Belén Blázquez Vilaplana
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Esta división, fue la última que se superó y la que realmente dio el último y definitivo impulso, no sólo al partido, sino también al tándem González - Guerra. Aunque hablar de superación pensamos que excede a lo que realmente ocurrió, pues cuando el término marxista fue eliminado del Programa Máximo del partido, como ahora veremos, aquellos que no estaban de acuerdo con la supresión crean un grupo crítico. Sus cabezas visibles fueron Pablo Castellano, Francisco Bustelo y Luis Gómez Llorente, que en última instancia y contrariamente a sus intenciones primigenias, consiguen aupar aún más al Secretario General al frente del partido, al no contar con una opción consensuada frente a la que representaba en aquellos momentos Felipe González443.
Lo que existía detrás de este debate, que algunos han calificado como ideológico444, era siguiendo la tesis de Gillespie, determinar cuál iba a ser la futura clientela política del partido o como otros afirmaban era la incapacidad para digerir sin fatigas445 el tremendo crecimiento del partido en apenas dos años. Los resultados de las elecciones generales del 77 y las de 1979446, habían mostrado la moderación de la sociedad española, y el primer eco que tuvo en el partido, fue propugnar una cierta derechización del mismo, buscando más el apoyo del electorado de centro izquierda que los de signo radical de izquierda447, produciéndose así un giro hacia estrategias interclasistas448. Lo cual ponía de manifiesto, una vez más, la realidad de las críticas efectuadas hacia la social democratización del partido. Ello, era consecuencia del resultado que se desprendía al analizar las distintas contiendas electorales llevadas a cabo hasta ese momento, en donde se apreciaba de manera clara que, el gran “enemigo” a vencer no era tanto el Partido Comunista que en contra de lo esperado había conseguido escaso apoyo electoral, sino la Unión de Centro Democrático que gobernaba desde las primeras elecciones449. De ahí, que el objetivo del partido fuera ganar electores mediante la moderación de su programa político, acercándose en cierto modo, a los postulados de la socialdemocracia alemana y sueca que tanto apoyo les estaban brindando.
Aunque esto se negará en todas y cada una de las apariciones y declaraciones de sus principales figuras.
En palabras del propio González, en España, existían veintiséis millones de electores de los cuales trece no eran población activa; y de ellos, al menos cuatro millones no son asalariados sino trabajadores autónomos, pequeños propietarios, etcétera, a los cuales también hay que explicarles cuál es el mensaje socialista (...) Yo creo que el proyecto socialista no se define por la fidelidad o no a un modelo dogmático sino por su capacidad de transformar o no la sociedad450. Para lo cual, ya no se podía simplificar la lucha socialista mediante su identificación con la lucha del movimiento obrero contra el capital, puesto que con esa dialéctica no se podía incluir a la mayoría de la sociedad en el proyecto de cambio451. En última instancia, lo que estaban poniendo en práctica era el resultado directo de comprender, tal y como se desprende de un análisis de la cultura política de los españoles, que entre el electorado el valor predominante era, y aún hoy día sigue siendo, la moderación ideológica y política. Situándose éstos en el centro izquierda y no en los extremos ideológicos, fueran estos de derecha o de izquierda452. Como llegó a afirmar Felipe González, no es que el partido se tuviera que volver más moderado, sino que tenía que ser consciente de su papel, el cual se basaba en la representación popular que ostentaba453.
