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Silvia Sosa Cabrera
1.2.3. Modelo secuencial del momentum
Una vez analizado el concepto momentum a través del conocimiento y estudio de sus componentes, así como del proceso dinámico que lo genera, profundizaremos en las diversas etapas que éste atraviesa. Ahora bien, aunque diferentes autores han aportado visiones parciales sobre el momentum, únicamente Adler (1981) ha definido un modelo del mismo, por lo que en este epígrafe nos centraremos en las aportaciones que este autor ha realizado respecto a la secuencia del momentum, postergando los aspectos destacados en los otros estudios a la propuesta integradora que realizaremos en el apartado 1.3 de este capítulo.
La gestación y desarrollo del momentum, generalmente, sigue un patrón estructurado en diversas fases que abarcan desde que este fenómeno comienza hasta que termina, proceso denominado por Adler (1981) secuencia del momentum. Este modelo secuencial al desarrollarse en un individuo, grupo u organización no está exento, como ya hemos visto, de las influencias de los contextos en los que tiene lugar, ni tampoco puede ignorar la presencia tanto de fuerzas que pueden favorecer su desarrollo como de las que pueden impedir el movimiento hacia el objetivo establecido. De esta forma, partiendo de la secuencia establecida por Adler (1981) pueden analizarse los diferentes aspectos que se pueden presentar en cada etapa de desarrollo del momentum.
La primera de estas etapas puede denominarse “preparación” y se identifica de forma previa a la existencia del momentum. En este período se establecen los objetivos, la voluntad de alcanzarlos e incluso algunos planes de acción, aunque el verdadero empuje dinámico todavía permanece oculto, a expensas de una fuerza externa o del mayor desarrollo de la voluntad o preparación interna. Posteriormente, y en una segunda etapa, se produce el primer signo exteriormente visible de que se está presentando el momentum. En esta fase se genera una intensidad tal que crea un movimiento importante en la dirección deseada, y se denomina fase “impulsiva”, ya que su duración es fugaz, si bien propicia el inicio del momentum.
No obstante, para poder considerar que el momentum se ha iniciado completamente es necesario que ese impulso o vigor tenga una duración temporal más amplia y con una significación simbólica reconocida por el individuo o el grupo, ya que sólo entonces el empuje primario es capaz de ser reciclado en fuerza regenerada y se crea la forma espiral, siendo en esta fase de “ejecución o desarrollo” en la que realmente se realiza un progreso hacia la meta.
Por último, todo momentum llega a un fin, introduciéndose en el período de “desenlace”, en el que la finalización del momentum puede ser brusca o gradual en función de si las causas que motivan tal desaparición surgen de repente o lentamente. En cualquier caso, en esta etapa la interacción de los componentes sigue el proceso espiral pero inverso, ya que en lugar de impulsar una activación mayor, se produce una desaceleración como consecuencia de la evaluación de acciones y resultados y de la disminución del grado de inspiración evocado por la meta. De hecho, la decisión consciente o inconsciente para reducir el empuje puede surgir de una variedad de condiciones: (1) el momentum puede ser interrumpido de repente por una fuente externa; (2) después de intentos repetidos, conseguir el fin deseado puede ser imposible y por tanto el esfuerzo se suspende; (3) aún con la conciencia de que el objetivo es alcanzable, los seguidores pueden perder interés en el objetivo y decidir abandonar la búsqueda; (4) divisando la meta, los empleados pueden reducir su esfuerzo y dejarse llevar hasta el final sin sobreforzar los recursos restantes; o (5) la energía sostenida puede ser liberada tras conseguir el objetivo.
Por tanto, podemos asemejar la secuencia del momentum a la forma del ciclo de vida, en el que cada una de las etapas tiene unas características específicas. Además, como el momentum está influenciado por las variables contextuales y por las fuerzas sociales antes mencionadas, éstas también estarán presentes en cada una de las etapas del modelo secuencial, aunque predominarán más en unas que en otras.
