Francisco José Calderón Vázquez
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El concepto de Distrito Industrial (Industrial District) aparece en la teoria economica vinculado originariamente a la obra de Alfred Marshall, quien al tratar el problema de la concentración geográfica de la industria en su clásico “Principles of economics” (1890), va proponer como unidad de estudio del proceso de desarrollo una entidad de base local-territorial, introduciendo con ello una nueva perspectiva ya que la centralidad de la empresa es sustituida por una teoría de la organización donde el contexto territorial es el protagonista, desempeñando un rol central y estratégico, ya que es en dicho entorno donde se localizan e insertan las empresas.
En el análisis marshalliano el espacio es un factor determinante en los costes de producción, ello provoca que el componente local-territorial del proceso productivo sea es un elemento relevante, ya que vincula o aglutina los recursos económicos y socio culturales de un territorio. La imagen objetivo del distrito industrial marshalliano seria la de una concentración de empresas especializadas que a partir de la división del trabajo en procesos y fases productivas y en la especialización sectorial generan toda una serie de economías de escala que permiten alcanzar ventajas competitivas frente a la gran empresa, todo ello teniendo lugar en un área territorial determinada y restringida.
La clave en términos económicos del Distrito va a estar constituido por las economías externas y de aglomeración, generadas a partir de las interacciones e interdependencias entre las empresas locales integrantes del distrito. Dichas externalidades acompañan a las clásicas economías internas de escala como elemento de competitividad. La generación de economías de escala deriva de la actuación coordinada y sinérgica de las diferentes empresas, que va a producir una serie de encadenamientos productivos que en su conjunto generan una suerte de red local de transacciones e interconexiones empresariales y productivas. El Distrito es producto del entorno local que proporciona a la organización productiva todos los imputs productivos necesarios (masa critica de capital humano y mano de obra cualificada disponible, empresariado, infraestructuras materiales e inmateriales, cultura social y organización institucional, costes de información y transacción bajos, disponibilidad de información comercial y tecnológica, etc.) para la culminación del proceso productivo. A su vez la condivisión del espacio físico, provoca un entorno favorable a la recepción, difusión y asimilación de innovaciones, contexto favorable expresado por Marshall a través de la metáfora de la atmósfera industrial que fomenta y promueve el aprendizaje colectivo, una suerte de learning by doing and by using .
Dichas contribuciones teóricas serán retomadas por los autores de Scuola italiana del Distretto Industriale (Beccatini, 1997, Brusco, 1989, Piore y Sabel, 1984, Mistri e Solari, 1998) escuela que a partir de las contribuciones teóricas de Marshall van a definir una nueva visión del Distrito industrial, influenciando decisivamente el panorama académico internacional a partir de diversos análisis que tenían como denominador común la experiencia italiana de los distritos industriales, destaca el innovador enfoque de Piore y Sabel (1990) centrado en la denominada segunda ruptura industrial y en la importancia de las estrategias de producción flexible. Esta corriente “transalpina” es igualmente evidente en los trabajos editados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que han gozado de una amplia difusion e impacto internacioanl (Pyke, Becattini y Sengenberger (1992), Sengenberger, Loveman y Piore (1992) y Pyke y Sengenberger (1993).
Las aportaciones transalpinas presentan dos nítidos denominadores comunes:
- el rol constitutivo del sistema de transmisión de la información entre las
empresas
- la división y especialización del trabajo.
El sistema de transmisión de las informaciones, descrito a través de la metafora “industrial atmosphere”, marshalliana se convierte en el factor clave que facilita la creación de redes de relacionales tanto al interior como al exterior del Distrito. Por ello lo que distingue a un distrito industrial de cualquier otra forma de integración o aglomeración empresarial, es el sistema económico-institucional que se genera entre las empresas pertenecientes al Distrito, lo que significa una arquitectura de relaciones sociales y económicas al interior del mismo que asegura su evolución y pervivencia. Dado que la fortaleza está en la dimensión grupal del distrito, la eficiencia empresarial individual siendo importante no es decisiva, es más bien la eficiencia grupal (la capacidad de las empresas de interactuar y coordinarse entre si) la principal garantía de exito/superviviencia.
