José Dionicio Vázquez Vázquez
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Desarrollo y región: categorías orientadoras
Con la implantación de la industrialización en el siglo XIX, sobre todo en Inglaterra, se gestó un proceso de transformación importante de los estados nacionales en formación. Los nuevos descubrimientos y la colonización de África, la independencia de América, más que producir un proceso de emancipación y de progreso del mundo, fomentó un capitalismo arraigado en la influencia de la dependencia, sometiendo con ello a varios pueblos provocándoles pobreza, por parte de los constituidos en poderosos. (Ramírez: 2003). Añade que hubo crecimiento económico, pero acompañado de diferenciación social y diversidad entre sociedades y países.
El desorden que generó el crecimiento y mejoramiento capitalistas que marcaron a la sociedad y el territorio, por ello, el progreso y el orden tenían que ser reconciliados a través de los elementos racionales que la situación imponía. Argumenta que el proceso modernizante se reencontró de dos formas: la primera, de orientación conservadora, ubicada en una reorganización industrializante, extendiéndose por el mundo no industrializado, como la única vía para alcanzar el desarrollo y el progreso. La segunda, fue una alternativa de desarrollo progresista del llamado ‘socialismo real’, derivando en burocracias totalitarias. Es la primera forma que rescata Ramírez para sintetizar en 5 puntos el ‘desarrollo’ como orden junto con la noción de Staudt (1991) que cita Ramírez (2003).
La categoría <<desarrollo>> cuenta con cientos de definiciones y Ramírez (2003), reflexionando en la vinculación de esa categoría con la modernidad (es decir desarrollo), explica en 5 puntos su conexión con la del territorio y las regiones.
1. La categoría de ‘desarrollo’ materializa en la sociedad y en el territorio la posibilidad de alcanzar el objetivo universal de igualdad, y por lo tanto el de homogeneidad, que promueve como promesa modernizadora el capitalismo; y que a través de él nos alcanzará la modenización en el tiempo y en el espacio, que señala tanto las expectativas de cambio de los individuos como de las naciones.
2. Debido a la fuerte connotación economicista que contiene, el <<desarrollo>> se traduce necesariamente en un crecimiento económico, que desplegada en sus distintas formas se refiere al empleo y distribución del ingreso, ingreso per cápita, equilibrio económico, entre otros. Le agrega también aspectos políticos como la planeación o, en su caso, se refleja en cuestiones sociales como el aumento de la población, la búsqueda del incremento de su calidad de vida; o la nutrición, como instrumentos para alcanzar el desarrollo esperado.
3. La concepción del <<desarrollo>> tiene fuertes implicaciones técnicas y remite no sólo a inversiones que la fomenten, sino a educación y adiestramiento de la población involucrada para utilizarla. Agrega Ramírez (2003), que el supuesto tecnológico traspasa en todo momento el concepto y (también) la puesta en marcha del proceso de ‘desarrollo’ de un territorio dado, sin que a la fecha se haya definido cómo ni cuándo lo hace o lo va hacer.
4. La cuestión práctica para alcanzar el ‘desarrollo’ se definiría por el fin último de ampliar las preferencias de la sociedad mediante el consumo, y de aumentar la productividad que permita ofrecerlas.
5. Por último, la planeación de la economía tiene una implicación directa con los recursos naturales que sustentan las naciones o las regiones, y con la organización que pueda hacerse de las actividades que a su interior se encuentran, es decir, en el territorio.
Se concluye que los cinco aspectos tienen una alta connotación para los países latinoamericanos, y por lo tanto para México, quien no ha alcanzado aún la modernidad o el ‘desarrollo’.
El desarrollo regional para el siglo XX, define una orientación de sus estudios como resultado de las desigualdades provocadas por la industrialización y el capitalismo, implantados desde el siglo XIX. Tiene necesidad de una unidad territorial que le permita orientar el ‘desarrollo’ que más adelante alentaría la homogeneidad que la modernidad pretendía instalar, a partir de reconocer los espacios sin esa lógica con tendencias hacia la vinculación con la modernidad.
