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Influencia de la legislaci�n en la informaci�n medioambiental suministrada por las empresas

Enrique Rafael Blanco Richart

 

EL DIVORCIO ENTRE EL MUNDO F�SICO Y EL ECON�MICO

Una nueva moral ecol�gica.

 

Los planteamientos y soluciones buscados a los problemas ambientales en la d�cada de los ochenta basados en la limpieza final de los procesos industriales (Emisarios de vertidos, altas chimeneas, almacenes temporales, etc se han mostrado ineficaces. Las nuevas pol�ticas consideran los planteamientos anteriores s�lo parciales y filosof�as como El que contamina paga o Limpieza al final de la tuber�a no son soluciones, ya que s�lo trasladan los problemas en tiempo o lugar, pero que no siempre se resuelven.

Adem�s la soluci�n no puede ser s�lo local, ya que los problemas han pasado a ser globales, ahora frente a los criterios anteriores hay que buscar soluciones basadas en la gesti�n de los recursos, en la eficiencia de los procesos de producci�n con el uso eficiente de las materias primas y en que los sistemas de producci�n y consumo sean m�s limpios. Hay que cambiar la �tica de comportamiento ante el problema ambiental.

Por eso no se puede entender la soluci�n a los problemas medioambientales como una soluci�n t�cnica, sino que es necesario la b�squeda de nuevos modelos econ�micos y estructuras comerciales que favorezcan nuevas pautas de comportamiento, de solidaridad entre los pueblos, de �tica en el consumo, etc. Hay que modificar el marco moral de actuaci�n de los hombres, no s�lo en las relaciones entre ellos, sino tambi�n en sus relaciones con la naturaleza.

El control de la actividad humana por medio de los convencimientos morales se ha demostrado como el �nico sistema realmente eficaz y duradero. De la actividad econ�mica en la antig�edad presidida por un c�digo moral que formaba parte de su universo m�gico-religioso, se pas� a una econom�a, denominada ortodoxa que separa la econom�a de la moral pero que de hecho supone una suplantaci�n: La de los valores de solidaridad, ayuda mutua, etc. por el individualismo depredador.

El estudio de las relaciones entre la econom�a y la �tica es antiguo, prevaleciendo las �pticas morales de corte protestante y luterano, donde se acepta el predomino social de los vicios privados, como la avaricia, codicia, ego�smo, etc. en la actividad econ�mica con opiniones como las de:

-        Adam Smith, afirmaba que la actividad econ�mica es la �nica donde s�lo hace falta el ego�smo.

-        Stuart Mill, declaraba que el hombre es una m�quina codiciosa, pero que estos vicios privados no son malos ya que si las personas buscan incrementar su riqueza y la sociedad no pone cortapisas, generan la m�xima riqueza social, por lo que los vicios privados devienen en virtud colectiva.

-        Malthus declaraba que no hay que anteponer la moral y la riqueza, porque la virtud es la riqueza.

-        Los neocl�sicos como Jevons, Walras y Merger, se propusieron superar cualquier planteamiento moral, con el argumento de que la econom�a es una ciencia con grado de precisi�n similar a la mec�nica o la astronom�a y por lo tanto est� por encima de la �tica, dotando a la econom�a de un fuerte aparato matem�tico.

-        Keynes regres� a los cl�sicos al considerar que la avaricia y la usura son necesarias, pero se diferencia de ellos al pensar que esto es un rasgo pasajero y que al llegar a la sociedad de la abundancia no ser�an necesarios estos comportamientos insolidarios.

 

La econom�a ortodoxa ha seguido manteniendo la posici�n de independencia de �sta respecto de cualquier posici�n �tica o juicio normativo y las cr�ticas sobre la moral siempre han sido dadas de lado. En 1922, Frank Knight analizaba las relaciones entre los valores econ�micos y �ticos afirmando que �La Econom�a y la �tica mantienen de modo natural relaciones bastantes �ntimas dado que ambas tratan del problema del valor, de los valores de cambio la primera y de los valores humanos la segunda. Ambos valores son importantes para la vida, pero la tendencia actual es que los valores tecnol�gicos y financieros ocupan parcelas cada vez mayores en el pensamiento y en la vida cotidiana de una sociedad cada vez m�s globalizada y esto representa un problema porque lo hacen en detrimento de los valores �ticos�[1].

