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La génesis y el desarrollo del cambio estratégico: un enfoque dinámico basado en el momentum organizativo

Silvia Sosa Cabrera 

 

2.1.2. Revisión de las metodologías utilizadas en los estudios empíricos sobre el cambio estratégico

Dedicaremos este apartado a analizar los principales estudios realizados sobre el cambio estratégico en las organizaciones, centrándonos en las líneas metodológicas seguidas en los mismos, con el objetivo de conocer las distintas estrategias de investigación utilizadas, si bien centramos más especialmente nuestra atención en aquéllas que guardan correspondencia con las recomendaciones metodológicas que hemos encontrado en la literatura.

Con este fin, podemos tomar como punto de partida las reflexiones realizadas por Rajagopalan y Spreitzer (1997). Las autoras agrupan, bajo la perspectiva racional, el conjunto de trabajos que analizan los antecedentes y consecuencias del cambio estratégico, generalmente utilizando datos transversales obtenidos de grandes muestras y analizados con métodos estadísticos. Los métodos estadísticos siempre han tenido la consideración de herramientas metodológicas correctas y exactas, dada su procedencia “matemática”, por lo que han sido utilizados en un elevado número de trabajos, no siendo los de cambio estratégico una excepción a este respecto. Dichas investigaciones se centran en “[...] enfoques estáticos y transversales para especificar y analizar la alineación organización-entorno dentro de la investigación estratégica” (Venkatraman, 1989:441). Entre los trabajos que se han fundamentado en métodos estadísticos podemos destacar los realizados por autores Arvonen y Pettersson (2002), Greve (1998), Dawley (1999), Thomas et al. (1993), Goodstein et al. (1994), Goodstein y Boeker (1991), Kim y Duhaime (1993), Miller y Chen (1994), Smith y Grimm (1987), Zajac, Kraatz y Bresser (2000), Gargallo Castel y Ramírez Alesón (2003), entre otros.

Siguiendo el esquema propuesto por Van de Ven (1992), los trabajos referenciados se han fundamentado en la primera acepción del término proceso, al centrarse en la explicación causal entre variables independientes y dependientes. De esta forma, las metodologías principalmente utilizadas en estos trabajos han estado ancladas en la estabilidad (Chakravarthy y Doz, 1992), lo que impide revelar el comportamiento dinámico de las organizaciones y del cambio, críticas similares a las que se han vertido respecto a la Dirección Estratégica (Volberda, 1997) e incluso, sobre las Ciencias Sociales en general (Pettigrew, 1997). Al respecto, Rajagopalan y Spreitzer (1997) manifiestan que la sobreespecialización de los investigadores en el uso de una metodología particular en el contexto del cambio estratégico tiene consecuencias importantes, tales como el desarrollo y análisis empírico de modelos, en muchas ocasiones, infraespecificados, por lo que recomiendan que se reflexione sobre la metodología a seguir en función de las cuestiones de investigación que subyacen en el estudio que se está realizando (Fredrickson, 1983).

Ahora bien, los trabajos de cambio estratégico no sólo se centran en las relaciones causa-efecto del mismo en las organizaciones, sino que existe también un creciente interés por conocer la dinámica interna de los procesos de cambio, destacando el papel de los directivos, el compromiso de los miembros de la organización con el cambio, las posibles resistencias al mismo, las acciones para evitarlas o paliarlas, los mecanismos para propiciar el cambio, etc. Para el análisis de esta línea, propia de las perspectivas de aprendizaje y cognitiva (Rajagopalan y Spreitzer, 1997), es preciso “[...] desarrollar mecanismos apropiados para especificar y analizar la alineación organización-entorno desde una perspectiva longitudinal” (Venkatraman, 1989:441). Entre otros, en esta corriente, podemos señalar trabajos como los de Tushman et al. (1985), Smith y Grimm (1987), Whipp, Rosenfeld y Pettigrew (1989), Huff, Huff y Thomas (1992), Lant y Mezias (1992), que conciben el cambio como las variaciones ocurridas en las variables a lo largo del tiempo, realizando mediciones de las mismas en diferentes momentos para su análisis estadístico.

De esta forma, las dos vertientes que hemos visto hasta el momento se centran en analizar el cambio estratégico a través de métodos estadísticos, sean transversales o longitudinales, en función, respectivamente, de si sólo desean establecer las relaciones causales en un momento dado o si pretenden categorizar el mismo por las variaciones temporales de las variables de referencia. Sin embargo, si el epicentro de la investigación versa en torno a la descripción y explicación de la secuencia de actividades que se desarrollan durante el proceso de cambio, estas herramientas no muestran en profundidad el mismo, por lo que se debe optar por métodos que analicen la naturaleza dinámica del cambio, tales como los que se fundamentan en el análisis procesual (Van de Ven, 1992).