La diferencia de una sola palabra, de un sólo término, como se aprecia si comparamos el texto de los Principios del partido que salen del XXVIII Congreso, en donde se dice que el PSOE reafirma su carácter de partido de clase, de masas, marxista454, democrático y federal y lo recogido tras el Congreso Extraordinario de ese mismo año, el PSOE reafirma su carácter de clase, de masas, democrático y federal, conllevará la consagración de Felipe González al frente del partido455. Esto fue la consecuencia inmediata de la aprobación en el XXVIII Congreso de la Resolución política que iba en contra de los postulados del Secretario General. Los cuales, por primera vez, se habían dado a conocer en una conferencia de prensa en 1978, donde expuso cuáles eran sus intenciones de cara al Congreso456, al afirmar que el Partido Socialista no tiene ni complejo allendista ni mística frentepopulista. Nuestro gobierno será un gobierno de izquierda, pero de izquierda moderada457. Opinión que tranquilizó a la socialdemocracia europea y a la derecha española, pero que sembró el descontento de muchos simpatizantes y agrupaciones socialistas. La trascendencia de esta declaración no fue únicamente el contenido que encerraba en sí, sino que por vez primera se rompe la disciplina interna del partido, y González da a conocer sus intenciones antes a los medios de comunicación que a los miembros de su propio partido. Lo cual abría dos posibles vías de solución a la tensión producida, o bien el partido asumía como propias las ideas expuestas por su Secretario General suprimiendo toda posibilidad de discusión interna en el Congreso, o bien, lo desautorizaba y aprobaba una resolución que fuera en contra de estos postulados. Esto último fue lo que ocurrió en un primer momento, pero los hechos posteriores vendrían a demostrar lo acertado de la decisión tomada por Felipe González, a su favor. Además, en el exterior también tuvieron una importante repercusión dichas declaraciones, por cuanto apareció un artículo en el periódico oficioso del SPD alemán, Vorwaerts, firmado por Rudolf Warger, y que bajo el encabezado “PSOE. Camino de Godesberg” se afirmaba en contra de lo que se podría pensar de acuerdo a sus propios planteamientos ideológicos, que el PSOE debería buscar un nuevo Secretario General, tras lo incomprensible de las declaraciones efectuadas por González, cuya actitud estaba completamente en contra de la mantenida por la base del partido458. Sin embargo, y como se desprende de posteriores acciones, vemos que la postura que finalmente mantuvieron los alemanes fue precisamente la contraria, el apoyo incondicional a las acciones del Secretario General.
Aunque González vuelve a salir reelegido como Secretario General por una amplia mayoría459, el hecho de no aprobarse la referida Resolución Política dio lugar a su renuncia al cargo460. Al no contar el grupo defensor de la postura marxista con esta posibilidad, no habían preparado una lista alternativa con un candidato a la Secretaría General. De ahí, que para paliar el vacío de poder que se creó, se llegara al acuerdo de que se nombrase una Comisión Gestora Provisional hasta la celebración del siguiente Congreso, en este caso extraordinario, los días 28 y 29 de septiembre, presidida por José Federico de Carvajal461. La actitud de González provocaba, como expuso Tierno Galván, que la ejecutiva del partido quedara aislada del exterior y, sobre todo, que pudiera perder el apoyo de la IS, tanto en el aspecto económico como en el simbólico. El discurso de renuncia, radiado en directo por Radio Nacional, repercutió en un amplio sector de la población española y tuvo un eco especial en la prensa extranjera462 .
Los cuales vieron en el mismo la coherencia y la ética que en estos primeros años de la democracia, se identificaban como uno de los valores principales no sólo de la política en España, sino también como un eje vertebrador de todos los espacios de la vida pública y privada del individuo. La trascendencia de dicho discurso para comprender la posterior evolución del partido y de su líder, hace que el mismo sea recogido expresamente en sus puntos más destacados: “Me van a permitir que les diga que yo reflexiono muy seriamente las cosas, que nunca he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla, que siempre he sido un militante de este partido por razones de moral o de ética socialista y nunca por razones de carácter político que pudieran separarse de esa ética socialista. Por consiguiente, he reflexionado profunda y seriamente la repercusión que tiene el no aceptar las invitaciones, que también son bastante numerosas, de muchos compañeros para que forme parte de algunas lista, de alguna candidatura.
Y les quiero decir que lo he reflexionado en la dimensión que tiene para nuestro partido, para nuestra sociedad y para los problemas del Estado. El XXVIII Congreso, el del centenario, ha trabajado intensamente. No digo que lo haya hecho con demasiada práctica, porque sería pedir mucho teniendo en cuenta la composición de las delegaciones. Ha producido resoluciones muy buenas, resoluciones buenas, resoluciones que a mi juicio son regulares y otras que para mi no son aceptables.
