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Influencia de la legislaci�n en la informaci�n medioambiental suministrada por las empresas
Enrique Rafael Blanco Richart
EL DIVORCIO ENTRE EL MUNDO F�SICO Y EL ECON�MICO
Tendencias actuales
La ciencia econ�mica como disciplina aut�noma est� pasando por una crisis de crecimiento acelerado que la ha separado mucho de sus or�genes y hoy d�a existe una pluralidad de propuestas de soluci�n a los problemas que plantea la consecuci�n de un bienestar generalizado, pluralidad de ideas sobre las distintas formas de crecimiento, y pluralidad de propuestas a la problem�tica medioambiental.
As� en nuestros d�as la llamada Econom�a Ecol�gica o Econom�a Ambiental o del Medio ambiente[1] lo que pretende es volver a los fundamentos f�sicos de la actividad econ�mica y por lo tanto aceptar las nuevas nociones desarrolladas en el mundo de la f�sica y que han eliminado la concepci�n mecanicista del mundo, es decir intenta eliminar la noci�n de que la econom�a no es algo diferente de la mec�nica.
La econom�a ecol�gica critica el imperialismo cremat�stico[2], ya que supone una asignaci�n de recursos sin que haya ninguna transacci�n en dos casos:
- En las exacciones de recursos energ�ticos y materiales agotables o lentamente renovables.
- En las inserciones en el medio ambiente, concepto que se asociar� al de �externalidad� que es el beneficio o perjuicio que no tiene valoraci�n cremat�stica pero que podr�a tenerla.
Por lo tanto las nuevas visiones de la econom�a ponen en duda todo el instrumental de la econom�a cl�sica tratando de explicar el uso de energ�a y materiales en ecosistemas humanos, por lo tanto va a cuestionar los diversos criterios que se han mantenido durante mucho tiempo[3], as�:
� Desde la perspectiva de la econom�a cl�sica la evaluaci�n monetaria del patrimonio ambiental, a trav�s del establecimiento de un valor de cambio para su transacci�n en el mercado, lleva consigo la propiedad privada de dicho patrimonio. De este modo se entiende, como en el caso de algunos bienes energ�ticos, que la determinaci�n de un precio de mercado convierte a dicho patrimonio en un recurso econ�mico propiamente dicho. As� los recursos naturales a trav�s del mecanismo de los precios adquieren la consideraci�n de recursos escasos susceptibles de usos alternativos, mientras que la visi�n de la ecolog�a es el estudio de los bienes de uso naturales y colectivos, comunes a toda la humanidad.
� Sobre la sustituibilidad ilimitada de los recursos, pero algunos de �stos se agotan y no hay sustitutos. Los economistas siguen contabilizando a coste cero los recursos sin registrar en las cuentas las externalidades negativas.
� Adem�s la econom�a acepta que son los precios los que asignan recursos escasos entre fines alternativos pero el mercado no es perfecto y es incapaz de valorar las necesidades y preferencias de los que a�n no han nacido.
Para la econom�a neocl�sica el deterioro del medio ambiente, derivado de la actividad econ�mica, es una externalidad y por lo tanto no son contemplados por el sistema. S�lo en la medida en que el mercado asignara valores de cambio a los recursos ambientales que se degradan ser�a factible su internalizaci�n en el sistema de relaciones productivas. De este modo si el autor de la degradaci�n soporta todos los costes externos, desde el punto de vista ecol�gico, la econom�a estar�a sometida a un r�gimen de precios perfecto. Pero este planteamiento presente tres deficiencias[4]:
a) No todos los bienes de la naturaleza son evaluables con precios.
b) Algunos de los cambios ecol�gicos pueden ser computables directamente como p�rdidas en t�rminos monetarios, como la devastaci�n provocada por un hurac�n, pero resulta imposible establecer un v�nculo de causalidad con los autores o ser�a preciso remontarse a tiempos muy pasados.
c) Ni siquiera una internalizaci�n hecha a conciencia podr�a garantizar un comportamiento de la econom�a que evitara la desestabilizaci�n de los sistemas ecol�gicos.
Pero en todo este an�lisis nos encontramos con que la ecolog�a humana tiene tres rasgos diferenciadores respecto de la ecolog�a animal o vegetal[5], que son:
- La desigualdad entre personas que ha de distinguir entre uso endosom�tico y exosom�tico de la energ�a. No tenemos instrucciones gen�ticas sobre el consumo exosom�tico de energ�a y materiales. El consumo y degradaci�n exosom�tica de energ�a son muy diferentes, los ricos deterioran el medio ambiente m�s que los pobres.