El �xito del hombre basado en su capacidad para controlar la informaci�n y las fuentes de energ�a le ha llevado a situaciones insostenibles, la nueva �tica, en este caso la �tica ambiental, �es una necesidad evolutiva (moral) en la medida que s�lo contrariando la estrategia evolutiva (material) se podr� garantizar la continuidad de la propia especie en el sistema. Es decir aunque s�lo sea por razones pr�cticas se necesita una nueva y avanzada moral ambiental�[2]. Una moral que sea una �tica de las relaciones entre los humanos y la naturaleza y que deber�a integrar:

-        Los conocimientos disponibles sobre antropolog�a.

-        Los conocimientos cient�ficos y t�cnicos sobre el medio ambiente.

-        Y principios de solidaridad entre los hombres.

Esto supone superar la actitud antropoc�ntrica de que el hombre es el rey de la creaci�n y cuyos recursos est�n a su servicio sin limitaciones a su explotaci�n, lo que de entrada excluye cualquier limitaci�n �tica en sus relaciones con la naturaleza.

La nueva �tica supone que la aproximaci�n a la problem�tica ambiental requiere un enfoque sociol�gico, no s�lo t�cnico, ya que los problemas ambientales no lo son porque hayan fallado los mecanismos ecol�gicos, sino porque las relaciones de la especie humana con el entorno han entrado en una fase cr�tica sin precedentes causada por conflictos de car�cter socioambiental. (El asesinato como pr�ctica cotidiana no se evita por la prohibici�n legal sino porque existe un rechazo moral de la inmensa mayor�a de la poblaci�n, la ley lo que hace es materializar y apoyar dicho rechazo).

El incremento del consumo genera lo desechable y reciclar ha venido a constituirse como una especie de �amortiguador de mala conciencia�. Es la nueva mano invisible que volver� a establecer el equilibrio y moderaci�n que exige el problema ecol�gico, ya sea de hombres o de materiales.

Reciclar es uno de los escarnios que el capitalismo hace a la ecolog�a. La etiqueta de reciclar esconde la aceleraci�n del consumo bajo la m�scara del ecologismo, la vuelta a la vida circular y biol�gica, el desprecio a la sobriedad de lo permanente. La aceleraci�n del consumo destruye el ecosistema humano y natural, reciclar es la disculpa social, lo que ahora se llama una operaci�n de imagen para mantener el ciclo de incesante incremento de consumo que es la base y fundamento del capitalismo, un ciclo que no es ni humano, ni natural, ni biol�gico[3].

Por eso el ecologismo ha de ser el detonante de una nueva revoluci�n cultural, �ste ha de reintroducir componentes �ticos en el comportamiento de unos humanos rendidos a los principios de la eficacia. El ecologismo rompe con el antropocentrismo, como los copernicanos rompieron el geocentrismo.

El ecologismo propugna una regeneraci�n moral de los valores para que la equidad social resulte compatible con la din�mica biosfer�ca. No se propone dominar la Tierra, sino organizar en ella la sostenibilidad de la propia presencia humana que se ha de basar en el principio de solidaridad funcional planetaria, de manera que los mecanismos de ajuste de que dispone la Tierra como un sistema autorregulado no se revuelva contra los intereses humanos, poniendo por lo tanto en evidencia la inviabilidad planetaria en el actual contexto industrial avanzado.

Por eso el concepto de desarrollo sostenible es un concepto amplio que integra todas las actividades de la vida humana y no s�lo la econ�mica, por lo que englobar�a[4]:

-                   El sostenimiento ecol�gico, que exige que el desarrollo sea compatible con el mantenimiento de los procesos ecol�gicos, los recursos y la diversidad ecol�gica.

-                   El sostenimiento social, que exige que el desarrollo aumente el control de las personas sobre sus propias vidas y mantenga y fortalezca la identidad de la comunidad.

