José Dionicio Vázquez Vázquez
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CAPÍTULO I. Teorías sobre migración internacional, remesas, calidad de vida y reproducción.
1.1 Teorías sobre la migración internacional.
En este apartado se consideran las distintas interpretaciones y enfoques sobre la migración internacional, que abordan las posibles causas y consecuencias sobre el fenómeno, así como de las distintas interpretaciones que dieron forma a los conceptos de nivel de vida y calidad de vida.
Uno de los enfoques que señala a los distintos desplazamientos de la población es el de la relación entre la migración y desigualdad, entendiendo a ésta como una manifestación de la manera como se configura la estructura económica, política y social de un país, expresada entre otros factores, en el acceso diferencial que tiene la población hacia los satisfactores básicos que le permitan una vida digna (Chávez: 1993).
Desde este punto de vista la relación mencionada contiene cambios de residencia y se ejemplifica con la migración laboral que se manifiesta por la desigualdad económica de un país, incapacitando los mercados laborales y que ofrezca a la población un empleo que satisfaga sus necesidades. De manera similar se habla de la migración por motivos educativos, por la carencia de oferta en cuanto a los distintos niveles educativos y a la infraestructura ínfima o nula.
En esa relación también se establecen desigualdades en desplazamiento de la población migrante, pues en el caso de la migración interna la movilidad entre los distintos sexos casi es pareja, mientras que en el caso de la migración interna e internacional, destaca la población masculina. Ello se explica en parte por las distintas oportunidades que se ofrecen a la población de cada sexo y según cómo se valora y sanciona culturalmente al hecho de migrar.
En cuanto a la edad, la mayor oportunidad laboral es para la población que oscila entre los 20 y 30 años de edad, reduciéndose la oportunidad para aquellos de edad avanzada. De hecho, el modelo económico capitalista está diseñado para apropiarse de la fuerza de trabajo más productiva, excluyendo aquélla que comienza a mermar sus capacidades en los centros de trabajo y en los distintos sectores productivos. No existe una lógica o principios humanos y morales que nos señalen lo contrario.
Se reproduce a su vez una concentración de la fuerza laboral en las regiones de México, donde existe mayor inversión extranjera directa y un mayor Producto Interno Bruto por región, lo cual refleja desequilibrios en el crecimiento y en el desarrollo regional, debido en gran parte por la política económica orientada con un criterio sectorizado, por lo cual es de esperarse una reproducción de las desigualdades regionales, sobre todo si se persiste en promover procesos en los que la calificación de la mano de obra sea un factor determinante para canalizar la inversión, sea nacional o extranjera. (Delgadillo y Gasca: 2002). Lo anterior provocaría un aumento en las migraciones fronterizas, incrementándose también las tensiones bilaterales con Estados Unidos, o también que la población de las regiones ubicadas en una nueva fase de rezago generaría una mayor presión hacia las regiones y ciudades que ya de por sí no tienen respuesta para las demandas laborales de bajo nivel de capacitación.
Como fenómeno, la migración es integral, porque afecta tanto al espacio receptor de población (con demanda de servicios: salud, educación, cultura, trabajo), como al expulsor (deja una tierra agrícola presionada o algún trabajo, en busca de mejores expectativas); desde la composición por edades, hasta en la fecundidad. En síntesis: la ecuación demográfica que aparece ahora traduce la existencia de problemas muy graves en la sociedad mexicana que tiene que ver con los ámbitos del trabajo, la salud, la cultura, la familia, los valores, el desarrollo regional y fronterizo, etcétera. Los cambios políticos, en esta medida, serán más complejos (Muñoz: 1996).
Dentro de una caracterización que podemos manejar de manera inicial se habla de la migración rural-rural como aquélla que se manifiesta dentro del mismo sector. Dicho flujo se dirige a zonas moderadamente aisladas y caracterizadas por una agricultura tradicional minifundista, donde se establecen vínculos con la comunidad y la tierra; donde existe un arraigo muy fuerte, marcados por la tradición, lo cual no quiere decir que no acepten los cambios que les llegan de fuera de sus territorios. Además, el número de miembros de la familia por predio es alto para su propia reproducción. Estos pobladores se dirigen preferentemente hacia zonas donde se practica una agricultura comercial moderna y con mano de obra asalariada. En este tipo de migración se ubica principalmente, el grupo de jornaleros agrícolas o proletarios del campo (Chávez: 1993).
