Francisco José Calderón Vázquez
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Alberto Sessa (1975) definió en su momento al turismo no como tal actividad terciaria, sino como una verdadera y propia industria, industria que genera un proceso productivo donde se produce como en otros, la transformación de la materia prima en productos, en este caso turísticos, que son consumidos y vendidos en el mercado.
En el proceso productivo turístico rural, la materia prima está constituida por los recursos o factores de atracción que atraen al turista a la zona. El conjunto de los mismos, actuando como una especie de imán, genera una suerte de campo magnético de atracción de flujos turísticos hacia el emplazamiento donde los recursos turísticos se sitúan.
La materia prima turística debe ser procesada y transformada en productos turísticos que actúan como polos magnéticos para la captación de corrientes de visitantes. El problema radica en que dicha raw material tiene una naturaleza por lo común intangible y difícil de definir. A su vez, no existe una fase extractiva en el proceso sino que los recursos son transformados y consumidos in loco, finalmente el valor de mercado de la materia prima no se destruye o desaparece al ser consumido, sino que persiste y a menos que se produzca un uso desmedido, inmoderado o mal planificado que traiga consigo su degradación y ruina (Leno Cerro, 1993).
Por tanto, desde una perspectiva territorial el producto turístico consiste en un conjunto de recursos naturales, artificiales y humanos con capacidad de atracción, que el área territorial a planificar puede ofrecer, complementado por un equipamiento de apoyo y promovido por una organización de ventas efectiva (Ferrario, 1980). Como se trata de optimizar económica y socialmente las inversiones públicas y privadas a realizar, una tarea básica de la planificación consistirá en la identificación y evaluación de aquellos productos turísticos que más en sintonía se encuentren con las exigencias y gustos de la demanda (Leno Cerro, 1993)Si bien, ello debe producirse en el marco genérico de la evaluación del potencial turístico territorial de manera que la planificación turística rural promueva productos turísticos viables, coherentes y orientados al mercado y no como en tantas ocasiones ocurre, una suerte de inventario de atractivos turísticos relevantes pero no engarzados a los equipamientos, servicios y organizaciones empresariales turísticas existentes en el territorio.
Puesto que son las empresas los agentes transformadores de la materia prima, los incorporadores de valor añadido y los configuradores de los productos turísticos zonales, las mismas desempeñan un rol esencial en el proceso de desarrollo turístico rural que no puede minimizarse, ni obviarse. De ahí, la necesidad de su consideración relevante al interno del proceso de planificación del desarrollo turístico rural, puesto que son numerosos los ejemplos de territorios con una gran dotación de atractivos naturales y culturales como en el caso de Sicilia, Calabria o Sardegna pero que debido a sus carencias de infraestructura equipamiento y servicios ofertados junto a la inexistencia de organizaciones empresariales eficientes impiden la configuración de productos turísticos rurales consistentes. Por tanto, el arsenal de atractivos es muy importante, ya que proporciona la base física de la actividad turística y del consiguiente desarrollo turístico pero no va resultar decisivo, en cuanto que existen otros factores a tener muy en cuenta que pueden amortiguar o minimizar su importancia.