Francisco José Calderón Vázquez
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Como ya advertimos en la introducción al presente capitulo dentro de las tendencias propulsoras del turismo rural destaca una fuerte corriente social, donde las nuevas demandas, exigencias y modas de la sociedad postindustrial conforman en su conjunto un sustrato sociocultural proclive a lo “natural”, sustrato producto de la transformación de valores y estilos de vida que se viene produciendo en el mundo occidental a partir de los años sesenta. En este sentido, la aparición del turismo rural, como tal modalidad de actividad turística en zonas rurales, tiene sus raíces en dicho zócalo cultural, donde aparecen como factores relevantes siguiendo a Echamendi Llorente (2002) la consolidación de una cultura de lo ambiental como estilo de vida, con la consiguiente configuración de lo “natural” de y lo “ecológico” como tales bienes de consumo, la reacción frente al stress y a los modos acelerados de la vida urbana en la actualidad y por ultimo y directamente conectado a lo anterior el paulatino agotamiento de los modelos turísticos fordistas. Dicho conglomerado cultural se traducirá en una transformación progresiva de la Demanda turística.
Cambios constatados de manera fehaciente por la Comisión Europea, (1990) en la Comunicación COM/90/438, documento que contrasta una significativa evolución en los componentes de la demanda turística derivada de la saturación de las modalidades turísticas tradicionales articuladas básicamente en torno al modelo “sol y playa” y de las mayores posibilidades de ocio de los europeos: “Los europeos tiene cada vez mas vacaciones, pero su duración media es cada vez mas corta, lo cual refleja una mayor fragmentación de las estancias, fragmentación que supone mayor diversidad en el empleo de las vacaciones y el surtimiento de una demanda de ocio que permita actividades deportivas o, disfrute de la naturaleza o, simplemente descansar. Tal interés por el ocio activo estimulado por la prensa y la medicina preventiva, constituye ya parte de la forma de vida de la mayoría de los europeos y no europeos.” (Comisión Europea, 1990)
Este giro copernicano en las tendencias y en los gustos de un segmento cada vez mas significativo, ya por volumen, ya por capacidad adquisitiva de la Demanda Turística, buscando una mayor “autenticidad” del producto y una mayor calidad medioambiental, que desea vivir su tiempo de ocio en unos escenarios naturales y mejor conservados que los habituales del lugar de residencia, ha venido avalado y estimulado por un cúmulo de circunstancias, donde la “Toyotizacion” del Turismo ha desempeñado un rol esencial.
A diferencia de las oleadas globalizadoras pretéritas, propias de los años 50 60, cuando la globalización era sinónimo de multilateralismo, o liberalización progresiva de los intercambios comerciales, fruto de los acuerdos de libre comercio multilaterales (Rondas del GATT etc.), el catalizador actual del proceso globalizador, está en la expansión y difusión internacional del nuevo modelo estratégico de organización, gestión y producción empresarial, denominado “Producción Flexible", "Producción No Lastrada" o " Nueva Competencia"; siendo a su vez el principal elemento diferenciador del proceso actual. Parece claro que los incrementos en productividad y competitividad que proporciona este nuevo sistema, han provocado, podría pensarse que de manera definitiva, la crisis y abandono del anterior modelo organizativo, el "Fordismo" y la "Taylorización" como método de organización y producción empresarial. La crisis del sistema fordista traerá la necesidad de innovar e introducir modelos alternativos de producción y gestión, abriéndose un debate en los foros económicos occidentales acerca de las alternativas a dicha situación, debate que dista mucho de haber terminado (Lizana, Calderón, et alia, 1997).
Como toda industria en la era de la globalización, la industria turística se encuentra actualmente en una situación de tránsito, desde posiciones típicamente “fordistas” hacia los posicionamientos propios de la producción flexible o “Toyotistas”. El Fordismo turístico podría identificarse con el turismo masificado y rígidamente estacional, que gravita en torno al concepto “paquete integrado” que yuxtapone todos los servicios básicos que el turista necesita (viaje + alojamiento + estancia etc.) elemento básico del modelo turístico estandarizado, que podríamos denominar como “Sol y playa” propio de los años 60 y 70 y con determinadas modificaciones o adaptaciones a los nuevos tiempos, continua hasta nuestros días. El “Fordismo turístico” aparece como un modelo centrado rígidamente en torno a vacaciones con fuerte carga estacional, vinculadas en el mundo occidental al calendario escolar (Marchena,1987).
Por el contrario los posicionamientos “toyotistas” están en la onda de los sistemas productivos “just in time”, producción flexible o producción no lastrada, que en términos turísticos se manifiesta en torno a los siguientes elementos:
- Individualización del producto/servicio
- producto a gusto del consumidor
- fórmulas personalizadas de contratación, gestión y posventa del producto turístico, donde las nuevas tecnologías de la información y la comunicación desempeñan un papel fundamental
- desconcentración y desestacionalización del periodo vacacional: escalonamiento y fragmentación a lo largo del año de los periodos vacacionales, más reducidos, variados y frecuentes;
- énfasis en la calidad del servicio en general,
- Nuevas motivaciones: la calidad medioambiental, el desarrollo sostenible, la autenticidad del producto, el ocio activo, etc.
Siguiendo a García Lorca (1994) estas nuevas directrices de demanda aparecen plenamente confirmadas tanto por los planes estratégicos de marketing turístico de los de organismos oficiales o de estudios científicos realizados en los países de demanda. En particular, García Lorca (1994) cita los trabajos realizados por Ehrlich y Mellado (1993) sobre las encuestas turísticas macro realizadas en Alemania (Studenkreis fuer tourismus)y Holanda (Stichling Milieu Institut) los nuevos azimuts de la demanda turística vienen constituidos por la "No masificación", "un mayor contacto con la naturaleza", "un nivel de higiene ambiental aceptable", y unos recursos complementarios atractivos todo ello dentro de un nivel de precios razonable.
La progresiva extensión de estos segmentos de demanda ha provocado la conversión del espacio rural en un destino vacacional, paulatinamente más atractivo y sugestivo para el habitante del medio urbano que trata de huir de la masificación y el estrés de la urbe, configurando al espacio rural como el ámbito idóneo para el despliegue de un amplio abanico de iniciativas y actividades, confirmando la tenencia hacia un uso lúdico del espacio rural, desde una perspectiva eminentemente activa, dinámica y creadora. Estas tendencias de la demanda confirman, siguiendo a García Lorca, la revalorización del medio natural y de las actividades tradicionales, la calidad y el disfrute de los momentos vitales en un espacio menos saturado y más armónico con el entorno.
Tendencia plenamente aceptada por los agentes operadores del turismo. Ello aparece confirmado por la proliferación en las ultimas décadas de agencias dedicadas exclusivamente al viajes medioambientales, turismo ecológico etc. (Ehrlich y Mellado, 1993). De igual manera grandes tour operadores han introducido distintivos de calidad ambiental y cláusulas ecológicas en los contratos con los productores de servicios turísticos (Zimmer, 1991)