Por su lado, la migración rural-urbana menciona que se debe fundamentalmente a falta de fuentes de empleo en el campo, como efecto de la descapitalización del campo a partir de los años sesenta, en México. Como producto de esa movilización se ha incrementado el nivel de ocupación y, por lo tanto, el del sector servicios, el incremento del subempleo y el crecimiento de zonas con deficiencias en la cobertura de los servicios educativos, de salud y culturales, entre otros.
El otro tipo es el de la migración rural internacional, donde existen movimientos de mano de obra campesina para realizar actividades en el sector primario en el exterior. No sólo la migración rural ha ido incrementándose, sino que también la urbana, ocupándose en actividades del sector secundario y terciario.
Dado que el estudio de la migración es complejo desde los diversos puntos de vista, ámbitos, teorías o enfoques, su abordaje implica repasar algunas propuestas que han desarrollado algunos autores. Lattes (1983) por ejemplo, afirma que las migraciones o más en general la movilidad y distribución territorial de la población, han alcanzado en la actualidad un status de problema que ya no está a la zaga de otras en materia poblacional, tales como la fecundidad, la natalidad o la mortalidad, entre otras. Más aún, la movilidad territorial de las personas es un fenómeno verdaderamente multifacético y está plenamente imbricado con los problemas más esenciales del desarrollo y las relaciones internacionales.
En ese mismo repaso teórico de Lattes, destacan distintas posturas en torno a un mismo fenómeno que es el proceso migratorio. Por ejemplo, se refiere a lo asentado por Samir Amin en los inicios de los 70, quien realiza una crítica a los modelos que se refieren a las migraciones tanto internas como internacionales, señalando que la teoría convencional no enseña gran cosa, impidiendo, desde un inicio ver los factores fundamentales; es decir, aquéllos que están más allá de las propias motivaciones de los migrantes. En tanto con relación a la teoría de Centro-Periferia, hace alusión a los trabajos de Cardoso y Faletto, Amin y Frank, quienes a fines de los 60 y principios de los 70, postularon, en su enfoque histórico-estructural, (que arranca desde los 60 con Prebisch, Pinto, Sunkel y Furtado, entre los más connotados), la naturaleza de jerarquía entre las sociedades, con antagonismos de clase y relaciones de dependencia que provocan un desarrollo desigual al interior de los países, así como entre las naciones centrales y periféricas. Es por eso que la movilidad de la población y su distribución en el espacio no pueden evadir o aislarse de su condición histórica y estructural. Reforzando la postura de Amin, los estudiosos Gaude y Adepoju, argumentan el poco peso que merece el considerar que el individuo decide migrar, solamente a través de la evaluación que hace con respecto a las oportunidades de empleo y/o a las diferencias de salario que percibe.
En una visión más integral, intentando expandir las visiones anteriores Lipton (1976), suma a las variables económicas otras más, tales como la asistencia que reciben los migrantes por parte de sus familiares, las normas que regulan el acto de la migración, incluyendo varios factores sociales y culturales. Exige en suma una visión más integrada en el abordaje de las problemáticas tanto urbanas como rurales así como la corrección de los estudios que se cargan hacia lo urbano solamente.
Por su parte Amin (1974) y Zolberg (1978) señalan que la visión del pensamiento microanalítico, se queda en los modelos formales que sustentan los movimientos individuales. Más bien, la movilidad responde a la desigual distribución de oportunidades con su respectivo contexto y no sólo a la libre decisión individual del que migra.
Peek (1981) critica los enfoques micoreconómicos que señalan la evaluación individual sobre las oportunidades de empleo o la diferencia de salarios y refiere un alternativa que nombra como ‘estructural’, el cual debe servir de guía para investigar la transformación histórica de estructuras agrarias específicas, particularmente ‘la transformación desde una producción no capitalista a otra capitalista, en donde la migración constituye un proceso de proletarización que acompaña a esta transición’.