Pero un Congreso necesita también una coherencia desde el principio hasta el fin. No sólo necesita esforzarse por establecer una estrategia política... sino también pensar, en el mismo momento en que se discute esto, en el equipo de compañeras y compañeros que, en plena coherencia, en plena coherencia, repito, con el resultado global de los debates, van a llevar la política del partido durante el próximo período.
Y les voy a decir, porque he empezado con eso, que a mí en este partido me introdujeron razones fundamentalmente éticas, y por supuesto un conocimiento del marxismo que creo modestamente superior a algunas de las exposiciones poco rigurosas y poco marxistas que yo, en silencio, con respeto y sin querer intervenir he venido oyendo a lo largo de los debates.
Yo le ruego a cada compañero que se acerque al marxismo de verdad, críticamente, con un espíritu de libertad. Lo dije el primer día, que no tomen a Marx como una línea divisoria entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, porque están contribuyendo a enterrarlo, y mucho más profundamente que lo entierra la clase burguesa y reaccionaria de este país y de todos los países del mundo. No se puede tomar a Marx como un todo en absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente. Hay que ser socialista antes que marxista.
Os decía que hay varias vías para llegar a la acción y a la lucha política. Una es esa vía del compromiso moral, ético con la lucha, que es tan válida y tan buena como otra. Hay, por consiguiente, razones morales, éticas, para estar luchando, además de las convicciones ideológicas que uno tenga. Y, además, hay razones políticas de una enorme importancia.
Bueno, pues quiero decir que con tener mucho peso las razones políticas que me podrían obligar a seguir ligado al puesto, a lo que algunos compañeros creen que es el leit motiv de la política, el sillón de secretario general, aunque hay muchas razones políticas, éstas se cortan, se separan en este momento en mi conciencia de las razones morales. Y si hago política perdiendo fuerza moral, y razones morales, prefiero pagarlas. Porque yo no estoy en la política por la política, sino por un impulso ético. Que no suena demasiado revolucionario, que no suena demasiado demagógico, pero que es lo que mueve a Felipe González a hacer política.
Pero creo también sinceramente que en este Congreso Felipe González ha sufrido una derrota moral, porque no ha sido bien entendido, tal vez porque ha planteado mal el problema, tal vez, (...) Y creo sinceramente que entre las resoluciones de este congreso hay algunas que los compañeros que asuman la responsabilidad de dirigir este partido no van a poder cumplir porque ni siquiera se ha hablado de lo que hay que hacer en la estrategia política para los próximos dos años. Me tenéis total y absolutamente a vuestra disposición. Vosotros, militantes del partido, y los compañeros que aquí resulten elegidos para dirigir los destinos del partido. Para seguir trabajando como hasta ahora, siempre trabajando por las ideas que uno tiene y con una fuerza moral renovada. La última conversación que he tenido con Ramón Rubial fue ayer y me decía: “sigue, sigue, sigue. En este congreso he recibido una herida profunda, pero ya está cicatrizada”.
Si nos atenemos a los acontecimientos de años posteriores, parece ser que González sufrió de nuevo un lapsus en algunos de sus planteamientos éticos de los primeros años. Llegando a incurrir en el gaumolletismo efecto de disociar entre lo que se dice y lo que se hace, o entre lo que se decía y lo que se estaba dispuesto a hacer. En palabras de Alfonso Guerra, lo que se había producido en aquel Congreso rallaba la situación dramática en términos teatrales, por cuanto fue un intento de matar al padre, aunque luego todos llorasen por haberlo matado. Según Joaquín Almunia, aquel domingo de mayo de 1979 vivimos uno de los momentos más emotivos de nuestra trayectoria como militantes del PSOE. Muchos delegados no sabían cómo explicar a sus bases que, por haber cumplido a rajatabla su mandato de defender el marxismo, habían provocado la dimisión de Felipe463. Sobre ello, comentaba Alfonso Guerra que en verdad era muy difícil quitar en un cuarto de hora semejante carga ideológica, pero los que hicieron la operación no tuvieron la valentía de recoger el centro que tenían en la mesa464.
