II.3.2.- Efectos territoriales del Turismo rural

Desde una perspectiva local o si queremos micro, la positividad del turismo rural radica en la generación de los siguientes efectos en el ámbito de referencia:

- Generación de rentas complementarias a las actividades tradicionales

- “Horizontalidad” del Turismo rural, es decir, la estimulación de la actividad económica total del territorio a partir del efecto “arrastre” sobre la construcción, comercio local, producciones primarias, agroganaderas, productos artesanales, hostelería y restauración, etc.) y del efecto “derrame” mediante la generación de actividades conexas (transportes, servicios de agencias de viaje, servicios personales, etc.). Ello implica que la actividad turística genera toda una serie de cadenas de transacciones, en la mayoría de las ocasiones pequeñas e invisibles (un café o u refresco en un bar, un taxi para desplazarse, una comida, un souvenir, una entrada a un museo, jugar en el campo de golf, un desplazamiento en tren para ir a una ciudad vecina, un coche alquilado, un autobús alquilado para una excursión, etc.,) pero sustantiva y fundamental, sobre todo por la reiteración constante de las mismas de cara a la maximización del volumen y la densidad de los flujos económicos en un territorio o zona determinada, y para la generación de renta y riqueza en el entorno de referencia ;

- Generación de canales de salida y promoción para productos autóctonos y tradicionales ;

- Generación de empleo y de posibilidades de empleo para los grupos más desfavorecidos (mujeres, jóvenes, etc.) y la reconversión de excedentes de mano de obra perteneciente a los sectores tradicionales;

- Promoción de la revalorización, conservación y uso sostenible del patrimonio territorial (patrimonio natural y ecológico, patrimonio monumental y arquitectónico, patrimonio histórico artístico, enogastronómico, antropológico y cultural, tradiciones, etc.)

- Oportunidades para la creación y el desarrollo empresarial de pequeñas y medianas empresas.

- Promoción, difusión, “imagen” y conocimiento del territorio en cuestión

A niveles más genéricos o macroeconómicos, siempre a escala local, la transversalidad del turismo rural se traduciría en:

- Revitalización socioeconómica del Medio Rural
- Diversificación de la Economía Local a través de la expansión del Terciario y los Servicios en general
- Fijación de la Población al Territorio
- Promoción del desarrollo sostenible del territorio, a través de usos ecocompatibles o de impacto medioambiental muy leve o escaso
- Tendencia o estímulo a la mejora de las infraestructuras y equipamientos sociales
- Tendencia a la mejora del Capital Humano
- Tendencia a la captación y asimilación de nuevas tecnologías por la población y los emprendedores.

Ha sido el efecto demostración producido por la reiteración constante de tales impactos, que en el caso español se plasman en una serie de ejemplos ineludibles como el Concejo de Taramundi, las Alpujarras, Cazorla, determinadas localizaciones Pirenáicas, etc., junto a la posibilidad de su aplicación en diferentes localizaciones, lo que ha producido ese estado de expectación y de cierta euforia en torno a las potencialidades del Turismo Rural como motor del cambio en muchas zonas rurales, tradicionalmente olvidadas o en estado terminal. De ahí la relación lógica entre Turismo rural y desarrollo de zonas desfavorecidas y el porque se haya instrumentado como estrategia o instrumento de desarrollo desde la década de los 50 en diferentes países del norte y centro de Europa, y a partir de los 70 en los países del sur, siendo su rol fundamental el de dinamizador y promotor del desarrollo socioeconómico.

Resulta muy complicado dar respuesta a la pregunta si la utilización del Turismo rural como instrumento de desarrollo para áreas rurales es o no excesiva, per se, para esta tipología turística, y será el tiempo el que pueda dar o quitar razón, lo que si parece evidente es la imposibilidad de que el Turismo rural pueda actuar como una especie de antibiótico genérico para todos los males de la economía local y rural, y sobre todo no parece viable que en todas las zonas rurales pueda tomar cuerpo (si que puede promoverse o fomentarse) un desarrollo turístico realista, aunque como aduce Solsona Monsonís, resulte lógico que la mayor parte de las mismas pretendan beneficiarse acogiendo este tipo de propuestas. Por ello, no es de extrañar el hecho de que las comunidades locales se hayan dado cuenta de las posibilidades de la actividad turística en el medio rural y de su relativa facilidad de explotación, tanto por su efecto multiplicador y productor de ganancias complementarias, como por su capacidad de creación de sinergias y generador de demanda de infraestructuras y de servicios de apoyo al mundo rural, lo que beneficia tanto a la población local como a sus visitantes (AEIDL, 1997).

Fuente: Elaboración propiaII.