David Flores Ruiz
En un contexto como el actual, en el que la mayor parte de las actividades económicas tradicionales -agricultura, ganadería, minería, etc.- desarrolladas en espacios rurales y naturales se encuentran en claro declive, la actividad turística se presenta para las poblaciones locales de estos territorios como una actividad económica alternativa que permite complementar la pérdida de rentas y puestos de trabajos que se está produciendo en esas actividades productivas, diversificando la estructura productiva de estos territorios, localizados en muchos casos en zonas protegidas.
Conscientes de ello, son numerosos los territorios que apuestan por el desarrollo del turismo como estrategia que contribuya a diversificar su desarrollo económico. De forma que podría decirse que el no aprovechar la creciente demanda turística hacia los espacios naturales protegidos puede comprometer de algún modo su propia supervivencia , pues, tal y como recoge De Juan (1999, 1996:14) una vez superada la tendencia preservacionista, ¿no es un desperdicio el no aprovechar el atractivo de los parques que mayor carisma tienen ante el público?. De hecho, una correcta e imaginativa utilización de las leyes del mercado turístico puede generar beneficios diversos, no sólo para la mera gestión de los espacios naturales protegidos sino también para su población local.
Sin embargo, si tenemos en cuenta que la demanda turística es cada día más exigente y experimentada, y que sus tasas de crecimiento se están ralentizando considerablemente , existe la necesidad por parte de estos territorios de desarrollar verdaderas estrategias competitivas en la actividad turística, de forma que, con el desarrollo de la misma se contribuya a mejorar el nivel de vida de la población local . En este sentido, tal y como afirman Eagles et al (2003), la planificación y el desarrollo del turismo tiene por objeto aprovechar el interés que demuestran los turistas para: aumentar las oportunidades económicas, proteger el patrimonio natural y cultural y mejorar la calidad de vida de todos los interesados.
Por tanto, consideramos que, tal y como expone López (1999:189), la complejidad alcanzada por la actividad turística, junto con el posicionamiento de nuestros destinos y las problemáticas territoriales acumuladas durante décadas en nuestras áreas turísticas nos obligan a plantear estrategias que garanticen, en la medida de lo posible, la mayor competitividad de los espacios turísticos, pues, de lo contrario, caeríamos en los mismos errores cometidos hasta ahora, los cuales, tal y como exponemos en los siguiente capítulos, se vienen reproduciendo en los espacios naturales protegidos. En este sentido, la búsqueda de la competitividad turística de estos destinos se configura como la única vía para que esta actividad contribuya al desarrollo socioeconómico y a la conservación patrimonial -natural y cultural- de los mismos.
En definitiva, consideramos que los gestores de los espacios naturales protegidos no se deben conformar, tal y como ha venido ocurriendo hasta el momento en la mayor parte de éstos, con ser unos meros gestores pasivos de los crecientes flujos turísticos recibidos, limitándose exclusivamente a corregir sus impactos negativos sobre el territorio, pues ello no asegura un desarrollo turístico competitivo y sostenible. Por el contrario, entendemos que deberían tomar una actitud “proactiva” y convertirse en unos auténticos planificadores estratégicos que busquen la competitividad sostenible de estos espacios como destinos turísticos, pues sólo así el turismo podrá contribuir a implementar una verdadera estrategia de desarrollo sostenible en los mismos.
Entendemos, siguiendo a Daries (2004), que la competitividad es la capacidad de competir con otros para conseguir un objetivo común, el cual hace referencia a la mejora de la calidad de vida de la población local -creación de empleo, mejora de los servicios sociales, distribución de la renta, conservación del medioambiente y la cultura local, etc-. Por tanto, podemos decir que un territorio es competitivo cuando logra este objetivo antes y/o mejor que los demás, manteniendo su cumplimiento en el largo plazo. En este último caso estaríamos haciendo referencia al concepto de competitividad sostenible.
No obstante, para que estos destinos turísticos sean competitivos es condición necesaria que sus empresas, en colaboración con las instituciones públicas y demás agentes locales, oferten y comercialicen una serie de servicios y productos turísticos de calidad, esto es, adaptados a las necesidades y expectativas actuales y futuras de la demanda turística, pues, sin ello, difícilmente podrán competir en el mercado turístico. Y para que ello sea así es necesario adoptar una actitud proactiva en la gestión turística de los espacios naturales protegidos.
Así pues, ante todos estos argumentos, se hace necesario construir un modelo teórico que permita analizar la competitividad sostenible de los espacios naturales protegidos como destinos turísticos para, a partir del mismo, poder tomar las decisiones más acertadas en lo que respecta a la gestión turística de los espacios naturales protegidos. Este modelo teórico deberá elaborarse bajo un enfoque estratégico, el cual tenga como variables fundamentales el largo plazo y el mercado turístico. Esta aproximación estratégica, tal y como recoge la Carta Europea del Turismo Sostenible en los Espacios Protegidos (Europarc, 1999:1), significa hacer un diagnóstico, consultar e implicar a los colaboradores, fijar objetivos estratégicos, asignar los medios necesarios, llevar a cabo un programa de acciones y evaluar los resultados. En definitiva, estas afirmaciones nos lleva a un modelo de planificación estratégica del desarrollo turístico, por lo que debe ser éste el enfoque proactivo sobre el que se basar la gestión turística de los espacios naturales protegidos.
En este sentido, Sancho y Ruiz (2004) también recogen la necesidad de establecer un modelo de gestión turística sostenible de los espacios naturales protegidos que pudiera ayudar a los gestores municipales a conocer en cada momento la situación en la que se encuentran estos espacios y su posicionamiento competitivo en referencia a otros espacios similares. Por tanto, en el siguiente apartado adaptamos el modelo del “diamante” de competitividad de Porter, cuyas principales características han sido analizadas en el capítulo III, a los espacios naturales protegidos como destinos turísticos, de tal forma que en los próximos capítulos aplicamos este modelo al análisis de la actividad turística de los parques naturales andaluces.