LOS FACTORES DE LA ALTERNANCIA EN TLAXCALA. 1991-2001
Angélica Cazarín Martínez
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Ya en un apartado previo se ha destacado que la construcción del modelo de democracia y específicamente el de democracia representativa, fue a través de un proceso largo y sinuoso, mismo que se remonta a Roma con la tradición clásica hasta antecedentes como las comunas en España, Inglaterra y Francia, donde prevalecían los estamentos, libres, plebeyos y laicos. En Estados Unidos estaba la tradición protestante igualitaria con un modelo bipartidista de gobierno y en América Latina lo que se conoció como liberales y conservadores.
Para la transición política de Europa en principio es importante hacer un poco de historia. Durante siglos en el pensamiento político europeo predominó la idea de que un territorio muy grande sólo podía gobernarse de manera despótica, si bien este pensamiento fue repudiado a lo largo del siglo XIX, fue precisamente el jurista francés Montesquieu (1989) el primero en plantear al Estado burocrático como la forma distintiva del despotismo moderno. Montesquieu postulaba que toda comunidad o república dotada de autonomía dependía de la virtud cívica y en este sentido se requería de la participación de los ciudadanos en el debate público y en la toma de decisiones, por lo que concluía que una república con autogobierno sólo era posible en un territorio muy pequeño (Siedentop: 2001). Desde el punto de vista de Montesquieu había dos elementos que fortalecían su pensamiento, en primer lugar, la estructura aristocrática de la sociedad posfeudal europea y en segundo, el ejemplo inglés. Argumentaba Montesquieu que la existencia de lo que él denominaba un gobierno “moderado” dependía de que las aristocracias europeas conservaran cierto papel en el gobierno local, lo que impediría que se concentrará el poder en el gobierno central, siendo un claro ejemplo, lo sucedido durante el siglo XVII en el Estado francés durante los mandatos de Richelieu y Luis XIV, donde la concentración del poder fue total y los intereses y opinión locales podía ser ignorados y desestimados en su totalidad.
Ésa fue la causa principal de que Montesquieu se opusiera a la centralización del poder en nombre de la libertad política y el imperio de la Ley. Es por ello que el ejemplo de que Inglaterra tuviera un gobierno donde los representantes electos gobernaran en nombre del pueblo, se constituía como una forma de gobierno en la que se reforzaba a la estructura aristocrática de la sociedad europea a través de la Cámara de los Lores y de manera informal en la Cámara de los Comunes, por lo tanto, Inglaterra ofrecía un modelo de sistema político en el que la autoridad legal estaba centralizada, pero el poder estaba descentralizado. Se privilegiaba así al gobierno representativo (Siedentop: 2001).
Para Montesquieu el modelo de separación de poderes, era el medio para reforzar la estructura aristocrática de la sociedad otorgando a la aristocracia un papel legislativo relevante en el gobierno central, pues pensaba que Europa no podría disfrutar de libertad política sin aristocracia. Para 1820 Francia era gobernada por un despotismo burocrático, Napoleón había reforzado el carácter burocrático de Estado, Francia era gobernada desde el centro por funcionarios civiles y sus representantes que en la mayoría de los casos no eran locales. Fue así que algunos liberales franceses voltearon sus ojos al federalismo norteamericano en el cual el modelo europeo fue la base para plantear la reforma del Estado-nación.
A ello se agrega la experiencia de Francia en años posteriores a la Revolución de 1789. La expansión francesa a lo largo de la década de 1790 fue básicamente la expansión de una idea, una visión de la sociedad basada en el principio de igualdad civil con la característica de un gobierno representativo, sin embargo, fue a partir de la dictadura militar de Napoleón y más tarde al imperio, lo que despertó recelo con los países vecinos que vieron en ello motivos de ambición más que de ideas de libertad política y civil (Linz:1987).
