EL CONTROL SUBJETIVO DEL PROCESO DE TRABAJO
María Elizabeth Rosa Zamora Ramírez
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INTRODUCCIÓN
A partir de mediados de los setentas da inicio la vertiente que estudia la
relación capital trabajo desde una perspectiva estructural. Con el ascenso de
las luchas obreras de mediados de los setenta, los temas más importantes de la
investigación laboral estaban relacionados con el movimiento obrero (explicación
de sus ciclos, causas de la movilización, explicación del inmovilismo sindical
frente a las irrupciones de los trabajadores). También un tema importante fue el
control del proceso de trabajo, en especial la crítica del taylorismo, fordismo,
y adicionalmente el de la migración del campo a la ciudad. Datan de aquella
época los análisis que buscan relacionar los tipos de obrero, profesional y
masa, con los tipos de sindicatos y con los tipos de trabajo industrial y
calificación, entre otros no menos importantes. Estas investigaciones, vistas
como prácticas “casi obvias”, se ajustaban a las acciones ejecutadas por los
actores como resultados inevitables, como composición de un conjunto de acciones
laborales que marcaron la objetividad y determinación que ofrece la perspectiva
estructural.
En cuanto a las estructuras, podríamos mencionar las que presionan a la empresa,
externas o internas, hacia el cambio. Pero la apertura del concepto de
estructura implicaba su redescubrimiento en cada situación concreta, más que
referirla a una teoría general de las estructuras.
El concepto de estructura estuvo relacionado con el holismo : porque la
estructura se impone al individuo; la subjetividad es un hiperfenómeno de la
estructura; el cambio social es por desajuste de estructuras.
Los cambios estructurales son productos y productores de la acción, sin embargo
la acción no surge como resultado mecánico del cambio estructural sino que pasa
por un proceso de dar sentido y de interacción entre actores que también
determinan el curso de la acción
La hermenéutica, como reacción al estructuralismo y al positivismo, despreció el
concepto de estructura y han sido las nuevas teorías, especialmente las de la
Agency, las que la han recuperado sin reducir subjetividad a estructura. En
Giddens “...las estructuras son directamente prácticas ordenadas recurrentes, es
decir no existen en sí al margen de la praxis, de tal forma que la continuidad
de la estructura necesita del concepto de estructuración como reproducción de
relaciones sociales negociadas a lo largo del tiempo...” De ésta manera Giddens
trata de resolver la dualidad entre estructura y acción: las estructuras
acondicionan la acción y a la vez son resultados o se actualizan por las
prácticas, el centro es, por tanto, la praxis, no la conciencia ni la
estructura.
Alrededor de 1980 inicia una nueva vertiente que estudia la relación capital
trabajo, entre estructura, subjetividad y acciones, con profundas implicaciones
para mercados y procesos laborales, así como para la organización de los actores
productivos y de éstos con los Estados. Las transformaciones del mundo del
trabajo, pero sobre todo de las relaciones entre organizaciones obreras
empresariales y el estado han influido en forma importante el ánimo de los
investigadores en sus evaluaciones sobre el trabajo humano, su futuro, su
importancia, así como de los actores colectivos de la producción.
En los últimos años Zemelman argumenta que “...las ciencias sociales han vuelto
crecientemente su mirada hacia los estudios de los valores, las creencias, las
ideas, el conocimiento, el sentido común u ordinario que trasciende a los
trabajadores pero que está presente en ellos y que resulta decisivo en la
comprensión del otro, y en la construcción laboral del mundo. Todo esto es lo
que de alguna manera esboza el campo de la subjetividad...” . Posiblemente este
giro de las ciencias sociales se relaciona con la complejidad que muestran las
empresas “modernas”, los actores laborales emergentes, las nuevas formas de
organización del trabajo para construir los vínculos laborales.