El enfoque antropológico, argumenta Ward (1981), estudia de qué forma los patrones y volúmenes de migración están determinados por los sistemas e instituciones involucrados y cómo éstos condicionan al individuo, es decir, como factores que escapan a su control.
Si bien las migraciones son consideradas por el enfoque microanalítico como procesos generados por las desigualdades estructurales que se atribuyen al desarrollo del capitalismo, Zolberg (1981) critica tal enfoque (aunque en general lo comparte) en el sentido de olvidar al sujeto, cuando sólo se toman en cuenta los macroprocesos con énfasis en lo económico, como orígenes de la migración. Aunque sigue sin solución el problema de cómo vincular los procesos sociales con las actuaciones de los individuos, el autor mencionado, propone que para evaluar los costos y beneficios de la migración, se hace necesario discutir las relaciones entre dos tipos de contabilidades, a saber: la de los individuos y la de las colectividades.
Finalmente, en este recuento, Peek y Standing (1982), localizan la principal limitación del enfoque microeconómico, que es el de la separación existente en el análisis de las relaciones sociales de producción y de las formas de explotación que utilizan quienes ejercen el poder al mantener un control sobre los trabajadores más pobres.
En resumen, el impacto en la estructura territorial de los centros poblados debido la movilidad poblacional, afecta los vínculos del sistema territorial, donde destacan los sistemas productivos, los intercambios económicos, las comunicaciones o vínculos informacionales; la articulación física, los lazos culturales, entre otros. (Cortez: 2004). De tal manera que en los análisis sobre el efecto de las remesas, cobran relevancia las regiones que más aportan migrantes, transformando en los ámbitos locales, comunitarios y familiares: los efectos en los patrones de consumo, las pautas culturales y las formas tradicionales de organización comunitaria, producto de la emigración de sus miembros (Castillo: 2000).
Entonces, la movilidad territorial destaca por el desarrollo que ha tenido la clarificación conceptual y teórica y del cambio poblacional en general, seguido de las investigaciones donde sobresale la diversidad de dicho fenómeno a través del tiempo, además de tomar en cuenta los distintos contextos culturales. Los distintos tipos de movimiento que han alcanzado dimensiones determinantes, ya no pueden excluir o ignorar el desarrollo económico-social. De hecho, la política pública entra en escena para la toma de decisiones dentro y entre los países, por la magnitud del fenómeno en cuestión.
Se concluye, por lo tanto, que las investigaciones realizadas y las teorías existentes han dado justo en el blanco, a saber: que el fenómeno de la migración es un proceso de mayor complejidad de lo que los estudios con fuente tradicionales de datos suponían, transformando de algún modo el contexto de los inicios de los años 70.
Hacia los años 50 y 60, la migración rural-urbana era vista como un fenómeno, además de deseable, positivo, pues aquélla permitía transferir los excedentes de mano de obra de la agricultura a la demanda que iba en aumento en la industria. Pero a fines de los años 60 y principios de los 70, se le vio con sentido negativo, es decir, como un problema para las urbes, pues se excedía la mano de obra, provocando mayor desempleo. No es casual que esta perspectiva saliera de bocas netamente urbanas. Al contrario de ello, para esa misma década, ya existía evidencia empírica de que en los migrantes, el fenómeno de la migración había provocado mejorías esenciales en sus condiciones de vida; también durante esos años las preocupaciones de los políticos por la migración que fluía hacia las grandes metrópolis, los llevaron a limitarla.
En general, al hablar del proceso de la urbanización en América Latina, Manuel Castells, citado por De Oliveira (1974), señala que no es el reflejo de un proceso de modernización, sino la expresión a nivel de las relaciones socio-espaciales, de la agudización de las contradicciones sociales en el proceso de crecimiento económico, determinado por su particular relación de dependencia dentro del sistema capitalista mundial.
Cuadro1 Síntesis de las teorías sobre migración.