José Dionicio Vázquez Vázquez
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1.3 El desarrollo económico
En el siguiente planteamiento sintético del desarrollo económico, se pasa revisión a las teorías económicas con sus concepciones que sobre el desarrollo contienen. Hidalgo (2000), aglutina a las escuelas ortodoxas y heterodoxas y describe las corrientes que a continuación se enuncian.
La corriente que denomina el autor de Los Pioneros, período que va de 1945-1957, de la escuela ortodoxa (Lewis, Arrrod, Rostow, Singer, Hirschman) concibe el desarrollo como crecimiento económico y le dan un gran peso a la industrialización para salir del subdesarrollo. La escuela ortodoxa, por su parte, compuesta principalmente por Perroux, Prebisch y Myrdal, y jóvenes de la escuela de la CEPAL, difieren en el tipo de variables relevantes y de medidas proteccionistas, que contiene un énfasis conferido a las variables políticas para iniciar el despegue. Esta escuela sitúa desde el inicio la problemática del desarrollo en el nivel de las relaciones internacionales y critican la teoría del comercio internacional, analizando las relaciones entre el centro y la periferia desde un esquema histórico-estructural.
En los sesenta hace su aparición el Enfoque de la Dependencia en el período que va de 1957-1969, representado entre otros por Baran, y aún cuando no se halla una escuela heterodoxa unificada de los dependentistas, se diferencia la línea postkeynesiana de Furtado y Sunkel; neomarxistas moderados como Cardoso, quien se considera que fue el primero en utilizar la palabra <<dependencia>>; más radicales como Frank, Amin y Dos Santos. Baran establece su tesis contundente que señala que el dominio del capitalismo monopolista y e imperialista en los países avanzados, tiene relación estrecha con el atraso de los países subdesarrollados: dos aspectos distintos de un problema global. André G. Frank advirtió sobre el desarrollo del subdesarrollo, en tanto que Dos Santos planteó las contradicciones del imperialismo. En síntesis, esta escuela, postuló que no se trataba de que únicamente hubiera una incorporación jerárquica al proceso de desarrollo desde el centro hacia la periferia, sino de que la acumulación del capital era imposible en el subdesarrollo por la insuficiencia de la demanda interna, de la dependencia tecnológica y de la extroversión del sistema productivo.
Como respuesta, la corriente Neoclásica (Bauer y Johnson) plantean que no existe una ‘brecha’ entre países desarrollados y subdesarrollados por la sencilla razón de que los ingresos per cápita de los países desarrollados y en vías de desarrollo pueden ordenarse en un continuo que no muestra solución de continuidad.
Hacia la década de los 70, hay una revisión a la teoría general y a la metodología de la dependencia, que favoreció un mayor enriquecimiento en el debate, pudiendo enunciar el consumo occidentalizado del que era presa la periferia. Retomaron esas ideas éticas las llamadas <<filosofía de la liberación>> y <<teología de liberación>>, puestas en circulación por los moderados de la teoría de la dependencia, dándoles un toque científico a sus opciones político-ideológicas basándose en neomarxismo. En ese contexto, Furtado exige otro tipo de ‘desarrollo’ y de ‘sociedad’, que provoque un interés de la sensibilidad social hacia las ‘necesidades básicas’. Paralelamente a ello, se inició el cuestionamiento hacia el modelo de sociedad urbana, industrial y de consumo, faltándole el respeto al medio y a la calidad de vida. Shumacher por su parte, reclama transferir conocimiento útil y capacidades de organización, antes que dinero, para provocar un despegue autosuficiente. Aumenta la preocupación por las necesidades y también por la distribución, pero esa solución no empataba con el creciente fenómeno de la urbanización que en los años 70 se agudizó. Es ésta la época del Enfoque de las Necesidades Básicas Abordadas por autores como Streeten, Seers, Fishlow, Chenery y Schumacher.