Este último punto, la pugna en el partido entre definirse como marxista o no hacerlo, a lo que algunos han calificado como el Bad Godesberg del PSOE fue crucial465. Puesto que explica la dimisión de González como Secretario General en un momento trascendental para el partido por los resultados obtenidos en las elecciones celebradas hasta esa fecha. Aunque en palabras del propio González, lo que hizo no fue dimitir sino únicamente no encabezar ninguna candidatura466. Pero lo que realmente importa es que tras ese suceso, al Celebrarse el Congreso de septiembre467, González sale aupado como líder indiscutible del partido, fue uno de los momentos claves para la consolidación de la imagen pública de Felipe González como dirigente político que ejercía sus responsabilidades por un impulso ético básico y no por consideraciones de otro tipo468. En otras dos ocasiones volverá a utilizar la táctica que tan buen resultado le dio en 1979, el miedo a su posible dimisión al frente no ya sólo de la Secretaría General del Partido, sino de la Presidencia del Gobierno: en 1986 con relación al referéndum de la OTAN469, cuando afirmó que “ya veríamos quién articulaba el NO a la Organización”, asimilación con la actuación referida que el propio González efectuará en algunos momentos de manera explícita y en 1991 como consecuencia del escándalo del hermano de Alfonso Guerra, Juan Guerra y las peticiones de dimisión del Vicepresidente470. En ambos casos, ni siquiera le fue necesario acudir al grado extremo en que llegó en 1979 al dimitir, la sola mención de la posibilidad, fue suficiente para obtener el apoyo necesario de la población y de su partido. Según sus propias palabras, cuando la lucha es por ideas, por convicciones profundas, esa tentación, la de dejarlo todo, es constante. Cuando la lucha es pragmática, por ambición de poder, por realizaciones personales o de intereses materiales concretos, eso no pasa jamás471 . Lo cierto es que existía, sobre todo, un dato que diferenciaba las situaciones mencionadas de lo ocurrido en el 79: en estas dos últimas González ya dirigía con total confianza y hasta ciertos extremos impunidad las redes de poder dentro del partido y en el Gobierno. En lo personal ya no era el ingenuo “muchachote”, si es que alguna vez lo fue, del Congreso del 79, sino que los años de andadura política al frente de las máximas instancias tanto gubernamentales como del partido, le habían llevado a madurar a marchas forzadas. A convertirse de manera incuestionada e incuestionable en la cabeza visible de un partido que escondía detrás de sí, a la de un ser que se consideraba invencible y, al mismo tiempo, insustituible. Pero, además, es que lo que se planteaba no era dejar al partido sin un Secretario General que articulase la opción de oposición al partido en el Gobierno, sino que era la de abandonar el cargo de Jefe del Ejecutivo, y, por tanto, a lo que abocaba no era sólo a una crisis del partido, sino a una crisis gubernamental y por ende, del país. Esta vez, la amenaza no se dirigió contra los militantes del PSOE, sino a la ciudadanía, directamente a la estabilidad y gobernabilidad del sistema político español. Ya no actuaba de manera imprevisible, que según su propia expresión, era siempre un factor negativo en política472, sino anunciando de antemano cuáles podrían ser las consecuencias de una posible decisión, su decisión. La cual, y guardando las distancias, había ya sido tomada por otro líder europeo en unas circunstancias similares, puesto que el General De Gaulle llegó a retirarse de la vida pública tras perder un referéndum en 1969 sobre la descentralización administrativa de Francia y en el caso español, también se tenía un referente cercano, Adolfo Suárez. Y en este último caso, González tenía sobre su cabeza la “espada de Damocles” que era la actitud del electorado español, el cual podría no perdonarle, como había ocurrido con Suárez, el abandono de la Presidencia del Gobierno.