Para el sociólogo, para el investigador de la sociedad, la subjetividad es un
ángulo particular desde el cual podemos pensar la realidad laboral; pero para el
trabajador común, para el trabajador de la vida cotidiana, la subjetividad son
los ojos con los cuales ve el trabajo, lo interpreta, y en consecuencia, actúa
en él. Nuestras acciones, nuestro obrar, no son independientes del pensar, del
valorar, del imaginar, en suma, no es ajeno a un conjunto de procesos ligados a
la conciencia. Por eso creemos que este giro y desafío que enfrentan actualmente
las ciencias sociales se asocia con la preocupación metodológica de constituir
en el objeto de estudio el vínculo entre el hacer banal y cotidiano y el pensar
del trabajador común.
De esta forma, una perspectiva de investigación de la realidad desde la
subjetividad implica ubicarnos en el saber hacer de los trabajadores, en sus
experiencias laborales, en la forma de organizar su trabajo, en las prácticas
laborales, en los tipos de control en el proceso de trabajo, en la movilización
de recursos de poder para negociar el trabajo, en los valores, las creencias,
ideas, imágenes, y en el conocimiento ordinario.
El saber hacer, en vez de limitarnos a lo que se exterioriza de cada acción
laboral, crea la ilusión de que puede ser observable desde un pretendido lugar
externo. Una mirada sociológica desde la subjetividad nos lleva a conocer la
realización de las acciones, las formas de obrar, dentro del entramado de
sentidos y significados en el cual surge cada acción. Aunque la acción siempre
emerge de manera espontánea, no se produce en un vacío de sentidos. Un mismo
obrar puede tener distintos sentidos en diferentes contextos laborales o incluso
puede cambiar su sentido en un mismo contexto a través del tiempo. Ya dijo Weber
“...que la acción lleva consigo sentido; ahí está el desafío que con facilidad
olvidamos, estudiar el sentido de la acción: La actividad humana se orienta
según un sentido que se trata de comprender para hacerla inteligible...” Es por
todo esto que para el sociólogo la subjetividad supone estudiar la acción
laboral, con toda la complejidad de sentidos y significaciones que la acompañan.
La acción laboral A. Heller es entendida “.... como proceso de dar sentido a las
propias prácticas que no se agotan en el significado de la práctica misma como
resultado, porque el producto existe dos veces, uno como resultado y otro en la
subjetividad del actor...” De tal forma, que praxis y subjetividad están
conectadas desde el momento en que la subjetividad que da significado antecede a
la práctica, pero el significado la acompaña en su transcurrir y en los
resultados. Por otro lado, a diferencia de los fenomenólogos y etnometodológos y
las teorías del discurso que reducen las prácticas a su aspecto discursivo o
significativo, diríamos que la praxis es principalmente práctica interactiva con
otros hombres y con la naturaleza, que es asimismo significativa, pero que la
significación no agota al contenido material de la práctica sino que es una de
sus dimensiones; no la embebe sino que es parte constitutiva de la misma, le da
un sentido humano, que a su vez es transformación material del mundo y lo
laboral. Los que ven este problema dice E. de la Garza “...como embebimiento
significativo de la práctica tendrían que considerar que los embebimientos no se
agotan en la significación, otra dimensión del calidoscopio es el Poder...” Es
decir, se practica para convencer, para influir, para engañar, pero también para
vencer, para ganar, para dominar, para tener, en forma reproductiva o
productiva.
La subjetividad está relacionada con el discurso, pero no se reduce al mismo,
los discursos expresan significados, pero no los agotan, desde el momento en que
la vaguedad subjetiva también puede ser cierta y no puede descartarse la
posibilidad de que haya estados de ánimo que no lograron expresarse en
discursos. En esta medida tendríamos que pensar los campos de la subjetividad no
reducidos a los discursos manifiestos o contenidos en las prácticas de manera
implícita. Además, cuando aludimos a la subjetividad no nos interesa como
proceso fisiológico ni como proceso psicológico, sino como proceso social,
entendido por Piaget “...como proceso de dar sentido que puede trascender lo
individual; no se trata de los sentidos acumulados sino del proceso mismo...” En
esta medida es posible hablar de los campos de la subjetividad, espacios
diversos que permiten dar sentido porque contienen elementos acumulados para dar
sentido socialmente, no a través de la identificación de códigos que reduciría
la subjetividad a la cultura, sino como proceso que incorpora los códigos
acumulados creando configuraciones subjetivas para la situación concreta. Campos
como el del conocimiento, en tanto cognición y que incluye la información, su
jerarquización, el de las normas y valores a la manera de las teorías
tradicionales de la cultura, el del sentido estético, el del sentimiento como
fenómeno social, el del razonamiento cotidiano y el de las prácticas laborales.
