Francisco José Calderón Vázquez
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Una influyente corriente de pensamiento (Mill y Morison, 1985, Plog, 1973) relaciona estrechamente el concepto de planificación estratégica con el concepto de ciclo de vida del destino, (Gilbert, 1939, Christaller, 1963, Butler, 1980) concepto desarrollado a partir de modelos evolutivos que distinguen tres fases evolutivas en la vida de un destino turístico: descubrimiento, crecimiento y declive, ampliadas posteriormente por Butler (1980) a siete fases: exploración, implicación, desarrollo, consolidación, estancamiento, declive y rejuvenecimiento. Una representación gráfica de dicho modelo la encontramos en la figura Nº II.14 : Fuente: Elaboracion Propia, adaptado de Butler (1980) y OMT-WTO (1998)
A pesar de ser un modelo descriptivo y por tanto de disponer de un valor predictivo bastante limitado, su utilidad es evidente al tratarse de un modelo que incorpora un componente dinámico como es la evolución temporal del enclave. Para estos autores la ausencia de planificación va a acelerar el ciclo de vida del producto alcanzando rápidamente su fase final.
Las consecuencias de una no planificación o de una deficiente planificación se traducen para el destino turístico en cuestión, en toda una serie de problemas como degeneración del medio natural, problemas de tráfico, perdida de identidad cultural, falta de formación de los trabajadores, conflictos entre comunidades locales y turistas, carencia de atracciones dentro del catalogo turístico, etc. Problemática que trae consigo la decadencia del destino (Porta y Valls, 1996)
Para evitar dicha decadencia y esquivar, o cuando menos prolongar el ciclo de vida del destino turístico, resulta decisivo que la planificación incorpore un mecanismo de monitorización y evaluación constante, que controle efectivamente las constantes vitales del destino turístico, alerte de posibles disfunciones y evalue el desempeño conjunto del mismo. En definitiva, se trata de que el destino turístico rural se configure en modo dinámico, en grado de adaptarse a las oscilaciones del flujo, respondiendo, lo mas rápidamente posible, a los cambios ya del entorno, ya de las preferencias. Ello en el caso del turismo rural es particularmente necesario, dado su carácter “especializado”, su relativa “novedad” y la constante afluencia al mercado de nuevas zonas productoras de turismo rural.
¿Cuales podrían ser las coordenadas de análisis del mecanismo de monitorización, control y evaluación? En principio podríamos establecer cuatro categorías básicas de estudio que posteriormente y para cada caso en concreto pueden ser enriquecidas con mayores niveles de complejidad: 1)Impacto en la economía local; 2) Impacto en el entorno medioambiental; 3) Impacto social; 4) Nivel de satisfacción de la experiencia turística. Para cada uno de dichos ámbitos se deben identificar los posibles efectos positivos y los negativos, definir las tendencias que puedan observarse a lo largo del tiempo e identificar las posibles reacciones que se desencadenen en cualquiera de los ámbitos de manera que se pueda plantear una respuesta de gestión coherente con la situación constatada (Comisión Europea, D.G. Enterprise, 2002)
Obviamente cumplimentar adecuadamente el estudio de las categorías mencionadas implica captar y procesar el volumen de información requerido para ello, lo que supone en términos operativos establecer un mecanismo de recopilación, tratamiento y elaboración de datos útiles para el gestor, que evidentemente supone un coste que debe ser asumido. Naturalmente los parámetros de medida preferibles serán los cuantificables, que proporcionaran los elementos de juicio necesarios para determinar el nivel de impactos del turismo rural en zona. A tal fin debe plantearse una batería de indicadores de resultado y de indicadores de tensiones-reacciones, el problema con respecto a los indicadores de sostenibilidad es que no están todavía estandarizados internacionalmente, a pesar de los esfuerzos de la Organización Mundial del Turismo (OMT-WTO) y otros organismos internacionales no existe un conjunto de indicadores universalmente aceptado. Por tanto cada destino turístico rural deberá establecer en función de su casuística su propia batería de indicadores. La captación de información sobre el turismo en zona y sus repercusiones se inicia a partir de las estadísticas turísticas básicas disponibles que deben proporcionar una imagen lo mas fiel posible de los flujos turísticos. Los puntos básicos de esta primera aproximación deberían ser los referentes expuestos en el Cuadro II.7:
La recopilación de la información puede darse a través de distintas formas lo optimo seria que existiese un equipo de investigación que realice encuestas periódicas y el seguimiento de todo el proceso, pero el optimo puede ser demasiado caro; alternativas mas factibles podrían ser instalar contadores de visitantes en las atracciones mas significativas o realizar censos por parte del organismo gestor si este existe.
Normalmente deberían ser las propias empresas turísticas los proveedores de información estadística bruta a partir de sus registros, posibilitando la evaluación global del destino, ya sea a partir de cuestionarios o de forma menos onerosa a partir del sempiterno buzón de sugerencias o libro que indirectamente pueden proporcionar muchos datos sobre las impresiones de los visitantes.
Todo ello no quita que deba realizarse una toma directa de datos a partir de encuestas directas a los visitantes, al menos bianual, para poder calcular la evolución temporal del destino, encuesta realizada preferentemente por profesionales (Comisión Europea, DG: Enterprise, 2002)
Las encuestas pueden ofrecer toda una serie de informaciones complementarias a las estadísticas sobre todo en la cuantificación del impacto, teniendo como referente a las categorías establecidas en el Cuadro II.8
La elaboración de indicadores de tensiones-reacciones constituye un elemento básico de cualquier mecanismo de monitorización y control porque introducen el aspecto de alerta temprana en el conjunto del proceso evaluador, a partir del control de determinados elementos desencadenantes, la activación de los mismos supone la necesidad de profundizar mas detalladamente en el estudio de la situación.
Siguiendo la terminología de la Comisión Europea (2002) pueden distinguirse tres tipologías de indicadores de tensión: Medioambientales, Sociales y de satisfacción del visitante.
El conjunto de las modalidades expuestas aporta la base de datos necesaria para la formulación de las pertinentes respuestas de gestión por parte del organismo director destinadas a la corrección de las desviaciones o bien si la circunstancias lo requieren promover un cambio de orientación en la política seguida hasta el momento.