Recordemos que el análisis procesual exige el estudio de los contextos en el tiempo, así como la utilización de múltiples fuentes de datos, aspectos que también señalan Rajagopalan y Spreitzer (1997) al proponer la combinación de diferentes marcos y herramientas metodológicas para responder a las cuestiones de investigación que se establecen en cada trabajo, manifestando que tanto los antecedentes, como las consecuencias y el proceso en sí mismo deberían estar presentes en todo estudio de cambio estratégico. Dentro de esta línea, trabajos como los de Whipp y Pettigrew (1990), Tyre y Orlikowski (1994), Fairhurst et al. (1995), Stinlhamber y Vanderberghe (2003), Herbert y Deresky (1987), Fox-Wolfgramm et al. (1998), Vouzas y Kufidu (2003), Jiménez Jiménez y Sanz Valle (2003), recurren a los estudios longitudinales de casos para realizar un análisis global del contenido y del proceso de los cambios estratégicos.

Así, y en primer lugar, podemos destacar estudios relacionados con los procesos de cambio o renovaciones que se han analizado (a) en empresas que operan en sectores maduros e introducen innovaciones organizativas (Stopford y Baden-Fuller, 1994; Volberda,1997); (b) en organizaciones que se han servido de las capacidades latentes y las rutinas desarrolladas en el pasado (Baden-Fuller y Volberda,1997); (c) en empresas en las que destaca el papel de la alta dirección para el inicio e implantación de tal renovación (Elfring, Baden-Fuller, Henniger, Volberda y Wielemaker, 1997); (d) en organizaciones que abandonan su negocio tradicional a favor de un nuevo negocio estratégico, aprovechando las capacidades existentes (Burgelman,1994); o (e) en empresas en las que las condiciones del entorno han influido notablemente en la trayectoria que seguían (Volberda,1997; Vouzas y Kufidu, 2003).

En segundo lugar, también debemos referenciar trabajos realizados sobre algunas variables o aspectos concretos del cambio estratégico, tales como la influencia del aprendizaje en la capacidad de cambio (Ulrich, Jick y Von Glinow, 1993; Bängens y Araujo, 2002; Jiménez Jiménez y Sanz Valle, 2003), los mecanismos de apoyo para el desarrollo de cambios (Lorenzo Gómez, 1999; De La Calle Durán y Marín Rubio, 2003) y la incidencia del equipo directivo, su formación, los líderes, los consultores externos, etc. en el ámbito y radicalidad del proceso de cambio (Andreu, Ricart y Valor, 1997; Di Pofi, 2002).

Por último, podemos mencionar trabajos que se han centrado en el establecimiento de diferentes modelos de decisión y han utilizado los estudios longitudinales de casos como estrategia de investigación. Así, podemos considerar una buena representación de los mismos en los estudios analizados por Van de Ven (1992) –e.g., Mintzberg, Raisinghani y Theoret (1976), Quinn (1980), Gluck, Kaufman y Walleck (1980), Lorange (1980), Greiner (1972)- a los que se unen otros autores más recientes, tales como Zajac et al. (2000), McAdam y Corrigan (2001), Kofoed, Gertsen y Jorgensen (2002), Dewhurst, Spring y Arkle (2002), De La Calle Durán y Marín Rubio (2003), Lancaster y Morris (2003), y Gunnigle, Collings y Morley (2003). Estos trabajos, aunque muestran diferentes aspectos –motores de decisión, desarrollo de las etapas, influencias del control corporativo, creación de valor, adopción del cambio, etc.-, están desarrollados inductivamente basándose en observaciones longitudinales o historias de casos retrospectivas, y han sido realizados en una variedad de empresas. El objetivo de los mismos no ha sido únicamente describir o asumir la ocurrencia de procesos de cambio estratégico, sino también explicar cómo y por qué ocurren, tal y como ya había concluido Van de Ven en su trabajo publicado en 1992.

Todas las investigaciones referenciadas, en cuanto que se han llevado a cabo siguiendo estudios longitudinales desarrollados, principalmente, a través de casos, sí contemplan la dinamicidad organizativa necesaria en los estudios de cambio (e.g., Manikutty, 1987; Hope-Hailey y Balogun, 2002; Van der Bent et al., 1999; Dewhurst et al., 2002; Gunnigle et al., 2003).

Ahora bien, los estudios de casos pueden utilizar diferentes métodos de análisis. Así, Barley (1990) desarrolla una investigación longitudinal etnográfica o directa para analizar el proceso de adopción de los avances tecnológicos y demostrar la influencia de tales innovaciones en las transformaciones sociales y en los cambios en los lugares de trabajo; Leonard-Barton (1990) opta por la combinación de un estudio longitudinal en tiempo real (tres años) con nueve estudios retrospectivos para analizar los factores que favorecen e impiden la transferencia de la nueva tecnología desde los inventores a los usuarios dentro de la organización; Carter (1998) analiza un proceso concreto de cambio en una organización -la relocalización de un grupo- combinando múltiples visiones y diferentes fuentes de datos sobre el mismo, siguiendo los cánones de los estudios longitudinales, en lo que él denomina metodología cubista; mientras que Harrison y Easton (2002), McAdam y Corrigan (2001), Kofoed et al. (2002), Dewhurst et al. (2002), entre otros, analizan diferentes aspectos de los cambios, tales como el estímulo al mismo, los procesos de reingeniería, el aprendizaje en el proceso de cambio, los cambios del entorno, etc., a través de la comparación de las variables relacionadas antes y después del cambio.

