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La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.Francisco Luis Sastre Peláez
CAPÍTULO 12. EL RESULTADO EMPRESARIAL Y LA RETRIBUCIÓN DEL FACTOR SOCIAL
Objetivos de la Empresa y beneficio empresarial
La respuesta generalizada y ya tradicional a la pregunta sobre el fin u objetivo principal de la empresa es: la maximización del beneficio. Como mucho, y en el mejor de los casos, se habla, además, de la satisfacción y conservación del cliente.
Por otra parte, a la hora de definir el beneficio, se le asocia con una u otra de sus medidas específicas hablándose, unas veces, del saldo de la cuenta de Pérdidas y Ganancias, otras del Resultado de Explotación, otras en fin de ratios de rentabilidad vinculados a determinadas situaciones patrimoniales o a flujos de renta.
Nuestro punto de vista concuerda, lo decimos desde ahora, con la formulación tradicional que hace de la maximización del beneficio el objetivo principal de la empresa. No obstante, hemos de señalar que una formulación tan amplia como esta no tiene ningún valor operativo real, a no ser que se expliquen y desarrollen en detalle (cosa que generalmente no se hace) los términos de la definición y las consecuencias implicadas en ella. Así, si bien el tema de las medidas del beneficio se abordará de forma crítica en el capítulo siguiente, debemos intentar ahora clarificar conceptualmente qué se entiende por maximización de beneficios en relación con los objetivos de la empresa.
Para empezar, creemos necesario realizar una primera distinción entre los múltiples objetivos e intereses particulares de los grupos componentes de la empresa y el objetivo principal y único de ésta en tanto organización o institución separable de sus miembros.
Los objetivos de la empresa pueden, entonces, clasificarse en dos grupos:
a) Los objetivos secundarios: son los de los grupos interesados en la existencia de la empresa, los “grupos clave” o stakeholders.
b) El objetivo primario: es la meta principal de la organización, y no puede ser otro que el de la propia supervivencia y desarrollo de ésta. Por otra parte, siendo la empresa un medio, una forma social destinada a proporcionar ganancia a los individuos, este objetivo primario sólo se logrará en la medida en que se obtengan los secundarios.
Analicemos más detalladamente estos dos grupos de objetivos:
A) Los objetivos secundarios de la Empresa:
Como hemos dicho antes, los objetivos secundarios de la empresa son las metas o fines particulares de los distintos grupos de interés que la constituyen. Existiendo aquélla por voluntad de los individuos que forman dichos grupos, y como un medio para que ellos alcancen sus propios objetivos, la obtención de éstos convierte a la empresa en un medio útil, un bien, que será conveniente preservar y utilizar. Su no obtención, por el contrario, la priva de sentido, señalándola como un medio económico ineficaz.
Así pues, y sólo en la medida en que se cumplen los objetivos secundarios, la empresa se convierte en un bien a conservar, y surge el objetivo primario: la supervivencia de la organización como una forma de relación, mutuamente beneficiosa, entre los grupos de interés.
Los objetivos secundarios de la empresa serían, creemos, los siguientes:
1. - satisfacer al accionista, que desea una conveniente tasa de retorno a su inversión. Los fines últimos de los accionistas pueden ser múltiples, pero el fin económico inmediato es la obtención de beneficio en la remuneración del factor productivo que aportan, es decir, del capital. La existencia de la empresa exige, entonces, la remuneración conveniente del factor productivo que denominamos capital.
2. - satisfacer al empleado, que busca la seguridad de una renta salarial y una organización en la que desarrollarse profesionalmente. Entendemos por empleado tanto al personal de base como al directivo profesional. Todos ellos desean, principalmente, un beneficio privado que derive de su prestación laboral. La segunda condición de supervivencia es, entonces, la correcta remuneración y posibilidad de desarrollo del factor trabajo.