Baran reconoce (dependentista) que el problema no es tanto la desigualdad interna del Tercer Mundo, sino que se enfoca a la desigualdad internacional entre países. Es ahí donde surgen las nuevas teorías sobre la división internacional del trabajo que niegan el estancamiento y el fracaso de la industrialización en el llamado Tercer Mundo. Lo que señala que ha ocurrido realmente es una reorganización de la producción a escala internacional que brinda al capital transnacional mayores posibilidades.
En esa línea, los teóricos de la Nueva División Internacional del Trabajo (1969-1978), Warren –junto con Laclau, Wallerstein y Arrighi-, lanzan una crítica hacia la teoría leninista del imperialismo pues la dependencia se encuentra favoreciendo un desarrollo más rápido y progresivo que la independencia y la autarquía. Con ello consideran que es el imperialismo, al generar mejoras sanitarias, educativas y en los bienes de consumo, el que disuelve las estructuras retrógradas y a quien se le considera el pionero del progreso capitalista.
De 1978 a 1991, nace la denominada Contrarrevolución Neoclásica, con Balassa, Bhagwati, Krueger, Lile y Little. A estos teóricos ortodoxos, junto con el surgimiento del neoliberalismo, se les suele atribuir la llegada al poder de los conservadores, sin olvidar el agotamiento de los modelos socialista y el catastrofismo de de la teoría de la dependencia (Hidalgo: 2000). La propuesta esencial de esta escuela ortodoxa es la que se liga con el triunfo de las tesis monetaristas, que consiste en la liberalización interna y externa, que más tarde, en los noventa, va a tener una aceptación casi generalizada.
En ese mismo período, pero de la escuela heterodoxa, la corriente de la Economía Radical, con sus representantes Lipiettz, Leys, Bambirra y Chilcote, hacen su aparición, en tanto que en la década de los noventa en adelante, surgen nuevos enfoques a favor del mercado y con nuevos énfasis en la globalización: Summers, Page y Stiglitz, de la escuela de los ortodoxos.
Es el período donde el Desarrollo Endógeno y el Enfoque Territorial, tienen entre algunos de sus representantes a Vázquez Barquero, Aylalot, Sthör y Bacatini. Mientras que el Neoestructuralismo y fortalecimiento del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), tiene entre sus teóricos y defensores a Sunkel, Amsdem y Evans.
Precisamente desde la publicación del informe Brundtland (1987) donde se define el desarrollo sustentable y se diversifica la preocupación entre la relación del hombre con su medio ambiente se apuesta por apoyar el desarrollo de los países subdesarrollados. Esa es la apuesta por lo menos de la OCDE y del PNUD, entre otros. En este contexto, Amartya Sen, es uno de los principales autores del concepto de <<desarrollo humano>>, que lo define a éste en términos de bienestar social.
El enfoque general económico considera al desarrollo como el desarrollo de los recursos humanos y centra su atención en el ser humano como un recurso, o sea, como un insumo en las actividades de la producción. Interpretan también el desarrollo de los recursos humanos según su contribución en la generación de ingresos, computable como <<capital humano>>, que va aparejado al lado de la tecnología. Y como se trata de una inversión, como cualquiera otra, que se destina a expandir el potencial productivo, se evalúa la inversión en capital humano –que incluye el gasto en salud, educación y nutrición- exclusivamente en términos del ingreso o producto adicional que genera la inversión, que se valora positivamente sólo si la tasa de rendimiento supera al costo del capital (Hidalgo: 2000).
A diferencia del planteamiento expuesto, los que coinciden en el concepto de desarrollo humano consideran importante el aumento de la capacidad de la gente para leer y escribir, o para estar bien alimentada y sana, aún cuando el rendimiento económico medido convencionalmente de la inversión en la alfabetización, o en una mejora de la nutrición y de la atención fuera equivalente a cero.
Carrillo (2002), considera que en relación con la sociedad, el término ‘desarrollo’ no ha sido definido nunca en forma exacta, y que por lo tanto, no existe consenso entre los científicos sociales acerca de su significado. Propone al mismo tiempo una idea central que predomina en los intentos por definirlo, expresándolo de la siguiente manera: si se le considera como un proceso mediante (y durante) el cual se mejora la calidad de vida de la sociedad, es decir, como un mejoramiento en el bienestar social.