventa comienzan a aparecer en España interesantes experiencias como las de Lanzarote, Calvià o Doñana, por ejemplo, que reivindican una reformulación del modelo de desarrollo turístico basándose en la contención del crecimiento urbanístico, la rehabilitación integral del destino, el esponjamiento y la demolición de hoteles, la mejora de los servicios, etc. De esta forma, comenzamos a pasar del concepto teórico de desarrollo turístico sostenible a su aplicación en algunos casos.
Una vez analizada la importancia que se le ha venido dando al desarrollo turístico sostenible como parte de la estrategia del desarrollo sostenible desde los comienzos de éste, en las líneas siguientes profundizamos en el concepto de desarrollo turístico sostenible y en las principales características que lo definen.
Así, en 1993 la OMT considera que el desarrollo turístico sostenible responde a las necesidades de los turistas actuales y las regiones receptivas, protegiendo y agrandando las oportunidades del futuro. Se le representa como gestor de todos los recursos de modo que las necesidades económicas, sociales y estéticas puedan ser satisfechas manteniendo la integridad cultural de los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas en defensa de la vida (IET, 1997 en [Valdés, 2004:169]). Por otra parte, en la Conferencia Mundial del Turismo Sostenible, celebrada en Lanzarote en 1995, se reconoce que, siendo el turismo un potente instrumento de desarrollo, puede y debe participar activamente en la estrategia de desarrollo sostenible.
Por su parte, los autores Janssen et al (1995:65), identifican el desarrollo turístico sostenible como aquel cuyo volumen y orientación del desarrollo evoluciona de manera que la presión sobre el medio natural permanece por debajo del umbral de capacidad de carga tanto para la generación presente como para la futura. De tal forma que esta definición presta toda su atención a la parte medioambiental del concepto de sostenibilidad.
En 2004 la OMT da una nueva definición del desarrollo turístico sostenible poniendo énfasis en el equilibrio entre los aspectos ambientales, sociales y económicos del turismo, así como en la necesidad de aplicar los principios de sostenibilidad en todos los sectores de la actividad turística, haciendo referencia a objetivos mundiales como la eliminación de la pobreza . En base a esta definición, para la OMT el turismo sostenible debe (OMT, 2004c):
- Dar un uso óptimo a los recursos ambientales que son un elemento fundamental del desarrollo turístico, manteniendo los procesos ecológicos esenciales y apoyando a conservar los recursos naturales y la diversidad biológica.
- Respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, conservar su patrimonio cultural y arquitectónico, sus valores tradicionales y contribuir al entendimiento y la tolerancia interculturales.
- Asegurar unas actividades económicas viables a largo plazo, que reporten a todos los agentes unos beneficios bien distribuidos, entre los que se encuentran oportunidades de empleo estables y de obtención de ingresos y servicios sociales para las comunidades anfitrionas, contribuyendo a la reducción de la pobreza.
Por consiguiente, puede decirse que el desarrollo turístico sostenible, al igual que el propio concepto de desarrollo sostenible, debe considerarse desde una perspectiva integral, conformada por varias dimensiones. En este sentido, el desarrollo turístico sostenible debe ser un desarrollo equilibrado que persiga el respeto al medioambiente y los recursos naturales, la conservación y potenciación de los valores culturales, la eliminación de los impactos sociales negativos y la rentabilidad de las empresas. Algunos autores han llegado a identificar hasta siete dimensiones de la sostenibilidad. Así por ejemplo, Bramwell et al. (1996:5, en [Hall y Lew, 1998: 29]), cuando revisaron los principios y prácticas de la gestión del desarrollo turístico sostenible, identificaron las siguientes dimensiones: medioambiental, cultural, política, económica, social, empresarial y gubernamental.
No obstante, ha sido la dimensión medioambiental sobre la que se ha centrado en un primer momento los estudios relacionados con el desarrollo turístico sostenible, cuyos principales temas a tratar fueron la gestión y control de los impactos que, sobre el medioambiente, ocasiona la producción y el consumo de servicios turísticos, así como la elaboración de una serie de indicadores para medir y evaluar esos impactos ambientales. Este hecho se hace más crítico cuando hablamos de turismo en espacios naturales, pues dichos territorios se caracterizan por su fragilidad, al mismo tiempo que, en estas formas de turismo, el disfrute del medioambiente es la motivación principal o una de las motivaciones principales de la demanda.
