2.2.2. El Estado

La nueva República Popular le va a conferir al “Estado” un rol protagónico dado que será el responsable de dirigir al país a la consecución de estadios superiores de desarrollo y administrar los recursos de la nación en función de una mayor igualdad y equidad social. El “Estado socialista” influido ideológicamente por el Partido Comunista se va a apoyar en un gobierno que, además de adoptar una estructura organizativa, va a incorporar características institucionales inherentes al Partido, como fueron: el control, la disciplina, el centralismo, la verticalidad y la duplicidad.

A partir de una estructura organizativa vertical, el Partido Comunista, no solo controlaba las diversas instancias gubernamentales, en el ámbito local, regional y central; sino que además imponía una ideología que reforzaba una estructura normativa con respecto a lo que es, lo que se hace y lo que debe de ser el avance hacia el socialismo. Por su lado, la burocracia gubernamental al carecer de autonomía para el establecimiento de políticas queda supeditada a las decisiones impuestas por la dirigencia del Partido. No obstante su incapacidad para la definición de políticas se le asignaba un rol eminentemente práctico en cuanto a su responsabilidad en la planeación y aplicación de políticas, asignación de los recursos y en la determinación de las estrategias para lograr los objetivos de industrialización.

Durante este periodo el Estado había asumido una responsabilidad económica y política totalizadora fortaleciéndose paso a paso en la aplicación de políticas verticales fuertemente centralizadas. Congruente con la lógica del “socialismo”: Conforme se fortalecía el Estado y sus “instituciones” en la determinación de políticas, en la planeación y asignación de recursos, mayor era la inhibición de aquellas estructuras institucionales que competían con esa dinámica. En otras palabras, una intensa participación del Estado inhibía y suplantaba la estructura institucional del mercado.

Es un periodo en que prevalece la idea de que el mercado genera una estructura institucional que surge y refuerza las relaciones de producción y organización burguesas y que en su accionar se generan procesos de explotación y desigualdad entre las clases sociales mostrando abiertamente la explotación a que es sujeta el trabajo por el capital. Desde esta óptica se ve al mercado y sus atributos (precios y utilidades) con sospecha, dado que es inherente (a su aplicación) una potencial re-emergencia del capitalismo. De esa noción ideológica se desprende una consecuencia práctica en el quehacer de la política económica en China durante este periodo: “la dicotomía antagónica entre el “plan” y el “mercado”. Por lo tanto, y siguiendo con esa lógica, una de las funciones primordiales del “Estado” consistirá, precisamente, en desincentivar e inhibir la estructura institucional propia del mercado, y conforme esta se vaya desactivando, proveer y mantener las “instituciones” necesarias que alienten la nueva dinámica social. El Estado crecerá en su rol protagónico y será la única instancia que sobre la base de objetivos concretos y de un plan preconcebido, asigne los recursos de los cuales se disponen en el país. La acción del Estado se justifica, dado que es la única institución “capaz de gobernar en nombre de toda la gente”. Como consecuencia lógica de lo anteriormente expuesto, el modelo estatista será el único válido para la realización del “socialismo”, de dicho modelo se desprenden tres características distintivas

• La presencia de una burocracia estatal que fungirá como una elite que tenderá a suplantar a la clase capitalista empresarial;

• El establecimiento de un sistema de coordinación cuyo objetivo básico consistirá en suplantar al mercado;

• Una estructura jerárquica del Estado a la cual se sobrepone un comité jerárquico del partido que les permite dirigir y supervisar el trabajo de los gobernantes.