3. - satisfacer al proveedor que crece y prospera en la medida en que lo hace la empresa cliente. La existencia del proveedor permite a la empresa concentrarse en aquellas actividades de su hilera sectorial en las que es más competitiva, es decir, posibilita la especialización en la que se fundamenta la eficiencia de nuestro negocio. El proveedor es, en cierto modo, un “socio” que exige pagos puntuales y desea incrementos continuos en el volumen de actividad que mantenemos con él. Así pues, la tercera condición es la retribución apropiada del primer factor productivo: los recursos naturales, además de los servicios prestados por terceros (trabajo externo).
4. - satisfacer a la sociedad consumidora (mercado) que busca cada vez un mayor valor neto en el producto (más calidad por menos precio). Además, también es preciso retribuir el uso de bienes y servicios públicos, o sea, la facilidad de acceso al mercado de masas gracias a la actividad desarrollada por el Estado.
Si observamos la naturaleza de los cuatro objetivos anteriores, comprobaremos que el punto común, y esencial, está en la obtención del beneficio ya que :
1. - Su existencia implica que ha sido posible una retribución previa de los factores productivos. Supuesto que dicha retribución esté correctamente determinada, cuestión que deberá valorarse por cada uno de los distintos grupos de interés, ello indicaría que se han cumplido los objetivos secundarios de la organización.
2. - El beneficio permite la supervivencia y desarrollo de la firma como organización competitiva, permitiendo que se repita en el futuro el ciclo operativo de remuneración de los factores u obtención de objetivos secundarios.
Si la Empresa estableciera como su objetivo principal el beneficio cero (la mera retribución de los factores con ausencia de beneficio empresarial), su crecimiento se vería especialmente condicionado por las circunstancias e intereses del factor capital (de los propios accionistas o de terceros). Además, dicho capital adicional debería retribuirse de una u otra forma lo que, en cualquier caso, implicaría una elevación del nivel de ingresos para compensar el incremento de coste de los recursos propios o ajenos.
El objetivo ha de ser, pues, la maximización del beneficio o, al menos, la obtención de un beneficio suficiente en relación con el patrimonio empleado. La forma de valoración más corriente de lo que constituye “beneficio suficiente” es, como veremos en el capítulo siguiente, la tasa de “Rentabilidad” (Beneficios / Inversión). Maximización de beneficio debe entenderse, entonces, como maximización de rentabilidad o, mejor, del flujo de rentabilidades.
Retribución del accionista y beneficio empresarial
Aunque en las páginas siguientes, cuando analicemos la medida del Resultado, entraremos a fondo en este tema, recordemos ahora que, para la opinión general, la retribución del capital propio se realiza por dos vías: dividendos repartidos y plusvalías en la valoración de la acción. No obstante, cuando se expresa así la cuestión se confunden dos cosas que, aunque se consideren coincidentes en la práctica empresarial son, en mi opinión, de naturaleza distinta:
1. - El derecho de propiedad sobre la empresa y sus frutos
2. - La retribución del capital invertido.
El capital propio ha de remunerarse a un tipo de interés de mercado, similar al del capital ajeno (es decir, incluyendo una compensación por el riesgo). Deducido este importe en la cuenta de Pérdidas y Ganancias, así como el Impuesto de Sociedades y demás tributos (contribución por el uso de los bienes públicos) la cantidad resultante es el auténtico beneficio empresarial, no repartible.
Percibida la compensación por el uso de su capital, el accionista dispone además de la posibilidad de transferir sus acciones incurriendo en plusvalías o minusvalías. ¿Qué sentido han de tener entonces dichas plusvalías? ¿Qué retribuyen?
No cabe duda de que, si no se incorpora en la retribución del capital propio elemento alguno que compense el riesgo, el coste de oportunidad del accionista se cubrirá, precisamente, con una parte de la plusvalía en el valor de su acción que aquél podrá realizar o no en el Mercado de Valores sin afectar significativamente, al menos en principio, la existencia de la empresa. Pero ¿y el resto?