En este sentido y para destacar la importancia de la organización política además de los medios de legitimación mismos del estado, el principio del federalismo tendría entonces que ser el medio para combinar las ventajas de las diferentes escalas de organización política, ofrecía a las naciones la seguridad y la fuerza de un Estado grande, dispersando a la vez los intereses y ambiciones de manera tal que contrarresten una centralización excesiva del poder y ciertos factores como la tiranía (Siedentop: 1992).
En este momento el pensamiento de Alexis de Tocqueville fue relevante en la medida en que planteaba la revolución social “democrática”, es así que en la década de 1830, Estados Unidos llevaba ya medio siglo de gobierno descentralizado, modelo que ofrecía la fusión del poder central con la autonomía local en el marco de una sociedad igualitaria y democrática. El federalismo norteamericano representaba entonces, un modelo alternativo de Estado capaz de fomentar la libertad política y la dispersión del poder en ausencia de una aristocracia privilegiada, contrario a lo que planteaba Montesquieu.
El federalismo norteamericano había creado un nuevo papel político para los tribunales que, a través, del control judicial estaban en condiciones de defender la separación de poderes y proteger los derechos individuales además que el sistema permitía que los funcionarios locales electos rindieran cuentas. Es así que la aportación de Tocqueville permitió distinguir entre el federalismo propiamente dicho y las confederaciones (Tocqueville: 1994)
El éxito del federalismo estadounidense transformó el pensamiento constitucional liberal durante el siglo XIX, pero lo que empezó como un modelo para reformar una forma de Estado excesivamente centralizado en Europa, se convirtió después en un posible modelo para una unión política europea más amplia. Lo que sería la nueva Europa. Si bien los proyectos unificadores y de paz en Europa eran ya viejos, no habían pasado de ser planteamientos especulativos. Para el siglo XX esto empezó a cambiar. Desde finales de la II Guerra Mundial, las naciones occidentales de Europa había hecho cesión de importantes derechos a través de su participación en empresas compartidas, empezando por la OTAN y la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), si bien estos acuerdos han obligado a aceptar limitaciones, los países nunca han renunciado a su soberanía nacional.
Estados Unidos había demostrado que era capaz de asimilar la inmigración europea (alemanes, holandeses, escandinavos, italianos), y aunque los inmigrantes procedían de países con escasa o nula experiencia de autogobierno con instituciones representativas, la práctica del federalismo y la educación cívica fueron mecanismo eficientes que permitieron adoctrinar a la nueva población en el marco de un gobierno autónomo. Fue así que la experiencia de los Estados Unidos estableció en principio la importancia del idioma ingles como vínculo fundamental para que el sistema federal funcione, se consideraba la importancia del manejo de un lenguaje común en la medida en que permitiría la mejor compresión u obediencia de la leyes establecidas por el régimen, siendo este un elemento de crítica en la conformación de los que es hoy la Nueva Europa.
La asimilación de la leyes establecidas por el régimen sin embargo, fue un proceso con resultados diferentes tanto para Europa como para Estados Unidos, esto se debe principalmente en Europa a que las regiones y ciudades tiene antecedentes con un marcado nacionalismo e identidad, incluso hoy en día, se considera como extranjeros a quienes habitan regiones distintas, sin embargo, es claro que Europa ha experimentado enormes avances desde 1945, la creciente prosperidad, mayores oportunidades educativas y la movilidad social, han contribuido a crear un escenario mucho mas cercano al de los Estados Unidos, lo cual se refleja en el fortalecimiento de la democracia como sistema político ideal (Schmitter:1988).
De hecho en las últimas décadas la democracia representativa como sistema, se ha convertido en todo el mundo en una expresión de la demanda social habitual frente a regímenes represivos o tiránicos, en este sentido el éxito del modelo estadounidense radica precisamente en que el gobierno representativo está sostenido por una cultura de consenso (Valenzuela: 1990).