Sin embargo, además de preocuparse por los impactos ambientales, tal y como expone Mediano (2004:31) en toda la amplia literatura existente acerca del turismo como fenómeno económico, social y cultural, es frecuente encontrar continuas referencias al impacto que éste tiene sobre las zonas geográficas en las que se desarrolla , deteniéndose a analizar, además de estos impactos ambientales, los impactos económicos y socioculturales. En definitiva, el turismo sostenible debe analizarse desde una visión integrada del desarrollo que incorpore las variables económicas, sociocultural, institucional y medioambiental (Pulido, 2000: 43).
Así pues, tanto en estas definiciones como en los contenidos de declaraciones y documentos, relacionados con la aplicación del paradigma de la sostenibilidad a la actividad turística, se encuentran recogidos, ya sea implícita o explícitamente, la interdependencia entre desarrollo económico y conservación ambiental, así como la necesidad de una distribución equitativa de los beneficios del desarrollo, aspectos, todos ellos, integrados en el concepto de desarrollo turístico sostenible.
Por tanto, una vez reconocidos los ejes básicos del desarrollo turístico sostenible, parece claro que la sostenibilidad no puede identificarse como un estado ideal, sino como un proceso de cambio cualitativo que oriente el desarrollo turístico hacia objetivos alcanzables. En este sentido, Ivars et al (2001:11) identifican el desarrollo turístico sostenible con un proceso de cambio cualitativo producto de la voluntad política que, con la participación imprescindible de la población local, adopta el marco institucional y legal así como los instrumentos de planificación y gestión, a un desarrollo turístico basado en un equilibrio entre la preservación del patrimonio natural y cultural, la viabilidad económica del turismo y la equidad social del desarrollo. De esta definición se extraen, por tanto, las diferentes dimensiones del desarrollo turístico sostenible -institucional, política, económica, social y medioambiental-.
Puede decirse que no existe un modelo ideal de desarrollo turístico sostenible, sino que este proceso evolutivo se debe adaptar y plantear en función de las características singulares de cada territorio. En definitiva, el desarrollo turístico sostenible no consiste solamente en identificar los impactos que ocasiona el desarrollo turístico para corregirlos posteriormente, todo lo contrario, pues supone una actitud proactiva al incorporar nuevos óptimos de eficiencia productiva y gestión empresarial, en definitiva, nuevos criterios de gestión, ya que el manejo inapropiado del turismo contribuye, tal y como hemos comentado anteriormente, a la contaminación y a la erosión, perturba la vida silvestre, pisotea delicadas plantas, estropea el paisaje y trae influencias indeseables a culturas antes aisladas
No obstante, para ayudar a implementar esa gestión activa de la actividad turística es necesario establecer una serie de indicadores que permitan evaluar la sostenibilidad y, por tanto, la evolución de ese proceso de desarrollo turístico, de tal forma que ello permita conocer y comprender los nexos de unión entre el turismo y el medio ambiente natural, económico y sociocultural. En este sentido, se manifiesta Sáncho et al (2005: 40) al afirmar la importancia de establecer un instrumento que ayude a los gestores municipales a conocer en todo momento y de forma sistemática y objetiva el grado de desarrollo turístico sostenible, lo cual permite adoptar las medidas correctoras necesarias que ayuden eficazmente a mantener el control de los impactos generados por el turismo y, en consecuencia, a lograr la competitividad del producto turístico a lo largo de todo su ciclo de vida .
Sin embargo, dada la complejidad del concepto de turismo sostenible y el carácter un tanto abstracto de éste, parece imprescindible el estudio de casos concretos que permitan delimitar los aspectos a medir, las medidas a utilizar, las fuentes de información necesarias y la evaluación del progreso en el nivel de la sostenibilidad (Medina y Medina, 2002: 289). Sin embargo, tal y como recogen Yunis (2003) y Pulido (2005:78), el pretendido desarrollo sostenible de la actividad turística, en buena parte de los casos, no ha llegado aún a concretarse en un inventario de políticas eficaces que puedan tomarse como referencia de buenas prácticas. En este sentido, nos encontramos ante los primeros desarrollos de la aplicación de este nuevo paradigma.
