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Silvia Sosa Cabrera
1.2.4. Tipología del momentum
Dada la complejidad inherente al término momentum, no podemos obviar que el movimiento al que estamos haciendo referencia puede ser clasificado de forma diferente atendiendo a distintas variables. En este sentido, podemos identificar la existencia de diversos tipos de momentum en función de las características de algunos de los componentes que lo forman. Para el desarrollo de este epígrafe seguiremos la línea argumental de Adler (1981) y la ampliaremos, en distintos aspectos, con los trabajos realizados por otros autores.
Según la sincronía del movimiento
En función de la sincronía del movimiento, podemos admitir la existencia de un momentum explosivo, caracterizado por un estado exaltado y de movimiento rápido, marcado por la intensidad y el estrépito, por el vigor y la fuerza, y que sortea las barreras con facilidad; y, en el otro extremo del espectro, un momentum plácido, estado que muestra un ritmo calmado y pausado, generalmente introducido de forma gradual y menos notoria que su contrapuesto, y que permite a quien lo posee deslizarse a través de los obstáculos con una seguridad serena pero regular. Aunque el momentum plácido pueda caracterizarse por una lentitud mayor tanto en el inicio como en el transcurso del movimiento, se contrarresta con la confianza y tranquilidad infundida y con la fuerte interrelación de los componentes, lo que le confiere una sostenibilidad mayor que el momentum explosivo (Adler, 1981).
Según la dirección del movimiento
Además de la diferenciación sincrónica, el momentum también puede diferenciarse por la dirección del movimiento. En este sentido podemos considerar el momentum positivo y el negativo, que si bien comparten rangos similares de estilos de comportamiento, difieren en las direcciones divergentes en las que se mueven los individuos, los grupos o la organización (Adler, 1981; Lindsley et al., 1995; Hostager et al., 1998). Así, el momentum positivo impulsa el movimiento hacia la meta mientras que su contrapuesto negativo se aleja de la consecución de la misma, diferenciados ambos de la inercia que, como ya hemos puesto de manifiesto, excluye cualquier cambio de posición en relación con la meta. El momentum positivo es el que más comúnmente se presenta, y el uso del término momentum, sin calificativos adicionales, se refiere siempre a esta forma positiva. La versión negativa del momentum, generalmente, resulta de los esfuerzos frustados para alcanzar el fin deseado, y se convierte en un ciclo incontrolable de ansiedad, depresión, temor y fracaso, si bien éste es menos común, ya que desde que aparece el primer indicio del mismo se intenta evitar intencionadamente.
En función de la participación
Otro aspecto que permite establecer una tipología del momentum se fundamenta en el número de personas que comparten esa intensidad dinámica a la que hace referencia el momentum. Con respecto al mismo, podemos distinguir, en primer lugar, el momentum individual, que hace referencia a la determinación de objetivos individuales, su estimulación y logro, formando espirales individuales para cada persona, en función de sus pensamientos y sentimientos dinámicos (Dutton y Duncan, 1987b; Lant et al., 1992; Gersick, 1994; Ginsberg y Venkatraman, 1995). En segundo lugar, cuando las percepciones e interpretaciones subjetivas son compartidas por los miembros de un grupo o de una organización, y actúan sobre la base de sus creencias, desarrollando una dinámica espiral conjunta con emociones y motivaciones afines y compartidas, en la que la emoción se extiende, contagiándose unos a otros, y actuando el grupo como una sola entidad, se produce el momentum colectivo (Adler, 1981; Jansen, 1999).
A partir de las clarificaciones previas podemos catalogar el presente trabajo dado que en él analizaremos el momentum hacia el cambio, estudiando la sincronía del movimiento al que da lugar y especificando las diferencias existentes entre el momentum individual, principalmente directivo o de los decisores del proceso de cambio, y el momentum colectivo o social, como determinante de los esfuerzos y compromisos compartidos por los miembros de una organización para conseguir el fin propuesto.
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