- La distribuci�n en el espacio. La ecolog�a de los animales y plantas no ayuda a explicar la distribuci�n humana en el espacio, las migraciones o sus prohibiciones no son hechos de la naturaleza ni se explican con analog�as del mundo natural, desde este punto de vista la geograf�a ecol�gica ha de ser una geograf�a pol�tica.
- La demograf�a humana es una demograf�a consciente que depende de estructuras sociales, etc.
La crisis del petr�leo de los a�os 70 supuso un cambio respecto al problema de la contaminaci�n y del crecimiento econ�mico, ya que el mantenimiento de �ste �ltimo y del estado de bienestar hab�an sido la preocupaci�n de los economistas hasta estos momentos.
De nuevo vuelve a ponerse en evidencia la separaci�n y divorcio entre el mundo f�sico y el econ�mico cuando un no economista, como Meadows [6] predice en 1972 (En el marco del Club de Roma), mediante ejercicios de simulaci�n inform�ticos, el colapso del sistema en el siglo XXI atacando la filosof�a del crecimiento econ�mico, propugnando un Crecimiento Cero, frente a un medio natural limitado y finito.
Los economistas contraatacaron criticando el modelo porque no inclu�a un mecanismo de precios, es decir si una materia prima se hace escasa su precio subir� y los productores o buscan sustitutos o reducen su empleo, del mismo modo los consumidores modificar�n sus preferencias alej�ndose de los bienes m�s costosos y as� esta secuencia conducir� a un cambio en la estructura productiva a favor de un menor consumo de recursos naturales[7].
Otra cr�tica es que al modelo le faltaba el mecanismo de retroalimentaci�n v�a precios. Pero no existe en realidad este mecanismo de precios para gran parte de los recursos naturales y del medio ambiente ya que para que esa v�a funcione es necesario definir los derechos de propiedad privada sobre las cosas que ha de controlar ese mecanismo. Pero el sistema de precios se basa en que las personas comercian entre s� y s�lo se puede intercambiar lo que se posee[8] y sin embargo no se paga por el uso del r�o, de la atm�sfera, ni por el uso de la playa, etc[9] .
[1] Magad�n, Marta � Rivas, Jes�s. (1998). Op. Cit. Pag. 15. Los dos nombres se refieren a la existencia de una doble opci�n metodol�gica y cuyas diferencias no son f�ciles de descubrir, y que m�s adelante trataremos de diferenciar.
[2] Mart�nez Alier, Juan. (1987). Art. cit. Martinez Alier, Joan � Schl�pmann, Klaus. (1992). La econom�a y la ecolog�a. Fondo de Cultura Econ�mica. Pag. 11.
[3] Boada, Luis. (1989). �Los economistas y la ecolog�a�. Economistas. N� 41. Pag. 373.
[4] Ruesga Benito, Santos M. (1992). Art. Cit. Pag. 156.
[5] Gonz�lez de Molina, Manuel - Mart�nez Alier, J. (Eds) (1993). Historia y ecolog�a. Ed. M.P. Pag. 30.
[6] En esta fecha publica junto con Randers y Behrens, Los l�mites del crecimiento econ�mico.
[7] Reed, William J. (1993). Art�culo que forma parte del libro de Diego Azqueta y Antonio Ferreiro (eds.) (1993). An�lisis econ�mico y gesti�n de recursos naturales. Ed. Alianza. Pag. 22.
[8] Volvemos al paradigma de que s�lo es campo de estudio de lo econ�mico lo que tiene valor de cambio, es escaso e intercambiable.
[9] Reed, William J. (1993). Op. Cit. Pag. 24. Ante este problema de definici�n de los derechos de propiedad hay dos l�neas principales: 1�. La m�s radical consistente en privatizar los recursos naturales, siempre con la idea de que el mercado es el �nico capaz de solucionar el problema. 2�. La l�nea que favorece la creaci�n de permisos de contaminaci�n negociables como forma de que el mercado marque precios a los recursos. Mart�nez Alier (1993). �Valoraci�n econ�mica y valoraci�n ecol�gica�. Art�culo que forma parte del libro de J. M. Naredo y F. Parra (comps.) Hac�a una ciencia de los recursos naturales. Ed. Siglo XXI. Pag. 36. El autor menciona a B. Brunhes, que atribu�a la p�rdida de los bosques y la erosi�n de los suelos a la privatizaci�n de las tierras comunales.
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