-                   El sostenimiento cultural, que impone que el desarrollo sea compatible con la cultura y los valores de las personas afectadas por �l.

-                   El sostenimiento econ�mico, que demanda que el desarrollo sea econ�micamente eficiente y equitativo entre las generaciones y dentro de ellas.

 

El reto es generar un pensamiento global. La cl�sica divisa ecol�gica lo expresa bien �pensar globalmente y actuar localmente� frente a la econom�a globalizada que funciona al rev�s �pensar localmente y actuar mundialmente[5].

Por lo tanto hay que favorecer la b�squeda de nuevos modelos econ�micos que permitan[6]:

-        Incorporar los costes ambientales al precio de los bienes y servicios y que estos costes sean tenidos en cuenta en los sistemas de contabilidad nacional.

-        Facilitar el acceso de los pa�ses m�s pobres a los fondos necesarios para su desarrollo sostenible.

-        Cambiar las pautas de comportamiento de los ciudadanos de los pa�ses m�s ricos, no es �tico el uso indiscriminado de los recursos por una minor�a de la poblaci�n.

 

Los valores y los conceptos de la cultura industrial se formularon y desarrollaron a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, momentos en que se desarroll� la formulaci�n te�rica de sus bases econ�micas y estos principios econ�micos no han sido objeto de revisi�n sensible en los �ltimos 150 a�os, mientras que la f�sica o la biolog�a han sido revolucionadas de forma sensible en ese mismo periodo de tiempo. De esta manera unas ideas que fueron concebidas en el contexto de una sociedad industrial emergente y europea, son las mismas que estamos usando en un mundo donde la globalizaci�n, la desaparici�n de las fronteras y la crisis del modelo industrial cl�sico, son los elementos que est�n imperantes.

Pero a pesar del tiempo transcurrido se sigue confundiendo el valor con el precio, una cosa tiene valor en funci�n de los usos que de ella se esperan y una cosa cuesta en funci�n de su rareza. Los problemas ambientales tienen mucho que ver con estas ideas.

El medio ambiente tiene un valor aunque carezca de un precio[7]. El aire, el agua, el suelo, el espacio, la diversidad de fauna y flora, el paisaje, son bienes abundantes y por consiguiente de coste escaso e incluso nulo. Francis Fukuyama[8] llama la atenci�n sobre el retroceso de los valores �ticos y la sociabilidad moral ante la agresi�n contundente de lo econ�mico. Si la �tica de lo econ�mico no se preocupa de los valores �ticos, esos que adem�s del bienestar material conforman la felicidad humana, no se podr� prever el descontento que generar� en la sociedad al seguir confundiendo valores con precios.

Los economistas tenemos que recordar, que nuestras maneras son cient�ficas, pero que el material de trabajo est� constituido por convenciones sin preexistencia f�sica y por lo mismo inh�biles como referente seguro, de modo que esgrimir argumentos pretendidamente cient�ficos para tomar decisiones opinables o para descalificar opiniones de terceros, puede resultar pat�tico en ocasiones.

Hay que modificar nuestra forma de pensamiento de manera que otro tipo de valores, los �ticos, integren el pensamiento econ�mico, para que seamos capaces de establecer una jerarqu�a en la toma de decisiones econ�micas con independencia del precio que suponga su implantaci�n, no podemos pensar en conceptos de costes actuales sin tener en cuenta la �tica de nuestros actos y sin tener en cuenta adem�s que la felicidad del hombre, el del presente y el del futuro, es el aut�ntico valor a defender.

La utilizaci�n irracional de la naturaleza, su destrucci�n y contaminaci�n continua constituye, junto con el hambre, el racismo, el paro, la deuda internacional, y en general, el debilitamiento de los valores humanos, uno de los objetivos que reclaman prioridad de atenci�n, ya que aunque los bienes son para el hombre (fin) y no el hombre para las cosas (medio) todav�a la utilizaci�n y uso de las mismas ha de ser, debe ser y ha de realizarse, de acuerdo con la naturaleza racional del hombre. De otra forma ya no se usa, sino que se abusa de los bienes naturales, se les violenta o se les viola con graves secuelas impredecibles para un futuro m�s o menos pr�ximo[9].