Este tema es de naturaleza compleja y no puede ser tratado aquí con la profundidad necesaria. Sí querría hacer, sin embargo, dos observaciones:
1. - El problema que apuntamos no se refiere a la cuantía de la retribución del capital propio (que en cualquier caso ha de compensar convenientemente el riesgo), y ni siquiera a su forma de cálculo como un flujo de rentas presentes y futuras, sino a que, a la hora de calcularla, se confunden los principios por los que se le retribuye.
2. - La lógica parece indicar que, si la empresa es una obra colectiva, deberían separarse, y acaso normativamente, los conceptos de propiedad del capital y propiedad de la empresa. Esta circunstancia no afectaría, naturalmente, al cálculo de la retribución del capital propio (cualquiera que ésta fuese), pero sí al importante derecho de decidir, por ejemplo, sobre el futuro de la organización.
B) El objetivo primario de la Empresa
El objetivo primario de la empresa es su propia supervivencia y desarrollo(1), y su obtención exige crecimiento y transformación.
La empresa sigue un “ciclo vital” similar al de sus productos o mercados: nacimiento, crecimiento, madurez y declive. El periodo de madurez, cuya duración es variable, termina bien con una transformación profunda (reestructuración, escisión, cambios sustanciales en la propiedad, etc.), bien con la disolución de la organización.
El objetivo primario de la empresa es alargar su ciclo vital tanto como sea posible (suponiendo que se cumplen también los objetivos secundarios de forma óptima). O, si se prefiere, el objetivo de los individuos y grupos que forman la empresa (stakeholders) es el desarrollo de ésta, mientras siga siendo un medio eficiente para la obtención de sus propios objetivos individuales. Para la consecución de este fin prioritario es la rentabilidad continuada, y no el mero beneficio, el punto de referencia fundamental.
El reparto del beneficio empresarial.
Finalmente, en relación con el reparto del beneficio empresarial, recordemos que, en nuestra opinión, aquél es patrimonio de la empresa y, por tanto, ha de constituirse en Reservas con el fin de financiar el crecimiento. No obstante, el crecimiento sólo podrá producirse en la medida en que sirva para financiar una mayor entrega de valor social que desemboque, a su vez, en un superior nivel de beneficios futuros. Si no fuera así, la rentabilidad del negocio, lejos de aumentar, decrecería.
Llegados al periodo de madurez de la empresa, y no siendo ya posible el crecimiento intensivo, las reservas acumuladas han de servir para iniciar nuevos negocios o, si esto no fuera recomendable, ser repartidas según algún criterio equitativo. La finalidad de esto último es, no siendo ya posible el crecimiento, alargar la fase de liquidación y permitir así la consecución de los objetivos secundarios durante el mayor tiempo posible, mientras se evita que la rentabilidad descienda del mínimo tolerable.
Este tema, que desarrollaremos seguidamente en alguno de sus aspectos principales, será completado en el siguiente capítulo cuando hablemos de la medida de la rentabilidad y las formas de retribución del capital propio.
1. En un planteamiento como este que, aunque novedoso, no es totalmente original en la teoría económica, no puede evitarse una nueva referencia a las preguntas “¿piensan las organizaciones? ¿son sujetos de la actividad económica o sólo son objetos?” Para responderlas no basta con reconocer la evidencia de que no existe una conciencia individualizada y “cerebralmente” autónoma en la organización, fuera de la conciencia de sus miembros. Es preciso reconocer con H.Simon:
“La investigación empírica sobre las organizaciones ha demostrado que el interés propio está fuertemente contrarrestado por el mecanismo de la identificación -esto es, la adhesión a la organización y a sus fines, de forma cognitiva y motivacional-... Debido al poder de esa identificación para atar a las personas a los fines de la organización, las organizaciones son mucho más coherentes y desempeñan un papel mucho más importante en la vida económica de lo que la teoría clásica supone”. Citado por Santos Redondo (1997): 293-294. Nos remitimos, además, a lo ya dicho anteriormente por nosotros en relación con la “rutina organizativa” y la “memoria de la organización”. Véase: Douglas (1996) y Nelson y Winter en Putterman (1994): 225 y ss.
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