¿Cómo es el proceso de dar sentido? El punto de partida es la relación con el
mundo externo al sujeto, con otros sujetos, con la naturaleza. La conciencia
siempre es de algo, así el sentido siempre es de algo, es concreto, de tal forma
que las presiones del mundo en cuanto a darle sentido, respuestas prácticas y
soluciones movilizan el aparato de dar sentido llamado subjetividad. Este
aparato no es un sistema sino que es heterogéneo, Luhman dice al respecto que
“...tiene partes conectadas con relaciones duras, causales o blandas, de
contigüidad, o bien dicontinuidades, contradicciones y la posibilidad de la
polisemia del significado...” Además, hay procesos rutinarios de dar sentido, la
reproducción del sentido en lo cotidiano que acciona elementos normales de la
subjetividad; otros elementos permanecen sumergidos, aparentemente inactivados,
pero que en situaciones extraordinarias pueden emerger y otorgar sentidos que
eran poco imaginables en la simple reproducción social.
El proceso de dar sentido no es por identificación con códigos, sino que
moviliza códigos en un proceso análogo al inferencial, o mejor dicho, a la
argumentación. Se trata de un proceso de autojustificación o autoexplicación del
por qué, del cómo, del cuándo, de con quién. Este proceso seudoinferencial se
distingue de la deducción porque en primer lugar algunas premisas pueden estar
ocultas u omitidas; en segundo, conocimientos, valores, normas estéticas,
sentimientos pueden jugar el papel de premisas y, por lo tanto, tienen que
ver con el sentido subjetivo más que con la epistemología; en tercero, la forma
de combinación de las premisas es en parte a partir de formas del razonamiento
cotidiano como serían el principio, la analogía, la metáfora, tan analizadas por
las corrientes hermenéuticas y la sociología de la vida cotidiana, y por las
teorías de las representaciones sociales.
Los procesos de reproducción de relaciones sociales implican regularidades en
las formas de dar sentido; sin embargo, con la posibilidad de la ruptura en la
intersubjetividad, la desviación y la incomprensión no quedan anuladas. Pero es
en los procesos extraordinarios, que no pueden asimilarse más que como analogías
muy libres a los reproductivos, en los que pueden emerger estratos fosilizados
de la subjetividad que pudieron formar parte de memorias colectivas y
trastocarse los sentidos cotidianos por otros aparentemente inusitados,
abriéndose la posibilidad de rupturas entre códigos subjetivos,
rearticulaciones, asimilaciones o creaciones.
A lo anterior se puede agregar otro desafío más específico: la exploración de
los sentidos y los significados entretejidos en torno a cada acción particular
que se haya decidido indagar; es un momento analítico. Otro momento es aquel en
el que nos preguntamos cómo se constituyen y reconstruyen esos contextos
laborales de sentido en que los trabajadores desarrollan sus tareas,
incorporándolos y, al mismo tiempo, modificándolos. ¿Cómo es que los
trabajadores se apropian de ciertas ideas, ciertas formas de organización del
trabajo, creencias, imágenes, de cierto saber hacer y experiencias laborales de
su localidad y no de otro? Los procesos de socialización entendidos de manera
amplia abren respuestas a estos interrogantes.
La comprensión de la sociedad desde la subjetividad trae consigo la
consideración del punto de vista del trabajador como agente social, además de la
concepción de la realidad laboral como una construcción siempre inconclusa; en
términos metodológicos supone la revalorización de la interpretación. Desde esta
perspectiva, el espacio del proceso de trabajo
constituye un terreno fértil para el sociólogo, aunque con facetas difíciles de
procesar en cuanto a metodología.
El interés de organizar la reflexión sobre subjetividad es que permite
establecer un puente entre las nuevas formas de organización del trabajo y las
prácticas laborales cotidianas.