Así pues, hasta el momento, el carácter un tanto abstracto del concepto de desarrollo sostenible, unido a la pobreza de referencias para explicitar los principios que deben guiar este modelo de desarrollo, ha contribuido a desvirtuar el concepto de desarrollo turístico sostenible. Y ello ha podido contribuir en parte a que en el sector turístico, éstos se hayan convertido en fórmulas mágicas comerciales, las cuales se han empleado sin que existiera, en el ámbito de los estudios turísticos, una adecuada validación (Collins, 1999: 48). En este sentido, la industria turística, a través del empleo inapropiado de términos como “ecoturismo”, “turismo verde”, “turismo alternativo”, “turismo blando”, etc., a modo de etiquetas populares del turismo sostenible, ha podido justificar la explotación comercial de zonas sensibles cultural y medioambientalmente.
Tal y como recoge Yunis (2003), si bien, en términos generales, la necesidad de aplicar en el turismo una planificación sistemática se ha convertido en un enfoque ampliamente aceptado, su aplicación efectiva por gobiernos centrales, regionales y locales, así como por los empresarios turísticos, ha sido lenta y parcial, y sólo en contados casos el turismo se está integrando en los procesos de planificación del desarrollo . Ello se debe, entre otros factores, a la falta de normativas y regulaciones específicas, a la ausencia de mecanismos de mercado o de cualquier otro tipo que incentiven a los empresarios a adoptar los principios de este modelo de desarrollo, a la enorme fragmentación de la actividad empresarial turística y a la pronunciada descentralización administrativa para regular y supervisar las operaciones turísticas.
En definitiva, para que el paradigma de la sostenibilidad, ya arraigado entre los grupos interesados en el turismo, se traduzca en aplicaciones prácticas que generen resultados visibles y sustanciales se requiere el liderazgo de los gobiernos nacionales y locales y de las empresas turísticas, apoyados por las organizaciones internacionales y las agencias bilaterales. De forma que el principal reto al que nos enfrentamos es cómo fomentar la aplicación de los conocimientos actualmente existentes en la planificación real y en el desarrollo de los destinos turísticos por parte de las administraciones públicas, así como la ejecución de proyectos turísticos concretos y el funcionamiento cotidiano de las empresas turísticas (Yunis, 2003).
No obstante, para que la aplicación práctica de este “nuevo” enfoque del desarrollo turístico tenga unos resultados aceptables, tal y como recoge Pulido (2005), es necesario e imprescindible la consideración de una serie de principios básicos, algunos de los cuales ya han sido comentados, éstos son: 1) la multidimensionalidad del desarrollo turístico -medioambiental, social y económica-; 2) la perspectiva transversal de la actividad turística; 3) la noción social de equidad; 4) el respeto de los capitales críticos -natural, social, cultural, institucional, etc.-; 5) las nociones ecológicas de resiliencia, capacidad de carga y huella ecológica; 6) un enfoque de gestión integrada del ciclo de vida del producto o destino turístico; 7) la búsqueda de la ecoeficiencia; 8) la apuesta por la innovación y los recursos del conocimiento; 9) la opción del consumidor informado y responsable; 10) la participación del capital social local; 11) la cogestión y la corresponsabilidad; 12) la sostenibilidad como elemento básico de la competitividad; 13) la necesidad de medir la consecución de objetivos -indicadores de sostenibilidad-; y 14) la búsqueda de un desarrollo sostenible sostenido.
Por consiguiente, sin la consideración de todos y cada uno de estos principios básicos, el desarrollo turístico de los territorios -destinos turísticos- difícilmente pueda caminar hacia la sostenibilidad. De ahí la complejidad, anteriormente comentada, de este concepto, tanto en su formulación teórica como, fundamentalmente, a la hora de su aplicación al desarrollo de destinos turísticos concretos.
Una vez argumentada la importancia que se le ha dado a la aplicación del paradigma de la sostenibilidad en la actividad turística, y analizado el concepto y principales características que definen al desarrollo turístico sostenible, así como el estado actual de su aplicación real a casos concretos, en el siguiente apartado analizaremos las relaciones entre los conceptos de sostenibilidad y competitividad en la actividad turística, con objeto de profundizar aún más en las posibilidades que tiene este nuevo paradigma a la hora de aplicarse a la actividad turística en los espacios naturales protegidos. A partir de este análisis definimos el concepto de competitividad sostenible.