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La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.Francisco Luis Sastre Peláez
CAPÍTULO 1. METODOLOGÍA Y OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN
1. -INTRODUCCIÓN
1.1. - Aproximación general al tema y a su problemática
Con el fin de evitar digresiones innecesarias y remitir al lector a las fuentes intelectuales de las que nuestro trabajo procede, destacaremos, en primer lugar, su vinculación a esa compleja corriente económica, aún en gran parte heterodoxa, que denominamos neoinstitucionalismo. El fin último de dicho movimiento es, como se sabe, la sustitución del paradigma económico neoclásico por otro nuevo que, otorgando la relevancia debida a la institución empresarial, permita su estudio dentro de modelos económicos y sociales más amplios que los proporcionados por el enfoque tradicional(1) .
La crítica situación en que, en mi opinión, la teoría de la empresa se encuentra hoy, y que motiva la aparición de las citadas corrientes renovadoras, surge de la captación lúcida por sectores cada vez más amplios de la doctrina de la siguiente contradicción fundamental: por una parte, se reconoce la necesidad no sólo de introducir en los modelos económicos la figura del sujeto individual (es decir, a la persona física o jurídica, con sus características asociadas de impredictibilidad, creatividad e irrepetibilidad) sino, incluso, de convertirle en protagonista de los mismos; por otro lado, es evidente para todos la imperiosa necesidad de normalización que la ciencia empresarial, por el simple hecho de ser ciencia, exige del investigador. Se va y viene, entonces, a falta de un modelo apropiado que integre estos dos requerimientos, del intento de completa matematización de los fenómenos (y el olvido de lo que es más característico en ellos; aquello que, precisamente, los hace individuales) a las denominadas “teorías del empresario”, que tienden a desplazar el centro de gravedad del conocimiento empresarial a ámbitos extraños, más propios de la psicología o sociología que de la ciencia económica(2) .
Esta situación de desgarro entre teorías de la empresa como “punto de una curva de oferta” (modelo neoclásico) y como fenómeno particular y distinto capaz, entre otras cosas, de explicar el resultado (un concepto éste diferencial como pocos en el ámbito de lo económico) define, esquemáticamente, el panorama teórico en el que habremos de desarrollar nuestro trabajo.
El “oficio” del directivo es hacer a su empresa diferenciada en lo excelente, pues sólo mediante la diferenciación (en calidad o en precio), podrá aquella alcanzar sus objetivos siendo, precisamente, el beneficio el principal instrumento de que aquel dispone para orientar su actividad. Aunque hayamos de posponer la investigación detallada de conceptos tan ambiguos como “gestión excelente” o “beneficio”, resaltemos ahora que la capacidad orientadora de éste último proviene de su función de correlación entre los cambios en la estructura y actividad de la empresa y la consecución de los objetivos tanto de la organización misma como de sus “grupos de interés”. Resultado no es pues, en nuestra opinión, una cantidad monetaria, sino la descripción compleja de un “estado competitivo” o, si se prefiere, de un “estado empresarial” que es fruto de la creatividad de la organización. La referencia a la situación individual diferenciada es ineludible, entonces, en la formulación del Resultado. Así, si la expresión científica del conocimiento implica normalización, el análisis del beneficio demanda, además, la atención a lo particular.
Esta pugna entre lo específico y lo general, entre individuo autónomo y conjunto normalizado o, en definitiva, entre teoría y práctica, adquiere en nuestros días, y según los distintos campos científicos de estudio, manifestaciones diversas. En lo que a las ciencias de la empresa se refiere el abuso de la normalización(3) , ha sometido al silencio al “hecho diferencial”, creando tal distancia entre la teoría económica y la realidad que ha sido inevitable esa reacción a la que hicimos referencia antes y a la que el neoinstitucionalismo ha colaborado de forma decisiva(4) .
Todavía hoy, el análisis y medida del Resultado se ve condicionado por la opinión dominante de que la empresa existe para convertirse en beneficio económico (medido éste según principios contable-financieros). Esta visión, centrada en el análisis de los estados financieros, lleva a considerar a la organización como un conjunto de activos-pasivos “congelados” y destinados a ir “haciéndose líquidos” a través de la cuenta de Pérdidas y Ganancias la cual, a su vez, solo tiene como destino final la retribución del capital invertido.
Nosotros pretendemos demostrar a lo largo de este trabajo que esta concepción es no sólo errónea, sino perjudicial para la vida económica empresarial y la del conjunto del mercado. En nuestra opinión la empresa es “relación-organización” y el Resultado una información sobre el “estado de las cosas” referido a una empresa, sector, industria, economía nacional o trasnacional. El resultado contable, tal y como hoy se concibe, no es sino una aproximación limitada e imperfecta al auténtico Resultado Empresarial, del mismo modo que la Matemática, con toda su nobleza, no es sino una manifestación parcial e imperfecta del proceso cognoscitivo del hombre.