El hombre no puede prescindir de la naturaleza, al contrario no ocurre lo mismo, estamos en manos de la naturaleza, no a la inversa. En momento alguno puede el hombre olvidar su relaci�n con el medio, depende de �ste, pues la esencia de la dimensi�n ambiental se vertebra ininterrumpidamente en el espectro del tiempo y del lugar[10].

As� en 1854, el jefe piel roja Noah Seattle, declar�: �Esto sabemos: La Tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la Tierra. Esto sabemos: Todo va enlazado�. Y enlazado con lo anterior concluimos con la siguiente afirmaci�n que los autores realizan al t�rmino de su obra: �Pero no nos dejemos ahora llevar por un exceso de triunfalismo, porque tambi�n es cierto que desde los comienzos de las ideas cient�ficas entre los griegos se han hecho muchos esfuerzos por situar a nuestra especie de espaldas a la naturaleza o, peor a�n, por encima de ella. De aqu� proceden algunos de los grandes problemas que aquejan a la humanidad en el momento presente. S�lo a partir de Darwin se ha comprendido que no somos la especie elegida, sino como dice Robert Foley, una especie �nica entre otras muchas especies �nicas, aunque eso s�, maravillosamente inteligente.

Y no deja de ser parad�jico que tantos siglos de ciencia nos hayan llevado a saber algo que cualquier bosquimano del Kalahari, cualquier aborigen australiano, o cualquiera de nuestros antepasados que pintaron los bisontes de Altamira conoc�a de sobra: Que la Tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la Tierra.� [11]

 

Debemos siempre tener presente que la humanidad no puede permitirse un enfrentamiento con el sistema natural, ni debe favorecer situaciones l�mite que pongan en peligro la estabilidad de tal sistema y, por tanto, de la vida integralmente concebida.

El hombre tiene el deber de actuar con suma prudencia, sobre todo y especialmente, al elaborar y aplicar la norma ambiental[12].

 

 

 


 

 


 


[1] Herranz Guill�n, Jos� Luis (2000). �Los valores (Los econ�micos y los �ticos)�. EL PA�S  martes 16 de mayo. (pag 72)

[2] Folch, Ram�n. (1998). Op. Cit. Pag 32-34.

[3] Mart�nez-Echevarr�a y Ortega, Miguel A. (1997). Op. Cit. Pag. 127.

[4] Carrasco Fenech, Francisco - Larrinaga Gonz�lez, Carlos. (1996). �El poder constitutivo de la contabilidad, consideraciones sobre la cuesti�n medioambiental�. Incluido en �Ensayos sobre contabilidad y econom�a� ICAC. Tomo II.

[5] Folch, Ram�n. (1998).  Op. Cit. Pag 140.

[6] Izquierdo, Lucila. (1993). �Los problemas globales del medio ambiente: Un tema econ�mico�. Esic Market. N� 80. Abril/junio. Pag. 357-358.

[7] Azqueta Oyarzun, Diego (1992).  Art. Cit. Pag. 435. Para explicar esa diferencia pone como ejemplo el bosque privado; �ste se valora en funci�n del rendimiento esperado, pero este precio no incluye funciones fundamentales como ser sumidero de CO2, ser sustento de la biodiversidad, etc. con lo que concluye que esta visi�n mercantil hace que el bosque deje de serlo para convertirse en una plantaci�n forestal, algo muy distinto.

[8] Herranz Guill�n, Jos� Luis (2000). Art. Cit. (pag 72)

[9] Higuera, Gonzalo. (1991). �Ecolog�a y empresa�. Bolet�n de Estudios Econ�micos. N� 144. Diciembre. Pag. 529.

[10] Jaquenod de Zs�g�n, Silvia. (1992). Art. Cit. Pag. 108.

[11] Arsuaga, Jos� Luis � Mart�nez, Ignacio. (1998). La especie elegida. Ed. Bolsillo. Madrid.

[12] Jaquenod de Zs�g�n, Silvia. (1992). Art. Cit. Pag. 116.


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