La evidencia empírica encontrada, en definitiva, nos indica la idoneidad de utilizar la metodología del caso para desarrollar nuestro trabajo empírico, ya que pretendemos profundizar en la naturaleza dinámica del cambio estratégico. Ahora bien, esta decisión puede quedar aún más sustentada si completamos esta revisión con los trabajos empíricos que han estudiado la relación del momentum y del cambio estratégico, dado que esta relación constituye los cimientos a partir de los cuales hemos propuesto el modelo dinámico de cambio estratégico y las proposiciones teóricas detalladas en el capítulo uno.

En líneas generales, el análisis de los escasos trabajos empíricos realizados en este ámbito nos lleva a conclusiones similares. Existe, por un lado, una corriente de investigación que se decanta por el uso de metodologías a gran escala, fundamentadas en análisis estadísticos transversales. Entre ellos, Hambrick et al. (1993) analizan los factores determinantes del compromiso ejecutivo con el status quo estratégico, mientras que Geletkanycz y Black (2001) se centran en las influencias de los efectos de la experiencia y del nivel de educación en tal compromiso. Ambos trabajos surgen de un estudio internacional que obtiene los datos mediante un cuestionario administrado a 1.385 ejecutivos de 20 nacionalidades distintas. En la misma línea, Lant et al. (1992) intentan construir y testar un modelo de toma de decisiones sobre reorientaciones estratégicas fundamentado en el aprendizaje y la interpretación directiva, para lo que realizan análisis estadísticos transversales en dos sectores con grados de turbulencia diferenciados. Mención especial requiere el trabajo realizado por Ginsberg y Venkatraman (1995) en el que se desarrolla un modelo cognitivo de respuestas estratégicas, combinando las entrevistas con informantes clave para conocer el sector electrónico objeto de la investigación, la descripción de escenarios que describen la iniciativa a analizar y los cuestionarios estructurados para comprender la percepción directiva.

Por otra parte, debemos destacar otra vertiente centrada en los estudios longitudinales como método seleccionado para el desarrollo de los trabajos de investigación. Entre ellos pueden mencionarse como más representativos el realizado por Amburgey y Miner (1992) para analizar los tipos de momentum estratégicos, y el desarrollado por Amburgey y Dancin (1994) para estudiar la relación estrategia-estructura, centrándose ambos trabajos en los acontecimientos históricos de 262 grandes empresas a lo largo de 29 años. También merecen ser destacados los trabajos desarrollados por Kelly y Amburgey (1991), en el que recopilando datos desde 1962, o en su defecto desde el año de fundación de la compañía, hasta 1985, examinan los efectos de los cambios organizativos en la supervivencia de 136 empresas certificadas del sector aéreo estadounidense; o el realizado por Amburgey et al. (1993) para analizar el fracaso organizativo y el cambio en los 1.011 periódicos existentes en Finlandia, desde el comienzo de las publicaciones en 1771 a 1963.

Por último, los estudios longitudinales también se han desarrollado siguiendo la metodología del caso, destacando trabajos como el realizado por Miller y Friesen (1980) sobre los procesos de adaptación de veintiséis empresas, en el que metodológicamente utilizan la investigación longitudinal de casos, combinando diferentes fuentes de información (cuestionario, revisión documental, series históricas, etc.). Esta técnica también ha sido utilizada por Gersick (1994) en su estudio sobre la elección directiva de las opciones estratégicas desarrolladas en un proyecto médico; por Tyre y Orlikowski (1994), analizando tres proyectos de adaptación tecnológica, y por Linstead y Chan (1994), que ejemplifican en un caso los problemas que surgen en la dirección de un cambio rápido, aunque el trabajo es más amplio y lo realizan con directivos de sectores en reestructuración. Por último, Jansen (1999) analiza el cambio estratégico ocurrido en la Academia Militar de Nueva York a través de un estudio longitudinal de caso, en el que distribuye un cuestionario a todos los oficiales y, aleatoriamente, a los cadetes no oficiales.

Por tanto, tras la revisión de los principales trabajos empíricos realizados, se puede apreciar la creciente tendencia a la utilización del análisis longitudinal como la estrategia de investigación más adecuada en los trabajos relacionados con el momentum y el cambio estratégico, así como la fundamentación de muchos de ellos en el estudio de casos.

Así, a modo de conclusión, en este epígrafe justificamos la opción metodológica seleccionada tanto sobre la base de las investigaciones realizadas sobre cambio estratégico y momentum, como sobre las propuestas metodológicas realizadas por investigadores expertos en el estudio del cambio. En este sentido, este trabajo de investigación será desarrollado desde un enfoque procesual mediante estudios longitudinales de casos, dado el carácter dinámico y holístico del cambio estratégico cuando éste es analizado desde la teoría del momentum.


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