Por otra parte, la interconexión, perceptible desde antiguo, entre ciencia, técnica y cultura, en la actualidad se hace más evidente que nunca haciendo pedazos la pretensión de una “ciencia económica pura”, cuantitativa y aislada de lo social. Así como en épocas anteriores el conocimiento científico constituía, en palabras de Morin, “una especie de islote marginal”, con el transcurso de nuestro siglo la ciencia se ha convertido en “una institución pesada, subvencionada y alimentada a su vez por la sociedad. Y en este momento se ha producido un nuevo tipo de relación circular entre ciencia, técnica y sociedad”(5) .
La coexistencia entre teoría y práctica, vinculadas ambas por el juicio ético(6) o, si se prefiere, por el deseo de alcanzar los “fines últimos” del hombre(7) , ha de darse en nuestra ciencia económica, y tal vez más que en ninguna otra, a causa de la naturaleza social de su objeto. No obstante, y lejos de haber sucedido esto, la relación fundamental entre principios económicos y aplicaciones prácticas ha adoptado entre nosotros caracteres de convivencia difícil y, más aún, de abierta divergencia.
Como afirma García Echevarría(8) , nuestra ciencia de la empresa nació a la vez de dos manantiales distintos que sólo hoy, finalmente, parece tienden a juntarse: la Microeconomía y la Economía de la Empresa o, si se prefiere, la Economía Política y la “ciencia práctica de los negocios”. En ninguno de los dos terrenos el crecimiento del saber empresarial ha estado privado de dificultades y sobresaltos(9) .
a) La Economía Política y, en concreto, su corriente intelectual más ortodoxa, la escuela neoclásica, más preocupada por establecer modelos del equilibrio ideal del mercado que del estudio de las irregularidades que caracterizan su funcionamiento real, suele reconocer (desde Walras) la gran importancia de la organización mercantil en el sistema económico, pero no se ocupa de estudiarla. De hecho, la empresa y el empresario son considerados fuente de desequilibrios y, por tanto, elementos ajenos, y aun hostiles, al modelo básico(10) . Ni las corrientes críticas (socialistas y no socialistas) ni los desarrollos neoclásicos recientes (vía complejización de modelos(11) parecen añadir nada relevante al descubrimiento de la naturaleza profunda de la organización empresarial(12) .
La Microeconomía, entonces, al menos hasta las recientes corrientes del neoinstitucionalismo y los costes de transacción, ha dado por supuesta la existencia de la empresa sin analizarla, ocupándose ante todo de las relaciones de equilibrio en el mercado y no de los agentes que dan origen a dichas relaciones, ni de la forma en que aquellos se configuran y organizan(13) .
b) En lo que respecta a la Administración de Empresas, ya desde sus mismos orígenes(14) ha utilizado un método de aproximación fundamentalmente práctico. No obstante, la dispersión de los distintos enfoques, la naturaleza limitada de sus objetivos y, en ciertos casos, una metodología científica endeble han provocado la aparición de lo que Koontz denomina la actual “Selva de la Teoría Administrativa”(15).
Sea como fuere, entre el conocimiento analítico, pragmático, predominante en la Administración de Empresas, y el excesivamente general, por su enfoque, de la Microeconomía, queda apenas intocada la Empresa como ente social con características propias, ente al que no cabe disolver en el entorno ni reflejar propiamente en la “placa fotográfica monocroma” del Resultado Contable. Pero, ¿es realmente posible hablar de Empresa como sujeto diferenciable del Mercado?
1.El “Neoinstitucionalismo” o, también, “la Nueva Organización Industrial”, “La Nueva Historia Económica”, etc., agrupa varias ramas de pensamiento, de entre las que destacan por su relevancia la “Economía de los Costes de Transacción” y la “Escuela de los Derechos de Propiedad”. Véase: Eggertsson (1995): 17 y ss. y García Echevarría (1971): 78 y ss. Algunos de los trabajos fundamentales de esta corriente pueden consultarse en: Coase (1994) y Williamson y Winter (1996).
2.Santos Redondo (1997)
3.El problema no surge, en nuestra opinión, de un legítimo intento de aplicar la Matemática al hecho económico sino, más bien, de un desconocimiento por los directivos empresariales de la naturaleza y límites de la matemática misma y, en consecuencia, de su equivocada aplicación a la vida real.Por otra parte, han expresado sus recelos por la excesiva matematización de la economía numerosos autores, de entre los que podríamos citar, por ejemplo, a V.Leontieff y M. Friedman.Ver Hodgson (1993): 23 y ss.
4.Coase, al comprobar el divorcio creciente entre el contenido de la teoría económica y el mundo real, objeto de su análisis, nos proporciona algunas claves del problema cuando afirma : “un resultado de este divorcio entre la teoría y la materia de estudio ha sido que las entidades cuyas decisiones se dedican a analizar los economistas no se han convertido en sujetos de estudio, y por consiguiente carecen de sustancia. El consumidor no es un ser humano, sino un conjunto consistente de preferencias”. Estas palabras las escribía Coase no en 1937, sino en 1988, en el cincuentenario de la publicación de su artículo fundamental. Véase Coase (1994): 11.