La división/integración del trabajo está estrechamente ligada a la “proximidad” entre las empresas, provocada por la localización en una misma zona gracias a ésta las empresas pueden internalizar costes diversos (transacción, información, servicios, know how, know what, know who) que provienen de distintos frentes, ya del propio ciclo de vida del producto más corto que en tiempos pretéritos, cambios en los gustos de los consumidores, cambios en la estructura del consumo, superior nivel de competencia derivado de una mayor apertura de los mercados, etc.
Tales elementos presentan una fuerte carga territorial, social y local, puesto que tienen como consecuencia la integración o la articulación de las empresas locales con la comunidad de agentes locales, familias e instituciones siguiendo códigos de comportamiento consolidados en el tiempo, es decir costumbres sociales, acuerdos no escritos, relaciones de reciprocidad, etc. En definitiva, una adaptación del concepto marshalliano de “atmósfera industrial”, patrimonio de conocimientos o, con un formato más actual, si cabe, capital social e institucional.
La evidencia empírica parece avalar dichos posicionamientos puesto que siguiendo a Piore y Sabel (1990) y a Mistri e Solari, (1998) en los distritos industriales italianos es usual una estrecha cooperación entre las empresas, tanto en lo que se refiere a cadena de valor como a nivel horizontal. En este contexto, pocas veces los secretos empresariales siguen siendo secretos. Las relaciones con suministradores y otras formas de cooperación entre las empresas muy a menudo se implementan de forma informal. Parece evidente que radica en la existencia y vigencia de una importante acumulación de capital social, la base que posibilita las condiciones para que existan relaciones de confianza empresariales y al mismo tiempo facilita posibilidades de sanción en caso de comportamiento oportunista.
Por ello las contribuciones teóricas italianas resaltan el valor del capital social como elemento articulador básico entendiéndose éste como un conjunto de factores tales como el clima de confianza social, el grado de asociacionismo, la conciencia cívica y los valores culturales en sentido amplio (Alburquerque, 2001)De hecho, Becattini (1990) define al distrito como una entidad socioterritorial caracterizada por la presencia activa de una comunidad de personas y de una población de empresas en un espacio geográfico e histórico. La contribución de Beccatini (1990) a la teoría del distrito industrial centra su atención en los aspectos sociológicos del distrito, subrayando la importancia de la reproducción de las condiciones materiales y humanas a partir de las que se despliega el proceso productivo, puesto que para este autor la producción de mercancías incorpora o implica la reproducción social del organismo productivo: De hecho Beccatini considera que un proceso productivo verdaderamente completo tiene que coproducir al mismo tiempo que las mercancías, los conocimientos, las instituciones y el medio natural que sirven para perpetuarlo. Beccatini parte del punto de que producir no es solo transformar un conjunto de imputs en un output a partir de una tecnología dada, sino que también deben incluirse las condiciones o el entorno humano y material.
Una aportación de interés en el análisis del modelo districtual es la consideración de que la proximidad inherente al distrito promueve un clima empresarial proclive a la cooperación y a la confianza entre las firmas integrantes del distrito, por cuanto que el contacto personal continuo posibilita el conocimiento y aprendizaje de los códigos culturales y de comportamientos responsables de la identidad e idiosincrasia que marcan el espíritu de grupo y la estima colectiva y el hecho diferencial de ser y sentirse parte de una colectividad determinada. El clima de confianza y la cooperación al interior del distrito tiene un valor económico indiscutible como resalta Ferraro (2003) por cuanto que la especialización productiva dominante en el contexto districtual y el hecho de que los procesos productivos de cada firma, generalmente pyme, sean complementarios con los restantes en el sentido de que cada uno hace una pequeña parte del macroproceso productivo del distrito. Por tanto, cada microproceso empresarial tiene que ajustarse y coordinarse con los restantes de manera que el ensamblaje final del todo resulte económicamente eficiente frente a los competidores. De ahí que la coordinación empresarial sea un factor relevante para la competitividad del distrito.
Posiblemente el éxito del distrito como modelo operativo de producción industrial derive fundamentalmente de la sinergia entre los bajos costos de información y de coordinación que reducen considerablemente la incertidumbre típica de cualquier proceso económico empresarial reduciendo notablemente en su conjunto los costes de transacción lo que puede proporcionar ventajas competitivas de relieve.