Francisco José Calderón Vázquez
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Si bien es cierto que tradicionalmente se ha entendido y se entiende, que la empresa, individualmente considerada, es la unidad básica de análisis para el examen de competitividad, puesto que como bien aduce Camisón Zornoza, (1996) a competitividad no es una cualidad que pueda ser atribuida genéricamente a un país o sector, estos serán competitivos en la medida que lo sean la mayoría de las empresas que en ellos se localizan, no es menos cierto que desde una perspectiva sistémica y territorial, inherente a la problemática del desarrollo, existen toda una serie de influencias y elementos que inciden en la competitividad empresarial que provienen del contexto de actuación de la empresa, el espacio territorial donde ésta interactua con los restantes sujetos empresariales, institucionales y organizacionales.
El enfoque grupal de la competitividad empresarial parte de una visión de la empresa como organización relacional que necesita de toda una serie de inputs para poder producir sus outputs, es decir la empresa en su funcionamiento cotidiano mantiene toda una serie de relaciones, de flujo y reflujo con su entorno. Tales relaciones se concretizan normalmente con proveedores, normalmente otras empresas o empresarios, distribuidores y clientes, que pueden ser otras organizaciones empresariales, consumidores públicos o privados, etc. Los proveedores suministran a la empresa los imputs necesarios para la producción elaboración o configuración de los productos, bienes o servicios que a su vez son demandados por los clientes y cuya transferencia se realiza en el ámbito del mercado.
En el enfoque grupal el foco de atención no recae en la empresa individualmente considerada, sino en el conjunto de empresas que opera en una unidad territorial dada, que pueden tener en común diversos elementos como necesidades similares a nivel de inputs, proveedores comunes, mercados, tecnologías, etc. Si dichas unidades dejan de actuar aisladamente, como pequeñas islas comienzan a interactuar de manera conjunta o “integrada”, pueden fortalecer, atender u obtener en mejores condiciones tales elementos. En definitiva las estrategias de integración empresarial pretende lograr mejoras en los niveles de competitividad empresarial a partir de identificar y promover las relaciones intraempresariales y la interactuación como instrumento para la consecución de un entorno productivo favorable al desarrollo empresarial (Rivera, C., 2001) El concepto de competitividad territorial se articula a partir de una referencia básica: la competitividad empresarial que comienza en la competitividad individual de cada empresa, pero que va mas allá, es más, depende en gran medida, y muy específicamente en las actuales coordenadas de la globalización, en primer lugar de la red de eslabonamientos productivos o clusters en que las empresas se encuentren insertas y en segundo lugar del territorio donde se localicen o estén radicadas. El territorio debe construir a partir de procesos de concertación social de los distintos agentes territoriales que interactuan en el mismo las economías externas que facilitan la introducción de innovaciones en el sistema productivo local (Alburquerque, 1998).
Para este enfoque la posición competitiva de las empresas en los mercados es el resultado de un esfuerzo conjunto de redes o conglomerados empresariales y territorio, de ahí que el entorno pueda desempeñar un papel fundamental, en la competitividad empresarial de una determinada área territorial, en el sentido que puede afectar tanto positiva como negativamente al nacimiento desarrollo y consolidación de un tejido empresarial o, por el contrario, a su extinción. Así la competitividad de la empresa individual es potenciada por la competitividad del conjunto de empresas y actividades productivas que configuran el sector productivo donde se inserta. Ese plus de competitividad procede de las externalidades existentes, de las economías de aglomeración existentes, de los spillovers difusión de las tecnologías tecnológicos y de la asimilación y adaptación de las innovaciones tecnológicas que proviene de las reiterada interacciones entre las propias empresas que integran el conjunto productivo y de las actividades que allí se desarrollan (Chavarria; Rojas; Romero; Sepúlveda, 2001): Las empresas y actividades se refuerzan mutua y sinergicamente, ya que la información fluye casi libremente y es de fácil acceso y los costos de transacción son menores, la percepción por parte de los empresarios de las oportunidades se realiza con antelación y mayor rapidez. Asimismo la difusión de las innovaciones se acelera, si a ello añadimos la existencia de un nivel de competencia fuerte entre las propias empresas en términos de calidad, precio y variedad, ello da origen a nuevos negocios, fortalece la rivalidad empresarial y contribuye a la diversidad empresarial activa.