5.Morin (1984): 61
6.Varias importantes cuestiones económicas se relacionan con la dimensión ético-filosófica del agente económico. De entre ellas destacaremos las siguientes: las implicaciones del comportamiento altruista y la función de la ideología en la reducción de costes de supervisión y control. Una de las principales críticas que podemos hacer a la corriente más poderosa de pensamiento económico actual, la Escuela Neoclásica, es que ésta puede explicar cómo la gente actúa en su propio interés, pero no alcanza a dar cuenta de los comportamientos dirigidos por el altruismo o la solidaridad (ya que quebrantan el principio de maximización del beneficio e, incluso, el de comportamiento racional). La importancia económica de las normas éticas y de comportamiento se vincula principalmente, en la investigación actual, a la reducción de los costes necesarios para controlar la fuerza de trabajo (la gente se comporta correctamente sin necesidad de ser vigilada). Véase North (1994): 25 y ss.
7.Franch (1990)
8.García Echevarría (1994): 3 y ss. Es interesante, aunque quizá sea ya algo anticuado, el análisis de Ulrich, en lo que aún constituye la obra clave de la Escuela de St. Gall. Ulrich (1977): 129 y ss. La escuela en la que confluyen ambas corrientes es la ya mencionada Escuela Neoinstitucional o “Economía de las Instituciones”.
9.Sometida a dos restricciones graves, por un lado la excesiva abstracción (o, más bien, simplicidad), especialización y compartimentación de los conocimientos y por otro la “profesionalización” y atención exclusiva al problema práctico, nuestra ciencia ha permanecido cási ignorante de dos hechos básicos, interrelacionados, que el resto de las disciplinas sociales ya ha ido asimilando lentamente: el carácter no neutral y dependiente de la ciencia, por una parte y, por otra, la naturaleza histórica y compleja de la realidad social, la existencia del tiempo y de lo reversible. Sobre los condicionantes biológicos del conocimiento (“todo hacer es conocer y todo conocer es hacer”, “todo lo dicho es dicho por alguien”) véase Maturana y Varela (1996):18 y ss. Acerca de la naturaleza temporal y evolutiva de la empresa y sus implicaciones en relación con lo que ahora nos ocupa véase: Santos Redondo (1997). Para un análisis de la problemática de la gran corporación moderna consúltense las obras clásicas: Baran y Sweezy (1972) y Galbraith (1984). Acerca del carácter particular y característico de la ciencia económica y su aportación al saber humano (“lo que más distingue a la economía de otras disciplinas de las ciencias sociales no es su tema de estudio, sino su enfoque”) véase Gary S.Becker, The Economic Approach to Human Behaviour. Citado por Coase (1994): 10.
10.La empresa era simplificada hasta el límite, asimilándola a un “punto de decisión”, una “caja negra”, que el empresario administraba de forma que se alcanzaran las condiciones marginales relevantes respecto a inputs y outputs, maximizando así su beneficio y valor actual. Ver, por ejemplo, Jensen y Meckling (1976).
11.Del cuerpo teórico de la corriente neoclásica surgen tanto la corriente de los neoinstitucionalistas como otras tendencias menos críticas que pretenden mantener con vida la teoría neoclásica por la mera adición de variables esenciales no atendidas originalmente por ésta. La incorporación de dichas variables, principalmente de la tecnología, preserva el modelo tradicional neoclásico, aunque complejizándolo. La corriente Neoinstitucionalista, por el contrario, critica lo que Lakatos denomina el “cinturón protector” de la teoría (elementos accesorios al programa de investigación), pero respeta su “núcleo duro” (paradigma). Esencialmente incorpora los costes de transacción e información y las restricciones de los derechos de propiedad. Mantiene, en cambio, lo que Knudsen considera el “meollo” de la escuela neoclásica, es decir: la estabilidad de las preferencias, la elección racional y las estructuras de equilibrio de las interacciones. Ver Eggertsson (1995): 17 y ss.
12.Santos Redondo (1997). Recordemos, además, la demoledora crítica de Coase a los neoclásicos, que mencionábamos al principio de este capítulo. Para ellos, empresa y consumidor carecen de sustancia; no se ocupan de seres humanos, sino de conjuntos consistentes de preferencias. Coase (1994): 11.
13.Véase nuestra nota 3.
14.Los precursores de Taylor: James Watt Jr., Mathew Robinson Boulton, Robert Owen, etc. Véase, por ejemplo, Koontz y Weihrich (1994): 30 y ss.
15.Koontz y O’Donnell (1972): 41. La afirmación es de Koontz, y fue realizada en 1962. Desde esta fecha (principios de los años 60), y hasta el momento presente, las circunstancias han ido cambiando. Se percibe, como hemos hecho notar antes, una cierta tendencia convergente en las distintas escuelas y enfoques pero, concluyen Koontz y Weihrich, “la ciencia y la teoría de la administración todavía tienen las características de una jungla”. Koontz y Weihrich (1994): 44
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