CAMBIO INSTITUCIONAL EN LA REPÚBLICA POPULAR DE CHINA
SU INFLUENCIA EN EL SECTOR INDUSTRIAL
José Salvador Meza Lora
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP
(451 páginas, 1.96 Mb) pulsando aquí
Desde el punto de vista de las transformaciones institucionales es factible dividir este periodo en dos fases:
Fue éste un periodo en el que no solamente coexistían ambas propuestas, sino que los arreglos institucionales de “mercado” se van a oficializar y se va a incrementar su participación a expensas de los elementos mismos de la “planeación”. Es un periodo en que a la vez que se fortalecían las prácticas institucionales de mercado, el viejo orden no había sido sustituido, como tampoco había sido reemplazado del todo el sistema centralmente planificado por una “economía de bienes” . La coexistencia de ambos arreglos se justificaba por la búsqueda de una política de consenso entre los grupos antagónicos. Moderados y reformistas habían triunfado sobre el conservadurismo maoísta, sin embargo, entre estos grupos persistían diferencias importantes:
- El grupo reformista moderado se identificaba aún con el espíritu del “socialismo” y abogaba para que al “plan” se le continuara dando prioridad, por lo que el “mercado” debería seguir siendo subsidiario de aquel. En términos concretos proponían que la planeación debería establecerse e incrementarse en los sectores clave de la economía, mientras tanto, las fuerzas del mercado deberían alentarse solo en aquellos sectores que no eran de relevancia económica, por ejemplo: en la pequeña industria, en las empresas agrícolas y rurales.
- Los reformistas radicales, en cambio, sin menospreciar la importancia del Estado, consideraban que debería alentarse al mercado, aún a costa de la planeación dirigida y obligada, por lo que rechazaban la separación de la economía al interior de los sectores y la existencia de diferentes mecanismos de operación para cada uno de ellos y propugnaban por el establecimiento de medios económicos y jurídicos, más que administrativos, como el mecanismo más idóneo de intervención del Estado para guiar a la economía .
Todo apuntaba como de hecho sucedió, que la balanza se inclinaría por la visión reformista radical. El éxito logrado en el sector agrícola (gracias a la aplicación del Sistema de Responsabilidad Familiar), el crecimiento industrial (gracias a los esquemas de participación de utilidades y la presencia inobjetable del sector “no estatal” y privado en la economía), la apertura hacia el exterior (el éxito en la inversión extranjera gracias al establecimiento de zonas de excepción), etc. eran un aval indiscutible para la extensión y profundización de estas políticas reformistas. A pesar de que todo apuntaba en esa dirección no se había establecido un rumbo definido y único para China. El hecho de que la experiencia de este país sea inédita y de que se haya carecido de modelos teóricos a seguir o de experiencias a imitar, permitió que la política pragmática de “tocando piedras mientras se camina para cruzar el río” prevaleciera y de que la discusión sobre el rumbo que debería seguir la economía no quedara resuelto del todo. Por lo tanto las luchas y conflictos ideológicos sobre el quehacer en la práctica cotidiana fue un distintivo del desarrollo mismo de la reforma. Los antagonismos entre los diversos grupos de poder fueron un elemento siempre presente durante todo este periodo.
La visión de consenso, que había caracterizado el quehacer político, dio origen a un cierto “eclecticismo” en las propuestas; Fueron postulados que se caracterizaban por no romper de tajo con el “socialismo”, sin embargo, abrían las puertas a la aplicación y profundización de los planteamientos del mercado. Con las propuestas eclécticas se evidenciaba la falta de seguridad en el derrotero que seguiría la economía y dejaba abierta la posibilidad de una reversión en caso de que los efectos prácticos de las nuevas propuestas pudiesen haber representado algún peligro al status quo político, no fuesen en la dirección deseada o no se tuviese el desempeño esperado . Por las razones anteriores:
• En la nueva propuesta no se dejaba fuera al sistema de planeación, sin embargo, se hacía un replanteamiento del mismo. Su replanteamiento consistía en que, además de la planeación dirigida, debía de considerarse la planeación guiada que, en términos concretos, significaba la sustitución de una planeación dirigida por otra que dependía más del uso de medios económicos que administrativos.
• Se definía al sistema económico como una “economía de bienes planificada con un mecanismo de propiedad pública como la forma básica”. Aparentemente esta formulación era una concesión a los defensores del sistema de planeación central dado que se atribuía al Estado la responsabilidad de controlar las variables más importantes de la economía y de no permitir que las fuerzas espontáneas del mercado determinasen la asignación de los recursos, sin embargo, a la vez presuponía de manera implícita, la presencia del “mercado”, dado que una economía de bienes es inimaginable sin el mercado.
• Consideraba el mecanismo de propiedad pública como la forma básica en el sistema socialista lo que presuponía la presencia de tipos de propiedad diferentes a la propiedad pública, en ese sentido se institucionalizaba los diversos tipos de propiedad.
• Bajo la consideración explícita de una economía donde coexisten el “plan” y el “mercado” se requiere del establecimiento de una “doble vía”, en ese sentido se oficializó un sistema dual de precios a fin de que regulara la asignación de recursos para cada una de esas vías.
• El hecho de que se formalicen diversos tipos de propiedad presupone la producción y el intercambio de bienes diversos mismos que deberán intercambiarse en el mercado. En tal sentido la “ley del valor”, que otrora se había considerado como producto del intercambio capitalista, busca su aplicación en el contexto de una economía socialista de mercado y es requerida para que el intercambio pueda proceder.
A pesar de esta ambigüedad y de no disponer de un proyecto integral que dirigiese sus políticas los reformistas sabían con precisión lo que deseaban: transformar el sistema de planeación central tradicional en un sistema de mercado, y en esa lógica, la necesidad de crear las instituciones necesarias para ello. Aunque no tenían la certidumbre de las consecuencias de cada paso que daban, seguían considerando la importancia de la estabilidad y fortaleza del Estado en ese proceso. Su pretensión era, por un lado, avanzar en el cambio económico, y por el otro, preservar las funciones del Estado, en cuanto guía, organizador y administrador de la actividad económica. A diferencia de otras experiencias de países socialistas en diversos lugares del mundo este mecanismo no pretendía que el mercado operara libremente y sin restricciones de ninguna naturaleza, y que por lo tanto, pudiese conducir a la economía hacia direcciones no deseables, antes bien se consideraba que el Estado debía seguir jugando un rol altamente participativo interviniendo con medios económicos para conducir la actividad económica. Se buscaba, en síntesis, establecer un sistema de mercado, regulado, orientado y moldado por la planeación. Estos postulados reformistas, que como se afirmaba anteriormente, presentaban una cierta ambigüedad en su exposición, van a ser ratificados y aprobados en su contenido en la 3ª Reunión Plenaria del 12º Comité Central del PCCh, celebrado en octubre de 1984, en el que se adoptó una “Resolución sobre la Reforma del Sistema Económica” y se reiteró que “la economía socialista es una economía de bienes planificada basada en la propiedad pública”.