Con relación a lo ocurrido en el 79, se podría aplicar la tesis de Ignacio Sotelo, según la cual el partido es el elemento que tiene el líder para poder alcanzar lo que se propone, y, por tanto, cuando no se está de acuerdo con ello, lo que se tiene que hacer es buscar otro líder, lo que significa en última instancia no soportar de ningún modo la disidencia interna. Ya que las alternativas que se plantean en esos momentos en el partido eran, o bien quedarse sin un líder que de cara a la ciudadanía representaba el proyecto político socialista, o bien ir depurando el mismo de acuerdo a sus personalistas opciones dentro del Partido. La opción parecía en aquellos momentos clara. El partido apostó por la figura de González. Según algunas opiniones, éste ya había dado su medida de líder al potenciar electoralmente al partido, puesto que sin su concurso, el PSOE no habría alcanzado las altas cotas de implantación electoral y de representación parlamentaria y municipal473. De cualquier modo, este tema se verá con mayor claridad al tratar la falta de democracia interna del PSOE.
En cada uno de estos momentos, lo que finalmente consiguió fue ir acaparando más poder, ejemplificando en su persona la crítica que efectuara años antes a algunos dirigentes nacidos al socaire del fin del franquismo, de los que afirmaba que su máxima aspiración era la política de poder y no la política de partido474. Líderes que en relación con la ideología socialista que intentaban asumir como propia, habían ido escindiéndose del PSOE y creando sus propios e ínfimos grupos de poder. En aquel momento, dos años antes del Congreso del 79, González afirmaba que las discusiones que se presentaban en el Partido Socialista (r) no provocaban ningún abandono dentro del mismo, porque las relaciones personales dentro del partido estaban más diluidas que en otros grupos con funcionamiento familiar. Como se puede comprobar ateniéndonos a lo expuesto, las cosas habían comenzado a cambiar en el interior del partido y González parecía no darse cuenta o no querer hacerlo. En el 79, la disyuntiva planteada por Pablo Castellano475 entre un partido socialdemócrata y de autoridad centralizada y uno socialista y de funcionamiento democrático y descentralizado, eran algo más que planteamientos teóricos, con el triunfo e implantación de las primeras de las opciones. Como afirmara Alfonso Guerra tras las elecciones de 1986, lo que estaba ocurriendo era que el partido estaba sabiendo soltar todo el lastre que condujera al dogmatismo sin tener grandes traumas por ello476.
¿Nos encontramos entonces ante un partido que se renueva o ante un partido que se refunde?. Es decir, ¿Es el PSOE que surge tras el Congreso Extraordinario del 79 algo diferente a aquel que ideó Pablo Iglesias en 1879?. Según expone Santos Juliá, y con relación a frente a qué tipo de partido nos encontramos, afirma que el PSOE nunca fue un partido de masas, si tenemos en cuenta el número de militantes con los que contaba y la poca capacidad de llamada que tuvo durante todos estos años. El partido que renació en 1979 como consecuencia de la superación de estas tres escisiones, tenía claramente un único objetivo: ganar las elecciones a través del reclutamiento del mayor número posible de electores477, aunque para ello tuviese que modificar algunos de sus planteamientos ideológicos, como ya hemos referido anteriormente, con vista a ampliar el círculo de posibles votantes. Lo que se desprende de lo anterior, es que la superación de cada una de las divisiones anteriores de los socialistas, terminó confiriendo más poder al Secretario General del Partido. El cual fue definido en aquel momento como un mito joven, un líder popular, un político de futuro brillante. (...) Cabeza visible de una máquina poderosa con mil ruedas (...) Y del que él es un perfecto símbolo478. O como un periódico llegó a definirlo, el verdadero descubrimiento de la transición democrática479. Poder que a su vez fue en detrimento de algunos de los primigenios militantes del PSOE, los cuales se vieron relegados a un segundo plano o bien en la dirección del partido o en las listas electorales en el momento de la absorción y entronización de González. Y ello, porque los que llegaron eran mejores o simplemente porque era el acuerdo que se había adoptado por la cúpula del partido para pasar a formar parte del PSOE. Ejemplificando, por tanto, la imagen de un líder por elección480, en el cual una de sus máximas cualidades es la persuasión. Y aunque es cierto que la ambición de más poder fue finalmente uno de sus ejes de actuación, se apuesta por afirmar que realmente lo que en un principio le llevó a tomar las riendas del partido, y posteriormente del gobierno, fue su deseo de efectuar cambios.