Así, y en lo que a las influencias contextuales se refiere, podemos destacar que: (a) las estructuras nacionales y culturales afectan a la fase de preparación del momentum, influyendo en el tipo de metas que se persiguen y en la planificación de las acciones para conseguirlas, (b) las redes sociales ejercen, principalmente, influencia en la fase impulsiva, afectando a la energía y a la decisión de los candidatos para emprender el movimiento, fomentados en los encuentros diarios o frecuentes entre los miembros de la organización, mientras que (c) el marco organizativo afecta de manera notoria a la fase de ejecución o desarrollo, reforzando o destruyendo el esfuerzo suplementario hacia la meta, en función de su convergencia con la política oficial o normativa de la organización. Finalmente, la obligatoriedad del tiempo afecta a todo el proceso, dando una urgencia vibrante a los proyectos de corta duración y minando la intensidad de los proyectos aparentemente interminables.
Del mismo modo, las denominadas fuerzas sociales operan conjuntamente y su influencia es variada en función de la etapa de desarrollo del momentum. Así, la etapa de inicio, en la que ocurre la anticipación, visualización y preparación, puede caracterizarse por un alto grado de motivación, energía, estímulo y esfuerzo (fuerza primitiva) sin conseguir resultados proporcionalmente visibles, debido en gran medida a la presencia de la fuerza de la resistencia en esta etapa. Por tanto, cuando existen barreras, el movimiento percibido (momentum) puede parecer no relacionado con el impulso interno (fuerza), siendo el extremo de esta tendencia el momentum cero, en el que el progreso no existe.
Los períodos punta o cima, por contra, se caracterizan por una “economía de la fuerza”, en los que un nivel moderado de esfuerzo genera un momentum relativamente fácil de sostener y en donde la retroalimentación circular aumenta el nuevo impulso. Sin embargo, cerca del desenlace, la ratio se invierte y la fuerza declina en la forma de un momentum que avanza en punto muerto. En esta fase, el esfuerzo puede comenzar a disminuir, pero el sistema de retorno de energía establecido durante la etapa ascendente y el progreso hacia la meta (fuerza derivada) continúan impulsando la intensidad de comportamiento, permaneciendo el momentum en un alto nivel. Esta etapa, por tanto, ve la mayor producción proporcional de movimiento a partir de una inversión menor de fuerza nueva.
Por tanto, siguiendo la evolución de las distintas fuerzas a través de las etapas secuenciales del momentum, podemos considerar que la fuerza primitiva o el impulso que refleja el esfuerzo o deseo del individuo de prosperar, generalmente comienza fuerte, debido al estímulo que proporciona la cercanía a la fuente de motivación. En su conversión para completarse en acción, esta fuerza mantiene un nivel de intensidad alto durante las etapas de impulso y madurez, llegando en algunos casos a desvanecerse casi al final, aunque en otros casos contiene un final fuerte, impulsado por el esfuerzo total. Por otro lado, la fuerza derivada es una respuesta en la que se combinan los acontecimientos pasados y futuros, por lo que surge tanto de la evaluación de las acciones y resultados como de la anticipación de los resultados esperados, constituyendo fuerzas variantes en función de la secuencia del momentum.
De esta forma, al principio de un proyecto, el poder generado por la anticipación será mayor mientras que las recompensas del logro todavía son mínimas. A medida que se progrese hacia la conclusión, la relación se invierte, reemplazándose de forma creciente la energía anticipatoria por el impulso, la retroalimentación y la evaluación de la producción, ahora consiguiendo el mayor ímpetu. Por último, la fuerza de resistencia puede originarse como consecuencia de un gran elenco de obstáculos, alcanza generalmente su máximo en los inicios, se debilita una vez que el movimiento comienza, y es capaz de resurgir con fuerza por un estímulo externo al propio proceso en cualquier momento.
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