La tarea que implicaba la transformación de los países de Europa del Este, modelados por décadas de dominio comunista y en medio de un rápido deterioro económico en las democracias liberales y economías de mercado, advertía que la transición en Europa traería consigo un coste social importante, en términos de convulsiones económicas unidas a la libertad política, lo que necesariamente generaría conflictos políticos con resultados de inestabilidad para las democracias representativas. De acuerdo con muchos estudiosos de estos factores adversos a la democracia hicieron de las transiciones en Europa procesos más difíciles e inciertos. La transformación fue un verdadero reto que implicó una transición simultanea que a causa de la naturaleza del sistema económico socialista de estado y de las graves tensiones que se producen entre la democracia y la reforma hacia la economía de mercado, produjo los resultados actuales.
Si bien la transición politica fue un proceso difícil aunado a ello y sólo mencionándolo como marco de referencia, la transición económica resultó ser también un proceso costoso, todos los países experimentaron fuertes recesiones, contracciones de la producción industrial. La apertura y liberalización de sus economías generó desempleo creciente, inflación galopante, trastornos sociales, pobreza y desigualdades cada vez mayores. La vida política poscomunista abundaba en conflictos, fragmentación política e inestabilidad, sin embargo, el proceso de transformación en la región es notorio, en el sentido en que se están creando instituciones democráticas y , a pesar de los intensos conflictos políticos han llegado al poder en los parlamentos, gobiernos elegidos de forma legal, se reformaron las fuerzas coercitivas que además fueron supeditadas al firme control de las autoridades civiles, las libertades y derechos políticos se han extendido, han surgido medios de comunicación independientes y las nuevas sociedades civiles se han desarrollado rápidamente (Grzegorz:1997)
Con el antecedente de la caída del muro de Berlín en 1989, que marcó el desplome del socialismo en Europa, los procesos de cambio político llevaron a modificar la concepción bipolar del mundo que prevalecía (guerra fría), la quiebra de un modelo político, económico y social en los países del centro y este de Europa.
El cambio paso a una etapa de transformaciones políticas caracterizadas por complejos procesos de transiciones a la democracia, la democracia adoptó como suyo el modelo económico de libre mercado, modificando fronteras nacionales y creando nuevos estados, donde el lenguaje político ha sido rebasado por el lenguaje económico, hoy la nueva geopolítica en el mundo se trazó a partir de tales acontecimientos, y con ello la profunda desigualdad y polarización de las regiones .
Los países que conformaban el antiguo bloque del Este así como la Unión Soviética dejaron de existir, si bien las circunstancias del las caídas fueron muy importantes, el elemento común para todos estos países fue precisamente que salieron de regímenes socialistas. Dichas transiciones surgieron a partir de la emergencia y grupos y sectores de la sociedad civil que vivieron bajo gobiernos que negaban y reprimían la pluralidad, las movilizaciones sociales lograron entonces, derribar los diques totalitarios que pretendían contener el torrente democrático.
Hoy en día, ningún Estado puede pertenecer a la Unión Europea a menos que tenga un régimen democrático representativo, es claro que en Europa se ha conformado una nueva forma geopolítica, algo más que una confederación, una asociación de Estados soberanos que buscan reafirmar la cultura democrática en el seno de los Estados miembros.
Las transiciones a la democracia representativa en Europa conjuntamente con el crecimiento económico, son procesos estrechamente ligados entre así, y que el crecimiento del mercado global y el modelo neoliberal ha contribuido a distorsionar el lenguaje tradicional de la política sustituyéndolo por el de la economía.
El economicismo y preminencia del lenguaje económico sobre el discurso político en la esfera pública han supuesto un cambio de papeles, el del ciudadano por el del consumidor, en este sentido, el liberalismo, la ideología y la democracia, se han visto impactados por los procesos de globalización y desarrollo económico.
Es entonces que queda claro que la nueva Europa se ha venido construyendo en buena medida a través de una agenda económica primordialmente, el crecimiento económico y la construcción del mercado único son al parecer procesos mas importantes que la democracia o la dispersión o concentración del poder, las elecciones se han convertido ahora sólo en una parte procedimental de la democracia, se han reducido sólo a ser el mecanismo de legitimación del sistema.