La categoría región se va a convertir en el fundamento espacial para instalarse en la promesa de igualdad y de homogeneidad que la misma sustentaba. Es por ello, la unidad territorial básica para llevar a cabo los objetivos y las acciones que el desarrollo se había propuesto, partiendo de la planeación, para dar fin a las desigualdades regionales, ya no desde la geografía, sino desde ciencias, como la economía, que pretenden eliminarlas. Los objetivos planteados por las teorías del lugar central y de los polos de desarrollo son un ejemplo de esta afirmación (Ramírez: 2003).
Así como el desarrollo regional se encamina a soluciones que terminen con las desigualdades, la regionalización es un procedimiento que permite acotar los territorios que tienen características similares, variando según los criterios utilizados para delimitar el espacio en cuestión. Puede definir las unidades territoriales susceptibles de impulsar el ‘desarrollo’; sin embargo, tiene una connotación más conceptual que empírica. Desarrollo regional remite al proceso mismo de la necesidad de transformación del territorio, mientras que regionalización es la búsqueda de los espacios homogéneos que resultan diferenciados de otros que se insertaron contradictoriamente en el proceso (Ramírez: 2003).
Retomando la idea de la carencia que ha tenido México para considerarlo como “desarrollado” y según los 5 puntos considerados arriba, Delgadillo, Gasca y Torres (2002) en la discusión del proceso de desarrollo regional, consideran que el desarrollo de las regiones mexicanas constituye ahora la discusión en la que se encuentran los proyectos que definirán tanto el presente como el futuro. Ello depende de cómo se asuman aquéllos en las políticas de desarrollo, de acuerdo a los 10 componentes que enuncian los autores, de los cuales se extraen 5 que permiten contextualizar el tema de la migración como estrategia de reproducción, desde el desarrollo regional.
1) La visión sectorizada del desarrollo regional debe considerarse agotada porque generó centralización, una distorsión territorial de los procesos económicos, un gran rezago nacional y un grave desequilibrio social que impide hoy la aplicación de políticas de desarrollo más armónicas y de acuerdo con la potencialidad de las distintas escalas espaciales.
2) Por lo anterior, los desequilibrios del desarrollo presentan una marcada expresión territorial entre regiones ganadoras y perdedoras debidos a ventajas acumuladas a lo largo del tiempo.
3) Las estrategias convencionales como dinamizadoras del desarrollo regional son insuficientes para generar empleo y retener población, conformando grandes ‘desiertos territoriales’ sin inversión ni población.
4) La política de desarrollo regional ya no puede ser concebida como un factor aislado que corresponda sólo a decisiones arbitrarias del gobierno (federal, estatal o regional).
5) Por lo tanto, el desarrollo regional reclama una función planificada del territorio, incluyente de los actores regionales sin excepción, moderna en cuanto a formas de gobierno y de administración pública, promotora del desarrollo tecnológico, participativa de la inversión local y externa, además de competitiva en los escenarios de la globalización.
Las anteriores ideas se encuentran dentro del debate de al menos dos posturas. Una de ellas parte del criterio teórico de la inexistencia de las regiones, o de las delimitaciones regionales, las cuales tenderían a ser eliminadas en la medida en que avancen los procesos de globalización, por lo que la organización del espacio incidiría en otro tipo de configuraciones más adaptadas a la dinámica del mercado, haciendo abstracción del espacio regional en su dimensión tradicional y contraponen como argumento la importancia de las redes virtuales, los tecnopolos, los distritos industriales, y la integración bilateral de ciudades mundiales que poca relación tendrían con su entorno territorial (Delgadillo, et.al.:2002).
La segunda postura plantea que la región existe objetivamente y se encuentra expuesta a las transformaciones mundiales, sin que ello afecte su condición de espacio integrado, independientemente de su nivel de desarrollo o grado de vulnerabilidad. La globalización incentivaría el reforzamiento de las identidades y el sentido de pertenencia regional. Por tanto, desde esta perspectiva, la región no es una invitada más de la globalización, sino que al contrario. Las regiones existen como resultado de procesos históricos y socioeconómicos endógenos, pero mantiene una influencia latente de los factores exógenos de distinto tipo que provocan su transformación constante y actúan como vínculo con el exterior. Pongo como ejemplo el flujo de remesas enviadas por los migrantes hacia sus lugares de origen, quienes mantienen una relación con sus familias tanto a nivel interno como externo a través de la migración.